DIA 143-- 2 Samuel 7--9 Salmo 135 Marcos 13,1-13


2 Samuel 7
La profecía de Natán
1 El rey se había trasladado a su casa, y Yavé había limpiado de enemigos todos los alrededores. 2 Entonces dijo al profeta Natán: «Yo vivo en una casa de cedro, mientras que el Arca de Dios está todavía en una tienda; ¿qué dices de eso?» 3 Natán respondió al rey: «Haz todo lo que estimes conveniente, porque Yavé está contigo».
4 Pero esa noche le fue dirigida a Natán la palabra de Yavé: 5 «Le dirás a mi servidor David: Esto dice Yavé: ¿Así que tú me vas a construir una casa para que habite en ella? 6 Desde el día en que saqué a los israelitas de Egipto hasta el día de hoy, no he tenido casa donde morar, sino que estaba con ellos y tenía como morada sólo una tienda. 7 Todo el tiempo que he caminado en medio de los israelitas, jamás he dicho a alguno de los jueces de Israel, a los que había puesto como pastores de mi pueblo de Israel: ¿Por qué no me construyen una casa de cedro?
8 Le transmitirás pues a mi servidor David esta palabra de Yavé Sabaot: Te fui a buscar al potrero cuando andabas detrás de las ovejas, e hice de ti el jefe de mi pueblo de Israel. 9 Doquiera ibas yo estaba contigo, eliminé delante de ti a todos tus enemigos. Haré grande tu nombre tanto como el de los más grandes de la tierra 10 y pondré en el lugar que le corresponde a mi pueblo de Israel. Allí lo plantaré y allí se quedará. Ya no será más sacudido; los malvados ya no seguirán oprimiéndolo como antes, 11 cuando establecí jueces en mi pueblo Israel; lo libraré de todos sus enemigos. Y Yavé te manda a decir esto: Yo te construiré una casa.
12 Cuando tus días hayan concluido y te acuestes con tus padres, levantaré después de ti a tu descendiente, al que brota de tus entrañas, y afirmaré su realeza. 13 El me construirá una casa y yo, por mi parte, afirmaré su trono real para siempre. 14 Seré para él un padre y él será para mí un hijo; si hace el mal lo corregiré como lo hacen los hombres, lo castigaré a la manera humana. 15 Pero no me apartaré de él así como me aparté de Saúl y lo eché de mi presencia. 16 Tu casa y tu realeza estarán para siempre ante mí, tu trono será firme para siempre».
17 Fue pues Natán a hablar con David y le transmitió todas esas palabras y esa visión. 18 Entonces el rey David fue a presentarse ante Yavé: «¿Quién soy yo, Yavé mi Señor? ¿Qué es mi familia para que me hayas conducido hasta acá? 19 Pero eso te parece todavía muy poco, Yavé mi Señor, ya que ahora extiendes tus promesas a la familia de tu servidor para un futuro lejano; ¿es ese un destino normal para un hombre, Yavé mi Señor?
20 ¿Qué podría añadir tu servidor David? Tú lo conoces, Yavé mi Señor. 21 Tú has llevado a cabo libremente esas grandes cosas para honrar tus promesas, que acabas de comunicar a tu servidor. 22 Eres grande, Yavé mi Señor; nadie es como tú; de acuerdo a todo lo que hemos escuchado con nuestros propios oídos, no hay otro Dios fuera de ti. 23 Y ¿quién es como tu pueblo Israel? ¿Hay otra nación en la tierra que haya sido comprada por un Dios para hacerla su pueblo, para darle un nombre, para ejecutar en favor de ella grandes y terribles cosas y para expulsar ante ese pueblo a las demás naciones con sus dioses?
24 Tú estableciste a tu pueblo Israel para que fuera tu pueblo para siempre, y tú, Yavé, llegaste a ser su Dios. 25 Ahora pues, Yavé mi Señor, haz que sea siempre cierta la palabra que acabas de pronunciar respecto a tu servidor y a su familia; haz lo que dijiste. 26 Entonces será glorificado tu nombre para siempre y dirán: ¡Yavé Sabaot es Dios de Israel!
26 La casa de tu servidor David permanecerá firme delante de ti, 27 ya que eres tú Yavé Sabaot, el Dios de Israel, quien ha hecho esta revelación a tu servidor: «Te edificaré una casa». Por eso tu servidor tiene la audacia de dirigirte esta plegaria: 28 Señor Yavé, tú eres realmente Dios, tus palabras son verdaderas, y tú eres quien hace la promesa a tu servidor. 29 Ahora dígnate bendecir la familia de tu servidor; que tu bendición acompañe siempre a mi familia, como tú, Yavé mi Señor, lo has dicho».




2 Samuel 8
Las guerras de David

1 Después de eso David venció a los filisteos, quienes se declararon sus súbditos; así puso fin David al dominio filisteo. 2 Venció igualmente a los moa bitas. Los hacía tender en tierra y medir con un cordel: dos cordeles para los que estaban destinados a la muerte, y un cordel, a los que se perdonaba la vida. Los moabitas quedaron sometidos a David y le pagaron contribuciones.
3 David venció a Hadadezer, hijo de Rejob, rey de Soba, cuando éste llevó a cabo una expedición para ser nuevamente dueño del Río Eufrates. 4 Le capturó mil setecientos combatientes en carros y veinte mil hombres de infantería. David cortó los jarretes a todos los caballos y se quedó sólo con cien. 5 Los arameos de Damasco quisieron socorrer a Hadadezer, rey de Soba, pero David les mató veinte mil hombres. 6 Después de eso, David puso gobernadores en la región de Damasco y los ara meos pasaron a ser súbditos de David; le pagaban un tributo. Así fue como Yavé daba la victoria a David adondequiera que iba. 7 David tomó los escudos de oro que llevaban los guardias de Hadadezer y los llevó a Jerusalén. 8 Asimismo en Tebaj y Berotai, las ciudades de Hadadezer, se apoderó de gran cantidad de bronce.
9 Cuando Toú, rey de Jamat, supo que David había aplastado al ejército de Hadadezer, 10 envió donde David a su hijo Hadoram para que lo saludara y lo felicitara por haber luchado con Hadadezer y haberlo vencido. Pues Hadadezer estaba constantemente en guerra con Toú. Hadoram llevó consigo objetos de plata, oro y bronce. 11 El rey David lo consagró todo a Yavé junto con la plata y el oro provenientes de todas las naciones que le estaban sometidas: 12 Aram, Moab, los amonitas, los filisteos, Amalec; también estaba allí el tesoro que había quitado a Hadadezer, hijo de Rejob, rey de Soba.
13 David se hizo más célebre todavía cuando regresó después de haber vencido a los edomitas en el valle de la Sal: eran dieciocho mil. 14 Puso gobernadores en Edom y todos los edomitas fueron súbditos de David. Yavé daba la victoria a David doquiera éste iba.
:B:15 David reinó en todo Israel, hacía respetar el derecho y administraba justicia a su pueblo. 16 Joab, hijo de Seruya comandaba el ejército; Josafat, hijo de Ajilud, era el archivero; 17 Sadoc y Ebiatar, hijos de Ajimelec, hijo de Ajitub, eran sacerdotes; Seraya era secretario; 18 Benayas, hijo de Yoyada, comandaba la guardia de los quereteos y peleteos; los hijos de David eran sacerdotes.



2 Samuel 9
1 David preguntó: «¿Hay todavía algún sobreviviente de la familia de Saúl para que lo trate con bondad en recuerdo de Jonatán?» 2 Ahora bien, la familia de Saúl tenía un mayordomo que se llamaba Siba. Lo llevaron donde David y el rey le dijo: «¿Tú eres Siba?» Respondió: «Para servirte». 3 El rey le preguntó: «¿Queda todavía algún sobreviviente de la familia de Saúl para que lo trate con bondad digna de Dios?» Siba respondió al rey: «Todavía queda un hijo de Jonatán que está tullido de ambas piernas». 4 «¿Dónde está?» preguntó el rey. Siba respondió al rey: «Está en la casa de Maquir, hijo de Ammiel, en Lo-Debar». 5 El rey David lo mandó buscar a la casa de Maquir, hijo de Ammiel, en Lo-Debar.
6 Cuando llegó donde David, Meribaal, hijo de Jonatán, hijo de Saúl, se postró con el rostro en tierra. David le dijo: «¡Meribaal!» Respondió: «Soy yo tu servidor». 7 Entonces David le dijo: «No temas, quiero tratarte con bondad debido a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras de Saúl tu abuelo, y todos los días comerás a mi mesa». 8 Se postró de nuevo y dijo: «¿Quién es tu servidor para que pongas atención en un perro despanzurrado como yo?»
9 El rey llamó a Siba, el servidor de Saúl, y le dijo: «Doy a tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia. 10 Tú, junto con tus hijos y tus esclavos, trabajarás la tierra para él, harás las cosechas y así asegurarás para la familia de tu amo el alimento que necesita. Pero Meribaal, el hijo de tu patrón, comerá todos los días a mi mesa». Siba tenía quince hijos y veinte esclavos, 11 y respondió al rey: «Tu servidor hará lo que el rey mi señor mandó a su servidor».
11 De ese modo Meribaal comía a la mesa de David como uno de los hijos del rey; 12 Meribaal tenía un pequeño hijo que se llamaba Mica. Toda la gente de Siba trabajaba para Meribaal, 13 pero Meribaal residía en Jerusalén donde todos los días comía a la mesa del rey. Era tullido de ambas piernas.



Salmo 135
Alaben al Señor que nos escogió para sí.—

3 ¡Aleluya!
1 Alaben el nombre del Señor, alábenlo servidores del Señor, 2 que sirven en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios.
3 Alaben al Señor porque él es bueno cántenle a su nombre porque es delicioso.
4 Porque el Señor se escogió a Jacob, a Israel, para que fuera su propiedad.
5 Yo sé que el Señor es grande, que nuestro Señor supera a todos los dioses.
6 Todo lo que quiere lo hace el Señor, en los cielos y en la tierra, en los océanos y en todos los mares.
7 Del confín de la tierra hace subir las nubes, produce con relámpagos la lluvia, saca de sus depósitos el viento.
8 Hirió a los primogénitos de Egipto, a los hombres igual que a los ganados.
9 Envió señales y prodigios en medio de ti, Egipto, en contra del Faraón y de todos sus siervos.
10 A numerosas naciones les pegó y dio muerte a reyes poderosos: 11 a Sijón, rey de los amorreos, a Og, rey de Basán, y a todos los reyes de Canaán.
12 Y su tierra la entregó en herencia, en herencia a su pueblo de Israel.
13 Señor, tu nombre dura para siempre, y tu recuerdo por generaciones.
14 Pues el Señor hará justicia a su pueblo, y se apiadará de sus servidores.
15 De oro y plata son los ídolos de las naciones, obra de las manos de los hombres; 16 tienen boca y no hablan, ojos, pero no ven; 17 tienen orejas, pero no oyen, ni siquiera un suspiro hay en su boca.
18 Que sean como ellos sus autores y todos los que en ellos se confían.
19 Casa de Israel, bendigan al Señor, casa de Aarón, bendigan al Señor, 20 casa de Leví, bendigan al Señor, los que temen al Señor, que lo bendigan.
21 Bendito sea el Señor desde Sión, él, que reside en Jerusalén.
21 ¡Aleluya!


Marcos 13,1-13
Jesús habla de la destrucción de Jerusalén y del fin del mundo

1 Cuando Jesús salió del Templo, uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, mira qué inmensas piedras y qué construcciones.» 2 Jesús le respondió: «¿Ves esas grandiosas construcciones? Pues no quedará de ellas piedra sobre piedra. Todo será destruido.»
3 Poco después Jesús se sentó en el monte de los Olivos, frente al Templo, y entonces Pedro, Santiago, Juan y Andrés le preguntaron en privado: 4 «Dinos cuándo sucederá eso y qué señales habrá antes de que ocurran todas esas cosas.»
5 Y Jesús empezó a decirles: «Estén sobre aviso y no se dejen engañar. 6 Porque muchos reivindicarán lo que es mío, y dirán: «Yo soy el que están esperando», y engañarán a muchos.
7 Cuando oigan hablar de guerras y de rumores de guerra, no se alarmen, porque eso tiene que pasar, pero todavía no será el fin. 8 Habrá conflictos: nación contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos y hambre en diversos lugares. Estos serán los primeros dolores del parto.
9 Pero ustedes preocúpense de sí mismos, porque van a ser apresados y entregados a los tribunales judíos, serán azotados en las sinagogas y tendrán que presentarse ante los gobernadores y reyes por mi causa, para ser mis testigos ante ellos. 10 Porque primero el Evangelio tiene que ser proclamado en todas las naciones.
11 Cuando sean arrestados y los en treguen a los tribunales, no se pre ocupen por lo que van a decir, sino digan lo que se les inspire en ese momento; porque no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu Santo.
12 El hermano entregará a la muerte al hermano y el padre al hijo; los hijos se rebelarán contra sus padres y les darán muerte. 13 Y serán odiados por todos a causa de mi nombre. Pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará.