DIA 318--Baruc 1--2 Eclesiástico 25,13-26 Juan 15


Baruc 1

1 Texto del escrito que Baruc, hijo de Nerías, hijo de Maasías, hijo de Sedecías, hijo de Asadías, hijo de Jilquías, escribió en Babilonia,
2 en el año quinto, el séptimo día del mes, en la época en que los caldeos habían tomado Jerusalén y la habían incendiado.
3 Baruc leyó el texto de este escrito en presencia de Jeconías, hijo de Joaquím, rey de Judá, y de todo el pueblo que había venido para escuchar esta lectura;
4 en presencia de las autoridades y de los príncipes reales, de los ancianos y de todo el pueblo –desde el más pequeño hasta el más grande– de todos los que habitaban en Babilonia junto al río Sud.
5 Se derramaron lágrimas, se ayunó y se oró delante del Señor .
6 También se recogió dinero según las posibilidades de cada uno,
7 y se lo envió a Jerusalén, al sacerdote Joaquím, hijo de Jilquías, hijo de Salóm, y a los otros sacerdotes y a todo el pueblo que se encontraba con él en Jerusalén.
8 Baruc ya había recuperado, el décimo día del mes de Siván, los vasos de la Casa del Señor sacados del Templo, a fin de devolverlos a la tierra de Judá. Eran objetos de plata que había hecho Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá,
9 después que Nabucodonosor, rey de Babilonia, deportó desde Jerusalén y llevó a Babilonia a Jeconías, a los príncipes, a los rehenes, a los nobles y a la gente del país.
10 Les escribieron lo siguiente: Aquí les enviamos dinero; compren con él víctimas para los holocaustos y los sacrificios por el pecado, y también incienso; hagan ofrendas y preséntenlas sobre el altar del Señor, nuestro Dios.
11 Rueguen por la vida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y por la de su hijo Baltasar, para que sus días sean sobre la tierra como los días del cielo.
12 Que el Señor nos dé fuerza e ilumine nuestros ojos, para que vivamos a la sombra de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y a la sombra de su hijo Baltasar, y lo sirvamos mucho tiempo, gozando de su favor.
13 Rueguen también por nosotros al Señor, nuestro Dios, porque hemos pecado contra él, y la ira del Señor y su indignación no se han alejado de nosotros hasta el día de hoy.
14 Lean este libro, que nosotros les enviamos para que se haga confesión de los pecados en la Casa del Señor, en el día de la Fiesta y en los días de la Asamblea.
15 Ustedes dirán: Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy; vergüenza para los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén,
16 para nuestros reyes y nuestros jefes, para nuestros sacerdotes, nuestros profetas y nuestros padres.
17 Porque hemos pecado contra el Señor,
18 le hemos sido infieles y no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros.
19 Desde el día en que el Señor hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, hasta el día de hoy, hemos sido infieles al Señor, nuestro Dios, y no nos hemos preocupado por escuchar su voz.
20 Por eso han caído sobre nosotros tantas calamidades, así como también la maldición que el Señor profirió por medio de Moisés, tu servidor, el día en que hizo salir a nuestros padres del país de Egipto, para darnos una tierra que mana leche y miel. Esto es lo que nos sucede en el día de hoy.
21 Nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, nuestro Dios, conforme a todas las palabras de los profetas que él nos envió.
22 Cada uno se dejó llevar por los caprichos de su corazón perverso, sirviendo a otros dioses y haciendo el mal a los ojos del Señor, nuestro Dios.



Baruc 2

1 Por eso el Señor ha cumplido la amenaza que había pronunciado contra nosotros, contra los jueces que gobernaron a Israel, contra nuestros reyes, contra nuestros jefes y contra los hombres de Israel y de Judá.
2 Nunca se hizo bajo el cielo nada semejante a lo que él hizo en Jerusalén, conforme a lo que está escrito en la Ley de Moisés,
3 a tal punto que llegamos a comer, uno la carne de su hijo, y otro la carne de su hija.
4 El los entregó en manos de todos los reinos que nos rodean, para que cayeran en el oprobio y la desolación, entre todos los pueblos de los alrededores donde el Señor los dispersó.
5 Así quedaron sometidos, en lugar de prevalecer, porque nosotros hemos pecado contra el Señor, nuestro Dios, al no escuchar su voz.
6 Al Señor, nuestro Dios, pertenece la justicia; a nosotros, en cambio, y a nuestros padres la vergüenza reflejada en el rostro, como sucede en el día de hoy.
7 Todo lo que el Señor había anunciado contra nosotros, todas esas desgracias nos han sobrevenido.
8 Nosotros no hemos aplacado con nuestras súplicas el rostro del Señor, apartándonos cada uno de los pensamientos de su corazón perverso.
9 Por eso el Señor estuvo atento a estas calamidades y las descargó sobre nosotros, porque él es justo en todo lo que nos manda hacer.
10 Pero nosotros no hemos escuchado la voz del Señor, que nos mandaba seguir los preceptos que él puso delante de nosotros.
11 Y ahora, Señor, Dios de Israel, que hiciste salir a tu pueblo de la tierra de Egipto con mano fuerte, con signos y portentos, con gran poder y con el brazo en alto, haciéndote así un Nombre famoso hasta el día de hoy,
12 nosotros hemos pecado, nos hemos hecho impíos, hemos incurrido en la injusticia, Señor, Dios nuestro, desobedeciendo todas tus prescripciones.
13 Que tu furor se aparte de nosotros, porque hemos quedado muy pocos entre las naciones donde nos has dispersado.
14 Escucha, Señor, nuestra oración y nuestra súplica, y por tu honor, líbranos y concédenos el favor de aquellos que nos han deportado,
15 para que toda la tierra conozca que tú eres el Señor, nuestro Dios, porque tu Nombre ha sido invocado sobre Israel y sobre su raza.
16 Mira, Señor, desde tu santa morada y piensa en nosotros; inclina tu oído y escucha;
17 abre, Señor, tus ojos y mira; porque no son los muertos que están en el Abismo, aquellos cuyo espíritu ha sido arrancado de sus entrañas, los que tributan gloria y justicia al Señor ;
18 sino que es el alma llena de aflicción, y son los que caminan encorvados y sin fuerzas, los ojos debilitados y el alma hambrienta los que te tributan, Señor, gloria y justicia.
19 No es por las obras de justicia de nuestros padres y de nuestros reyes, que nosotros presentamos nuestra súplica delante de tu rostro, Señor, Dios nuestro.
20 Porque tú has enviado sobre nosotros tu furor y tu indignación, como lo habías anunciado por medio de tus servidores, los profetas, diciendo:
21 Así habla el Señor: Dobleguen sus espaldas y sirvan al rey de Babilonia, y permanecerán en la tierra que yo he dado a sus padres.
22 Pero si ustedes no escuchan la voz del Señor, sirviendo al rey de Babilonia,
23 yo haré cesar en las ciudades de Judá y dentro de Jerusalén el grito de gozo y el grito de alegría, el canto del esposo y el canto de la esposa, y todo el país se convertirá en un desierto sin habitantes.
24 Y nosotros no hemos escuchado tu voz, que nos mandaba servir al rey de Babilonia; por eso, tú has cumplido la amenaza que habías pronunciado por medio de tus servidores, los profetas, a saber, que serían sacados de su sitio los huesos de nuestros reyes y los huesos de nuestros padres.
25 Y ahora han sido arrojados al calor del día y al frío de la noche, después de haber muerto en medio de crueles sufrimientos, por el hambre, la espada y la peste.
26 Tú has reducido Esta Casa sobre la que había sido invocado tu Nombre, a lo que es en el día de hoy, a causa de la maldad de la casa de Israel y de la casa de Judá.
27 Sin embargo, tú nos has tratado, Señor, Dios nuestro, conforme a toda tu benignidad y a tu gran compasión,
28 como lo habías anunciado por medio de Moisés, tu servidor, el día en que le ordenaste escribir tu Ley en presencia de los israelitas, diciendo:
29 «Si ustedes no escuchan mi voz, esta grande, esta inmensa muchedumbre será reducida a un pequeño número entre las naciones adonde los dispersaré.
30 Yo sé, en efecto, que ellos no me escucharán, porque son un pueblo obstinado y rebelde, pero en la tierra de su exilio, volverán sobre sí mismos
31 y conocerán que yo soy el Señor, su Dios. Les daré un corazón y oídos dóciles,
32 y ellos me alabarán en la tierra de su exilio y se acordarán de mi Nombre.
33 Se arrepentirán de su obstinación y de sus malas acciones, porque se acordarán de la suerte de sus padres que pecaron contra el Señor .
34 Entonces los haré volver a la tierra que juré dar a sus padres, a Abraham, a Isaac y a Jacob, y se adueñarán de ella. Los multiplicaré y ya no disminuirán.
35 Estableceré para ellos una alianza eterna, para que yo sea su Dios y ellos sean mi Pueblo, y ya no arrojaré más a mi pueblo Israel de la tierra que les he dado».



