DIA 350--Oseas 9--11 Eclesiástico 43,1-12 Apocalipsis 18

 


Oseas 9
1 ¡No te alegres, Israel, no te regocijes como los pueblos! Porque te has prostituido lejos de tu Dios y has amado el salario de las prostitutas sobre todas las eras de trigo. 2 Pero la era y el lagar no los alimentarán y el vino nuevo los dejará defraudados. 3 No habitarán en el país del Señor: Efraím regresará a Egipto, y en Asiria comerán un alimento impuro. 4 No harán al Señor libaciones de vino y sus sacrificios no le agradarán; su pan será como un pan de duelo, y todos los que lo coman quedarán contaminados, porque ese pan será para ellos mismos y no entrará en la Casa del Señor. 5 ¿Qué harán ustedes el día de la solemnidad, el día de la fiesta del Señor? 6 Ellos escaparon a la devastación, pero Egipto los reunirá, Menfis los enterrará, la ortiga heredará sus tesoros de plata, las espinas invadirán sus carpas. 7 ¡Han llegado los días de pedir cuenta, han llegado los días de la retribución: que lo sepa Israel! El profeta se vuelve loco, el hombre del espíritu delira, a causa de la enormidad de tu falta y de tu gran hostilidad. 8 El profeta, centinela de Efraím, está junto a Dios, pero se le tiende una red en todos sus caminos y él encuentra hostilidad hasta en la Casa de su Dios. 9 Ellos se han corrompido profundamente como en los días de Guibeá; pero él se acordará de sus culpas y pedirá cuenta de sus pecados. 10 Como uvas en el desierto, yo encontré a Israel; como una breva en la higuera, al comienzo de la estación, yo vi a sus padres. Pero, al llegar a Baal Peor, se consagraron a la Ignominia y se hicieron abominables como el objeto de su amor. 11 ¡Efraím! Su gloria saldrá volando como un pájaro: no habrá más parto, ni embarazo, ni concepción. 12 Aunque críen a sus hijos, se los quitaré antes que sean hombres. Sí, ¡ay de ellos cuando yo los abandone! 13 Cuando yo vi a Efraím, era una plantación en una pradera, pero tendrá que llevar sus hijos al verdugo. 14 ¡Dales, Señor...! ¿Qué les darás? Dales un vientre estéril y pechos resecos. 15 Toda su perversidad se manifestó en Guilgal: allí comencé a detestarlos. Por la maldad de sus acciones los arrojaré de mi casa, ya no los amaré más; todos sus jefes son rebeldes. 16 Efraím está herido, se ha secado su raíz, ya no fructificará. Aunque tengan hijos, yo mataré el fruto preciosos de sus entrañas. 17 Mi Dios los rechazará porque no lo escucharon, y andarán errantes entre las naciones.


Oseas 10
1 Israel era una viña exhuberante, que producía su fruto. Cuanto más se multiplicaban sus frutos, más multiplicaba él los altares; cuanto mejor le iba al país, mejores hacía él las piedras conmemorativas. 2 Su corazón está dividido, ahora tendrán que expiar: el mismo Señor destrozará sus altares, devastará sus piedras conmemorativas. 3 Seguramente dirán entonces: «No tenemos rey, porque no hemos temido al Señor. Pero el rey ¿que podría hacer por nosotros?». 4 Se pronuncian palabras, se jura en falso, se firman alianzas, mientras el derecho crece como la hierba venenosa en los surcos de los campos. 5 Los habitantes de Samaría tiemblan por el ternero de Bet Aven. Sí, su pueblo está de duelo por él, lo mismo que sus sacerdotes: ¡que se alegren de su gloria, ahora que ha sido desterrada lejos de nosotros! 6 El ternero será llevado a Asiria como tributo para el gran rey. Efraím soportará el oprobio e Israel se avergonzará de sus intrigas. 7 ¡Samaría está completamente perdida! Su rey es como una astilla sobre la superficie de las aguas. 8 Los lugares altos de Aven, el pecado de Israel, también serán destruidos; espinas y cardos invadirán sus altares. Ellos dirán entonces a las montañas: «Cúbrannos», y a las colinas: «¡Caigan sobres nosotros!». 9 ¡Desde los días de Guibeá, tú has pecado, Israel! ¡Allí se han quedado! ¿No los sorprenderá en Guibeá la guerra contra los injustos? 10 Yo los corregiré como me parezca: los pueblos se reunirán contra ellos, cuando sean corregidos por su doble crimen. 11 Efraím era una ternera bien adiestrada, le gustaba trillar. Pero yo hice pasar el yugo sobre su hermosa cerviz: yo unciré a Efraím, Judá tendrá que arar, Jacob pasará el rastrillo. 12 Siembren semillas de justicia, cosechen el fruto de la fidelidad, roturen un campo nuevo: es tiempo de buscar al Señor, hasta que él venga y haga llover para ustedes la justicia. 13 Ustedes han arado la maldad, han cosechado la injusticia, han comido el fruto de la mentira. Porque has confiado en tu poderío, en la multitud de tus guerreros, 14 habrá un tumulto en medio de tu pueblo; todas tus fortalezas serán devastadas, como Salmán devastó a Bet Arbel en el día del combate, cuando fue aplastada la madre con sus hijos. 15 Esto es lo que les hizo Betel, por la enorme maldad de ustedes: al despuntar el alba, el rey de Israel estará completamente perdido. 
 


