DIA 138-- 1 Samuel 26--28 Salmo 129 Marcos 10,32-52


1 Samuel 26
1 La gente de Zif fue a Guibea a ver a Saúl: «¿No sabes, le dijeron, que David está escondido en la colina de Jaquila, al este de la Estepa?» 2 Saúl bajó inmediatamente al desierto de Zif con tres mil hombres selectos de Israel; fue en busca de David al desierto de Zif. 3 Mientras Saúl acampaba en la colina de Jaquila, que está a orillas del camino al este de la Estepa, avisaron a David, que vivía en el desierto, que Saúl venía a buscarlo en su desierto. 4 Mandó espías y supo que Saúl había llegado.
5 Entonces David fue al mismo lugar donde acampaba Saúl. David observó el sitio donde estaban acostados Saúl y Abner, hijo de Ner, el jefe del ejército. Saúl estaba acostado al centro y la gente de su tropa en derredor de él. 6 David preguntó a Ajimelec el hitita y a Abisaí hijo de Seruya, hermano de Joab: «¿Quién quiere venir conmigo hasta el campamento donde está Saúl?» Abisaí respondió: «Yo iré contigo». 7 David y Abisaí llegaron pues de noche hasta el campamento. Saúl dormía en el centro del campamento y su lanza estaba clavada de pie a su lado, y todos sus hombres dormían a su derredor. 8 Abisaí dijo entonces a David: «Hoy puso Dios a tu enemigo en tus manos. Déjame clavarlo en tierra con su lanza, no tendré necesidad de hacerlo por segunda vez».
9 Pero David respondió a Abisaí: «¡No lo hieras! ¿Quién podría poner su mano en el ungido de Yavé y quedar sin castigo?» 10 David le dijo además: «Por Dios, Yavé mismo lo castigará; o bien morirá porque ese será el día, o bien morirá en el combate. 11 Pero no pongas la mano encima del ungido de Yavé. Tan sólo toma la lanza que está a su lado y la cantimplora de agua, y vámonos». 12 David tomó la lanza y la cantimplora que estaban al lado de Saúl y se fueron. Nadie lo vio, nadie lo supo, nadie se movió; todos dormían porque Yavé les había enviado un sueño muy pesado.
13 David pasó al otro lado y se puso bien distante en la cima del cerro; los separaba un gran espacio. 14 David llamó entonces a los hombres de la tropa y a Abner, hijo de Ner: «¿Abner, no respondes?» Abner respondió: «¿Quién me llama?» 15 David dijo a Abner: «¿No eres tú un valiente? ¿Y quién como tú en Israel? ¿Por qué entonces proteges tan mal al rey, tu señor? Cualquiera puede entrar y asesinar al rey, tu señor. 16 Has actuado muy mal; ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su jefe, al que Yavé consagró. Mira dónde están la lanza y la cantimplora de agua que estaban al lado del rey».
17 Saúl reconoció la voz de David y dijo: «¿Es esa tu voz, hijo mío David?» David respondió: «¡Sí, yo soy, mi señor rey!» 18 Y añadió: «¿Por qué mi señor se lanza a perseguir a su servidor? ¿Qué he hecho? ¿Qué crimen cometí? 19 Por favor, señor, oiga bien las palabras de su servidor. Si fue Yavé quien te incitó contra mí, le presentaré una ofrenda para apaciguarlo. Pero si son los hombres, que Yavé los maldiga, porque ahora me han echado de la heredad de Yavé, tal como si dijeran: ¡Anda y sirve a otros dioses! 20 Y el rey de Israel organiza expediciones para cazar a un hombre como si se tratara de perseguir a una perdiz por los cerros. ¡Que no caiga mi sangre en una tierra extraña, lejos de Yavé!»
21 Saúl le respondió: «¡Pequé! Vuelve, hijo mío David, ya no te haré mal. ¡Tú me respetaste hoy la vida, y yo me he comportado como un necio, he cometido un gran pecado!» 22 David le dijo: Aquí está tu lanza, señor, que venga uno de tus muchachos a buscarla. 23 Yavé recompensará a cada cual según su justicia y su fidelidad. Hoy Yavé te había puesto en mis manos y yo no quise poner mi mano encima del que Yavé consagró. 24 Así como hoy he tenido un gran respeto por tu vida, así también Yavé tendrá un gran respeto por la mía y me librará de todo peligro». 25 Saúl dijo a David: «Bendito seas, hijo mío. Ciertamente te irá bien en todo lo que hagas».
25 Después de eso, David siguió su camino y Saúl se regresó a su casa.


