DIA 173--2 Reyes 20--22 Proverbios 10,1-16 2 Corintios 4


2 Reyes 20
La enfermedad de Ezequías
1 Por ese tiempo, contrajo Ezequías una enfermedad mortal. Fue a verlo el profeta Isaías, hijo de Amós, y le dijo: «Esto dice Yavé: Arregla las cosas de tu familia porque vas a morir. No te sanarás». 2 Entonces Ezequías dio vuelta la cara contra la pared e hizo a Yavé esta súplica: 3 «¡Oh Yavé, te lo suplico, acuérdate como he caminado delante de ti con sinceridad y con un corazón fiel! He hecho lo que es justo a tus ojos». Y Ezequías lloró y lloró mucho.
4 Todavía no salía Isaías del patio central cuando le fue dirigida la palabra de Yavé: 5 «Vuelve y di a Ezequías, el jefe de mi pueblo. Esto dice Yavé, el Dios de David, tu padre: Oí tu plegaria y vi tus lágrimas. Voy a sanarte; dentro de tres días subirás a la casa de Yavé. 6 Agregaré quince años a tu vida. Además te libraré a ti y a esta ciudad de manos del rey de Asur, protegeré esta ciudad debido a mí mismo y a mi servidor David».
8 Ezequías dijo a Isaías: «¿Cómo estaré seguro de que Yavé me sanará y de que en tres días más subiré a la casa de Yavé? Quisiera una prueba de ello». 9 Isaías le respondió: «Esta es la prueba que te da Yavé para mostrarte que cumplirá la palabra que dijo: ¿Quieres que la sombra avance diez grados o que retroceda otro tanto?» 10 Ezequías le dijo: «No es difícil para la sombra avanzar diez grados, pero es muy distinto que la sombra retroceda diez». 11 Entonces el profeta Isaías oró a Yavé e hizo que la sombra retrocediera diez grados de los que ya había recorrido en la graduación de Ajaz. 7 Isaías dijo entonces: «Traigan una torta de higos». La trajeron y se la pusieron en la úlcera, y el rey sanó.
12 En aquel tiempo, Merodoc-Baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, mandó a Ezequías unas cartas con un regalo; pues se había informado de cómo se había Ezequías sanado de su enfermedad. 13 Eze quías se sintió tan contento que mostró a los embajadores todos sus tesoros, la plata, el oro, los perfumes, el aceite perfumado, las armas, en una palabra, todo lo que se guardaba en sus almacenes. Ezequías les mostró absolutamente todo lo que había en su palacio y en sus dependencias.
14 Entonces el profeta Isaías fue a ver al rey y le dijo: «¿Qué te dijeron esos hombres? ¿De dónde vinieron a verte?» Ezequías respondió: «Vienen de un lejano país, de Babilonia». 15 Isaías le dijo: «¿Qué vieron en tu palacio?» Ezequías le respondió: «Vieron todo lo que hay en mi palacio. No quedó nada en mis almacenes que no les mostré».
16 Isaías dijo a Ezequías: «Escucha esta palabra de Yavé: 17 Llegará el día en que se llevarán a Babilonia todo lo que hay en tu palacio, todo lo que tus padres juntaron hasta el día de hoy; no quedará nada, dice Yavé. 18 Se apoderarán de tus hijos salidos de ti, los que tú engendraste, y servirán como eunucos en el palacio del rey de Babilonia». 19 Ezequías respondió a Isaías: «¡Es buena esa palabra de Yavé que acabas de pronunciar!» Pues pensaba: «¡Qué me importa, con tal que durante mi vida haya paz y tranquilidad!»
20 El resto de los hechos de Ezequías, toda su valentía, la manera como hizo la pileta y el canal para traer el agua a la ciudad, todo eso está escrito en el Libro de las Crónicas de los reyes de Judá. 21 Ezequías se acostó con sus padres y en su lugar reinó su hijo Manasés.


2 Reyes 21
Manasés, rey impío
1 Manasés tenía doce años cuando subió al trono y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. Su madre se llamaba Hepsiba. 2 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé, siguiendo las prácticas vergonzosas de las naciones a las que Yavé había quitado el país para dárselo a los israelitas. 3 Reconstruyó los Altos Lugares que su padre Ezequías había hecho desaparecer. Erigió un altar a Baal e hizo un poste sagrado, tal como lo había hecho Ajab, rey de Israel; se postró ante todo el ejército de los Cielos y se puso a servirlo.
4 Levantó altares en la casa de Yavé, en ese templo del cual había dicho Yavé: «Instalaré mi nombre en Jerusalén». 5 Levantó altares a todo el Ejército de los cielos en los dos patios de la casa de Yavé. 6 Ofreció a su hijo como sacrificio en el fuego, practicó la astrología y la magia, instaló brujos y adivinos, y de muchas maneras provocó la cólera de Yavé haciendo lo que es malo a sus ojos. 7 Colocó la estatua de Asera que había hecho en la Casa de la cual Yavé había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo, en esta ciudad de Jerusalén que elegí entre todas las tribus de Israel, instalaré mi Nombre para siempre. 8 Si cumplen todo lo que les mandé, si practican la Ley que les ordenó mi servidor Moisés, haré que no vague más Israel lejos de la tierra que di a sus padres».
9 Pero no hicieron caso y Manasés los arrastró a hacer cosas peores aún que las hechas por las naciones que había destruido Yavé ante los israelitas. 10 Por eso declaró Yavé por boca de sus servidores los profetas: 11 »Manasés, rey de Judá, ha hecho cosas vergonzosas. Ha actuado peor aún que los amorreos que vivían antes aquí, y con sus ídolos ha hecho pecar a Judá. 12 Por lo cual, dice Yavé, Dios de Israel, voy a mandar sobre Jerusalén y Judá una desgracia tan grande que le tintinearán las orejas a quienes la oigan. 13 Arrasaré a Jerusalén tal como lo hice con Samaría, la trataré tal como a la casa de Ajab. Limpiaré a Jerusalén tal como se limpia un plato, al que lavan y luego lo ponen boca abajo. 14 Tiraré el resto de los que me pertenecen, los entregaré en manos de sus enemigos y se convertirán en la presa y el botín de todos sus enemigos. 15 Porque desde el día en que sus padres subieron desde Egipto hasta ahora, han hecho lo que es malo a mis ojos; y no han hecho más que enojarme».
16 Además del pecado que Manasés hizo cometer a Judá, haciendo lo que es malo a los ojos de Yavé, derramó hasta tal punto la sangre inocente, que Jerusalén quedó repleta de un extremo al otro.
17 El resto de los hechos de Manasés, todo lo que hizo, el pecado que cometió, todo eso está escrito en el Libro de las Crónicas de los reyes de Judá. 18 Manasés se acostó con sus padres y lo enterraron en el jardín de su casa, en el jardín de Uzza. En su lugar reinó Amón, su hijo.
Amón
19 Amón tenía veintidós años cuando subió al trono, y reinó dos años en Jerusalén; su madre era Mesulemet, hija de Jarús, de la ciudad de Yotbá. 20 Hizo lo que es malo a los ojos de Yavé, tal como su padre Manasés. 21 Siguió en todo los pasos de su padre, sirvió a las basuras a las que había servido su padre y se postró ante ellas. 22 Abandonó a Yavé, el Dios de sus padres, en vez de seguir por sus caminos.
23 Los servidores de Amón conspiraron contra él y asesinaron al rey en su palacio. 24 Pero los ciudadanos dieron muerte a todos los que habían conspirado contra el rey Amón; y en su lugar pusieron como rey a Josías, su hijo.
25 El resto de los hechos de Amón, lo que hizo, todo eso está escrito en el Libro de las Crónicas de los reyes de Judá. 26 Lo enterraron en la tumba de su padre, en el jardín de Uzza, y en su lugar reinó su hijo Josías.



2 Reyes 22
Descubrimiento de la Ley
1 Josías tenía ocho años cuando subió al trono y reinó treinta y un años en Jerusalén. 2 Hizo lo que es justo a los ojos de Yavé y caminó tras las huellas de su antepasado David, no apartándose ni a derecha ni a izquierda.
3 El año décimo octavo del rey Josías, el rey mandó a la casa de Yavé al secretario Safán, hijo de Asalías, hijo de Mesulam. 4 Le dijo: «Anda a ver al sumo sacerdote Helquías. Que cuente exactamente el dinero que ha sido depositado en la casa de Yavé y que los guardias de la puerta han recibido del pueblo. 5 Que se lo pase a los que dirigen los trabajos, a los que tienen a su cargo la casa de Yavé. Estos, a su vez, se lo darán a los obreros que ejecutan las obras en la casa de Yavé y que hacen las reparaciones de la Casa, 6 a los carpinteros, a los obreros de la construcción y a los albañiles, y con él se comprará también la madera y las piedras talladas para reparar la Casa. 7 Pero no se les pida cuentas del dinero que se les entregue porque son gente honrada».
8 El sumo sacerdote Helquías dijo entonces al secretario Safán: «En la casa de Yavé encontré el Libro de la Ley». Después se lo pasó a Safán quien lo leyó. 9 El secretario Safán fue luego a ver al rey y le entregó un informe, diciéndole: «Tus servidores reunieron el dinero que estaba en la Casa y se lo entregaron a los obreros encargados de la casa de Yavé». 10 En seguida el secretario Safán comunicó la noticia al rey: «El sacerdote Hel quías, le dijo, me pasó un libro». Y Safán lo leyó en presencia del rey.
11 Cuando el rey oyó las palabras del libro, rasgó su ropa. 12 El rey dio esta orden al sacerdote Hel quías, a Ajicam, hijo de Safán, a Acbor, hijo de Micaías, al secretario Safán y a su ministro Asaías: 13 «Vayan a consultar a Yavé por mí, por el pueblo y por todo Judá respecto a las palabras de este libro que se acaba de encontrar. Yavé debe estar listo para descargar sobre nosotros toda su cólera, porque nuestros padres desobedecieron las palabras de ese libro y no pusieron en práctica todo lo que allí está escrito».
14 Entonces el sacerdote Helquías, Ajicam, Acbor, Safán y Asaías fueron donde la profetisa Julda, que era esposa de Salum, hijo de Ticva, hijo de Jarjas, el custodio de la ropería, y que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Cuando la pusieron al tanto de lo sucedido, 15 les respondió: «Esto dice Yavé, Dios de Israel: Transmítan al hombre que los mandó donde mí 16 esta palabra de Yavé: «Haré que caigan sobre este lugar y sobre sus habitantes todas las desgracias anunciadas en el libro que leyó el rey de Judá. 17 Porque me abandonaron y ofrecieron incienso a otros dioses. Provocaron mi cólera con su conducta, por eso mi cólera en contra de este lugar será como un fuego que no se apaga.
18 Y al rey de Judá que los mandó a consultar a Yavé, le repetirán esta palabra de Yavé, Dios de Israel: 19 Tu corazón se ha conmovido y te has humillado delante de Yavé al oír lo que se dice en contra de este lugar y de sus habitantes, cuya suerte será espantosa, como una verdadera maldición. Rasgaste tu ropa y lloraste delante de mí y yo te he atendido, ¡oráculo de Yavé! 20 Por eso te reuniré con tus padres y te haré descender en paz a la tumba, para que no veas todas las desgracias que acarrearé sobre este lugar». Le llevaron al rey esa respuesta.



