DIA 129 -- 1 Samuel 9--10 Salmo 120 Marcos 6,1-29


1 Samuel 9
1 Había un hombre de la tribu de Benjamín que se llamaba Quis, hijo de Seor, hijo de Becoral, hijo de Afiaj. Vivía en Guibea de Benjamín y era un hombre valeroso. 2 Saúl, su hijo, era joven y buen mozo, no podría haberse encontrado un hombre más hermoso en Israel: era más alto que todos los demás por una cabeza.
3 Sucedió que se perdieran las burras de Quis, el padre de Saúl, y éste dijo entonces a su hijo Saúl: «Llévate contigo a uno de los sirvientes y anda a buscar las burras». 4 Fueron a la montaña de Efraín y atravesaron el territorio de Salisa, pero no encontraron nada. Atravesaron luego el territorio de Saalim, pero tampoco estaban allí. Recorrieron el territorio de Benjamín sin hallar nada. 5 Al llegar al territorio de Suf, Saúl dijo a su sirviente: «Mejor volvámonos, pues nuestro padre se va a preocupar más por nosotros que por las burras». 6 El sirviente le respondió: «En ese pueblo hay un hombre de Dios. Es un hombre muy estimado, todo lo que predice ocurre. Vamos a verlo, a lo mejor nos indica el camino que debemos seguir».
7 Saúl dijo al muchacho: «Si vamos a verlo, ¿qué podremos ofrecer a ese hombre? Ya no tenemos pan en nuestros bolsos y no tenemos ningún regalo que ofrecer al hombre de Dios. ¿Qué podemos obsequiarle?» 8 El sirviente le respondió: «Me queda todavía un cuarto de siclo de plata, se lo daré a ese hombre de Dios para que nos indique el camino». 10 Saúl dijo a su sirviente: «Tienes razón, vamos para allá». Y se dirigieron al pueblo donde estaba el hombre de Dios.
Samuel consagra a Saúl
11 En el camino que subía al pueblo se encontraron con algunas jóvenes que iban a buscar agua. Les preguntaron: «¿Está allí el vidente?» 9 Porque antes se decía en Israel: «Vamos donde el vidente» para decir que iban a consultar a Dios. Porque no se hablaba de profetas como ahora sino de videntes. 12 Ellas respondieron: «Sí, está allí; acaba de llegar a la ciudad, porque hoy se hará un sacrificio por el pueblo en el santuario alto. 13 Apenas lleguen a la ciudad, vayan inmediatamente a verlo antes de que suba al santuario para la comida, porque el pueblo no comerá antes de que llegue. El es quien debe ofrecer el sacrificio y los invitados sólo comerán después. Suban pues rápido, para que lo encuentren».
14 Siguieron caminando a la ciudad, y apenas entraron, se encontraron con Samuel que salía para ir al santuario. 15 Ahora bien, la víspera de la llegada de Saúl, Yavé había hecho una revelación a Samuel: 16 «Mañana a esta hora te enviaré a un hombre del territorio de Benjamín, al que consagrarás como jefe de mi pueblo Israel. Ese hombre va a salvar a mi pueblo de las manos de los filisteos, porque he visto la aflicción de mi pueblo y su clamor ha subido hasta mí».
17 Cuando Samuel divisó a Saúl, Yavé le dijo: «Ese es el hombre de que te hablé, él gobernará a mi pueblo». 18 Saúl se dirigió a Samuel que estaba en medio de la puerta y le preguntó: «¿Podrías indicarme dónde está la casa del vidente?»
19 Samuel respondió a Saúl: «Yo soy el vidente, sube delante de mí al santuario alto. Ustedes comerán ahora conmigo, y mañana te diré todo lo que te preocupa; luego dejaré que te vayas. 20 Sobre todo no te preocupes por las burras que perdiste hace tres días, porque ya las hallaron. Pero ¿para quién serán los primeros puestos en Israel? ¿No serán para ti y la casa de tu padre?» 21 Saúl respondió: «Soy de la tribu de Benjamín, la más pequeña de las tribus de Israel, y en la tribu de Benjamín mi familia es además la más pequeña. ¿Por qué me hablas así?»
22 Samuel hizo pasar a Saúl y a su sirviente al salón donde había unos treinta invitados, y les dio el primer puesto. 23 Luego Samuel dijo al cocinero: «La parte que te pasé para que la pusieras aparte, sírvela ahora». 24 El cocinero sacó entonces la paleta y todo lo que la rodea y la puso delante de Saúl. Samuel le dijo: «Ante ti tienes la parte que se puso aparte, cómela». Y ese día Saúl comió con Samuel.
25 Cuando bajaron del santuario a la ciudad, prepararon a Saúl una cama en la terraza 26 y se acostó allí. Al amanecer Samuel llamó a Saúl, que estaba en la terraza, y le dijo: «Levántate porque te voy a indicar tu camino». Saúl se levantó y ambos salieron. 27 Cuando se acercaban a la salida de la ciudad, Samuel dijo a Saúl: «Dile a tu sirviente que se adelante un poco, pero tú quédate aquí para que te comunique una palabra de Dios».