Oseas 11
1 Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. 2 Pero cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los Baales y quemaban incienso a los ídolos. 3 ¡Y yo había enseñado a caminar a Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. 4 Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer. 5 Efraím volverá a Egipto y Asiria será su rey, porque rehusaron volver a mí. 6 La espada hará estragos en sus ciudades, destrozará los barrotes de sus puertas y los devorará a causa de sus intrigas. 7 Mi pueblo está aferrado a su apostasía: se los llama hacia lo alto, pero ni uno solo se levanta. 8 ¿Cómo voy a abandonarte, Efraím? ¿Cómo voy a entregarte, Israel? ¿Cómo voy a tratarte como a Admá o a dejarte igual que Seboím? Mi corazón se subleva contra mí y se enciende toda mi ternura: 9 no daré libre curso al ardor de mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con furor. 10 Ellos irán detrás del Señor ; él rugirá como un león, y cuando se ponga a rugir, sus hijos vendrán temblando del Occidente. 11 Vendrán temblando desde Egipto como un pájaro, y como una paloma, desde el país de Asiria; y yo los haré habitar en sus casas –oráculo del Señor–. 



 Eclesiástico 43,1-12
1 Orgullo del cielo es la limpidez del firmamento, y la bóveda celeste es un magnífico espectáculo. 2 El sol, cuando aparece, proclama a su salida qué admirable es la obra del Altísimo. 3 Al mediodía reseca la tierra, ¿y quién puede resistir su ardor? 4 Se atiza el horno para la forja, pero tres veces más abrasa el sol las montañas; él exhala los vapores ardientes y con el brillo de sus rayos enceguece los ojos. 5 ¡Qué grande es el Señor que lo ha creado! A una orden suya, él emprende su rápida carrera. 6 También la luna, siempre en el momento preciso, marca las épocas y señala los tiempos. 7 Su curso determina las fiestas: es un astro que decrece después de su plenilunio. 8 De ella recibe su nombre el mes; ella crece admirablemente en sus ciclos, es la insignia de los ejércitos acampados en las alturas, que brilla en el firmamento del cielo. 9 La gloria de los astros es la hermosura del cielo, un adorno luminoso en las alturas del Señor: 10 por la palabra del Santo, se mantienen en orden y no defeccionan de sus puestos de guardia. 11 Mira el arco iris y bendice al que lo hizo: ¡qué magnífico esplendor! 12 El traza en el cielo una aureola de gloria; lo han tendido las manos del Altísimo. 13 A una orden suya cae la nieve, y él lanza los rayos que ejecutan sus decretos; 14 es así como se abren las reservas y las nubes vuelan como pájaros. 15 Con su gran poder, condensa las nubes, que se pulverizan en granizo. 16a A su vista, se conmueven las montañas, 17a el fragor de su trueno sacude la tierra; 16b por su voluntad sopla el viento sur, 17b el huracán del norte y los ciclones. 18 Como bandada de pájaros, él esparce la nieve y, al bajar, ella se posa como la langosta; el resplandor de su blancura deslumbra los ojos y el espíritu se embelesa al verla caer. 19 Como sal sobre la tierra, él derrama la escarcha y, al congelarse, ella se convierte en espinas punzantes. 20 Sopla el viento frío del norte y el hielo se congela sobre el agua, se posa sobre toda masa de agua y la reviste como de una coraza, 21 Otro viento devora las montañas, abrasa el desierto y consume la hierba como un fuego. 22 Una niebla repentina pone remedio a todo eso, y el rocío refresca después del viento abrasador. 23 Conforme a su designio, él dominó el Abismo, y allí plantó las islas. 24 Los que navegan por el mar cuentan sus peligros y sus relatos nos parecen increíbles: 25 allí hay cosas extrañas y maravillosas, animales de todas clases y monstruos marinos. 26 Gracias a él, su mensajero llega a buen puerto, y por su palabra se ordenan todas las cosas. 27 Por mucho que digamos, nunca acabaremos; en una sola palabra: él lo es todo. 28 ¿Dónde hallar la fuerza para glorificarlo? Porque él es el Grande, superior a todas sus obras, 29 Señor temible y soberanamente grande: su poder es admirable. 30 ¡Glorifiquen al Señor, exáltenlo cuanto puedan, y él siempre estará por encima! Para exaltarlo, redoblen sus fuerzas, no se cansen, porque nunca acabarán. 31 ¿Quién lo ha visto, para poder describirlo? ¿Quién la alabará conforme a lo que es? 32 Hay muchas cosas ocultas más grandes todavía, porque sólo hemos visto algunas de sus obras. 33 El Señor ha hecho todas las cosas y a los hombres buenos les dio la sabiduría.



