DIA 130-- 1 Samuel 11--13 Salmo 121 Marcos 6,30-56



1 Samuel 11
1 Poco más de un mes después, Najaz el amonita amenazó a Yabés de Galaad. Toda la gente de Yabés dijo a Najaz: «¡Haz un trato con nosotros y te serviremos!» 2 Pero Najaz el amonita respondió: «Haré la paz con ustedes con esta condición: les sacaré a todos el ojo derecho, para que así quede humillado todo Is rael». 3 Los ancianos de Yabés le dijeron: «Danos una tregua de siete días para que mandemos mensajeros a todo el territorio de Israel, y si nadie viene a ayudarnos, nos rendiremos a ti».
4 Llegaron los mensajeros a Guibea de Saúl y le contaron todo el problema al pueblo. Todos lanzaron lamentaciones y se pusieron a llorar. 5 Pues bien, en ese momento Saúl regresaba del campo arriando sus bueyes. Preguntó: «¿Por qué está llorando así el pueblo?» Le repitieron las palabras de la gente de Yabés. 6 Al oír Saúl esas palabras se apoderó de él el espíritu de Dios y se puso furioso. 7 Tomó el par de bueyes, los despedazó y distribuyó los pedazos por todo el territorio de Is rael por intermedio de los mensajeros de Yabés; estos tenían el encargo de decir: «Al que no marche tras Saúl y tras Samuel, haré con sus bueyes lo que hice con éstos». Entonces se apoderó de todo el pueblo el temor de Yavé y todos marcharon como un solo hombre. 8 Saúl les pasó revista en Bezeq, los israelitas eran trescientos mil y los hombres de Judá, treinta mil.
9 Entonces despidieron a los mensajeros con esta respuesta: «Digan esto a la gente de Yabés de Galaad: Mañana, cuando comience el sol a calentar, recibirán ayuda». Y los de Yabés, llenos de alegría con esta noticia, 10 dijeron a Najaz: «Mañana nos rendiremos a ti y ustedes podrán hacer con nosotros lo que les parezca».
10 11 A la mañana siguiente, Saúl distribuyó a su gente en tres grupos: invadieron el campamento de los amonitas antes del amanecer y lucharon con ellos hasta lo más caluroso del día. Los que no murieron se dispersaron y no quedaron ni dos de ellos juntos.
12 El pueblo dijo entonces a Samuel: «¿Quiénes fueron los que se atrevieron a decir: Saúl no reinará sobre nosotros? Entréganos a esos hombres para que les demos muerte». 13 Pero Samuel respondió: «Hoy no morirá nadie, porque hoy es un día en que Yavé ha salvado a Israel». 14 Samuel añadió: «Vengan y reunámonos en Guilgal: vamos a inaugurar la realeza». 15 Todo el pueblo se reunió en Guilgal y allí fue proclamado rey Saúl ante Yavé. Ofrecieron a Yavé sacrificios de comunión, y fue un día de gran fiesta para Saúl y para todos los israelitas.


1 Samuel 12
Samuel se retira

1 Samuel dijo a todo Is rael: «Los he atendido en todo lo que me han pedido y les he dado un rey. 2 Pues bien, que el rey se encargue ahora de los asuntos de ustedes, porque yo ya soy viejo, tengo blancos los cabellos, y mis hijos están ahora con ustedes.
2 Desde mi juventud y hasta el día de hoy he ido al frente de ustedes; 3 digan, pues, y atestigüen ante Yavé y ante su elegido si he tomado el buey o el burro de alguno de ustedes. ¿Le he robado a alguien o lo he maltratado? ¿He aceptado algún regalo para callarme con respecto a la conducta de tal o cual? Estoy listo a devolverlo». 4 Todos respondieron: «Tú nunca nos has maltratado, nunca le has robado a nadie ni has aceptado regalo de la mano de nadie». 5 Samuel les dijo: «Pues bien, Yavé es testigo y el que acaba de ser elegido puede atestiguarlo ahora: ustedes no tienen nada de qué reprocharme». Le respondieron: «Ellos son testigos».
6 Entonces Samuel dijo al pueblo: « Yavé es testigo, él que les dio a Moisés y a Aarón y que sacó a sus padres del país de Egipto. 7 Comparezcan pues conmigo ante el tribunal de Yavé: quiero recordarles todo lo bueno que ha hecho Yavé por ustedes y por sus padres. 8 Cuando Jacob llegó a Egipto, los egipcios los oprimieron y los padres de ustedes clamaron a Yavé. El les mandó entonces a Moisés y a Aarón para sacar a sus padres de Egipto e instalarlos en este lugar. 9 Después de eso se olvidaron de Yavé su Dios, quien permitió que cayeran en manos de Sísera, el general del ejército de Jasor, en manos de los filisteos y del rey de Moab que les declararon la guerra. 10 Entonces clamaron a Yavé: Hemos pecado y hemos abandonado a Yavé. Hemos servido a los Baales y a las Astartés, líbranos ahora de manos de nuestros enemigos y te serviremos.
11 Yavé les dio entonces a Jerubaal, Barac, Jefté y Samuel, los libró de sus enemigos y les volvió a dar la paz. 12 Sin embargo, cuando vieron ustedes a Najaz, rey de los amoneos, marchar con su ejército contra ustedes, me dijeron: ¡No! Necesitamos un rey que gobierne sobre nosotros. Y sin embargo Yavé, su Dios, reinaba sobre ustedes.
13 Yavé les ha dado al rey que ustedes se eligieron como deseaban. Si temen a Yavé y le sirven, si le obedecen sin rebelarse contra sus órdenes, 14 si ustedes y el rey que reina sobre ustedes siguen a Yavé su Dios, todo irá bien. 15 Pero si no obedecen a Yavé, si se rebelan contra sus órdenes, la mano de Yavé se hará pesada para ustedes y para su rey.
16 No se vayan todavía, para que vean este gran prodigio que Yavé va a realizar ante sus ojos. 17 ¿No es ahora la cosecha del trigo? Pues bien, voy a invocar a Yavé y él va a mandar truenos y lluvia. Entonces comprenderán que cometieron un gran pecado con Yavé al pedirle un rey».
18 Samuel invocó a Yavé y Yavé mandó ese mismo día truenos y lluvia. Todo el pueblo se llenó de temor ante Yavé y ante Samuel. 19 El pueblo decía a Samuel: «Intercede ante Yavé tu Dios por tus siervos, para que no muramos, porque al pedir un rey hemos llegado al colmo de nuestros pecados».
20 Samuel dijo al pueblo: «No teman. Es cierto que cometieron un pecado, pero no se aparten de Yavé y sírvanlo de todo corazón. 21 Si se apartan de él, ¿a quién seguirán? A ídolos que son nada, ni nada valen, que son incapaces de salvarlos porque nada son. 22 Pero Yavé no abandonará a su pueblo porque sería desacreditar a su nombre, después de lo que ha hecho por su propio pueblo. 23 En cuanto a mí, si dejara de orar por ustedes, pecaría contra Yavé; les indicaré pues el camino bueno y derecho. 24 Ustedes teman a Yavé, sírvanle sinceramente, desde el fondo de su corazón, ahora que lo han visto hacer cosas tan extraordinarias. 25 Si hacen el mal, ciertamente que perecerán ustedes y su rey.

1 Samuel 13
1 Saúl era rey y gobernaba a Israel. 2 Eligió a tres mil hombres de entre los israelitas; dos mil estaban con él en Micmás y en la montaña de Betel, y los mil restantes se los confió a Jonatán, en Guibea de Benjamín. Por lo que toca a los demás, Saúl los mandó de vuelta a su tienda.
3 Jonatán mató al jefe de los filisteos que estaba en Guibea, y los filisteos supieron la noticia. 4 Saúl ordenó entonces que se tocara el cuerno en todo el país para decir: «¡Sépanlo los hebreos!» Y todo Israel supo la noticia: «Saúl mató al jefe de los filisteos, Israel se ha vuelto odioso para los filisteos». Inmediatamente se reunió el pueblo tras Saúl en Guilgal.
El pecado de Saúl
5 Los filisteos se movilizaron para atacar a Israel. Tenían tres mil carros y seis mil jinetes, su pueblo era tan numeroso como la arena de la orilla del mar. Subieron para acampar en Micmás, al este de Bet-Avén. 6 Los israelitas tuvieron que retroceder. Al verse en peligro se escondían en las cavernas, los matorrales, las rocas, las grutas y en las cisternas. 7 Algunos hebreos atravesaron el Jordán rumbo a Gad y al territorio de Galaad. Saúl estaba todavía esperando en Guilgal, pero todo el pueblo que estaba con él temblaba.
8 Saúl esperó siete días de acuerdo al plazo que había fijado Samuel, pero como Samuel no llegaba nunca a Guilgal, la gente comenzó a irse. 9 Entonces Saúl dijo: «Tráiganme el holocausto y los sacrificios de comunión». Y él ofreció el holocausto. 10 Recién acababa de ofrecer el holocausto, cuando llegó Samuel. Saúl salió a su encuentro para saludarlo.
11 Samuel le dijo: «¿Qué hiciste?» Y Saúl le respondió: «Vi que la gente empezaba a irse porque tú no llegaste en la fecha convenida, y ya los filisteos se reunían en Micmás. 12 Entonces me dije: Los filisteos van a bajar a atacarme en Guilgal sin que haya tenido tiempo para implorar a Yavé. Por eso decidí ofrecer un sacrificio por mi cuenta».
13 Samuel le dijo: «Te has portado como un tonto: no cumpliste la orden que te había dado Yavé tu Dios cuando te dijo que te haría rey de Israel para siempre. 14 Por eso ahora tu realeza no se mantendrá. Yavé ya buscó un hombre según su corazón para ponerlo como jefe de su pueblo, porque tú no respetaste las órdenes de Yavé».
15 Samuel se fue, dejó Guilgal y siguió su camino. El resto del pueblo salió tras Saúl para enfrentar a los enemigos. De Guilgal subió a Guibea de Benjamín, donde Saúl pasó revista a la gente que estaba con él, eran más o menos seiscientos. 16 Saúl, su hijo Jonatán y la gente que estaba con ellos, se quedaron en Guibea de Benjamín mientras que los filisteos acampaban en Micmás. 17 Salió del campamento de los filisteos una tropa, dividida en tres secciones. Una se dirigió por el camino de Ofra al territorio de Sual, 18 otra tomó la dirección de Bet-Horón y una tercera se dirigió a la colina que domina el valle de Jienes, hacia el desierto. 19 En ese entonces no había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se habían dicho: «De ningún modo los hebreos se fabriquen espadas o lanzas». 20 Por eso, todos los israelitas bajaban donde los filisteos para afilar su arado, su hacha, sus guadañas o su azadón. 21 Por afilar los arados y las hojas se pagaban dos tercios de siclo; por afilar las hachas o enderezar las horquetas, se pagaba un tercio de siclo. 22 A eso se debía que el día del combate ninguno de los hombres que estaban con Saúl y Jonatán tenía en su mano una lanza o una espada. Unicamente Saúl y Jonatán portaban armas.
23 Salió un destacamento filisteo para ocupar el paso de Micmás.



