DIA 362-Zacarías 1--5, Eclesiástico 50,1-13, * Juan 1,1-18

 


Zacarías 1--5
Capítulo 1
1 En el octavo mes del segundo año de Darío, la palabra del Señor llegó al profeta Zacarías, hijo de Berequías, hijo de Idó, en estos términos: 2 El Señor se irritó violentamente contra los padres de ustedes. 3 Tú les dirás: Así habla el Señor de los ejércitos: Vuelvan a mí –oráculo del Señor de los ejércitos– y yo volveré a ustedes, dice el Señor de los ejércitos. 4 No sean como sus padres, a quienes los antiguos profetas interpelaron, diciendo: Así habla el Señor de los ejércitos: Vuelvan de sus malos caminos y de sus malas acciones. Pero ellos no escucharon, ni me prestaron atención –oráculo del Señor–. 5 ¿Dónde están sus padres? Y los profetas ¿viven para siempre? 6 Pero mis palabras y mis decretos, que yo había ordenado a mis servidores los profetas, ¿acaso no alcanzaron a sus padres? Por eso, ellos se convirtieron y dijeron: «El Señor de los ejércitos nos ha tratado según nuestros caminos y nuestras acciones, como había resuelto hacerlo». 7 El vigésimo cuarto día del undécimo mes, que es el mes de Seta, en el segundo año de Darío, la palabra del Señor fue dirigida al profeta Zacarías, hijo de Berequías, hijo de Idó, en estos términos: 8 Yo tuve una visión durante la noche: Había un hombre montado en un caballo rojo. Estaba parado entre los mirtos que se encuentran en la hondonada, y detrás de él había caballos rojos, alazanes, negros y blancos. 9 Yo pregunté: «¿Quiénes son estos, mi Señor?». Y el ángel que hablaba conmigo me respondió: «Yo te indicaré quiénes son estos». 10 El hombre que estaba entre los mirtos dijo: «Estos son los que el Señor envió a recorrer la tierra». 11 Ellos se dirigieron al ángel del Señor que estaba entre los mirtos, y le dijeron: «Venimos de recorrer la tierra y hemos visto que toda la tierra está en calma y tranquila». 12 Entonces el ángel del Señor dijo: «Señor de los ejércitos, ¿hasta cuándo esperarás para compadecerte de Jerusalén y de las ciudades de Judá, contra las cuales estás irritado desde hace setenta años?». 13 El señor dirigió al ángel que hablaba conmigo palabras buenas, palabras consoladoras. 14 Entonces el ángel me dijo: «Proclama esto: Así habla el Señor de los ejércitos: Yo siento un gran celo por Jerusalén y por Sión, 15 y estoy violentamente irritado contra las naciones seguras de sí mismas; porque yo estaba un poco irritado, pero ellas agravaron la desgracia. 16 Por eso, así habla el Señor: Yo he vuelvo a Jerusalén con piedad; allí será reconstruida mi Casa –oráculo del Señor de los ejércitos– y la cuerda de medir será tendida sobre Jerusalén. 17 Proclama también esto: Así habla el Señor de los ejércitos: Mis ciudades rebosarán de bienes; el Señor consolará de nuevo a Sión y elegirá otra vez a Jerusalén».
Capítulo 2
1 Yo levanté los ojos, y tuve una visión: Había cuatro cuernos. 2 Entonces pregunté al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué son estos cuernos?». El me respondió: «Son los cuernos que dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén». 3 Después el Señor me mostró cuatro herreros. 4 Yo pregunté: «¿Qué vienen a hacer estos?». El me respondió: «Aquellos son los cuernos que dispersaron a Judá, a tal punto que nadie podía levantar la cabeza; pero estos han venido para aterrarlos, para derribar los cuernos de las naciones que atacaron al país de Judá, a fin de dispersarlo». 5 Yo levanté los ojos, y tuve una visión: Había un hombre que tenía en la mano una cuerda de medir. 6 Entonces le pregunté: «¿A dónde vas?». El me respondió: «Voy a medir Jerusalén, para ver cuánto tiene de ancho y cuánto de largo». 7 Mientras el ángel que hablaba conmigo estaba allí, otro ángel le salió a su encuentro 8 y le dijo: «Corre, habla a ese joven y dile: "Jerusalén será una ciudad abierta por la gran cantidad de hombres y animales que habrá en ella. 9 Yo seré para ella –oráculo del Señor– una muralla de fuego a su alrededor, y seré su Gloria en medio de ella"». 10 ¡Vamos! Huyan del país del Norte –oráculo del Señor– porque yo los dispersé a los cuatro vientos del cielo –oráculo del Señor– 11 ¡Vamos! ¡Sálvate, Sión, tú, que habitas en Babilonia! 12 Porque así habla el Señor de los ejércitos a las naciones que los despojaron –ya que el que los toca a ustedes, toca la pupila de mis ojos–: 13 ¡Sí, yo levanto mi mano contra ellos, y serán despojados por sus mis mismos esclavos! ¡Así ustedes sabrán que me ha enviado el Señor de los ejércitos! 14 Grita de júbilo y alégrate, hija de Sión: porque yo vengo a habitar en medio de ti –oráculo del Señor–. 15 Aquel día, muchas naciones se unirán al Señor: ellas serán un pueblo para él y habitarán en medio de ti. ¡Así sabrás que me ha enviado a ti el Señor de los ejércitos! 16 El Señor tendrá a Judá como herencia, como su parte en la Tierra santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén. 17 ¡Que callen todos los hombres delante del Señor, porque él surge de su santa Morada!

Capítulo 3
1 Luego me hizo ver al Sumo Sacerdote Josué, de pie ante el ángel del Señor, mientras el Adversario estaba a su derecha para acusarlo. 2 El ángel del Señor te reprima, Adversario! ¡Sí, que te reprima el Señor, el que eligió a Jerusalén! ¿No es este acaso un tizón salvado del fuego?». 3 Josué, de pie delante del ángel, estaba vestido con ropa sucia. 4 El ángel tomó la palabra y dijo a los que estaban de pie delante de él: «Quítenle la ropa sucia». Luego dijo a Josué: «Yo te he sacado de encima tu iniquidad y te pondré vestiduras de fiesta». 5 Y añadió: «Coloquen sobre su cabeza un turbante limpio y pónganle vestiduras de fiesta». Ellos le pusieron el turbante limpio sobre la cabeza y las vestiduras de fiesta, mientras el ángel del Señor permanecía allí de pie. 6 Después el ángel del Señor advirtió solemnemente a Josué: 7 «Así habla el Señor de los ejércitos: Si vas por mis caminos y observas mis mandamientos, tú mismo gobernarás mi Casa y cuidarás mis atrios, y yo te daré libre acceso entre los que están aquí. 8 Escucha, Josué, Sumo Sacerdote, tú y tus compañeros que se sientan delante de ti –porque estos hombres son un presagio–: Yo suscitaré a mi servidor «Germen». 9 Sí, esta es la piedra que pongo delante de Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos. Yo mismo voy a grabar su inscripción –oráculo del Señor de los ejércitos– y voy a eliminar la iniquidad de este país en un solo día. 10 Aquel día –oráculo del Señor de los ejércitos– ustedes se invitarán unos a otros debajo de la parra y de la higuera.

Capítulo 4
1 El ángel que hablaba conmigo volvió y me despertó, como a quien se lo despierta de su sueño. 2 El me preguntó: «¿Qué ves?». Yo le respondí: «Veo un candelabro de oro macizo, con un recipiente en la parte superior: sobre el candelabro hay siete lámparas, y siete mecheros para las lámparas que están arriba de él. 3 A su lado hay dos olivos» uno a la derecha y otro a la izquierda del recipiente». 4 Yo tomé la palabra y dije al ángel que hablaba conmigo: «¿Qué son estas cosas, mi Señor?». 5 El ángel que hablaba conmigo me respondió: «¿No sabes qué son estas cosas?» Yo le dije: «No, mi Señor». 6a El me respondió: 10b «Estas siete lámparas son los ojos del Señor que vigilan toda la tierra». 11 Entonces tomé la palabra y le dije: «¿Qué son esos dos olivos, a la derecha y a la izquierda del candelabro?». 12 Por segunda vez le pregunté: «¿Qué son las dos ramas de olivo, que derraman aceite dorado a través de los dos tubos de oro?». 13 El me respondió: «¿No sabes lo que son esas cosas?». Yo le dije: «No, mi Señor». 14 El me respondió: «Son los dos Ungidos que están de pie junto al Señor de toda la tierra». 6b Esta es la palabra del Señor acerca de Zorobabel: ¡No por el poder ni por la fuerza, sino por mi espíritu...! –dice el Señor de los ejércitos–. 7 ¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Ante Zorobabel te convertirás en una llanura! El sacará la piedra maestra a los gritos de: «¡Qué hermosa, qué hermosa es!». 8 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 9 Las manos de Zorobabel pusieron los cimientos de esta Casa, y sus manos la terminarán. Así sabrán que me ha enviado a ustedes el Señor de los ejércitos. 10a ¿Quién despreció el día de los modestos comienzos? Que se alegre, al ver la piedra elegida en manos de Zorobabel.