1 Samuel 27
David se va a vivir entre los filisteos
1 Sin embargo, David pensó: «Un día de estos Saúl me va a matar. Es mejor que me refugie entre los filisteos. Así dejará Saúl de buscarme en todo el territorio de Israel y yo me escaparé de sus manos». 2 Pasó entonces David con seiscientos hombres a donde el rey de Gat, Aquis, hijo de Maoc. 3 David se instaló con sus hombres cerca de Aquis, en Gat. Cada cual había traído a su familia; David a sus dos mujeres: Ajinoam de Yizreel y Abigaíl, mujer de Nabal de Carmel. 4 Le informaron a Saúl que David había huido a Gat, y Saúl dejó de perseguirlo.
5 David dijo a Aquis: «Si realmente cuento con tu amistad, dame un sitio en uno de los pueblos de los alrededores y me instalaré allí. No hay ningún motivo para que viva a tu lado aquí en la capital». 6 Aquis le dio ese día Siclag y desde entonces Siclag pertenece a los reyes de Judá. 7 David permaneció en territorio filisteo un año y cuatro meses.
8 David y sus hombres hicieron incursiones contra los guesuritas, los guergueseos y los amalecitas: esas tribus ocupan la región que se extiende desde Telam en dirección a Sur y al Egipto. 9 David devastó el territorio; no dejaba a nadie con vida, ni hombre ni mujer; les quitaba las ovejas, los bueyes, los burros, los camellos y todas sus prendas de vestir; luego regresaba donde Aquis. 10 Aquis le decía: «¿A dónde fueron hoy?» Y David respondía: «Al Negueb de Judá, o al Negueb de Yerajmeel o al Negueb de los quenitas». 11 David no dejaba hombre ni mujer con vida, para no tener que llevarlos a Gat, pues decía: «No sea que hablen contra nosotros y nos denuncien a los filisteos.»
11 Así actuó David mientras vivió entre los filisteos. 12 Pero Aquis tenía confianza en David y se decía: «Como los israelitas, la gente de su pueblo ya no pueden aguantarlo más y se quedará para siempre a mi servicio».


1 Samuel 28
1 Por esos días, los filisteos concentraron todas sus tropas en un solo ejército para atacar a Israel. Aquis dijo a David: «Quiero comunicarte que vendrás conmigo a la guerra junto con tus hombres». 2 David le respondió: «Así sabrás tú también de lo que es capaz tu servidor». Aquis dijo además a David: «Desde ahora te hago el guardián de mi persona».
Saúl, abandonado, consulta a los muertos
3 Samuel había muerto, todo Israel lo había llorado y lo habían enterrado en su ciudad, Ramá.
4 Los filisteos se reunieron en Sunem e instalaron allí su campamento. Saúl movilizó también a todo Israel, e instaló su campamento en Guelboé. 5 Cuando Saúl vio el campamento de los filisteos, tuvo miedo y su corazón se estremeció. 6 Saúl consultó a Yavé, pero Yavé no respondió, ni por los sueños, ni por el urim ni por los profetas. 7 Saúl dijo entonces a sus servidores: «Búsquenme a una mujer que invoque a los muertos e iré a consultarla». (
7 Sus servidores le dijeron: «En En-Dor hay una mujer que invoca a los muertos».
8 Saúl se disfrazó, se puso otras ropas y salió acompañado de dos hombres. Llegaron de noche a la casa de esa mujer y Saúl le dijo: «Anúnciame el futuro invocando a los espíritus: haz que suba de la morada de los muertos al que yo te diga». 9 La mujer le respondió: «Debes saber que Saúl hizo desaparecer del país a todos los adivinos y a los que invocan a los espíritus, ¿me estás tendiendo una trampa?» 10 Saúl le juró por Yavé: «Por Yavé que vive, nada te pasará por eso». 11 La mujer le dijo: «¿A quién debo hacer salir de la morada de los muertos?» Respondió: «Haz que suba Samuel».
12 Cuando la mujer vio a Samuel lanzó un grito. Dijo a Saúl: «¿Por qué me engañaste? ¡Tú eres Saúl!» 13 El rey le dijo: «No temas. ¿Qué viste?» La mujer dijo: «Veo a un ser superior que sube desde lo profundo de la tierra». 14 Saúl preguntó: «¿Cómo es?» Ella respondió: «El que sube es un anciano, envuelto en su manto».
14 Saúl comprendió que se trataba de Samuel, se arrodilló, la cara contra el suelo y se inclinó. 15 Samuel dijo entonces a Saúl: «¿Por qué me has molestado y me haces subir desde la morada de los muertos?» Saúl le respondió: «Me siento muy angustiado, los filisteos me hacen la guerra, Dios se ha apartado de mí y ya no me responde ni por medio de los profetas ni por los sueños. Te he llamado para que me digas lo que debo hacer».
16 Samuel le dijo: «¿Por qué me consultas? ¿Porque Yavé se retiró de ti y está ahora con tu prójimo? 17 Yavé ya realizó lo que me había encargado de anunciarte: te quitó la realeza de tu mano y se la dio a tu servidor David. 18 Acuérdate que no has obedecido la voz de Yavé cuando te ordenó que fueras el instrumento de su venganza contra los amalecitas. Por eso Yavé te trata hoy de esta manera. 19 Yavé te va a entregar a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana, tú y tus hijos estarán aquí conmigo, y Yavé dejará que caiga el campamento de Israel en manos de los filisteos. 20 Saúl se estremeció y cayó de bruces en tierra; además le faltaban fuerzas porque no había comido nada durante ese día ni esa noche.
21 Al verlo tan abatido, la mujer se acercó a Saúl y le dijo: «Tu sierva te obedeció, arriesgué mi vida por hacer lo que me pedías. 22 Escúchame ahora, acepta este trozo de pan que te ofrezco; cómelo y recupera tus fuerzas para que prosigas tu camino». 23 Pero él se negaba y decía: «No comeré». Los servidores y la mujer insistieron tanto que terminó por hacerles caso: se levantó y se sentó en el diván. 24 La mujer tenía un ternero gordo; fue inmediatamente a matarlo. Tomó harina, la amasó e hizo panes sin levadura, 25 luego les sirvió esa comida a Saúl y a su gente. Comieron, después se levantaron y se fueron esa misma noche.



