DIA 187--2 Crónicas 1--3 Proverbios 17,1-15 Romanos 5


2 Crónicas 1
Salomón recibe la sabiduría
1 Salomón, hijo de David, se afirmó en su reino; Yavé, su Dios, estaba con él y lo engrandeció sobremanera. 2 Salomón reunió a todo Israel, a los jefes de mil y de cien, a los jueces, a los príncipes de todo Israel, a los jefes de las casas paternas; 3 luego se fue con toda la asamblea al Santuario de Loma de Ga baón, donde estaba la Tienda de las Citas Divinas, que Moisés, siervo de Yavé, había hecho en el desierto. 4 Pero el Arca de Dios había sido trasladada por David de Cariatiarim al lugar que él le había preparado, pues había alzado para ella una tienda en Jerusalén.
5 El altar de bronce que había hecho Betsaleel, hijo de Urí, hijo de Jur, estaba allí ante la Morada de Yavé en que Salomón y la asamblea vinieron a adorar a Yavé. 6 Salomón sacrificó allí en el altar de bronce que estaba ante la Tienda de las Citas, ofreciendo mil holocaustos a Yavé.
7 Durante la noche se apareció Yavé a Salomón y le dijo: «Pide lo que quieras que te dé», 8 y Salomón respondió a Yavé: «Tú hiciste con David, mi padre, gran misericordia, y a mí me has hecho reinar en su lugar. 9 Ahora, pues, ¡oh Yavé!, se cumple tu promesa a David, mi padre, ya que me has hecho rey de un pueblo numeroso como el polvo de la tierra. 10 Dame, pues, la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a este pueblo, porque ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo?»
11 Yavé dijo a Salomón: «Ya que éste es tu deseo y no has pedido riquezas ni bienes, ni gloria ni la muerte de tus enemigos, ni tampoco has pedido larga vida, sino que me has pedido la sabiduría y el entendimiento para gobernar a mi pueblo, del cual te he hecho rey, 12 por eso desde ahora te doy sabiduría y entendimiento, y además te daré riquezas, bienes y gloria como no las tuvieron nunca los reyes que fueron antes de ti, ni las tendrá ninguno de los que vengan después de ti.»
13 Salomón dejó el Santuario de Ga baón, y volvió a Jerusalén lejos de la Tienda de las Citas y reinó sobre Israel.
14 Salomón juntó carros y caballerías; tuvo mil cuatrocientos carros, doce mil caballos, que distribuyó entre las ciudades donde tenía los carros, y en Jerusalén, cerca del rey. 15 El rey hizo que la plata y el oro fueran abundantes en Jerusalén como las piedras, y los cedros como los sicómoros en la Tierra Baja. 16 Los caballos de Salomón procedían de Cilicia; los mercaderes del rey los adquirían en Cilicia por su precio en dinero. 17 Traían de allí un carro por seiscientos siclos de plata, y un caballo por ciento cincuenta. Los traían también como intermediarios para todos los reyes de los heteos y todos los reyes de Aram. 18 Decidió, pues, Salomón edificar una Casa al nombre de Yavé y otra para sí.