Salmo 121
Dios no te faltará.

—El peregrino hacia Jerusalén está pensando en las dificultades del viaje: el camino difícil, el calor del día, quizá en los peligros de parte de ladrones. Pero sabe que Dios ya está con él y que lo acompaña en el viaje.
1 Dirijo la mirada hacia los montes:
1 ¿de dónde me llegará ayuda?
2 Mi socorro me viene del Señor,
2 que hizo el cielo y la tierra.
3 No deja que tu pie dé un paso en falso,
3 no duerme tu guardián;
4 jamás lo rinde el sueño o cabecea
4 el guardián de Israel.
5 El Señor es tu guardián y tu sombra,
5 el Señor está a tu diestra.
6 Durante el día el sol no te maltratará,
6 ni la luna de noche.
7 Te preserva el Señor de todo mal,
7 él guarda tu alma.
8 El te guarda al salir y al regresar,
8 ahora y para siempre.



Marcos 6,30-56
Jesús, pastor y profeta

30 Al volver los apóstoles a donde estaba Jesús, le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. 31 Jesús les dijo: «Vámonos aparte, a un lugar retirado, y descansarán un poco.» Porque eran tantos los que iban y venían que no les quedaba tiempo ni para comer. 32 Y se fueron solos en una barca a un lugar despoblado.
33 Pero la gente vio cómo se iban, y muchos cayeron en la cuenta y se dirigieron allá a pie. De todos los pueblos la gente se fue corriendo y llegaron antes que ellos.
34 Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.
La primera multiplicación de los panes
35 Se había hecho tarde. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: «Estamos en un lugar despoblado y ya se ha hecho tarde; 36 despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y se compren algo de comer.»
37 Jesús les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos dijeron: «¿Y quieres que vayamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para dárselo?» 38 Jesús les dijo: «¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.» Volvieron y le dijeron: «Hay cinco, y además hay dos pescados.»
39 Entonces les dijo que hicieran sentar a la gente en grupos sobre el pasto verde. 40 Se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta. 41 Tomó Jesús los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Asimismo repartió los dos pescados entre todos.
42 Comieron todos hasta saciarse; 43 incluso se llenaron doce canastos con los pedazos de pan, sin contar lo que sobró de los pescados. 44 Los que habían comido eran unos cinco mil hombres.
Jesús camina sobre las aguas
45 Inmediatamente Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo fueran a esperar a Betsaida, en la otra orilla, mientras él despachaba a la gente. 46 Jesús despidió, pues, a la gente, y luego se fue al cerro a orar.
47 Al anochecer, la barca estaba en medio del lago y Jesús se había quedado solo en tierra. 48 Jesús vio que sus discípulos iban agotados de tanto remar, pues el viento les era contrario, y antes de que terminara la noche fue hacia ellos caminando sobre el mar, como si quisiera pasar de largo.
49 Al verlo caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se pusieron a gritar, 50 pues todos estaban asustados al verlo así. Pero Jesús les habló: «Animo, no teman, que soy yo.» 51 Y subió a la barca con ellos. De inmediato se calmó el viento, con lo cual quedaron muy asombrados. 52 Pues no habían entendido lo que había pasado con los panes, tenían la mente cerrada.
53 Terminada la travesía, llegaron a Genesaret y amarraron allí la barca. 54 Apenas se bajaron, la gente lo reconoció 55 y corrieron a dar la noticia por toda aquella región. Empezaron a traer a los enfermos en sus camillas al lugar donde él estaba, 56 y en todos los lugares adonde iba, pueblos, ciudades o aldeas, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que les dejara tocar al menos el fleco de su manto. Y todos los que lo tocaban quedaban sanos.