DIA 122-- Jueces 17-19 Salmo 119,65-80 Marcos 2,1-17



Jueces 17
La historia de Micá
1 Vivía en la montaña de Efraín un hombre que se llamaba Micá. 2 Dijo a su madre: «Las mil cien monedas de plata que te habían robado y a propósito de las cuales habías pronunciado una maldición, maldición que oí con mis propios oídos, pues bien, esa plata la tengo yo: yo la había tomado». Su madre dijo inmediatamente: «¡Yavé bendiga a mi hijo!» 3 El le devolvió las mil cien monedas de plata. Pero su madre dijo: «Yo misma había dedicado este dinero a Yavé por mi hijo, para que hiciera un ídolo y una estatua de bronce; te puedes quedar con él». 4 El, sin embargo, entregó el dinero a su madre. Ella sacó doscientas monedas y se las dio a un orfebre. Con ellas hizo un ídolo y una estatua de bronce que quedaron en la casa de Micá.
5 Ese hombre, Micá, se hizo un pequeño santuario doméstico. Tenía un efod, terafim, y luego consagró a uno de sus hijos para que fuera su sacerdote. 6 En ese tiempo no había rey en Israel y cada uno hacía lo que le parecía bueno.
7 Había entonces en Belén de Judá un joven levita que vivía como huésped en ese clan de Judá. 8 Un día dejó Belén de Judá esperando que alguien lo adoptara donde fuera. Caminando llegó a la casa de Micá en la montaña de Efraín.
9 Micá le dijo: «¿De dónde vienes?» Respondió: «Soy un levita de Belén de Judá y busco quedarme como huésped donde encuentre». 10 Micá le dijo: «Quédate conmigo, serás para mí un padre y un sacerdote». Te daré diez monedas de plata al año y además alojamiento y comida». 11 El levita aceptó quedarse en la casa de ese hombre y ser para él como uno de sus hijos. 12 Micá consagró al levita y el joven pasó a ser su sacerdote, y prestaba servicios en la casa de Micá. 13 Entonces Micá pensó: «Ahora sé que Yavé me favorecerá porque tengo como sacerdote a un levita».



Jueces 18
1 En ese tiempo no había rey en Israel. Fue entonces cuando la tribu de Dan buscó un territorio donde instalarse porque hasta ese día no había recibido su parte en medio de las tribus de Is rael. 2 La gente de Dan envió a cinco hombres de los suyos para que recorrieran el país y lo exploraran. Les dijeron: «Vayan a inspeccionar el país». Estos llegaron pues a los montes de Efraín, cerca de la casa de Micá, y allí pasaron la noche.
3 Como estaban muy cerca de la casa de Micá oyeron la voz del joven levita y salieron a dar una vuelta. Le preguntaron: «¿Quién te trajo para acá? ¿Qué haces en este lugar? ¿Por qué te quedaste aquí?» 4 Les respondió: «Micá hizo esto y eso por mí, me paga y yo le sirvo como sacerdote». 5 Le dijeron: «Consulta a Yavé para que sepamos si resultará este viaje que estamos haciendo». 6 El sacerdote les dijo: «¡Vayan en paz! Su viaje está bajo la protección de Dios».
7 Partieron después los cinco hombres y llegaron a Lais. Vieron que sus habitantes vivían sin temor, según la costumbre de los sidonios, que la ciudad era tranquila y confiada, sin rey que la gobernara, que estaban lejos de los sidonios y que no tenían vinculación con nadie.
8 Cuando regresaron donde sus hermanos en Sorea y Estaol, estos les preguntaron: «¡A ver, dígannos! ¿Qué noticias traen?» 9 Respondieron: «¡De pie! ¡Vamos! ¡Vimos una tierra magnífica! Pero, ¿por qué se quedan ahí parados? ¡Vamos, tenemos que apoderarnos de esa región! 10 Hallarán allí un pueblo sin desconfianza. Su territorio es largo y ancho, Dios lo ha puesto en nuestras manos. Allí nada falta de lo que puede hallarse en la tierra».
La migración de los danitas
11 Salieron pues los danitas de Sorea y Estaol, completando un número de seiscientos hombres equipados para la guerra. 12 Subieron a Quiriat-Yearim en Judá, donde acamparon. Por eso ese lugar se llamó Campamento de Dan hasta el día de hoy: está al oeste de Quiriat-Yearim. 13 De allí se dirigieron a la montaña de Efraín y llegaron cerca de la casa de Micá.
14 Entonces los cinco hombres que habían recorrido el territorio hasta Lais tomaron la palabra y dijeron a sus hermanos: «¿Saben que en una de esas casas hay un efod y terafim, un ídolo y una estatua de bronce? Piensen un poco lo que deberían hacer». 15 Dieron una vuelta y entraron en la casa de Micá. Allí estaba el joven levita a quien saludaron. 16 Mientras tanto los seiscientos danitas armados estaban parados frente a la puerta.
17 Los cinco hombres que habían ido a explorar el territorio subieron, entraron en la casa, tomaron el ídolo, el efod, los terafim y la estatua de bronce. El sacerdote estaba en la puerta de la casa con los seiscientos hombres armados. 18 Al ver a los cinco hombres que entraban en la casa de Micá, y que tomaban el ídolo, el efod, los terafim y la estatua de bronce, el sacerdote les dijo: «¿Qué hacen?» 19 Le respondieron: «¡Cállate! Ponte la mano en tu boca y ven con nosotros: serás para nosotros un padre y un sacerdote. ¿Qué es mejor para ti, ser el sacerdote de un solo hombre en su casa, o ser el sacerdote de toda una tribu, de todo un clan de Israel?»
20 El sacerdote se sintió muy feliz. Tomó el efod, los terafim, el ídolo y la estatua de bronce y se fue con todos esos hombres. 21 Al reiniciar la marcha, pusieron en la vanguardia a los niños, el ganado y el equipaje. 22 Cuando ya estaban lejos de la casa, los vecinos de Micá se juntaron y se lanzaron en persecución de los danitas, 23 gritando detrás de ellos.
23 Los danitas se dieron vuelta y dijeron a Micá: «¿Qué significa ese tropel?» 24 Les respondió: «¡Ustedes me quitaron los dioses que me había hecho, tomaron a mi sacerdote y se fueron! ¡No me queda nada! Y todavía me preguntan ¿qué pasa?» 25 Los danitas le dijeron: «¡Déjate de gritarnos, pues algunos de nuestros hombres po drían enojarse y abalanzarse sobre ustedes; y tú y tu familia podrían dejar aquí su pellejo!» 26 Los danitas prosiguieron su camino y Micá, al ver que ellos tenían más fuerza, dio media vuelta y regresó a su casa.
27 Los danitas se llevaron todo lo que se había hecho Micá junto con el sacerdote que estaba en su casa, y se dejaron caer en Lais sobre una población tranquila y confiada. Pasaron a cuchillo a todo el mundo y quemaron la ciudad. 28 No hubo nadie que la socorriera pues Sidón quedaba lejos y no tenían relación con nadie. La ciudad efectivamente se encuentra en la llanura en dirección a Bet-Rejob. La reconstruyeron y se instalaron allí. 29 Pusieron a la ciudad el nombre de Dan, en memoria de su padre Dan, hijo de Israel; pero antes la ciudad se llamaba Lais.
30 Los danitas instalaron allí al ídolo por su cuenta, y Yonatán, hijo de Guersón, hijo de Moisés, y sus hijos, fueron sacerdotes para la tribu de Dan hasta el día de la deportación. 31 Instalaron en medio de ellos al ídolo que Micá había hecho y esto duró tanto como la casa de Dios en Silo.



