DIA 359--Habacuc, Eclesiástico 48,1-11, Lucas 1,57-80




Habacuc

Capítulo 1
Capítulo 1 1 Oráculo que el profeta Habacuc recibió en una visión. 2 ¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti: «¡Violencia», sin que tú salves? 3 ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia. 4 Por eso la Ley no tiene vigencia y el derecho no aparece jamás: ¡sí, el impío asedia al justo, por eso sale a luz un derecho falseado! 5 Miren a las naciones y observen, asómbrense y queden pasmados, porque en estos días realizaré una obra que si se la contaran, no la creerían. 6 Sí, yo voy a suscitar a los caldeos, ese pueblo salvaje e impetuoso, que recorre las extensiones de la tierra, para usurpar moradas ajenas. 7 ¡Es aterrador y temible: en él solo se funda su derecho y preeminencia! 8 Sus caballos son más ágiles que leopardos, más rapaces que lobos nocturnos; sus jinetes galopan, sus jinetes vienen de lejos, vuelan como el águila que se lanza sobre su presa. 9 ¡Todos llegan para la violencia con el rostro tendido hacia adelante, y amontonan cautivos como arena! 10 El se burla de los reyes, los soberanos son un juguete para él, juega con las ciudades fortificadas, levanta un terraplén y las conquista. 11 Entonces, cambia el viento y sigue adelante... ¡El hace de la fuerza su dios! 12 ¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar. 13 Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más que él? 14 ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe! 15 ¡El los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija, 16 y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundantes y sus manjares, suculentos. 17 ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión?
Capítulo 2
1 Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche. 2 El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. 3 Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. 4 El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad. 5 ¡Ciertamente, la riqueza es traidora, y el hombre presuntuoso no subsistirá, el que dilata su garganta como el Abismo y es insaciable como la Muerte, el que reúne para sí a todas las naciones y acapara para él a todos los pueblos! 6 ¿No entonarán todos estos contra él sátiras, sarcasmos y enigmas? Ellos dirán: ¡Ay del que acumula lo que no le pertenece –¿hasta cuándo?– y se carga de objeto prendados! 7 ¿No se levantarán de repente tus acreedores, y no se despertarán tus expoliadores? ¡Tú serás una buena presa para ellos! 8 Por haber despojado a numerosas naciones, lo que resta de esos pueblos te despojará a ti, a causa de la sangre humana derramada y de la violencia contra el país, contra la ciudad y todos sus habitantes. 9 ¡Ay del que acumula para su casa ganancias deshonestas, a fin de establecer en lo alto su nido y escapar a los golpes de la desgracia! 10 Hiciste un proyecto vergonzoso para tu casa: al diezmar a numerosos pueblos, atentas contra tu propia vida. 11 Porque la piedra gritará desde el muro y desde el armazón le responderá la viga. 12 ¡Ay del que edifica una ciudad con sangre y la funda sobre la injusticia! 13 ¿No proviene del Señor de los ejércitos que sólo para el fuego se fatiguen los pueblos y las naciones se extenúen por nada? 14 Porque la tierra se llenará del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar. 15 ¡Ay del que hace beber a su prójimo! ¡Tú derramas tu veneno hasta embriagarlo, para contemplar su desnudez! 16 Te has saciado de ignominia, no de gloria; ¡bebe tú también y muestra tu prepucio! El cáliz de la mano del Señor se volverá sobre ti, y tu gloria se convertirá en ignominia. 17 Porque la violencia hecha al Líbano te cubrirá y la matanza de los animales te aterrará, a causa de la sangre humana derramada y de la violencia contra el país, contra la ciudad y todos sus habitantes. 19 ¡Ay del que dice al madero: «Despierta», y a la piedra muda: «Levántate»! ¿Puede eso pronunciar un oráculo? ¡Sin duda, está recubierto de oro y plata, pero no hay soplo de vida en su interior! 18 ¿De qué sirve una imagen esculpida, para que el artista la talle, o una imagen de metal fundido, un oráculo falso, para que el artista ponga su confianza en ella, fabricando ídolos mudos? 20 El Señor reside en su santo Templo, ¡guarde silencio toda la tierra delante de él!
Capítulo 3
1 Oración del profeta Habacuc, en el tono de las lamentaciones. 2 ¡Señor, yo he oído tu renombre! ¡He visto tu obra, Señor! ¡En el curso de los años, hazla revivir, en el curso de los años, manifiéstala; pero en la conmoción, acuérdate de tener piedad! 3 Dios viene de Temán, y el Santo, del monte Parán. Su majestad cubre los cielos, y su alabanza cubre los cielos, y su alabanza llena la tierra. 4 Su resplandor es como la luz, brotan rayos de sus manos, y allí está el secreto de su fuerza. 5 Delante de él avanza la Peste, y la Fiebre sigue sus pasos. 6 El se detiene, y hace vacilar la tierra, mira, y hace estremecer a las naciones. ¡Se desmoronan las montañas eternas, se hunden las colinas antiguas, sus caminos de siempre! 7 Yo he visto anonadados a los campamentos de Cusán, se conmueven las carpas del país de Madián. 8 ¿Arde la ira del Señor contra los ríos? ¿Tu cólera se enciende contra los ríos y tu furor contra el mar, para que montes en tus caballos, en tus carros de guerra victoriosos? 9 Tú pones al desnudo tu arco y sacias de flechas su cuerda. Abres la tierra, y brotan torrentes. 10 Te ven las montañas y se espantan, pasa una lluvia torrencial, y el océano hace oír su voz y levanta sus manos en alto. 11 El sol y la luna se detienen en su morada, a la luz de tus flechas que vuelan, al resplandor del centelleo de lanza. 12 Con furia recorres la tierra, con ira pisoteas las naciones. 13 Has salido para salvar a tu pueblo, para salvar a tu Ungido; has abatido el techo de la casa del impío, has descubierto sus cimientos hasta la roca. 14 Has traspasado con tus flechas la cabeza de sus jefes, que se lanzaban tempestuosamente para destrozarme, entre gritos de alegría, como quien devora a un pobre ocultamente. 15 Con tus caballos has surcado el mar, entre el bullir de las aguas caudalosas. 16 Al oírlo, se conmovieron mis entrañas, ante el fragor, balbucean mis labios; la caries penetra en mis huesos y debajo de mí tiemblan mis pasos. Espero tranquilo el día de la angustia, que le sobrevendrá al pueblo que nos ataca. 17 Porque la higuera no florece, ni se recoge nada en las viñas; fracasa la cosecha del olivo y los campos no dan alimento; las ovejas desaparecerán del corral y no hay bueyes en los establos. 18 Pero yo me alegraré en el Señor, me regocijaré en Dios, mi Salvador. 19 El Señor, mi Señor, es mi fortaleza: él da a mis pies la agilidad de las gacelas y me hace caminar por las alturas.





Eclesiástico 48,1-11
1 Después surgió como un fuego el profeta Elías, su palabra quemaba como una antorcha. 2 El atrajo el hambre sobre ellos y con su celo los diezmó. 3 Por la palabra del Señor, cerró el cielo, y también hizo caer tres veces fuego de lo alto. 4 ¡Qué glorioso te hiciste, Elías, con tus prodigios! ¿Quién puede jactarse de ser igual a ti? 5 Tú despertaste a un hombre de la muerte y de la morada de los muertos, por la palabra de Altísimo. 6 Tú precipitaste a reyes en la ruina y arrojaste de su lecho a hombres insignes: 7 tú escuchaste un reproche en el Sinaí y en el Horeb una sentencia de condenación; 8 tú ungiste reyes para ejercer la venganza y profetas para ser tus sucesores 9 tú fuiste arrebatado en un torbellino de fuego por un carro con caballos de fuego. 10 De ti está escrito que en los castigos futuros aplacarás la ira antes que estalle, para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y restablecer las tribus de Jacob. 11 ¡Felices los que te verán y los que se durmieron en el amor, porque también nosotros poseeremos la vida!





* Lucas 1,57-80
57 Cuando llegó el tiempo en que Isabel debía ser madre, dio a luz un hijo. 58 Al enterarse sus vecinos y parientes de la gran misericordia con que Dios la había tratado, se alegraban con ella. 59 A los ocho días, se reunieron para circuncidar al niño, y querían llamarlo Zacarías, como su padre; 60 pero la madre dijo: «No, debe llamarse Juan». 61 Ellos le decían: «No hay nadie en tu familia que lleve ese nombre». 62 Entonces preguntaron por señas al padre qué nombre quería que le pusieran. 63 Este pidió una pizarra y escribió: «Su nombre es Juan». Todos quedaron admirados. ] 64 Y en ese mismo momento, Zacarías recuperó el habla y comenzó a alabar a Dios. 65 Este acontecimiento produjo una gran impresión entre la gente de los alrededores, y se lo comentaba en toda la región montañosa de Judea. 66 Todos los que se enteraron guardaban este recuerdo en su corazón y se decían: «¿Qué llegará a ser este niño?». Porque la mano del Señor estaba con él. 67 Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: 68 «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, 69 y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor, 70 como lo había anunciado mucho tiempo antes, por boca de sus santos profetas, 71 para salvarnos de nuestros enemigos y de las manos de todos los que nos odian. 72 Así tuvo misericordia de nuestros padres y se acordó de su santa Alianza, 73 del juramento que hizo a nuestro padre Abraham 74 de concedernos que, libres de temor, arrancados de las manos de nuestros enemigos, 75 lo sirvamos en santidad y justicia, bajo su mirada, durante toda nuestra vida. 76 Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, 77 para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; 78 gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, 79 para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz». 80 El niño iba creciendo y se fortalecía en su espíritu; y vivió en lugares desiertos hasta el día en que se manifestó a Israel.