2 Crónicas 2
Salomón e Hiram

1 Salomón alistó setenta mil hombres para transportar cargas, ochenta mil canteros en el monte y tres mil seiscientos capataces para ellos.
2 Salomón mandó a decir a Hiram, rey de Tiro: «Haz conmigo como hiciste con mi padre David, enviándole maderas de cedro para que se construyera una casa en que vivir. 3 Te hago saber que voy a edificar una Casa al nombre de Yavé, mi Dios, para consagrársela, para quemar ante él incienso aromático, para la ofrenda perpetua de los panes presentados, y para los holocaustos de la mañana y de la tarde, de los sábados, lunas nuevas, solemnidades de Yavé, nuestro Dios, como se hace siempre en Israel.
4 La Casa que voy a edificar será grande, porque nuestro Dios es mayor que todos los dioses. 5 Pero ¿quién será capaz de construirle una Casa, cuando los cielos y los Cielos de los cielos no pueden contenerlo? ¿Y por qué le edificaría yo una Casa, sino solamente para quemar incienso en su presencia? 6 Mándame, pues, un hombre hábil en trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la púrpura escarlata, el carmesí y la púrpura violeta, y que sepa grabar; estará con los artesanos que tengo conmigo en Judá y en Jerusalén, y que mi padre David ya puso a mi disposición.
7 Envíame también madera de cedro, de ciprés y de sándalo, pues yo sé que tus siervos entienden de cortar los árboles del Líbano; 8 y los míos trabajarán con los tuyos para preparar la gran cantidad de madera, pues la casa que yo deseo construir ha de ser grande y magnífica. 9 Yo daré a tus siervos que se ocupen de cortar y derribar los árboles veinte mil cargas de trigo y otras tantas de cebada, veinte mil medidas de vino y veinte mil medidas de aceite: todo esto para su mantenimiento.»
10 Hiram, rey de Tiro, respondió en una carta que dirigió a Salomón: «Porque ama Yavé a su pueblo, te ha hecho rey de él.» 11 Y decía también: «Bendito Yavé, Dios de Israel, que ha hecho los cielos y la tierra y ha dado al rey David un hijo sabio, entendido y prudente, digno de edificar la Casa de Yavé y la Casa real. 12 Yo, pues, te mando un hombre hábil y entendido, a Hiram-Abi, 13 hijo de una mujer de la tribu de Dan y de padre tirio, que sabe trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra, la madera, la púrpura, el jacinto, el lino y la escarlata, y grabar toda clase de figuras; es capaz de realizar cualquier cosa que le pidas.
13 El trabajará con sus obreros y con los de David, mi señor, tu padre. 14 Manda tú, pues, mi señor, a tus siervos el trigo y la cebada, el aceite y el vino que has ofrecido. 15 Nosotros cortaremos en el Líbano toda la madera que necesites, y la pondremos en balsas, para llevarla por mar hasta Jope; luego la llevarás de allí a Jerusalén.»
16 Salomón hizo la cuenta de todos los extranjeros que había en la tierra de Is rael, según el censo hecho por David, su padre; y se halló que eran ciento cincuenta y tres mil seiscientos. 17 De ellos destinó setenta mil para el transporte de cargas, ochenta mil para las canteras en las montañas y tres mil seiscientos como capataces para hacer trabajar al pueblo.



2 Crónicas 3
Construcción del Templo

1 Salomón comenzó, pues, a edificar la Casa de Yavé en Jerusalén, en el monte Moria, donde Dios se había manifestado a su padre David. Era el lugar preparado por David, la era de Ornán el jebuseo. 2 Dio comienzo a las obras el día dos del segundo mes del año cuarto de su reinado.
3 La Casa de Dios que Salomón edificó tenía sesenta codos de longitud, en codos de medida antigua; y veinte codos de anchura. 4 El vestíbulo que estaba delante tenía una longitud de veinte codos, correspondientes al ancho de la casa, y una altura de ciento veinte. Salomón lo recubrió por dentro de oro puro. 5 Revistió la sala grande de madera de ciprés y la recubrió de oro fino, haciendo esculpir en ella palmas y cadenillas. 6 Para adornar la Casa la revistió también de piedras preciosas; el oro era oro de Parvaim. 7 Recubrió de oro la Casa, las vigas, los umbrales, sus paredes y sus puertas, y esculpió querubines sobre las paredes.
8 Construyó también la sala del Lugar Santísimo, cuya longitud, correspondiente al ancho de la Casa, era de veinte codos y su anchura igualmente de veinte codos. Lo revistió de oro puro, por seiscientos talentos. 9 Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. Cubrió también de oro las salas altas. 10 En el interior de la sala del Lugar Santísimo hizo los querubines de metal forjado, que revistió de oro. 11 Las alas de los querubines se extendían por todo el largo, es decir, veinte codos. Cada ala tenía cinco codos; una tocaba la pared de la sala; la otra tocaba el ala del otro querubín. 12 El ala del segundo querubín era de cinco codos y tocaba la pared de la sala; la otra ala tenía también cinco codos y estaba pegada con el ala del primer querubín. 13 Las alas desplegadas de estos querubines medían veinte codos. Estaban de pie, y con sus caras vueltas hacia la Casa.
14 Hizo también la cortina de púrpura violeta, púrpura escarlata, carmesí y lino fino, y en ella hizo poner querubines. 15 Delante de la sala hizo dos columnas de treinta y cinco codos de alto. El capitel que las coronaba tenía cinco codos. 16 Hizo cadenillas y las colocó sobre los remates de las columnas, hizo también cien granadas, que puso en las cadenillas. 17 Alzó las columnas delante del Lugar Santo, una a la derecha y otra a la izquierda, llamó a la de la derecha Yakim y a la de la izquierda Boaz.


Proverbios 17,1-15
1 Más vale un trozo de pan seco en paz que una casa bien abastecida donde hay peleas.
2 Un servidor astuto le ganará al hijo indigno; compartirá la herencia junto con los hijos.
3 Hay crisol para la plata, y horno para el oro; Yavé es el que sondea los corazones.
4 El malvado escucha al mal consejero, el mentiroso le presta atención al que deforma.
5 El que se burla de los pobres insulta a su Creador; el que se alegra de la desgracia ajena no quedará sin castigo.
6 Los nietos son la corona de los ancianos, así como los padres son el orgullo de sus hijos.
7 Un lenguaje noble no le cae bien a un tonto, y menos aún la mentira a un príncipe.
8 La gratificación, varita mágica para el que la usa, da resultados dondequiera que uno vaya.
9 Si se perdona una falta, se refuerza la amistad; si uno la da a conocer, perderá a su amigo.
10 Una amonestación tiene más efecto sobre un hombre inteligente que cien bastonazos sobre un tonto.
11 El malvado sólo piensa en rebelarse, pero se le mandará un ángel de infortunio.
12 Es mejor toparse con una osa privada de sus crías que con un tonto en su delirio.
13 Si uno devuelve mal por bien, la desgracia no se apartará de su casa.
14 Entablar un juicio es como abrir una represa; desístete antes que se dé curso a la demanda.
15 Absolver al culpable, condenar al inocente: ambas cosas son igualmente odiosas para Yavé.



Romanos 5
Ahora estamos en paz con Dios

1 Por la fe, pues, hemos sido “hechos justos” y estamos en paz con Dios por medio de Jesucristo, nuestro Señor. 2 Por él hemos tenido acceso a este estado de gracia e incluso hacemos alarde de esperar la misma Gloria de Dios.
3 Incluso no nos acobardamos en las tribulaciones, sabiendo que la prueba ejercita la paciencia, 4 que la paciencia nos hace madurar y que la madurez aviva la esperanza, 5 la cual no quedará frustrada, pues ya se nos ha dado el Espíritu Santo, y por él el amor de Dios se va derramando en nuestros corazones.
6 Fíjense cómo Cristo murió por los pecadores, cuando llegó el momento, en un tiempo en que éramos impotentes. 7 Difícilmente aceptaríamos morir por una persona “justa”; tratándose de una buena persona, tal vez alguien se atrevería a sacrificar su vida. 8 Pero Dios dejó constancia del amor que nos tiene: Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores. 9 Con mucha más razón ahora nos salvará del castigo si, por su sangre, hemos sido hechos justos y santos. 10 Cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo; con mucha más razón ahora su vida será nuestra plenitud. 11 No sólo eso: nos sentiremos seguros de Dios gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, por medio del cual hemos obtenido la reconciliación.
Adán y Cristo
12 Pues bien, un solo hombre hizo entrar el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Después la muerte se propagó a todos los hombres, ya que todos pecaban. 13 No había Ley todavía, pero el pecado ya estaba en el mundo. Mientras no había Ley, no se podía inculpar al pecador, pero no obstante el pecado estaba en el mundo. 14 Por eso, desde Adán hasta Moisés, la muerte tuvo poder, incluso sobre aquellos que no desobedecían abiertamente como en el caso de Adán, siendo todo esto figura del que estaba viniendo.
15 Así fue la caída, pero el don de Dios no tiene comparación. Pues si todos mueren por la falta de uno solo, la gracia de Dios se multiplica más todavía cuando este don gratuito pasa de un solo hombre, Jesucristo, a toda una muchedumbre. 16 No hay comparación entre el pecado de uno y el don de Dios en la hora presente. Pues el juicio de un solo pecado terminó en condena, pero el p[erdón de muchos pecados termina en absolución. 17 Y si bien reinó la muerte por culpa de uno y debido a uno solo, con mucha mayor razón gracias a uno solo, Jesucristo, todos aquellos que aprovechan el derroche de la gracia y el don de la “justicia” reinarán en la vida.
18 Pues si es verdad que una sola transgresión acarreó sentencia de muerte para todos, asimismo la reabsolución merecida por uno solo procuró perdón y vida a todos. 19 Y así como la desobediencia de uno solo hizo pecadores a muchos, así también por la obediencia de uno solo toda una multitud es constituida “justa”.
20 Al sobrevenir la Ley, se multiplicaron los delitos, pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia. 21 Y del mismo modo que el pecado estableció su reinado de muerte, así también debía reinar la gracia que, al hacernos “justos”, nos lleva a la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor.