DIA 121-- Jueces 15-16 Salmo 119,49-64 Marcos 1,29-45




Jueces 15
1 Algún tiempo después, en la época de la cosecha del trigo, Sansón fue a ver a su mujer llevándole un cabrito. Dijo: «Quisiera estar con mi mujer en su pieza». Pero su suegro le impidió pasar. Le dijo: 2 «Como pensé que tú ya no la querías, se la di a tu compañero. Su hermana menor es más hermosa, ésta será tu esposa en vez de aquélla». 3 Entonces Sansón les dijo a todos: «Esta vez, si hago algún perjuicio a los filisteos, no les deberé nada».
4 Se fue Sansón y atrapó trescientos zorros. Tomó unas antorchas y ató a los zorros de a dos por la cola poniendo una antorcha entremedio. 5 Luego encendió las antorchas y soltó a los zorros en los campos de los filisteos. Así quemó todo: los atados, el trigo en pie y hasta las viñas y los olivares. 6 Los filisteos preguntaron: «¿Quién hizo eso?» Les respondieron: «Sansón, el yerno del hombre de Timná, porque este último le quitó a su mujer y se la dio a su camarada». Subieron entonces los filisteos y quemaron la mujer junto con su padre. 7 Sansón les dijo: «Ya que ustedes actuaron así, no me detendré hasta que no me haya vengado de ustedes». 8 Les dio una tremenda paliza y después bajó a vivir en una cueva de los Roqueríos de Etam.
9 Los filisteos hicieron una incursión. Acamparon en el territorio de Judá y se infiltraron por el lado de Lehi. 10 Los hombres de Judá les dijeron: «¿Por qué han subido hasta acá?» Les respondieron: «Subimos para apresar a Sansón y tratarlo como nos trató». 11 Tres mil hombres de Judá bajaron a la caverna de los Roqueríos de Etam para decir a Sansón: «¿No sabes que los filisteos son nuestros amos? ¿Qué hiciste?» Les respondió: «Los traté como me trataron». 12 Los hombres de Judá le dijeron: «Hemos bajado para apresarte y entregarte a los filisteos». Sansón les dijo: «¡Júrenme que no me matarán!» 13 Ellos respondieron: «No, sólo vamos a apresarte y a entregarte a ellos; pero no te mataremos». Lo amarraron entonces con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de los Roqueríos de Etam.
14 Cuando estaba ya cerca de Lehi, salieron a su encuentro los filisteos lanzando gritos de alegría. Entonces se apoderó de él el espíritu de Yavé. Las cuerdas que amarraban sus brazos se volvieron para él como hilos de lino quemado, y se deshicieron las ataduras de sus manos. 15 Encontró una quijada de burro todavía fresca, la tomó y mató a golpes a mil filisteos. 16 Luego Sansón exclamó: «Con una quijada de burro los desparramé; con una quijada de burro maté a golpes a mil». 17 Cuando terminó de hablar tiró la quijada y llamó a aquel lugar Ramat-Lehi.
18 Como tuviese mucha sed, invocó a Yavé y le dijo: «Concediste a tu servidor una gran victoria, pero ves que me muero de sed y que voy a caer en manos de los incircuncisos». 19 Entonces Dios partió la caverna que hay en Lehi; salió de allí agua y bebió. Se reanimó y recuperó sus fuerzas. Por eso pusieron a ese manantial el nombre de En-Ha-Coré; todavía se lo ve en Lehi.
20 Juzgó a Israel veinte años, en la época de los filisteos.