Jueces 19
El crimen de Guibea

1 En ese tiempo no había rey en Israel. Un levita que vivía en el extremo de la montaña de Efraín tomó como concubina a una mujer de Belén de Judá. 2 Su concubina le fue infiel y lo abandonó volviéndose a la casa de su padre, en Belén de Judá, donde permaneció más o menos cuatro meses. 3 Su marido se puso en camino para ir a buscarla, hablarle al corazón y traerla de vuelta; con él iban su sirviente y dos burros.
3 Ella lo hizo entrar en la casa de su padre, y apenas el padre de la joven lo vio, salió feliz a encontrarlo. 4 Su suegro, padre de la joven, lo retuvo y se quedó tres días con él. Comieron, bebieron y pasaron la noche en ese lugar.
5 Al cuarto día se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: «Repón tus fuerzas, cómete un pedazo de pan; luego te irás». 6 Se sentaron, comieron y bebieron los dos. Entonces el padre de la joven dijo a su marido: «¡Quédate todavía una noche, disfruta un poco más!» 7 El hombre estaba listo para partir, pero su suegro le insistió tanto que cedió y pasó la noche en ese lugar.
8 Al quinto día, como se levantara muy temprano para irse, el padre de la joven le dijo: «Repón tus fuerzas, espera la caída de la tarde». Comieron los dos juntos. 9 Cuando el marido se disponía a partir junto con su concubina y su sirviente, su suegro, el padre de la joven le dijo: «¡Mira! Ya es tarde, no tardará en anochecer, quédense aquí esta noche. Disfruta un poco más; mañana levántense temprano y partan para tu tienda».
10 Pero el marido no quiso quedarse una noche más. Partió con sus dos burros cargados y su concubina rumbo a Jebus (es decir Jerusalén). 11 Cuando estuvieron cerca de Jebus, como ya atardecía, el sirviente dijo a su patrón: «Tú debieras dejar el camino y entrar en esa ciudad de los jebuseos, nosotros pasaremos aquí la noche». 12 Pero su patrón le respondió: «No entraremos en una ciudad extranjera: esa gente no es israelita. Sigamos mejor hasta Guibea». 13 Y añadió: «Apresurémonos en alcanzar una de esas ciudades, Guibea o Ramá, para pasar allí la noche». 14 Pasaron de largo, siguieron caminando y llegaron cerca de Guibea de Benjamín cuando el sol ya se ponía. 15 Saliendo del camino, entraron en Guibea para pasar allí la noche. El levita fue a sentarse a la plaza, pero nadie lo invitó a alojarse en su casa.
16 Un anciano volvía al final de la jornada de su trabajo en el campo. Ese hombre era de la montaña de Efraín, pero vivía en Guibea cuyos habitantes pertene cían a la tribu de Benjamín. 17 Al levantar la vista, divisó al hombre de paso que estaba sentado en la plaza de la ciudad.
17 El anciano dijo al levita: «¿A dónde vas y de dónde vienes?» 18 Este respondió: «Venimos de Belén de Judá y vamos a los confines de la montaña de Efraín, porque yo soy de allá. Fui hasta Belén de Judá y me vuelvo a mi casa, pero nadie me ha recibido en la suya. 19 Tengo sin embargo paja y forraje para nuestros burros, pan y vino para mí, para mi mujer y para mi sirviente. No nos falta nada».
20 El anciano le dijo entonces: «No te preo cupes, yo te daré lo que necesites, pero no pases la noche en la plaza. 21 Lo invitó a su casa y dio forraje a los burros mientras los viajeros se lavaban los pies. Comieron y bebieron. 22 Todo parecía ir muy bien hasta que los hombres de la ciudad, verdaderos depravados, rodearon la casa y golpearon la puerta. Le dijeron al anciano, dueño de la casa: «Di a ese hombre que está en tu casa que salga para que abusemos de él».
23 Salió el dueño de la casa a hablarles y les dijo: «¡No, mis hermanos, por favor! No se comporten mal. Ustedes ven que este hombre está ahora bajo mi techo, no cometan una cosa así. 24 Tengo una hija que es todavía virgen y él tiene también su concubina. Se las entregaré, pueden violarlas y tratarlas como quieran, pero no cometan una cosa tan fea con ese hombre». 25 Los otros no quisieron hacerle caso. Entonces el levita tomó a su concubina y la sacó para afuera. La violaron y abusaron de ella toda la noche hasta el amanecer; al alba la dejaron irse.
26 La mujer regresó al amanecer y se derrumbó delante de la puerta de la casa donde se alojaba su marido. Allí permaneció hasta que fue de día. 27 Se levantó entonces su marido, abrió la puerta de la casa y salió para continuar su viaje. Su concubina estaba tirada frente a la puerta de la casa con las manos en el escalón. 28 Le dijo: «Párate para que nos vayamos». Pero no hubo respuesta. El hombre la cargó sobre su burro y retomó el camino para regresar a su casa.
29 Al llegar a su casa, tomó un cuchillo, agarró el cuerpo de su concubina y lo despedazó, hueso por hueso, en doce trozos que despachó a través de todo el territorio de Israel. A los hombres que había enviado les había dado esta orden: «Pregunten en todo Israel: ¿Se ha visto algo semejante desde que los israelitas salieron de Egipto hasta hoy día? Reflexionen, deliberen y den su opinión». 30 Todos los que veían eso decían: «Nunca se ha visto algo semejante desde que los hijos de Israel salieron de Egipto hasta este día».


Salmo 119,65-80
65 Has sido bueno con tu servidor, Señor, de acuerdo a tu palabra.
66 Enséñame el buen sentido y el saber, pues tengo fe en tus mandamientos.
67 Antes de ser humillado me había alejado, pero ahora yo observo tu palabra.
68 Tú que eres bueno y bienhechor, enséñame tus preceptos.
69 Los soberbios me recubren de mentira, mas, con todo el corazón, guardo tus ordenanzas.
70 Su corazón está paralizado y ciego, pero para mí tu Ley es mi delicia.
71 Fue bueno para mí que me humillaras, para que así aprendiera tus preceptos.
72 La ley de tu boca vale más para mí que millones de oro y plata.
73 Tus manos me han hecho y organizado, dame inteligencia para aprender tus mandatos.
74 Se alegrarán los que te temen, al ver que he esperado en tu palabra.
75 Sé, Señor, que tus juicios son justos y que con razón me has afligido.
76 Que tu gracia me asista y me consuele, conforme a tu palabra dada a tu siervo.
77 Que venga a mí tu ternura y me dé vida, porque mis delicias son tu Ley.
78 Confunde a los soberbios que me calumnian, mientras yo medito en tus ordenanzas.
79 Que se vuelvan a mí los que te temen y que saben de tus testimonios.
80 Que cumpla mi corazón sin falla tus preceptos, para que no quede avergonzado.


Marcos 2,1-17
Jesús sana a un paralítico de su pecado y de su enfermedad

1 Tiempo después, Jesús volvió a Cafarnaúm. Apenas corrió la noticia de que estaba en casa, 2 se reunió tanta gente que no quedaba sitio ni siquiera a la puerta. 3 Y mientras Jesús les anunciaba la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla.
4 Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla. 5 Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, se te perdonan tus pecados.»
6 Estaban allí sentados algunos maestros de la Ley, y pensaron en su interior: 7 «¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?»
8 Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan así? 9 ¿Qué es más fácil decir a este paralítico: Se te perdonan tus pecados, o decir: Levántate, toma tu camilla y anda? 10 Pues ahora ustedes sabrán que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder para perdonar pecados.» 11 Y dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.»
11 El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente, cargó con su camilla y se fue. 12 La gente quedó asombrada, y todos glorificaban a Dios diciendo: «Nunca hemos visto nada parecido.»
He venido a llamar a los pecadores
:B:13 Jesús salió otra vez por las orillas del lago; todo el mundo venía a verlo y él les enseñaba. 14 Mientras caminaba, vio al que estaba sentado en la aduana. Era Leví, hijo de Alfeo. Jesús le dijo: «Sígueme.» Y él se levantó y lo siguió.
15 Jesús estuvo comiendo en la casa de Leví, y algunos cobradores de impuestos y pecadores estaban sentados a la mesa con Jesús y sus discípulos; en realidad eran un buen número. Pero también seguían a Jesús 16 maestros de la Ley del grupo de los fariseos y, al verlo sentado a la misma mesa con pecadores y cobradores de impuestos, dijeron a los discípulos: «¿Qué es esto? ¡Está comiendo con publicanos y pecadores!»
17 Jesús los oyó y les dijo: «No es la gente sana la que necesita médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.»