Salmo 129
El pueblo de Dios fue perseguido desde su juventud en el desierto.

—Al final sus enemigos fueron dispersados, mientras él permanece. Que el Señor nos dé «producir frutos de ser constantes».
1 Me han atacado mucho desde joven,
1 que lo diga Israel;
2 me han atacado mucho desde joven,
2 pero no me vencieron.
3 Sobre mi espalda araron labradores,
3 abrieron largos surcos,
4 pero el Señor, el justo,
4 cortó las cuerdas de los malos.
5 Que sean humillados y rechazados
5 todos los que odian a Sión;
6 que sean como la hierba de los techos
6 que se seca antes de que la arranquen,
7 que no le llena la mano al segador
7 ni su regazo al que amarra las gavillas.
8 Que tampoco digan los que pasan:
8 «¡Que el Señor los bendiga!»
8 En nombre del Señor los bendecimos.



Marcos 10,32-52
Por tercera vez Jesús anuncia su pasión

32 Continuaron el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús marchaba delante de ellos. Los discípulos estaban desconcertados, y los demás que lo seguían tenían miedo. Otra vez Jesús reunió a los Doce para decirles lo que le iba a pasar: 33 «Estamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del Hombre va a ser entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley: lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, 34 que se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán. Pero tres días después resucitará.»
Santiago y Juan piden los primeros puestos
35 Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir.» 36 El les dijo: «¿Qué quieren de mí?» 37 Respondieron: «Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda cuando estés en tu gloria.»
38 Jesús les dijo: «Ustedes no saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo estoy bebiendo o ser bautizados como yo soy bautizado?» 39 Ellos contestaron: «Sí, podemos.» Jesús les dijo: «Pues bien, la copa que voy a beber yo, la beberán también ustedes, y serán bautizados con el mismo bautismo que voy a recibir yo; 40 pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me corresponde a mí el concederlo; eso ha sido preparado para otros.»
41 Cuando los otros diez oyeron esto, se enojaron con Santiago y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo: «Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones actúan como dictadores, y los que ocupan cargos abusan de su autoridad. 43 Pero no será así entre ustedes. Por el contrario, el que quiera ser el más importante entre ustedes, debe hacerse el servidor de todos, 44 y el que quiera ser el primero, se hará esclavo de todos. 45 Sepan que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida como rescate por una muchedumbre.»
El ciego de Jericó
46 Llegaron a Jericó. Al salir Jesús de allí con sus discípulos y con bastante más gente, un ciego que pedía limosna se encontraba a la orilla del camino. Se llamaba Bartimeo (hijo de Timeo). 47 Al enterarse de que era Jesús de Nazaret el que pasaba, empezó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» 48 Muchas personas trataban de hacerlo callar. Pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
49 Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo.» Llamaron, pues, al ciego diciéndole: «Vamos, levántate, que te está llamando.» 50 Y él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y se acercó a Jesús. 51 Jesús le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?» El ciego respondió: «Maestro, que vea.» 52 Entonces Jesús le dijo: «Puedes irte, tu fe te ha salvado.» Y al instante pudo ver y siguió a Jesús por el camino.