Apocalipsis 18
1 Después vi que otro Angel descendía del cielo con gran poder, mientras la tierra se iluminaba con su resplandor. 2 Y gritó con voz potente: «¡Ha caído, ha caído Babilonia, la grande! Se ha convertido en refugio de demonios, en guarida de toda clase de espíritus impuros y en nido de aves impuras y repugnantes. 3 Porque todos los pueblos han bebido el vino embriagante de su prostitución, los reyes de la tierra han fornicado con ella y los comerciantes del mundo se han enriquecido con su lujo desenfrenado». 4 En seguida oí otra voz que venía del cielo y decía: «Ustedes, que son mi pueblo, huyan de esa ciudad, para no hacerse cómplices de sus pecados ni ser castigados con sus plagas. 5 Porque sus pecados se han amontonado hasta el cielo y Dios se ha acordado de sus iniquidades. 6 Páguenle con su propia moneda, retribúyanle el doble de lo que ha hecho, sírvanle una porción doble en la copa de sus brebajes. 7 Provóquenle tormentos y dolor en la medida de su fastuosidad y de su lujo. Porque ella se jacta, diciendo: Estoy sentada como una reina, no soy viuda y jamás conoceré el duelo. 8 Por eso, en un solo día, caerán sobre ella las plagas que merece: peste, llanto y hambre. Y será consumida por el fuego, porque el Señor Dios que la ha condenado es poderoso». 9 Los reyes de la tierra, que fornicaron con ella y compartieron su vida lujosa, al ver la humareda del incendio, llorarán y se lamentarán por ella, 10 manteniéndose a distancia ante el horror de sus tormentos: «¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad, Babilonia, la ciudad poderosa! Bastó una hora para que recibieras tu castigo». 11 También los comerciantes de la tierra lloran y están de duelo por ella, porque ya nadie les compra sus mercancías: 12 objetos de oro y de plata; piedras preciosas, perlas, telas de lino y de púrpura, de seda y de escarlata; maderas aromáticas; objetos de marfil, de maderas finas, de bronce, de hierro y de mármol; 13 canela, ungüento perfumado, perfumes, mirra e incienso; vino, aceite, harina y trigo; animales de carga, ovejas, caballos y carros; esclavos y seres humanos... 14 «Ya no verás más los frutos que tanto deseabas: has perdido esos productos delicados y espléndidos, y nunca más se los encontrará». 15 Los que traficaban con esos productos y se habían enriquecido a costa de ella, se mantendrán a distancia ante el horror de sus tormentos, llorando y lamentándose»: 16 «¡Ay, ay! ¡La gran Ciudad! Estaba vestida de lino fino, de púrpura y de escarlata, resplandeciente de oro, de piedras preciosas y de perlas. 17 ¡Y en una hora fue arrasada tanta riqueza!». Los capitanes, los que navegan por las costas, los marinos y todos los que viven del mar, se mantuvieron a distancia, 18 y contemplando la humareda del incendio, exclamaban: «¡Ninguna ciudad se podía comparar a la gran Ciudad!». 19 Y echándose tierra sobre su cabeza, llorando y lamentándose, decían: «¡Ay, ay! ¡La gran ciudad! Con su opulencia se enriquecieron todos los que poseían barcos en el mar. ¡Y en una hora ha sido arrasada!». 20 «Que se alegre el cielo a causa de su ruina, y alégrense ustedes, los santos, los apóstoles y los profetas, porque al condenarla, Dios les ha hecho justicia». 21 Y un Angel poderoso tomó una piedra del tamaño de una rueda de molino y la arrojó al mar, diciendo: «Así, de golpe, será arrojada Babilonia, la gran Ciudad, y nunca más se la verá». 22 Ya no se escuchará dentro de ti el canto de los que tocan el arpa y de los músicos, de los flautistas y de los trompetistas; ya no se encontrarán artesanos de los diversos oficios, ni se escuchará el sonido de la rueda del molino. 23 No volverá a brillar la luz de la lámpara, ni tampoco se escuchará la voz de los recién casados. Porque tus comerciantes eran los grandes de la tierra, y con tus encantos sedujiste a todos los pueblos. 24 En ella fue derramada la sangre de los profetas y de los santos, y de todos aquellos que han sido inmolados en la tierra.