Eclesiástico 25,13-26
11 el temor del Señor supera a todos lo demás, y el que lo posee ¿a quién se puede comparar?
12 El temor del Señor es el comienzo de su amor, y es por la fe que uno empieza a unirse a él.
13 ¡Cualquier herida, menos la del corazón! ¡Cualquier maldad, menos la de una mujer!
14 ¡Cualquier desgracia, menos la causada por el odio! ¡Cualquier venganza, menos la de un enemigo!
15 No hay peor veneno que el de la serpiente, ni peor furia que la de la mujer.
16 Preferiría habitar con un león o un dragón antes que vivir con una mala mujer.
17 La maldad de una mujer desfigura su semblante y vuelve su rostro huraño como un oso.
18 Su marido se va a sentar en medio de sus vecinos y no puede reprimir sus amargos gemidos.
19 Toda maldad es pequeña comparada con la de la mujer: ¡que caiga sobre ella la suerte del pecador!
20 Cuesta arenosa para los pies de un anciano es la mujer charlatana para un esposo apacible.
21 No te dejes cautivar por los encantos de una mujer ni te apasiones por ella.
22 Estallido de enojo, infamia y una gran vergüenza esperan al hombre que es mantenido por su mujer.
23 Corazón abatido, rostro sombrío y pena del alma es una mala mujer. Manos inertes y rodillas paralizadas es la mujer que no hace feliz al marido.
24 Por una mujer tuvo comienzo el pecado, y a causa de ella, todos morimos.
25 No dejes correr el agua ni des libertad a una mala mujer.
26 Si no camina como tú le indicas, arráncala de tu propia carne.



Juan 15
1 «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador.
2 El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
3 Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié.
4 Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí.
5 Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer.
6 Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
7 Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.
8 La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.
9 Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi amor.
10 Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor. como yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
11 Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese gozo sea perfecto.
12 Este es mi mandamiento: Amense los unos a los otros, como yo los he amado.
13 No hay amor más grande que dar la vida por los amigos.
14 Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando.
15 Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre.
16 No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi Nombre, él se lo concederá.
17 Lo que yo les mando es que se amen los unos a los otros.
18 Si el mundo los odia, sepan que antes me ha odiado a mí.
19 Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero como no son del mundo, sino que yo los elegí y los saqué de él, él mundo los odia.
20 Acuérdense de lo que les dije: el servidor no es más grande que su señor. Si me persiguieron a mí, también los perseguirán a ustedes; si fueron fieles a mi palabra, también serán fieles a la de ustedes.
21 Pero los tratarán así a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me envió.
22 Si yo hubiera venido ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora su pecado no tiene disculpa.
23 El que me odia, odia también a mi Padre.
24 Si yo no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro realizó, no tendrían pecado. Pero ahora las han visto, y sin embargo, me odian a mí y a mi Padre,
25 para que se cumpla lo que está escrito en la Ley: Me han odiado sin motivo.
26 Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí.
27 Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio».