DIA 153--1 Reyes 2--3 Salmo 1 Corintios



1 Reyes 2
Las últimas instrucciones de David

1 Cuando David sintió que se acercaba el día de su muerte, le dio sus instrucciones a su hijo Salomón: 2 «Me voy por el camino de todo el mundo, muéstrate valiente y sé un hombre. 3 Permanece fiel a Yavé, tu Dios, anda por sus caminos, observa sus leyes, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus preceptos, tales como están escritos en la ley de Moisés. De ese modo te irá bien en todo lo que hagas 4 y Yavé mantendrá la palabra que me dijo: Si tus hijos vigilan su comportamiento, si caminan delante de mí sinceramente con todo su corazón y con toda su alma, tendrás siempre un descendiente en el trono de Israel.
5 Tú sabes muy bien lo que me hizo Joab, hijo de Seruya, quien dio muerte a dos jefes del ejército de Israel, Abner, hijo de Ner, y Amasa, hijo de Yeter. Derramó en tiempo de paz la sangre de guerra; esa sangre de guerra ha rebotado en el cinturón puesto alrededor de mis riñones y en las sandalias que llevo en los pies. 6 Tú pues no dejes que sus cabellos blancos bajen en paz a la morada de los muertos.
7 Te mostrarás generoso con los hijos de Barcilay de Galaad: comerán a tu mesa porque salieron a recibirme cuando huía de tu hermano Absalón.
8 Cerca de ti tienes a Simei, hijo de Guera, el benjaminita de Bajurim que me insultó cuando huía hacia Majanayim. Me maldijo de una manera horrible pero, cuando fue a recibirme en el Jordán, le juré por Yavé que no lo condenaría a muerte. 9 Ya que tú eres sabio y sabes lo que debes hacer, no dejarás sin castigo su falta y harás que sus cabellos blancos bajen con sangre a la morada de los muertos».
10 Después David se acostó con sus padres y lo enterraron en la ciudad de David. 11 David había reinado cuarenta años en Israel: siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.
12 Salomón se sentó en el trono de David su padre, y su realeza se afirmó.
Los primeros actos de Salomón
13 Un día fue Adonías, hijo de Jaguit, donde Betsabé, la madre de Salomón. Ella le dijo: «¿Vienes con buenas intenciones?» Respondió: «Sí». 14 Y agregó: «Quisiera hablarte». Ella le dijo: «Habla». 15 Entonces él dijo: «Tú sabes que la realeza me pertenecía; todos los israelitas estaban conmigo para que fuese su rey, pero se me escapó la realeza y mi hermano la heredó, Yavé se la dio. 16 Tengo sin embargo que pedirte algo, no me lo niegues». Ella le dijo: «Habla». 17 «Quisiera, dijo, que hablaras con el rey Salomón, pues no te rechazará. Dile que me dé como mujer a Abisag la sunamita». 18 Betsabé le respondió: «Muy bien, hablaré de eso al rey». 19 Betsabé entró en la casa de Salomón para transmitirle el pedido de Adonías.
19 El rey salió a recibirla, se inclinó delante de ella y luego se sentó en su trono. Pusieron un trono para la madre del rey, la que se sentó a su derecha. 20 Ella entonces le dijo: «Sólo tengo que pedirte una pequeña cosa, óyeme». El rey le dijo: «Madre, pide, te escucho». 21 Ella le dijo: «Permite que Abisag la sunamita sea dada como esposa a tu hermano Adonías». 22 El rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? Pide mejor para él la realeza, pues es mi hermano mayor y están con él el sacerdote Ebiatar y Joab, hijo de Seruya».
23 Entonces el rey Salomón juró por Yavé: «¡Que Dios me maldiga una y otra vez si Adonías no paga con su vida esa palabra que ha dicho! 24 Lo juro por Yavé, que ha confirmado mi poder, que me hizo sentar en el trono de David mi padre y que me dio una casa como lo había prometido, que hoy mismo Adonías será ejecutado». 25 El rey Salomón encargó el asunto a Benaías, hijo de Yoyada, quien hirió de muerte a Adonías.
26 En cuanto al sacerdote Ebiatar, el rey le dijo: «Vuélvete a tu propiedad de Anatot. Mereces la muerte, pero no te condenaré ahora a muerte, porque tú transportaste el Arca de Dios delante de mi padre y compartiste los sufrimientos de mi padre». 27 Salomón expulsó pues a Ebiatar, lo privó de su cargo de sacerdote de Yavé; así se cumplió la palabra que Yavé había dicho en contra de la casa de Helí en Silo.
28 Llegó la noticia donde Joab. Joab, si bien no había seguido a la facción de Absalón, había en cambio seguido el partido de Adonías. Se refugió pues en la Tienda de Yavé y se asió a los cuernos del altar. 29 Avisaron al rey Salomón que Joab se había refugiado al lado del altar en la Tienda de Yavé. Salomón mandó decir a Joab: «¿Por qué te refugiaste junto al altar?» Joab le dijo: «Tuve miedo de ti y me refugié al lado de Yavé». Entonces Salomón mandó a Banaías, hijo de Yoyada, con esta orden: «Ve y mátalo».
30 Benaías entró en la Tienda de Yavé y le dijo: «El rey te ordena que salgas». Pero él respondió: «¡No, moriré aquí!» Benaías transmitió esas palabras al rey: «Esto es lo que dije a Joab, y esto fue lo que me respondió». 31 El rey le dijo: «Haz como él dice: mátalo y luego entiérralo. Así apartarás lejos de mí y de la casa de mi padre la sangre inocente que derramó Joab. 32 Yavé hará que recaiga su sangre sobre su propia cabeza, porque hirió de muerte a dos hombres más justos y mejores que él. Mató a espada, a espaldas de David mi padre, a Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Yeter, jefe del ejército de Judá. 33 La sangre de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre su familia para siempre, pero David y su descendencia, su casa y su trono estarán en paz con Yavé para siempre».
34 Benaías, hijo de Yoyada, subió pues e hirió de muerte a Joab. Lo enterraron en su casa en el desierto. 35 El rey puso luego a Benaías, hijo de Yoyada, al frente del ejército en reemplazo de Joab; también el rey puso al sacerdote Sadoc en vez de Ebiatar.
36 Después el rey mandó llamar a Simei y le dijo: «Constrúyete una casa en Jerusalén, vivirás en ella y no saldrás de allí. 37 El día en que salgas y atravieses el torrente del Cedrón, ten por seguro que morirás, y tú serás responsable de tu propia muerte». 38 Simei respondió al rey: «¡Muy bien! Tu servidor hará como el rey mi señor lo acaba de decir». Y Simei se quedó muchos días en Jerusalén.
39 Sin embargo, después de tres años, dos de los siervos de Simei huyeron a donde el rey de Gat, Aquis, hijo de Maacay. Le avisaron a Simei: «Tus siervos están en Gat». 40 Simei se arregló, ensilló su burro y se dirigió a Gat, donde Aquis, para recuperar a sus siervos. Luego Simei trajo de vuelta de Gat a sus siervos. 41 Le comunicaron a Salomón que Simeí había ido de Jerusalén a Gat y que había vuelto. 42 El rey entonces mandó llamar a Simei: «En nombre de Yavé te lo había dicho y te lo había advertido solemnemente: El día en que salgas y vayas para acá o para allá, morirás. Tú entonces respondiste: Muy bien. 43 ¿Por qué entonces no respetaste tu juramento hecho en nombre de Yavé ni la orden que te había dado?»
44 El rey dijo además a Simei: «Tú sabes el mal que hiciste a mi padre David y todas las desgracias que pediste para él. Ahora, Yavé hace recaer sobre tu cabeza la desgracia, 45 y al contrario, el rey Salomón será bendito y el trono de David se mantendrá para siempre delante de Yavé». 46 El rey dio una orden a Benaías, hijo de Yoyada, quien salió e hirió a Simei, que murió.
46 De ese modo se afirmó el poder real en las manos de Salomón.


1 Reyes 3
1 Salomón pasó a ser yerno del Faraón de Egipto; se casó con la hija del Faraón y se la llevó a la ciudad de David, porque aún no había terminado de construir su casa, la Casa de Yavé y la fortaleza de Jerusalén. 2 El pueblo ofrecía entonces sacrificios en los Lugares Altos porque aún no había sido construida la Casa destinada al Nombre de Yavé. 3 Por este mismo motivo Salomón ofrecía sacrificios en los Lugares Altos y quemaba allí perfumes, a pesar de que amaba a Yavé y seguía los preceptos de David, su padre.
El sueño de Salomón
4 El rey se dirigió a Gabaón para ofrecer allí sacrificios, pues era el principal Lugar Alto. Salomón ofreció muchos sacrificios en ese altar, más de mil holocaustos. 5 Allí en Gabaón Yavé se le apareció en sueños a Salomón durante la noche. Le dijo: «Pídeme lo que quieras y te lo daré».
6 Salomón le respondió: «Tú has mostrado una bondad muy grande para con tu servidor David, mi padre; es cierto que caminó en tu presencia en la fidelidad, la justicia y la sinceridad. Tú no has puesto fin a esa bondad hacia él, pues has querido que su hijo esté ahora sentado en su trono. 7 Tú me has hecho rey, Yavé, Dios mío, en lugar de mi padre David. Pero yo soy todavía muy joven y no sé aún actuar. 8 Tu servidor se las tiene que ver con tu pueblo, al que tú mismo elegiste, y es un pueblo tan numeroso que no se lo puede ni calcular ni contar. 9 Concéde pues a tu servidor que sepa juzgar a tu pueblo y pueda distinguir entre el bien y el mal. ¿Quién podría en realidad gobernar bien a un pueblo tan importante?
10 Le agradó al Señor el pedido de Salomón, 11 y Dios le dijo: «No has pedido para ti una larga vida, ni la riqueza ni la muerte de tus enemigos, y en cambio me pediste la inteligencia para ejercer la justicia. 12 Pues bien te voy a conceder lo que me pediste. Te doy un corazón tan sabio e inteligente como nadie lo ha tenido antes que tú y como nadie lo tendrá después de ti. 13 Y además te daré lo que tú no has pedido: tendrás riquezas y gloria más que ningún otro rey de la tierra durante tu vida. 14 Si andas por mis caminos, si observas mis ordenanzas y mis mandamientos como lo hizo tu padre David, te daré larga vida».
15 Entonces se despertó Salomón y comprendió que había sido un sueño. Cuando regresó a Jerusalén, fue a rendir homenaje al Arca de la Alianza de Yavé y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión; después dio un gran banquete a todos sus servidores.
El juicio de Salomón
16 Fueron dos prostitutas al tribunal del rey. 17 Una de ellas le dijo: «Señor, atiéndeme; esa mujer y yo vivíamos en la misma casa y en esa casa di a luz a un niño. 18 Tres días después del parto, ella dio a luz también a un niño. Estábamos juntas, ninguna persona extraña estaba con nosotras, éramos las únicas en la casa. 19 Pues bien, durante la noche murió el hijo de esa mujer porque ella se acostó encima de él. 20 Entonces se levantó a medianoche, tomó a mi hijo que estaba a mi lado mientras yo dormía, lo acostó a su lado y puso al niño muerto al lado mío. 21 Por la mañana, cuando me levanté para dar de mamar a mi hijo, vi que estaba muerto, pero al mirarlo con más atención, me di cuenta de que no era el hijo que había dado a luz».
22 En ese momento la otra mujer se puso a gritar: «¡Mi hijo es el que está vivo y el tuyo es el que está muerto!» Y la primera replicó: «¡No es cierto, tu hijo es el que está muerto y el mío está vivo!» Y ambas discutían en presencia del rey.
23 El rey tomó la palabra: «Tú dices: Mi hijo está vivo y el tuyo está muerto. Y tú dices: ¡No! porque es tu hijo el que está muerto mientras que el mío está vivo». 24 El rey ordenó: «Tráiganme una espada». Le llevaron al rey una espada. 25 Entonces el rey dijo: «Corten en dos al niño que está vivo y denle una mitad a una y la otra mitad, a la otra».
26 Entonces la mujer cuyo hijo estaba vivo dijo al rey, porque se le conmovieron sus entrañas de madre: «No, por favor, señor, denle a ella mejor el niño que está vivo, pero que no lo maten». Pero la otra replicaba: «Pártanlo, así no será ni mío ni tuyo». 27 El rey entonces decidió: «Den el niño que está vivo a la primera, no lo maten, porque ella es su madre».
28 Todo Israel oyó hablar de la sentencia que había pronunciado el rey; desde entonces hubo un gran respeto por el rey porque se veía que la sabiduría de Dios estaba con él cuando administraba justicia.


Salmo 145
No nos dejes caer en la tentación.

—Que Dios nos conceda resistir a la seducción del mundo que nos rodea, pero también escuchar a los que nos reprenden. «No nos dejes caer en la tentación».
1 Señor, te llamo, ven a mí sin demora, escucha mi voz cuando a ti grito.
2 ¡Suba a ti mi oración como el incienso, mis manos que a ti levanto sean como la ofrenda de la tarde!
3 Pon, Señor, una guardia ante mi boca y vigila la puerta de mis labios.
4 Mi corazón no inclines a obras malas, que en negocios oscuros no me meta con los que hacen el mal.
4 ¡No me dejes probar sus golosinas!
5 Que el justo me golpee y me corrija y el óleo de los malos no luzca en mi cabeza. Mi oración denunciará siempre sus crímenes.
6 Sus jefes fueron echados desde el peñón, comprendieron entonces que hablaba con bondad; 7 cuando la tierra se abrió a sus pies, sus huesos tapizaron la entrada del infierno.
8 Adonai Señor, hacia ti vuelvo mis ojos, en ti me refugio, no expongas mi vida.
9 Protégeme del lazo que me han tendido, de las trampas de los que hacen el mal.
10 Que en sus propias redes caigan los impíos mientras que sólo a mí se me abre paso.


1 Corintios 2
Pues yo, hermanos, cuando fui a ustedes para darles a conocer el proyecto misterioso de Dios, no llegué con oratoria ni grandes teorías. 2 Con ustedes decidí no conocer más que a Jesús, el Mesías, y un Mesías crucificado. 3 Yo mismo me sentí débil ante ustedes, tímido y tembloroso. 4 Mis palabras y mi mensaje no contaron con los recursos de la oratoria, sino con manifestaciones de espíritu y poder, 5 para que su fe se apoyara no en sabiduría humana, sino en el poder de Dios.
El Espíritu nos enseña la sabiduría
6 Es verdad que con los “perfectos” hablamos de sabiduría, pero es una sabiduría que no procede de este mundo ni de sus poderes, que están para desaparecer. 7 Enseñamos el misterio de la sabiduría divina, el plan secreto que estableció Dios desde el principio para llevarnos a la gloria.
8 Esta sabiduría no fue conocida por ninguna de las cabezas de este mundo, pues de haberla conocido, no habrían crucificado al Señor de la Gloria. 9 Recuerden la Escritura: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni por mente humana han pasado las cosas que Dios ha preparado para los que lo aman. 10 Pero a nosotros nos lo reveló Dios por medio de su Espíritu, pues el Espíritu escudriña todo, hasta las profundidades de Dios.
11 En efecto, nadie nos conoce como nuestro espíritu, porque está en nosotros. De igual modo, sólo el Espíritu de Dios conoce las cosas de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, y por él entendemos lo que Dios nos ha regalado. 13 Hablamos, pues, de esto, no con los términos de la sabiduría humana, sino con los que nos enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales para quienes son espirituales.
14 El que se queda al nivel de la psicología no acepta las cosas del Espíritu. Para él son tonterías y no las puede apreciar, pues se necesita una experiencia espiritual. 15 En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, y a él nadie lo puede juzgar. 16 ¿Quién ha conocido la forma de pensar del Señor y puede aconsejarle? Y precisamente nosotros tenemos la forma de pensar de Cristo.