Proverbios 10,1-16
1 Proverbios de Salomón. Un hijo sabio es la alegría de su padre; un hijo insensato es la amargura de su madre.
2 Los tesoros mal adquiridos no se aprovechan; una vida honrada, en cambio, libra de la muerte.
3 Yavé no quiere que el justo padezca hambre, pero deja a los malvados insatisfechos.
4 La mano perezosa atrae la pobreza; la mano diligente se enriquece.
5 El hombre prevenido cosecha cuando es verano; pero es muy tonto el que duerme durante la cosecha.
6 Las bendiciones descenderán sobre la cabeza del justo, pero los gritos de los malvados quedarán ahogados.
7 La memoria del justo será bendecida, pero el nombre de los malvados se pudrirá.
8 El hombre de corazón sabio acepta los consejos, mientras que el pretencioso corre a su perdición.
9 El que camina con integridad va seguro, pero el que toma caminos equivocados pronto será desenmascarado.
10 Un guiño de ojo te acarrea problemas, un reproche restablecerá la paz.
11 La boca del hombre bueno es un manantial de vida, la de los malvados disimula la violencia.
12 El odio suscita las peleas, el amor perdona cualquier falta.
13 En los labios del hombre inteligente sólo hay sabiduría, la espalda del insensato merece palos.
14 Los sabios atesoran el saber, la boca del tonto derrama la desgracia.
15 La fortuna del rico le sirve de defensa, la pobreza del indigente provoca su desgracia.
16 Los trabajos del hombre honrado son sustento para su vida; las ganancias del malvado serán su ruina.


2 Corintios 4
Llevamos este tesoro en vasos de barro
1 Ese es nuestro ministerio, y como lo tenemos por gracia de Dios, no nos desanimamos. 2 No nos callamos por falsa vergüenza; no andamos con rodeos ni desvirtuamos la palabra de Dios; manifestando la verdad, merecemos ante Dios que cualquier conciencia humana nos apruebe.
3 Si a pesar de eso permanece oscuro el Evangelio que proclamamos, la oscuridad es para los que se pierden. 4 Se niegan a creer, porque el dios de este mundo los ha vuelto ciegos de entendimiento y no ven el resplandor del Evangelio glorioso de Cristo, que es imagen de Dios. 5 No nos pregonamos a nosotros mismos, sino que proclamamos a Cristo Jesús como Señor; y nosotros somos servidores de ustedes por Jesús. 6 El mismo Dios que dijo: Brille la luz en medio de las tinieblas, es el que se hizo luz en nuestros corazones, para que se irradie la gloria de Dios tal como brilla en el rostro de Cristo.
7 Con todo, llevamos este tesoro en vasos de barro, para que esta fuerza soberana se vea como obra de Dios y no nuestra. 8 Nos sobrevienen pruebas de toda clase, pero no nos desanimamos; estamos entre problemas, pero no desesperados; 9 somos perseguidos, pero no eliminados; derribados, pero no fuera de combate. 10 Por todas partes llevamos en nuestra persona la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra persona. 11 Pues a los que estamos vivos nos corresponde ser entregados a la muerte a cada momento por causa de Jesús, para que la vida de Jesús se manifieste en nuestra existencia mortal. 12 Y mientras la muerte actúa en nosotros, a ustedes les llega la vida.
13 Tenemos el mismo don espiritual de fe que tenía el que escribió: Creí, y por eso hablé. También nosotros creemos, y por eso hablamos. 14 Sabemos que aquel que resucitó a Jesús nos resucitará también con Jesús y nos pondrá cerca de él con ustedes. 15 Y todo esto es para bien de ustedes; los favores de Dios se van multiplicando, y también se irá ampliando cada día más la acción de gracias que tantas personas rinden a Dios para gloria suya.
Esperamos nuestra casa del cielo
16 Por eso no nos desanimamos; al contrario, aunque nuestro exterior está decayendo, el hombre interior se va renovando de día en día en nosotros. 17 No se pueden equiparar esas ligeras pruebas que pasan aprisa con el valor formidable de la gloria eterna que se nos está preparando. 18 Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; porque las cosas visibles duran un momento, pero las invisibles son para siempre.