DIA 322--Ezequiel 4--7 Eclesiástico 28,1-12 Juan 19,1-22



Ezequiel 4

1 Hijo de hombre, toma un ladrillo, colócalo delante de ti y graba sobre él la ciudad de Jerusalén.
2 Luego la sitiarás: levantarás contra ella torres de asedio, harás terraplenes, instalarás campamentos y emplazarás a su alrededor máquinas de guerra.
3 Toma en seguida una sartén de hierro y colócala como muro de hierro entre ti y la ciudad. Mírala fijamente: ella quedará sitiada y tú serás el que la asedia. Esto es una señal para los israelitas.
4 Acuéstate sobre el lado izquierdo, y yo pondré sobre ti las culpas de los israelitas; tú cargarás con sus culpas durante todo el tiempo que estés acostado sobre ese lado.
5 Yo te he fijado un número de días equivalente a los años de su iniquidad: por eso, durante trescientos noventa días cargarás con las culpas del pueblo de Israel.
6 Al cabo de estos días, te acostarás por segunda vez, sobre el lado derecho, y cargarás con las culpas del pueblo de Judá durante cuarenta días: yo te he fijado un día par cada año.
7 Después dirigirás tu rostro y tu brazo desnudo hacia el asedio de Jerusalén y profetizarás contra ella.
8 Yo te ato con sogas, para que no puedas darte vuelta de un lado a otro, hasta que hayas cumplido los días de tu asedio.
9 Toma también trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y espelta: échalos en un recipiente y prepárate con eso la comida. Tú comerás de ese pan durante todo el tiempo que estés acostado de un lado, o sea durante ciento noventa días.
10 Cada día pesarás una ración de veinte siclos, y la comerás a una hora determinada.
11 También beberás el agua medida –la sexta parte de un hin– y la beberás a una hora determinada.
12 Prepararás este alimento en forma de galleta de cebada y lo cocerás sobre excrementos humanos, a la vista del pueblo.
13 Y tú dirás: «así habla el Señor, el Dios de Israel: Así de impuro será el pan que comerán los israelitas, entre las naciones adonde yo los arrojaré».
14 Entonces exclamé: ¡Señor, yo nunca he incurrido en impureza! Desde mi infancia hasta el presente, jamás he comido un animal encontrado muerto o despedazado, ni ha entrado carne impura en mi boca.
15 El me respondió: «Está bien, te permito que en lugar de excrementos humanos uses bosta de vaca para hacer tu pan».
16 Luego añadió: «Hijo de hombre, yo acabaré con las reservas de pan que hay en Jerusalén: comerán angustiosamente el pan racionado y beberán ansiosamente el agua medida.
17 De esta manera, al faltar el pan y el agua, todos desfallecerán y se pudrirán a causa de sus culpas».


Ezequiel 5

1 Hijo de hombre, toma mi espada afilada, úsala como navaja de afeitar y pásala por tu cabeza y por tu barba; después toma una balanza y divide en partes el pelo que hayas cortado.
2 Una tercera parte, la quemarás en medio de la ciudad, cuando se cumplan los días del asedio: la otra tercera parte, la cortarás con la espada, alrededor de toda la ciudad; y la tercera parte restante, la esparcirás al viento –y yo desenvainaré la espada detrás de ellos–.
3 De esta última parte, tomarás una pequeña cantidad y la recogerás en tu manto.
4 Y de allí mismo, recogerás unos pocos cabellos, los arrojarás al fuego y los quemarás. De allí saldrá fuego sobre todo Israel.
5 Así habla el Señor: Esta es la ciudad de Jerusalén. Yo le había puesto en medio de las naciones, con otro países a su alrededor.
6 Pero ella se rebeló contra mis leyes con una maldad mayor que la de las naciones, y contra mis preceptos, más que los países que la rodean. Sí, han despreciado mis leyes y no han seguido mis preceptos.
7 Por eso, así habla el Señor: Porque ustedes han sido más rebeldes que las naciones que los rodean y no han seguido mis preceptos, porque no han practicado mis leyes y ni siquiera han procedido según las costumbres de las naciones que los rodean,
8 por eso, así habla el Señor: Yo también me pongo contra ti y haré justicia a la vista de todas las naciones:
9 haré contigo lo que nunca hice ni haré jamás, a causa de todas tus abominaciones.
10 Por eso, los padres comerán a sus hijos, y los hijos comerán a sus padres; te infligiré justos castigos y dispersaré a todos los vientos todo lo que reste de ti.
11 Por eso, juro por mi vida –oráculo del Señor–: por haber contaminado mi Santuario con todos tus horrores y todas tus abominaciones, también yo te arrasaré, sin una mirada de piedad y sin compadecerme.
12 Una tercera parte de tu pueblo morirá por la peste y perecerá de hambre en medio de ti; la otra tercera parte caerá al filo de la espada en tus alrededores; y a la tercera parte restante, la dispersaré a todos los vientos y desenvainaré la espada detrás de ellos.
13 Desahogaré mi ira, saciaré mi furor contra ellos y me vengaré; y cuando haya desahogado mi furor contra ellos, sabrán que yo, el Señor, he hablado llevado por mis celos.
14 Te convertiré en ruinas y en oprobio entre las naciones que te rodean, a los ojos de todos los que pasen.
15 Serás oprobio y objeto de ultraje, escarmiento y motivo de horror para las naciones que te rodean, cuando yo te inflija justos castigos con ira, con indignación y con violentos reproches. Yo, el Señor, he hablado.
16 Y cuando arroje contra ustedes las flechas siniestras del hambre, las flechas exterminadoras que enviará para destruirlos, yo les haré pasar hambre y acabaré con las reservas de pan.
17 Enviaré contra ustedes el hambre y las bestias feroces, y ellas te privaran de tus hijos; pasarán por ti la peste y la sangre, y haré venir la espada contra ti. Yo, el Señor, he hablado.




Ezequiel 6

1 La palabra del Señor me llegó en estos términos:
2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia las montañas de Israel y profetiza contra ellas.
3 Dirás: Montañas de Israel, escuchen la palabra del Señor. Así habla el Señor a las montañas y a las colinas. Yo haré caer la espada sobre ustedes y haré desaparecer sus lugares altos.
4 Sus altares serán devastados, sus braseros para el incienso serán destrozados y haré caer los cadáveres de ustedes delante de sus ídolos.
5 Pondré los cadáveres de los israelitas delante de sus ídolos y dispersaré sus huesos alrededor de sus altares.
6 En todos los lugares donde ustedes habiten, las ciudades quedarán en ruinas y los lugares altos serán devastados. Así quedarán en ruinas y execrados sus altares, destrozados y arrasados sus ídolos, derribados sus braseros para el incienso y aniquiladas sus obras.
7 Los cadáveres caerán en medio de ustedes, y así sabrán que yo soy el Señor.
8 Pero yo dejaré mi resto. Y cuando los que se hayan librado de la espada estén en medio de las naciones, cuando ustedes sean dispersados entre los pueblos,
9 los sobrevivientes se acordarán de mí, en medio de las naciones donde hayan sido deportados. Yo desgarraré su corazón prostituido que se apartó de mi y sus ojos que se prostituyeron detrás de sus ídolos; sentirán horror de sí mismos por las maldades que cometieron con todas sus abominaciones.
10 Y sabrán que yo, el Señor, no en vano los amenacé con estos males.
11 Así habla el Señor: Aplaude, patalea y di: «bien hecho!», por todas las execrables abominaciones del pueblo de Israel, que va a perecer por la espada, el hambre y la peste.
12 El que está lejos morirá por la peste; el que está cerca caerá bajo la espada; y el que quede sitiado morirá de hambre. Así desahogaré mi furor contra ellos.
13 Y ustedes sabrán que yo soy el Señor, cuando sus cadáveres estén en medio de sus ídolos, alrededor de sus altares, en toda colina elevada y en todas las cumbres de las montañas, bajo todo árbol frondoso y bajo todo terebinto tupido, allí mismo donde ofrecían perfume agradable a todos sus ídolos.
14 Extenderé mi mano contra ellos, haré del país una devastación y una desolación, desde el desierto hasta Riblá, en todos los lugares donde habitan, y ellos sabrán que yo soy el Señor.




Ezequiel -7

1 La palabra del Señor me llegó en estos términos:
2 Y tú, hijo de hombre, di: Así habla el Señor a la tierra de Israel: ¡Es el fin! Llega el fin sobre los cuatro extremos del país.
3 ¡Ya ha llegado tu fin! Voy a derramar mi ira sobre ti, te juzgaré según tu conducta y haré recaer sobre ti todas tus abominaciones.
4 No te miraré con piedad y no me compadeceré, porque haré recaer sobre ti tu mala conducta, y tus abominaciones persistirán en medio de ti: así ustedes sabrán que yo soy el Señor.
5 Así habla el Señor: ¡Una desgracia nunca vista! ¡Ya llega la desgracia!
6 ¡Llega el fin, se acerca el fin para ti, ya es inminente!
7 ¡Te toca el turno, habitante del país! Llega el tiempo, el día está cerca. ¡Hay confusión y no alegría en las montañas!
8 Ahora, en seguida, derramaré mi furor sobre ti, desahogaré mi ira contra ti, te juzgaré según tu conducta y haré recaer sobre ti todas tus abominaciones.
9 No te miraré con piedad y no me compadeceré, haré recaer sobre ti tu mala conducta, y tus abominaciones persistirán en medio de ti: así ustedes sabrán que yo, el Señor, soy el que golpeo.
10 ¡Ya llega el día, ay llega! ¡Te toca el turno, ha florecido la vara, ha germinado el orgullo!
11 La violencia se ha alzado como vara de maldad. No queda nada de ellos, nada de su tumulto ni de su agitación; no hay tregua para ellos.
12 Ha llegado el tiempo, el día es inminente; que el comprador no se alegre ni el vendedor se entristezca, porque la ira amenaza a toda la multitud.
13 No, el vendedor no recuperará lo que ha vendido, aunque siga viviendo. Porque la visión que amenaza a la multitud no será revocada, y a causa de su iniquidad, nadie podrá retener su vida.
14 Tocarán la trompeta y se harán los preparativos, pero nadie acudirá al combate, porque mi ira amenaza a toda la multitud.
15 ¡Afuera la espada, adentro la peste y el hambre! El que está en el campo morirá por la espada y al que está en la ciudad, lo consumirán el hambre y la peste.
16 Los sobrevivientes huirán, y estarán en las montañas como las palomas de los valles; y todos morirán, cada uno por su culpa.
17 Todas las manos desfallecerán y flaquearán todas las rodillas.
18 Se vestirán de sayal y los invadirá el pánico; habrá confusión en todos los rostros y todas las cabezas serán rapadas.
19 Arrojarán su plata por las calles y su oro se convertirá en basura: su plata y su oro no podrán salvarlos el día del furor del Señor. No saciarán su avidez, ni llenarán sus entrañas, porque el oro y la plata fueron la piedra de tropiezo que los hizo caer en la iniquidad
20 Pusieron su orgullo en la hermosura de sus joyas e hicieron con ellas las imágenes abominables de sus ídolos. Por eso las convertiré en inmundicia:
21 las entregaré como botín a los extranjeros y como despojos a los impíos de la tierra, y ellos las profanarán.
22 Apartaré de ellos mi rostro y mi tesoro será profanado: entrarán en él los invasores y lo profanarán.
23 Llevarán a cabo una matanza porque el país está lleno de juicios por homicidio y la ciudad llena de violencia.
24 Haré venir a las naciones más feroces, para que se adueñen de sus casas; acabaré con la soberbia de los poderosos y serán profanados sus santuarios.
25 ¡Llega la angustia! Buscarán la paz, pero no la tendrán;
26 vendrá una desgracia sobre otra y una mala noticia tras otra. Implorarán una visión al profeta, le faltará la enseñanza al sacerdote y el consejo a los ancianos.
27 El rey estará de duelo, el príncipe se cubrirá de desolación y temblarán las manos de la gente. Yo los trataré conforme a su conducta, los juzgaré según sus juicios, y sabrán que yo soy el Señor.


Eclesiástico 28,1-12

1 El hombre vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de todos sus pecados.
2 Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados.
3 Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane?
4 No tiene piedad de un hombre semejante a él ¡y se atreve a implorar por sus pecados!
5 El, un simple mortal, guarda rencor: ¿quién le perdonará sus pecados?
6 Acuérdate del fin, y deja de odiar; piensa en la corrupción y en la muerte, y sé fiel a los mandamientos;
7 acuérdate de los mandamientos, y no guardes rencor a tu prójimo; piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa.
8 Evita los altercados y pecarás mucho menos, porque el hombre iracundo enciende las disputas.
9 El pecador siembra la confusión entre los amigos y crea división entre los que vivían en paz.
10 El fuego arde según el combustible, y la disputa se enciende en la medida del empecinamiento; según sea su fuerza, será la furia de un hombre, y según su riqueza, dará libre curso a su ira.
11 Una discordia repentina enciende un fuego, y una disputa precipitada hace correr la sangre.
12 Si soplas una chispa, se inflama; si le escupes encima, se extingue, y ambas cosas salen de tu boca.



Juan 19,1-22

1 Pilato mandó entonces azotar a Jesús.
2 Los soldados tejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo revistieron con un manto rojo,
3 y acercándose, le decían: «¡Salud, rey de los judíos!», y lo abofeteaban.
4 Pilato volvió a salir y les dijo: «Miren, lo traigo afuera para que sepan que no encuentro en él ningún motivo de condena».
5 Jesús salió, llevando la corona de espinas y el manto rojo. Pilato les dijo: «¡Aquí tienen al hombre!».
6 Cuando los sumos sacerdotes y los guardias lo vieron, gritaron: «¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «Tómenlo ustedes y crucifíquenlo. Yo no encuentro en él ningún motivo para condenarlo».
7 Los judíos respondieron: «Nosotros tenemos una Ley, y según esa Ley debe morir porque él pretende ser Hijo de Dios».
8 Al oír estas palabras, Pilato se alarmó más todavía.
9 Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no lo respondió nada.
10 Pilato le dijo: «¿No quieres hablarme? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y también para crucificarte?».
11 Jesús le respondió: «Tú no tendrías sobre mí ninguna autoridad, si no la hubieras recibido de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti ha cometido un pecado más grave».
12 Desde ese momento, Pilato trataba de ponerlo en libertad. Pero los judíos gritaban: «Si lo sueltas, no eres amigo del César, porque el que se hace rey se opone al César».
13 Al oír esto, Pilato sacó afuera a Jesús y lo hizo sentar sobre un estrado, en el lugar llamado «el Empedrado», en hebreo, «Gábata».
14 Era el día de la Preparación de la Pascua, alrededor del mediodía. Pilato dijo a los judíos: «Aquí tienen a su rey».
15 Ellos vociferaban: «¡Que muera! ¡Que muera! ¡Crucifícalo!». Pilato les dijo: «¿Voy a crucificar a su rey?». Los sumos sacerdotes respondieron: «No tenemos otro rey que el César».
16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucifiquen, y ellos se lo llevaron.
17 Jesús, cargando sobre sí la cruz, salió de la ciudad para dirigirse al lugar llamado «del Cráneo», en hebreo «Gólgota».
18 Allí lo crucificaron; y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio.
19 Pilato redactó una inscripción que decía: "Jesús el Nazareno, rey de los judíos", y la hizo poner sobre la cruz.
20 Muchos judíos leyeron esta inscripción, porque el lugar donde Jesús fue crucificado quedaba cerca de la ciudad y la inscripción estaba en hebreo, latín y griego.
21 Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "El rey de los judíos". sino: "Este ha dicho: Yo soy el rey de los judíos"».
22 Pilato respondió: «Lo escrito, escrito está».