Capítulo 5
1 Yo levanté de nuevo los ojos y tuve una visión: Había un rollo que volaba. 2 El ángel me preguntó: «¿Qué ves?». Yo le respondí: «Veo un rollo que vuela: tiene diez metros de largo por cinco de ancho». 3 El me dijo: «Esta es la Maldición que se desencadena sobre todo el país. Porque según lo escrito de un lado, todo ladrón será eliminado, y según lo escrito del otro, todo perjuro será eliminado. 4 Yo la desencadenaré –oráculo del Señor de los ejércitos: ella entrará en la casa del ladrón y en la casa del que jura falsamente por mi Nombre; se instalará en medio de su casa, y la consumirá junto con sus maderas y sus piedras». 5 El ángel que hablaba conmigo se adelantó y me dijo: «Levanta los ojos y mira qué es eso que avanza». 6 Yo le pregunté: «¿Qué es eso?». El me respondió: «Es un recipiente que avanza». El agregó: «Esta es la culpa de ellos en todo el país». 7 Entonces se levantó un disco de plomo, y vi una mujer instalada en el interior del recipiente. 8 El ángel me dijo: «Esta es la Maldad». Luego la arrojó al interior del recipiente y arrojó la masa de plomo sobre la abertura. 9 Yo levanté los ojos y tuve una visión. Había dos mujeres que avanzaban. El viento soplaba en sus alas: ellas tenían dos alas como las de la cigüeña, y levantaron el recipiente entre la tierra y el cielo. 10 Yo pregunté al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan el recipiente?». 11 El me respondió: «Le van a edificar una casa en la tierra de Senaar, y cuando esté preparada, la colocarán sobre su pedestal».



Eclesiástico 50,1-13
1 Simón, hijo de Onías, fue el Sumo Sacerdote que durante su vida restauró la Casa y en sus días consolidó el Santuario. 2 El puso los cimientos de las torres de refuerzo, del alto contrafuerte que rodea al Templo. 3 En sus días fue excavado el depósito de las aguas, un estanque amplio como el mar. 4 Preocupado por preservar a su pueblo de la caída, fortificó la ciudad contra el asedio. 5 ¡Qué glorioso era, rodeado de su pueblo, cuando salía detrás del velo! 6 Como lucero del alba en medio de nubes, como luna en su plenilunio, 7 como sol resplandeciente sobre el Templo del Altísimo, como arco iris que brilla entre nubes de gloria, 8 como rosa en los días de primavera, como lirio junto a un manantial, como brote del Líbano en los días de verano, 9 como fuego e incienso en el incensario, como vaso de oro macizo adornado con toda clase de piedras preciosas, 10 como olivo cargado de frutos, como ciprés que se eleva hasta las nubes. 11 Cuando se ponía la vestidura de fiesta y se revestía de sus espléndidos ornamentos, cuando subía al santo altar, él llenaba de gloria el recinto del Santuario. 12 Cuando recibía las porciones de manos de los sacerdotes y estaba él mismo de pie, junto al fuego del altar, con una corona de hermanos a su alrededor como retoños de cedro en el Líbano lo rodeaban como troncos de palmera 13 todos los hijos de Aarón en su esplendor, con la ofrenda del Señor en sus manos, delante de toda la asamblea de Israel.



* Juan 1,1-18
1 Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. 2 Al principio estaba junto a Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. 4 En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. 6 Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. 7 Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 8 El no era luz, sino el testigo de la luz. 9 La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. 10 Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. 11 Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. 12 Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. 13 Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. 14 Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. 15 Juan da testimonio de él, al declarar: «Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo». 16 De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: 17 porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. 18 Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.