DIA 87--Deuteronomio 1--2 Salmo 88 Hechos 20,1-27




Deuteronomio 1
1 Estas son las palabras que dijo Moisés a todo Israel, al otro lado del Jordán, en el desierto. Estaba en la Arabá frente a Suf, entre Parán y Tofel, entre Labam, Haserot y Dishab. 2 Desde el Horeb hasta Cadés Barné, habían corrido once días de camino por los montes de Seír. 3 El año 40 después de la salida de Egipto, el día primero del undécimo mes, Moisés comunicó a los hijos de Israel todo cuanto Yavé le había ordenado respecto a ellos.
4 Esto sucedió después de derrotar a Sijón, rey de los amorreos, que habitaba en Jesbón, y a Og, rey de Basán, que reinaba en Astarot y en Edreí, 5 pues estaban en el país de Moab, al otro lado del Jordán, cuando Moisés comenzó a exponer esta ley. Y les dijo:
Primer discurso de Moisés: los jueces
:6 “Yavé, nuestro Dios, nos habló así en el monte Horeb: “Ustedes han demorado bastante tiempo en esta montaña. 7 En marcha, partan. Ustedes entrarán en el territorio de los amorreos y en los territorios vecinos: la Arabá, la Montaña, la Tierra Baja, el Negueb y la costa del mar, es decir todo el país de Canaán y el Líbano, hasta el gran río Eufrates.
8 Miren: ésta es la tierra que les he reservado; vayan y tomen posesión de la tierra que Yavé juró dar a sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob y a todos sus descendientes.”
9 Fue entonces cuando les dije: ‘No puedo hacerme cargo yo solo de todos ustedes. 10 Yavé, el Dios de ustedes, los ha multiplicado y son ahora tan numerosos como las estrellas del cielo. 11 ¡Yavé, Dios de sus padres, los haga crecer mil veces más y los bendiga como se lo prometió! 12 Pero ¿cómo los atenderé yo solo y me haré cargo de sus pleitos? 13 Busquen, pues, entre ustedes hombres sabios, perspicaces y experimentados de cada una de sus tribus, y yo los pondré al frente del pueblo.
14 Ustedes me respondieron: “Está bien lo que tú nos propones hacer”. 15 Tomé entonces de entre los jefes de sus tribus hombres sabios y experimentados y los puse al frente de ustedes como jefes de millar, de cien, de cincuenta y de diez, así como también secretarios para cada una de las tribus.
16 Entonces di a los jueces las siguientes instrucciones: ‘Ustedes atenderán las quejas de sus hermanos, y decidirán, sea que el pleito oponga un israelita a su hermano, o bien un israelita a uno de los extranjeros que viven en medio de nosotros.
17 Cuando juzguen, no se dejarán influenciar por persona alguna, sino que escucharán lo mismo al pobre que al rico, al poderoso que al débil, y no tendrán miedo de nadie, pues el juicio es cosa de Dios. Si un problema les resulta demasiado difícil, me lo pasarán a mí, y yo lo veré.
18 Así, pues, en aquel entonces les ordené a ustedes todo lo que tenían que hacer”.
Recuerda la rebeldía de Cadés
19 Al fin, habiendo partido del Horeb, enfrentamos aquel enorme y temible desierto que vieron, camino de la montaña del amorreo, como Yavé nos lo mandaba, y llegamos a Cadés Barné.
20 Entonces les dije: “Hemos llegado a esta montaña del amorreo, que Yavé, nuestro Dios, nos da. 21 Mira, Israel, Yavé pone a tu disposición todo este territorio; sube, pues, y toma posesión de él como Yavé, el Dios de tus padres te ha dicho. No tengas miedo ni te desanimes.”
22 Entonces todos ustedes se acercaron a mí y me dijeron: “Manda mejor algunos hombres delante de nosotros para que exploren el país y nos enseñen los caminos que llevan a las ciudades que podremos asaltar”.
23 Me pareció bien esa propuesta y tomé de entre ustedes doce hombres, uno por tribu, 24 los cuales partieron, subieron a los cerros y llegaron hasta el Valle del Racimo, que recorrieron a pie. 25 Allí tomaron de las frutas del valle y, al volver, nos contaron cómo les había ido. Nos dijeron: “Buena es la tierra que Yavé nos da.”
26 Ustedes, sin embargo, no quisieron subir, sino que se rebelaron contra las órdenes de Yavé. 27 Y empezaron a murmurar en sus tiendas: “Yavé no nos quiere; nos hizo salir de Egipto para entregarnos a los amorreos, que acabarán con todos nosotros. 28 ¿A dónde nos están llevando? Los mensajeros dicen que la gente de allá es más fuerte y más numerosa que nosotros; las ciudades son grandes y con murallas que llegan al cielo; incluso se han visto allí gigantes. Con esto se nos ha ido abajo el ánimo.”