1 Samuel 10
1 Samuel tomó entonces un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl, luego lo abrazó y le dijo: «Yavé te ha consagrado como jefe de su pueblo Israel. Tú gobernarás el pueblo de Yavé y tú lo librarás de las manos de sus enemigos. ¿Quieres estar seguro de que Yavé te consagró como jefe de su heredad? Esta será la prueba: 2 Hoy mismo, después que me hayas dejado, hallarás a dos hombres en Zelda cerca de la tumba de Raquel, en el territorio de Benjamín. Ellos te dirán: «Encontraron las burras que saliste a buscar; tu padre ya no está preocupado ahora por las burras sino por ustedes, y se pregunta dónde estás». 3 Seguirás tu camino y llegarás a la encina de Tabor. Allí encontrarás a tres hombres que van al santuario de Dios en Betel. Uno llevará tres cabritos, otro tres panes redondos, y el último, un cuero de vino. 4 Te saludarán y te darán dos panes, los que tú aceptarás. 5 Después llegarás a Guibea de Dios, donde hay un comisario filisteo. En cuanto entres al pueblo, te cruzarás con un grupo de profetas que bajan del santuario alto con arpas, tamboriles, flautas y cítaras, en actitud de profetizar. 6 Entonces te tomará el espíritu de Yavé y serás cambiado en otro hombre.
7 Cuando se cumplan estas señales, tú harás lo que mejor te parezca, porque Dios está contigo. 8 Tú llegarás primero que yo a Guilgal, y allí me reuniré contigo para ofrecer holocaustos y sacrificios de comunión. Me esperarás allí siete días y después te daré a conocer lo que tienes que hacer».
9 Apenas Saúl volvió la espalda alejándose de Samuel, Dios le cambió el corazón y ese mismo día se cumplieron todas las señales. 10 Al llegar a Guibea, Saúl y su sirviente se encontraron con el grupo de profetas: el espíritu de Dios se apoderó de él y se puso a profetizar en medio de ellos.
11 Al verlo que profetizaba junto con los profetas, todos los que lo conocían de antes se decían unos a otros: «¿Qué le pasó al hijo de Quis? ¿Así que Saúl entró a los profetas?» 12 Uno de ellos respondió: «¡De gente cuyo padre es un don nadie!» Y así fue como surgió ese refrán: «¡Saúl entró a los profetas!»
13 Después que terminó de profetizar, regresó a su casa. 14 Su tío les preguntó a él y a su sirviente: «¿Dónde anduvieron?» Respondió: «Hicimos un recorrido buscando las burras, pero como no las hallamos, fuimos a ver a Samuel». 15 Su tío le dijo: «Cuéntame lo que les dijo Samuel». 16 Saúl respondió a su tío: «Unicamente nos dijo que habían encontrado las burras». No le conversó de lo que Samuel le había dicho respecto a la realeza.
17 Samuel convocó al pueblo junto a Yavé en Mispá. 18 Dijo a los israelitas: «Esto dice Yavé, el Dios de Israel: «Yo saqué a Israel de Egipto, yo los libré de las manos de los egipcios y de las manos de todos los reyes que los oprimían. 19 Pero ahora ustedes están hastiados con su Dios que los salvó de todas sus desgracias y de todas sus aflicciones; le dijeron: ¡Basta, danos un rey! Pues bien, preséntense ahora ante Yavé por tribu y por familia».
20 Samuel ordenó entonces que se acercaran todas las tribus de Israel y la suerte recayó en la tribu de Benjamín. 21 Ordenó que se acercaran las diferentes familias de la tribu de Benjamín y la suerte recayó en la familia de Matri. Pidió que se acercaran los hombres de la familia de Matri, y fue elegido a la suerte Saúl, hijo de Quis. Lo buscaron pero no lo encontraron. 22 Hicieron entonces esta pregunta a Yavé: «¡Vino para acá Saúl?» Yavé contestó: «Está escondido entre la carga». 23 Corrieron allá y lo trajeron para presentarlo al pueblo: ¡Con su cabeza los sobrepasaba a todos! 24 Samuel dijo a todo el pueblo: «Miren al elegido de Yavé. No hay quien se le compare en todo el pueblo». Y todos exclamaron gritando: «¡Viva el rey!»
25 Samuel dijo luego al pueblo cuales eran los derechos del Rey y los escribió en un libro que guardó delante de Yavé. 26 Luego despidió al pueblo y cada cual se fue a su casa. Saúl también se fue a su casa en Guibea con algunos hombres valientes, a los que Dios les había tocado el corazón. 27 Pero hubo gente malvada que dijo: «¡Qué nos va a liberar ése!» Lo despreciaron y no le ofrecieron ningún regalo.


Salmo 120
Frecuentemente los peregrinos venían al Templo con muchas preocupaciones: unos no estaban en paz con sus vecinos, otros se quejaban de no vivir entre creyentes sino entre paganos. Anhelaban la paz que Dios da a los que se acercan a él.
1 Al Señor en medio de mi angustia
1 yo clamé y él me respondió.
2 Salva mi alma, Señor, de los labios mentirosos,
2 de la lengua calumniadora.
3 ¿Qué se te dará o que se te agregará,
3 oh lengua calumniadora?
4 Flechas muy puntiagudas de guerrero,
4 endurecidas en brasas de retama.
5 ¡Ay de mí que en Mesec debo vivir
5 y habitar en las tiendas de Quedar!
6 Mi alma halló muy larga su permanencia
6 entre aquellos que detestan la paz.
7 Estoy por la paz, pero apenas de eso hablo,
7 ellos no piensan más que en guerra.


Marcos 6,1-29
¿No es éste el carpintero?

1 Al irse Jesús de allí, volvió a su tierra, y sus discípulos se fueron con él. 2 Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga y mucha gente lo escuchaba con estupor. Se preguntaban: «¿De dónde le viene todo esto? ¿Y qué pensar de la sabiduría que ha recibido, con esos milagros que salen de sus manos? 3 Pero no es más que el carpintero, el hijo de María; es un hermano de Santiago, de Joset, de Judas y Simón. ¿Y sus hermanas no están aquí entre nosotros?» Se escandalizaban y no lo reconocían.
4 Jesús les dijo: «Si hay un lugar donde un profeta es despreciado, es en su tierra, entre sus parientes y en su propia familia.» 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. 6 Jesús se admiraba de cómo se negaban a creer.
Jesús envía a los Doce
6 Jesús recorría todos los pueblos de los alrededores enseñando. 7 Llamó a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. 8 Les ordenó que no llevaran nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni morral, ni dinero; 9 que llevaran calzado corriente y un solo manto.
10 Y les decía: «Quédense en la primera casa en que les den alojamiento, hasta que se vayan de ese sitio. 11 Y si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, no se alejen de allí sin haber sacudido el polvo de sus pies: con esto darán testimonio contra ellos.»
12 Fueron, pues, a predicar, invitando a la conversión. 13 Expulsaban a muchos espíritus malos y sanaban a numerosos enfermos, ungiéndoles con aceite.
La muerte de Juan Bautista
14 El rey Herodes oyó hablar de Jesús, ya que su nombre se había hecho famoso. Algunos decían: «Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos, y por eso actúan en él poderes milagrosos.» 15 Otros decían: «Es Elías», y otros: «Es un profeta como los antiguos profetas». 16 Herodes, por su parte, pensaba: «Debe de ser Juan, al que le hice cortar la cabeza, que ha resucitado.»
17 En efecto, Herodes había mandado apresar a Juan y lo había encadenado en la cárcel por el asunto de Herodías, mujer de su hermano Filipo, con la que se había casado. 18 Pues Juan le decía: «No te está permitido tener a la mujer de tu hermano.» 19 Herodías lo odiaba y quería matarlo, pero no podía, 20 pues Herodes veía que Juan era un hombre justo y santo, y le tenía respeto. Por eso lo protegía, y lo escuchaba con gusto, aunque quedaba muy perplejo al oírlo.
21 Herodías tuvo su oportunidad cuando Herodes, el día de su cumpleaños, dio un banquete a sus nobles, a sus oficiales y a los personajes principales de Galilea. 22 En esa ocasión entró la hija de Herodías, bailó y gustó mucho a Herodes y a sus invitados. Entonces el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré.» 23 Y le prometió con juramento: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.» 24 Salió ella a consultar a su madre: «¿Qué pido?» La madre le respondió: «La cabeza de Juan el Bautista.» 25 Inmediatamente corrió a donde estaba el rey y le dijo: «Quiero que ahora mismo me des la cabeza de Juan el Bautista en una bandeja.»
26 El rey se sintió muy molesto, pero no quiso negárselo, porque se había comprometido con juramento delante de los invitados. 27 Ordenó, pues, a un verdugo que le trajera la cabeza de Juan. Este fue a la cárcel y le cortó la cabeza. 28 Luego, trayéndola en una bandeja, se la entregó a la muchacha y ésta se la pasó a su madre. 29 Cuando la noticia llegó a los discípulos de Juan, vinieron a recoger el cuerpo y lo enterraron.