Jueces 16
1 Sansón bajó a Gaza. Allí se encontró con una prostituta y entró en su casa. 2 Le dijeron a la gente de Gaza: «¡Sansón vino para acá!» Organizaron rondas y se quedaron de guardia toda la noche a la puerta de la ciudad. No se movieron en toda la noche porque decían: «Esperémoslo hasta la mañana y entonces lo mataremos». 3 Sansón estuvo acostado hasta la medianoche. Se levantó a medianoche, tomó las puertas de la ciudad con su marco y las arrancó junto con su tranca. Se las echó a la espalda y se las llevó a la cumbre de la montaña que está frente a Hebrón.
Sansón y Dalila
4 Después de eso se juntó con una mujer del valle de Sorec que se llamaba Dalila. 5 Los jefes de los filisteos fueron a verla y le dijeron: «Sedúcelo con tus encantos y trata de averiguar de dónde le viene esa fuerza tan grande y cómo podríamos dominarlo, amarrarlo y domarlo. Cada uno de nosotros te dará mil cien siclos de plata».
6 Dalila preguntó a Sansón: «Dime, te lo ruego, de dónde proviene tu fuerza extraordinaria. ¿Cómo se podría amarrarte y domarte?» 7 Sansón le dijo: «Si me ataran con siete cuerdas nuevas que todavía no estén secas, perdería mi fuerza y sería como un hombre cualquiera».
8 Los jefes de los filisteos le entregaron siete cuerdas nuevas que no se habían secado todavía y ella lo amarró; 9 había escondido a unos hombres en su pieza. Le gritó: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Rompió de un golpe las cuerdas como se rompe la mecha de estopa cuando se la quema: no descubrieron el secreto de su fuerza.
10 Dalila dijo a Sansón: «Te burlaste de mí y me contaste mentiras. Dime con qué hay que amarrarte». 11 Le dijo: «Si me atan con cuerdas nuevas que nunca hayan sido usadas, perderé mi fuerza y seré como un hombre cualquiera». 12 Dalila lo amarró con cuerdas nuevas; luego dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Le habían preparado una emboscada en su pieza, pero él rompió las cuerdas como si fueran hilo.
13 Dalila dijo a Sansón: «¿Cuántas veces más me contarás mentiras? Dime con qué habría que atarte». Respondió: «Si tú entretejieras las siete trenzas de mi cabellera en la urdimbre de un telar, si las apretaras con un peine de tejedor, perdería mi fuerza y sería como un hombre cualquiera». 14 Ella lo durmió, entretejió las siete trenzas de su cabellera con la urdimbre de un telar, las apretó con un peine de tejedor y le dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» Se despertó de su sueño y arrancó el peine, la lanzadera y la urdimbre.
15 Entonces ella le dijo: «¿Cómo puedes decirme que me amas? Tu corazón no está conmigo, ya que tres veces te has burlado de mí y no me has dicho de dónde proviene tu enorme fuerza».
16 Como siguiera molestándolo y acosándolo todos los días con la misma pregunta, creyó que se iba a morir. 17 Entonces le abrió su corazón. Le dijo: «Estoy consagrado a Dios desde el vientre de mi madre y nunca ha pasado la navaja por mi cabeza. Si me raparan, se me iría la fuerza y quedaría tan débil como cualquiera».
18 Dalila vio que esta vez le había revelado su secreto. Mandó a buscar a los jefes de los filisteos y les dijo: «Vengan ahora porque me ha revelado lo más secreto de su corazón». Los jefes de los filisteos fueron a su casa llevando el dinero en la mano.
19 Después de haber hecho dormir a Sansón en sus rodillas, llamó a un hombre para que le cortara las siete trenzas de su cabellera y comenzó a perder sus fuerzas: su fuerza se le había ido. 20 Entonces ella dijo: «¡Sansón, los filisteos te atacan!» El se despertó de su sueño y pensó: «Me desataré como las otras veces y me libraré». Pero no sabía que Yavé se había retirado lejos de él. 21 Los filisteos lo apresaron y le sacaron los ojos. Lo hicieron bajar a Gaza, lo ataron con una cadena doble de bronce y lo pusieron a dar vueltas a la piedra de un molino en la prisión.
La muerte de Sansón
22 Sin embargo, después que le cortaron el pelo, su cabellera volvió a crecer. 23 Los jefes de los filisteos se juntaron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón su dios, e hicieron una fiesta. Decían: «Nuestro dios puso en nuestras manos a nuestro enemigo Sansón». 24 La gente del pueblo lo vio y alababan a su dios diciendo: «Nuestro dios puso en nuestras manos a nuestro enemigo, que desolaba el país y dejaba tantos muertos entre nosotros».
25 Cuando todos se sintieron bien contentos, dijeron: «¡Llamen a Sansón para que nos entretenga!» Fueron a buscar a Sansón a la prisión y él dio varias vueltas a la vista de todos, luego lo pusieron entre las columnas. 26 Sansón dijo entonces al joven que lo llevaba de la mano: «Tú guíame, ayúdame a tocar las columnas que sustentan el templo para que pueda apoyarme en ellas».
27 El templo estaba lleno de hombres y mujeres. Allí estaban todos los jefes de los filisteos, y en la terraza había como tres mil hombres y mujeres que se divertían mirando a Sansón. 28 Entonces Sansón invocó a Yavé y le dijo: «¡Por favor, Señor Yavé! Acuérdate de mí y dame fuerza por última vez. ¡Quisiera hacerles pagar a los filisteos mis dos ojos de un solo golpe!»
29 Sansón tocó las dos columnas centrales en las que se sostenía el templo y se apoyó en ellas: su brazo derecho en una y su brazo izquierdo en otra. 30 Luego Sansón exclamó: «¡Que muera yo con todos los filis teos!» Se estiró con todas sus fuerzas y se derrumbó el templo encima de los jefes y de todo el pueblo que estaba allí. Los que arrastró consigo a la muerte fueron más numerosos que aquellos a los que había dado muerte durante toda su vida.
31 Los hermanos y toda la familia de su padre bajaron y se lo llevaron. Subieron y lo enterraron entre Sorea y Estaol en la tumba de Manoa su padre. Había sido juez de Israel veinte años.


Salmo 119,49-64
49 Recuerda tu palabra a tu servidor, ella ha mantenido mi esperanza.
50 Este es mi consuelo en mi miseria, que tu palabra me vivificará.
51 Los soberbios se burlaban mucho de mí, pero no me he movido de tu Ley.
52 Me acuerdo de tus juicios de otros tiempos y eso, Señor, me da aliento.
53 Al ver a los impíos me da rabia: ¿por qué abandonan tu Ley?
54 Tus preceptos son salmodias para mí en la casa donde me reciben.
55 Por la noche me acuerdo de tu nombre, oh Señor, y observo tu Ley.
56 Por lo menos esto me quedará, haber guardado tus ordenanzas.
57 Lo que escojo, Señor, yo lo he dicho, es observar tus palabras.
58 Con todo mi corazón he procurado que tu rostro se enternezca, ten piedad de mí según tu palabra.
59 He reflexionado en mis caminos, a tus testimonios readecuaré mis pasos.
60 Me he apresurado, no me he retardado en obedecer tus mandamientos.
61 Las pecadores intentaron seducirme, pero no me he olvidado de tu Ley.
62 A medianoche me levanto, te doy gracias por tus justos juicios.
63 Me he aliado con todos los que te temen y que observan tus ordenanzas.
64 De tu bondad, Señor, está llena la tierra, enséñame tus preceptos.


Marcos 1,29-45
Numerosas curaciones

29 Al salir de la Sinagoga, Jesús fue a la casa de Simón y Andrés con Santiago y Juan. 30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, por lo que en seguida le hablaron de ella. 31 Jesús se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. Se le quitó la fiebre y se puso a atenderlos.
32 Antes del atardecer, cuando se ponía el sol, empezaron a traer a Jesús todos los enfermos y personas poseídas por espíritus malos. 33 El pueblo entero estaba reunido ante la puerta. 34 Jesús sanó a muchos enfermos con dolencias de toda clase y expulsó muchos demonios; pero no los dejaba hablar, pues sabían quién era.
Oración nocturna de Jesús
35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, Jesús se levantó, salió y se fue a un lugar solitario. Allí se puso a orar. 36 Simón y sus compañeros fueron a buscarlo, 37 y cuando lo encontraron le dijeron: «Todos te están buscando.» 38 Él les contestó: «Vámonos a los pueblecitos vecinos, para predicar también allí, pues para esto he salido.»
39 Y Jesús empezó a visitar las sinagogas de aquella gente, recorriendo toda Galilea. Predicaba y expulsaba a los demonios.
Curación de un leproso
40 Se le acercó un leproso, que se arrodilló ante él y le suplicó: «Si quieres, puedes limpiarme.» 41 Sintiendo compasión, Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo: «Quiero, queda limpio.» 42 Al instante se le quitó la lepra y quedó sano. 43 Entonces Jesús lo despidió, pero le ordenó enérgicamente: 44 «No cuentes esto a nadie, pero vete y preséntate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que ordena la Ley de Moisés, pues tú tienes que hacer tu declaración.»
44 Pero el hombre, en cuanto se fue, empezó a hablar y a divulgar lo ocurrido, 45 de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en el pueblo; tenía que andar por las afueras, en lugares solitarios. Pero la gente venía a él de todas partes.