Esaú y Jacob


Esaú-( ‘sw, peludo)


El hijo mayor de Isaac y Rebeca, hermano gemelo de Jacob. La lucha de los dos hermanos, cuando aún estaban en el vientre de Rebeca, fue profética de la oposición vitalicia, que se profundizaba a veces en odio, que marcó las relaciones entre Esaú y Jacob (Génesis 25,22 ss.). Esaú, quien nació primero, de adulto se convirtió en un hábil cazador, y era muy amado por Isaac, quien comía de los productos de su cacería (Gén. 25,24-28). Esaú “venía agotado del campo”, y movido por la vista y sabor de las lentejas cocidas por su hermano, le dijo a Jacob: “Dame de ese guiso rojo”. Sin duda que ya Jacob estaba informado del contenido del oráculo revelado a Rebeca, y fue pronto en tomar ventaja de la codicia de su hambriento hermano. Consintiendo en la condición impuesta, Esaú no sólo cambió su derecho de primogenitura por el rojo potaje, sino que incluso confirmó la venta con un juramento, y dijo: “Estoy que me muero, ¿qué me importa la primogenitura?... Jacob dio a Esaú pan y el guiso de lentejas, y éste comió y bebió, se levantó y se fue; así desdeñó Saúl la primogenitura.” (Gén. 25-29-34).

Que esta transacción era ampliamente conocida se infiere justamente por el nombre mismo (Edom, rojo), el cual, aunque raramente se le dio a Esaú mismo, se aplica casi universalmente a sus descendientes. “Cuando Esaú tenía cuarenta años, tomó por mujeres a Judit, hija de Beerí el hitita, y a Basmat, hija de Elón el hitita” (Gén. 26,34). Esta selección de esposas cananeas que “fueron amargura para Isaac y Rebeca” (v. 26,35), parece que le causó especial sufrimiento a Rebeca, quien habló con su marido y le declaró: “Me da asco vivir al lado de las hijas de Het. Si Jacob toma mujer de las hijas de Het como las que hay por aquí, ¿para qué seguir viviendo?” (v. 27,46). Viejo y con los ojos tan débiles que casi no podía ver, Isaac le ordenó a Esaú que tomara su aljaba y arco, para que después de haber preparado un sabroso plato con el fruto de su caza, pudiera recibir la bendición de despedida perteneciente al hijo mayor. Esaú, obedeció prontamente, “se fue al campo a cazar alguna pieza para el padre" (Gén. 27,1-5).

Mientras tanto, vestido con las mejores vestimentas de su hermano mayor, con las manos y el cuello cuidadosamente cubiertos con tiernas pieles de cabritos para que se parecieran a la piel velluda de Esaú, Jacob, siguiendo en cada detalle el consejo de Rebeca, se arrodilló delante de Isaac, le ofreció el plato sabroso, y le pidió y obtuvo la codiciada bendición. Luego fue grande la sorpresa y genuina la indignación del decepcionado Esaú cuando “rugió con un gran grito”, al oír al engañado Isaac declarar “tu hermano vino astutamente y se ha llevado tu bendición”. A pesar de compadecerse de su desconsolado hijo, Isaac, al darse cuenta más completamente del contenido del oráculo comunicado a Rebeca, se sintió compelido a añadir: “Le he bendecido y será bendecido”; “Le he nombrado señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos” (Gén. 27,6-37). La influencia refrenadora de la presencia de su padre está admirablemente retratada en las pocas palabras pronunciadas por Esaú: “Se acercan ya los días del luto por mi padre, entonces mataré a mi hermano Jacob.” (v. 27,41). Que esta exclamación revelaba un propósito firmemente arraigado está claramente demostrado por la evidente ansiedad de Rebeca, la apresurada huida de Jacob a Jarán y su larga estadía con su tío Labán (caps. 27,42 - 31,38). Incluso después de un auto impuesto exilio de veinte años, los cuidadosamente instruidos mensajeros enviados a Esaú en la tierra de Seír (v. 32,3) y la estratégica división de su casa y rebaños en dos compañías indican claramente el pertinaz sentimiento de desconfianza de Jacob (v. 32,4-8).

Tras darle una cordial bienvenida a su hermano que regresaba, Esaú se separó de Jacob, y "rehizo, pues, Esaú, ese mismo día, su camino a Seír” (Gén. 33,1-16), donde él y sus descendientes llegaron a ser muy ricos (Gén. 36,1-8). El mismo nombre edomita, dado a los descendientes de Esaú (Edom), ha servido para perpetuar el recuerdo de las circunstancias que concurrieron en el nacimiento de Esaú y en la venta de la primogenitura. De la preferencia notable de Jacob a Esaú (Gén. 25,22 ss.), San Pablo (Rom. 9,1-16) muestra que el misterio de la elección y la gracia de Dios no está ligado a ninguna nación en particular y no es influenciado por ninguna prerrogativa de nacimiento o mérito antecedente. Cuando Isaac murió, viejo y lleno de días, nos encontramos a Esaú con Jacob en Hebrón, para enterrar a su padre en la cueva de Macpelá. (Gén. 35,28-29).

El hijo de Isaac y Rebeca, tercer gran patriarca del pueblo elegido, y el ancestro inmediato de las doce tribus de Israel. Los incidentes de su vida se hallan en partes de Génesis, 25,21 – 50,13, los eruditos modernos distinguen los documentos (J, E, P) (vea Abraham).

JACOB
Su nombre---posiblemente una abreviación de Jacob-El (Babilonio: Ya kub-ilu), con el cual compara Israel, Ismael, etc---significa "el suplantador", y alude a la bien conocida circunstancia de su nacimiento (Gen. 25,25).
Sus primeros años estuvieron marcados por variados esfuerzos para obtener los derechos de nacimiento de su hermano Esaú. Su lucha por ello comenzó antes de su nacimiento (25,22-25). Más tarde, él tomó ventaja de la irreflexión y desesperación de Esaú al comprárselos por un plato de lentejas (25,29-33).
En virtud de esta compra, y a través de un ardid, finalmente lo obtuvo asegurándose la bendición que Isaac destinaba para Esaú (27,1-37). Entonces ocurrió que, para escapar del furor vengativo de su hermano, y aparentemente también para obtener una esposa del linaje de sus padres, escapó a Jarán, el lugar de residencia de Labán, su tío materno (27,41 – 28,5).

En su camino hacia allá, tuvo en Luza la visión de ángeles ascendiendo y descendiendo por una misteriosa escalera que se extendía desde la tierra hasta el cielo, y de Yahveh renovándole las gloriosas promesas que Él había hecho a Abraham y a Isaac; como consecuencia de esto, él llamó a ese lugar Betel, e hizo la promesa solemne de rendir culto exclusivamente a Yahveh si Él lo acompañaba en su camino y lo devolvía seguro a su hogar (28,11-22)

Las relaciones de Jacob con la familia de Labán forman un interesante episodio, los detalles del cual son perfectamente verdaderos en la vida oriental y no necesitan ser expuestos aquí. Además de bendecirlo con once hijos, Dios otorgó a Jacob una gran prosperidad material, de modo que Labán estaba naturalmente deseoso de retenerlo. Pero Jacob, muy hastiado con los frecuentes engaños de Labán, y también mandado por Dios a regresar, partió en secreto, y, aunque alcanzado y amenazado por su indignado suegro, él se las arregló para apaciguarlo y proseguir su propio camino hacia Canaán (caps. 29 - 31).

Se las ingenió también---después de una visión de ángeles en Mahanaim, y una noche completa de lucha con Dios en Penuel, en cuya ocasión recibió una nueva bendición y el significativo nombre de Israel---para calmar a su hermano Esaú, quién había venido a enfrentarse con él junto a 400 hombres (32 – 33,16).

Pasando a través de Sukkot, Jacob primero se instaló cerca de Salem, una ciudad de los siquemitas, y allí erigió un altar al Dios de Israel (33,17-20). Se vio obligado a marcharse debido a la gran cantidad de enemigos cananeos---cuya ocasión es incierta---se fue a Betel, donde cumplió el voto que había hecho en su camino a Jarán (34 – 35,15). Continuando más hacia el sur, llegó a Arribando desde el lejano sur, llegó a Efratá, donde sepultó a Raquel, que murió dando a luz a Benjamín, y donde erigió una estela en el sitio de su tumba. De allí, a través de Migdal Éder, llegó a Hebrón, donde se unió a Esaú para el funeral de su padre (35,16-29).

En Hebrón, Jacob vivió tranquilamente a la cabeza de una numerosa familia de pastores, y recibió con pena inconsolable la aparente evidencia de la cruel muerte de José, pasó por la opresión de la hambruna, y aceptando muy renuentemente su separación de Benjamín (37,1-4; 42,35-38; 43,1-14).

La noticia de que José estaba vivo y lo invitaba a venir a Egipto revivió al patriarca, quien, pasando a través de Berseba, llegó a Egipto con sus hijos y nietos (45,25 - 49). Ahí le fue dado reunirse nuevamente con José, para disfrutar los honores conferidos a él por el Faraón, y para pasar prósperamente sus últimos días en las tierras de Gosén.
Allí, en su lecho de muerte, predijo el futuro de fortunas de los respectivos descendientes de sus hijos, y falleció a la edad de 147 años. (46,29 - 49). De acuerdo a sus últimos deseos, fue sepultado en la tierra de Canaán (1,1-13).

A pesar de las variadas dificultades encontradas en el examen de la narrativa bíblica y tratadas en detalle por los comentaristas, es completamente cierto que la historia de Jacob es la de una persona real cuyos hechos reales son registrados con substancial precisión.

El carácter de Jacob es una mezcla del bien y del mal, gradualmente escarmentado por la experiencia de una vida larga, y sobre todo el no ser digno de ser usado por Dios con el propósito de mostrar su misericordia hacia el pueblo elegido. Las leyendas talmúdicas acerca de Jacob son la cumbre de la fantasía.

Bibliografía:
PALIS in VIG., Dict. de la Bible, s.v.; COWAN in HASTINGS, Dict. of the Bible, s.v.; DODS, Isaac, Jacob, and Joseph (London, 1880).
Fuentes: Duffy, Daniel. "Esau." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909-Gigot, Francis. "Jacob." The Catholic Encyclopedia. Vol. 8. New York: Robert Appleton Company, 1910.
Traducido por Luz María Hernández Medina y Miguel A. Casas. L H M



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