29 Entonces yo les dije: 30 “No teman ni tengan miedo de ellos. Yavé, nuestro Dios, que los conduce a ustedes, peleará por ustedes como ya lo hizo en Egipto 31 y en el desierto. Han visto cómo los llevó durante todo el camino, como un padre lleva a su hijo, hasta que llegamos a este lugar.”
32 Pero ni aun así creyeron a Yavé, nuestro Dios. 33 El, sin embargo, era quien había ido delante de ustedes durante todo el viaje, enseñándoles los sitios donde debían levantar su campamento, señalándoles el camino, de noche con la columna de fuego y de día con la nube.
34 Al escuchar Yavé sus quejas, se indignó y juró: 35 “Ningún hombre de esta generación perversa verá la espléndida tierra que yo juré dar a sus padres, 36 excepto Caleb, hijo de Jefoné; él la verá y yo le daré a él y a sus hijos la tierra que ha pisado, porque ha seguido fielmente a Yavé”.
37 Por culpa de ustedes Yavé se enojó también conmigo y me dijo: “Tampoco tú entrarás allí; 38 será tu ayudante Josué, hijo de Nun, el que entrará. Dale autoridad, pues él ha de entregar a Israel su herencia. 39 Allí entrarán los pequeños de ustedes, de los que dijeron que iban a ser presa de sus enemigos; ellos sí entrarán, pues no conocen todavía el bien y el mal. A ellos se la daré, y ellos la poseerán. 40 Pero ustedes vuelvan atrás y partan hacia el desierto del Mar Rojo.”
41 Ustedes me respondieron: “Hemos pecado contra Yavé, nuestro Dios. Iremos y combatiremos como él nos ha ordenado.” Y tomaron cada uno sus armas y les pareció fácil escalar los cerros. 42 Pero Yavé me dijo: “Adviérteles que no vayan a pelear, pues yo no estoy con ellos, no sea que sean derrotados por el enemigo.”
43 Yo se lo dije, pero ustedes no escucharon; desobedecieron la orden de Yavé y subieron a los cerros. 44 Entonces los amorreos, habitantes de aquellos cerros, les salieron al encuentro, los persiguieron como hacen las abejas y los acuchillaron desde Seír hasta Jormá. 45 Ustedes al volver lloraron en presencia de Yavé, pero él no quiso escucharlos ni atender sus ruegos. 46 Ustedes entonces se establecieron por largos años en Cadés; ustedes saben cuánto tiempo estuvimos allá.




Deuteronomio 2
El camino por el desierto


1 Luego volvimos al desierto por el camino del Mar Rojo, como Yavé me había ordenado, y anduvimos largo tiempo rodeando los cerros de Seír.
2 Entonces Yavé me habló: 3 “Ustedes llevan mucho tiempo rodeando estos cerros; vayan hacia el norte. 4 Pero tú darás esta orden al pueblo: ‘Van a pasar por el territorio de sus hermanos, los hijos de Esaú, que habitan en Seír. Ellos los temen a ustedes, pero, mucho cuidado, 5 no los ataquen, porque yo no les daré nada de su tierra, ni siquiera donde poner el pie. Sepan que los cerros de Seír se los he dado en posesión a Esaú, 6 y ustedes les comprarán con plata los alimentos que coman, e incluso el agua. 7 Piensen que Yavé nos ha bendecido en todas nuestras obras; él había previsto nuestro camino por el desierto y hace ya cuarenta años que Yavé está con ustedes, sin que nada les haya faltado.”
8 Pasamos, pues, por el lado de nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seír. Dejamos el camino que lleva a la Arabá desde Elat y Asión Gaber y avanzamos por el camino del desierto de Moab.
9 Yavé me dijo entonces: “No ataques a Moab ni lo provoques al combate, pues yo no te daré nada de su país. Quise que la ciudad de Ar perteneciera a los hijos de Lot.”
10 (Antiguamente habitaban allí los emíos, pueblo grande, numeroso y de alta estatura, como los enaceos. 11 Tanto a ellos como a los enaceos se los tenía por gigantes, pero los moabitas los llamaban emíos. 12 Asimismo en Seír habitaron antiguamente los horeos, pero los hijos de Esaú los echaron, los exterminaron y se establecieron en su lugar, como lo hizo Israel en la tierra que Yavé le dio como posesión suya.)
13 “Y ahora ¡pasen el torrente de Zared!”
14 Pasamos, pues, el torrente de Zared. El tiempo que estuvimos caminando desde Cadés Barné hasta el paso del torrente fue de treinta y ocho años, hasta que hubo desaparecido del pueblo toda la generación de los hombres aptos para la guerra, como les había dicho Yavé. 15 La mano de Yavé hizo lo necesario para eliminarlos del campamento hasta que desaparecieran todos.
16 Muertos, finalmente, todos aquellos guerreros, 17 Yavé me dijo: 18 “Tú vas a pasar hoy por las fronteras de Moab, frente a la ciudad de Ar, 19 y te encontrarás con los amonitas. No los ataques ni los provoques, pues yo no te daré nada de la tierra de los amonitas: sepan que se la di a los hijos de Lot.”
20 (Esta tierra también fue considerada como país de gigantes, pues en ella habitaban antiguamente unos refaítas, o gigantes, que los amonitas llaman zamzumitas, 21 pueblo grande, numeroso y de altura descomunal, a semejanza de los enaceos. Yavé los exterminó por mano de los amonitas e hizo que éstos poblaran la tierra en su lugar. 22 Lo mismo había hecho con los horitas que fueron exterminados en Seír por los hijos de Esaú. Y los amonitas habitaron la tierra de los refaítas hasta el día de hoy. 23 En aquel tiempo los avitas también vivían en campamentos extendiéndose hacia Gaza, pero fueron exterminados por los caftoreos que habían salidos de Caftor, los cuales ocuparon su lugar.)
24 “Marchen, pues, y pasen el torrente de Arnón. Miren, yo pongo en manos de ustedes a Sijón, rey de Jesbón, el amorreo, y todo su país. Empieza, pues, desde ahora, a ocupar su tierra y a hacerle la guerra, 25 y yo, por mi parte, comienzo a infundir terror y miedo de ti entre todos los pueblos que hay debajo del cielo. Al oír tu nombre temblarán y se desmayarán ante ti.”
La victoria sobre Sijón y Og
26 Del desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con estas palabras de paz: 27 “Quiero pasar por tu país, pero seguiré el camino sin desviarme ni a la derecha ni a la izquierda. 28 Véndenos los alimentos que consumamos, lo mismo que el agua que bebamos, 29 y déjanos pasar tan sólo como lo hicieron los hijos de Esaú que habitan en Seír y los moabitas que moran en Ar, hasta que lleguemos al Jordán y entremos en la tierra que nos da Yavé, nuestro Dios.”
30 Pero Sijón, rey de Jesbón, no quiso dejarnos pasar por allí, pues aquel día Yavé, nuestro Dios, quiso que se pusiera duro y cerrado, para que así cayera en nuestras manos.
31 Entonces Yavé me habló: “Ya ves que he comenzado a entregarte Sijón y su tierra; ustedes empezarán la conquista conquistando su tierra.” 32 Salió, pues, Sijón con toda su gente a presentarnos batalla en Yahas 33 y Yavé, nuestro Dios, nos lo entregó y lo derrotamos junto con sus hijos y toda su gente. 34 En ese tiempo tomamos todas sus ciudades y las consagramos en anatema, matando a sus habitantes, hombres, mujeres y niños, sin perdonar vida alguna, 35 salvo la de los animales, que fueron parte del botín como los despojos de las ciudades que ocupamos.
36 Desde Aroer, ciudad situada sobre la pendiente del torrente Arnón, y la ciudad que está abajo, hasta Galaad, no hubo aldea ni ciudad que no tomáramos: Yavé, nuestro Dios, nos las entregó todas. 37 Pero, como Yavé, nuestro Dios nos había prohibido la tierra de los amonitas, no tocamos las ciudades de la pendiente del Yaboc ni las ciudades de los cerros.



Salmo 88
Oración del enfermo que se acerca a la muerte.
—Parece que los que conocemos a Cristo nunca deberíamos hundirnos en la desesperación. Sin embargo, hay días en que para nosotros el cielo está tapado, como lo estuvo para Cristo en su agonía.
2 Señor, mi Dios, te clamo a ti de día, y de noche me quejo en tu presencia.
3 Que hasta ti llegue mi oración, presta atención a mi clamor.
4 Pues de pruebas mi alma está saturada y mi vida está al borde del abismo.
5 Me cuentan entre los que bajan a la fosa, soy un hombre acabado, 6 que ya tiene su cama entre los muertos, parecido a los cuerpos tirados en la tumba, de los cuales ya no te acuerdas, y que se han sustraído de tu mano.
7 Me arrojaste a las cavernas inferiores, a las tinieblas, a los abismos; 8 tu cólera ha pesado sobre mí y me han arrollado todas tus olas.
9 Alejaste de mí a mis conocidos, hiciste que me miraran con horror.
9 Estoy encerrado y no puedo salir, 10 el sufrimiento mis ojos ha gastado.
10 Señor, a ti clamo todo el día, y mis manos extiendo hacia ti.
11 ¿Harás milagros para los difuntos, se levantarán sus sombras para alabarte?
12 ¿Se hablará de tu bondad entre los muertos, de tu lealtad donde todo está perdido?
13 ¿Admirarán tus maravillas en lo oscuro, y tu justicia en la tierra del olvido?
14 Yo, por mi parte, clamo a ti, Señor, y de mañana sube a ti mi oración.
15 ¿Por qué, Señor, entonces, me rechazas y me escondes tu cara?
16 Soy pobre y enfermizo desde niño, sufrí tus golpes y me quedo sin fuerzas; 17 tus cóleras han pasado sobre mí, tus espantos me han aniquilado.
18 Como las aguas me arrollan todo el día, y me cercan todos a la vez.
19 De mí alejaste amigos y compañeros, y son mi compañía las tinieblas.



Hechos 20,1-27
Pablo vuelve a Macedonia
1 Cuando se calmó el tumulto, Pablo mandó llamar a sus discípulos para animarlos. Se despidió de ellos y se fue a Macedonia. 2 Después de recorrer aquellas regiones, en las que multiplicó sus predicaciones para confortar a los discípulos, llegó a Grecia. 3 Pasó allí tres meses y luego pensó en vol ver a Siria por barco. Pero supo que los judíos tramaban algo contra él, y decidió regresar por Macedonia.
4 Algunos acompañaban a Pablo: Sópatros, hijo de Pirro, de Berea; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo, de Derbe, y Timoteo; Tíquico y Trófimo, de Asia. 5 Todos estos se fueron por delante y nos esperaron en Tróade.
6 Nosotros nos embarcamos en Fi lipos apenas terminaron las fiestas de los Panes Azimos. Cinco días des pués nos reunimos con ellos en Tróade, donde nos detuvimos siete días.
La Eucaristía de un domingo en Tróade
7 El primer día de la semana estábamos reunidos para la fracción del pan, y Pablo, que debía irse al día siguiente, comenzó a conversar con ellos. Pero su discurso se alargó hasta la medianoche. 8 Había bastantes lámparas encendidas en la pieza del piso superior donde estábamos reunidos. 9 Un joven, llamado Eutico, estaba sentado en el borde de la ventana, y como Pablo no terminaba de hablar, el sueño acabó por vencerle. Se durmió y se cayó desde el tercer piso al suelo. Lo recogieron muerto.
10 Pablo, entonces, bajó, se inclinó sobre él, y después de tomarlo en sus brazos, dijo: «No se alarmen, pues su alma está en él.» 11 Subió de nuevo, partió el pan y comió. Lue go siguió conversando con ellos hasta el amanecer, y se fue. 12 En cuanto al joven, lo trajeron vivo, lo que fue para todos un gran consuelo.
13 Nosotros tomamos el barco para Aso; debíamos llegar antes que Pablo y recogerlo allí, pues se había decidido que él haría el viaje por tierra. 14 Efectivamente, nos encontró en Aso. Subió a la nave con nosotros y llegamos a Mitilene. 15 Al día siguiente zarpamos y llegamos a Quíos. Al otro día llegamos a Samos y un día después a Mileto, con una escala en Trogilón.
16 Pablo había decidido no hacer escala en Efeso ni demorarse más en Asia, pues, de ser posible, quería estar en Jerusalén para el día de Pentecostés.
En Mileto, últimas consignas de Pablo a los presbíteros
17 Debido a eso, desde Mileto Pablo envió un mensaje a Efeso para convocar a los presbíteros de la Iglesia. 18 Cuando ya estuvieron a su lado, les dijo: «Ustedes han sido testigos de mi forma de actuar durante todo el tiempo que he pasado entre ustedes, desde el primer día que llegué a Asia. 19 He servido al Señor con toda humildad, entre las lágrimas y las pruebas que me causaron las trampas de los judíos. 20 Saben que nunca me eché atrás cuando algo podía ser útil para ustedes. Les prediqué y enseñé en público y en las casas, 21 exhortando con insistencia tanto a judíos como a griegos a la conversión a Dios y a la fe en Jesús, nuestro Señor.
22 Ahora voy a Jerusalén, atado por el Espíritu, sin saber lo que allí me sucederá; 23 solamente que en cada ciudad el Espíritu Santo me advierte que me esperan prisiones y pruebas. 24 Pero ya no me preocupo por mi vida, con tal de que pueda terminar mi carrera y llevar a cabo la misión que he recibido del Señor Jesús: anunciar la Buena Noticia de la gracia de Dios.
25 Ahora sé que ya no me volverán a ver ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino. 26 Por eso hoy les quiero declarar que no me siento culpable si ustedes se pierden, 27 pues nunca ahorré esfuerzos para anunciarles plenamente la voluntad de Dios.