DIA 98--Deuteronomio 24--26 Salmo 99 Hechos 27,1-26


Deuteronomio 24
1 Si un hombre toma una mujer y se casa con ella, puede ser que le encuentre algún defecto y ya no la quiera. En ese caso, escribirá un certificado de divorcio que le entregará antes de despedirla de su casa.
2 Habiendo salido de su casa, puede ser la mujer de otro. 3 Pero si éste también ya no la quiere y la despide con un certificado de divorcio, o bien si llega a morir este otro hombre que la tomó como mujer suya, 4 el primer marido que la repudió no podrá volver a tomarla por esposa, ya que pasó a ser para él como impura. Sería una abominación a los ojos de Yavé que la volviera a tener. No manches la tierra que Yavé te dará en herencia.
Por una sociedad solidaria
5 Si un hombre está recién casado, no irá a la guerra ni se le molestará con otro servicio. Que esté exento de todo durante un año para así quedar en su casa y hacer feliz a su esposa.
6 No se tomará en prenda el molino, ni la muela de piedra del molino, porque ello sería tomar en prenda la vida misma.
7 Si se descubre a un hombre que haya raptado a un israelita, es decir, a uno de sus hermanos, y lo haya vendido como esclavo, el raptor debe morir. Así cortarás el mal entre tu gente.
8 Cuídate de las lepras contagiosas. Observa y pon en práctica lo que te enseñen los sacerdotes levitas; cumple lo que yo les mandé. 9 Acuérdate de lo que Yavé, tu Dios, hizo con Miriam, cuando el pueblo estaba en camino, al salir de Egipto.
10 Si prestas algo a tu prójimo, no entrarás en su casa para tomar alguna prenda. 11 Esperarás afuera, y el deudor saldrá de la casa para entregarte la prenda. 12 Si has tomado como prenda el manto de un pobre, no te acostarás guardándolo, 13 sino que se lo devolverás a la puesta del sol y así él se acostará en su manto. El pobre te bendecirá y tú tendrás méritos a los ojos de Yavé, tu Dios.
14 No explotarás al jornalero humilde y pobre, ya sea uno de tus hermanos o un forastero que se encuentre en tu tierra, en algunas de tus ciudades. 15 Le pagarás cada día, antes de la puesta del sol, porque es pobre y está pendiente de su salario. No sea que clame a Yavé contra ti, pues tú cargarías con un pecado.
16 No se matará a los padres por la culpa de sus hijos, ni a los hijos por la de sus padres. Cada cual pagará por su propio pecado.
17 No violarás el derecho del forastero, ni del huérfano, ni tomarás en prenda las ropas de la viuda. 18 Recuerda que fuiste esclavo en Egipto y que Yavé, tu Dios, te rescató. Por eso te mando hacer esto.
19 Cuando cortes el trigo en tu campo, si se te cae alguna gavilla, no volverás a recogerla, sino que quedará para el forastero, el huérfano y la viuda. Así Yavé te bendecirá en todos tus trabajos. 20 Cuando coseches tus olivos, no pasarás otra vez para sacudirlos: el resto será para el forastero, el huérfano y la viuda. 21 Cuando vendimies tu viña, no volverás a buscar lo que haya quedado. Esto será la parte del forastero, del huérfano y de la viuda. 22 Acuérdate de que fuiste esclavo en Egipto. Por eso te mando hacer esto.





Deuteronomio 25
1 Cuando haya pleito o contienda entre dos hombres, se recurrirá a los jueces para que juzguen. Se declarará justo al que lo es y se condenará al culpable. 2 Si éste merece azotes, el juez le hará echarse al suelo en su presencia y hará que lo azoten con un número de golpes proporcionado a su culpa. 3 Podrán darle cuarenta azotes, no más, no sea que al golpearlo más, sea mucho el castigo y tu hermano quede deshonrado a tus ojos.
4 No pondrás bozal al buey que trilla.
5 Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no irá a casa de un extraño, sino que la tomará su cuñado para cumplir el “deber del cuñado.” 6 El primer hijo que de ella tenga retomará el lugar y el nombre del muerto, y así su nombre no se borrará de Israel.
7 En el caso de que el hombre se niegue a cumplir su deber de cuñado, ella se presentará a la puerta de la ciudad y dirá a los ancianos: “Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel, no quiere ejercer en mi favor su deber de cuñado.” 8 Entonces los ancianos lo llamarán y le hablarán. Si él porfía en decir: “No quiero tomarla por mujer”, 9 su cuñada se acercará a él y en presencia de los jueces le sacará la sandalia de su pie, le escupirá a la cara y le dirá estas palabras: “Así se trata al hombre que no hace revivir el nombre de su hermano.” 10 Su casa será llamada en Israel “la casa del descalzo.”
11 Si dos hombres pelean entre sí y la mujer de uno de ellos se acerca para librar a su marido de los golpes del otro, alarga la mano y agarra a éste por las vergüenzas, 12 harás cortar la mano de la mujer sin piedad.
13 No tendrás en tu bolsa diferentes pesas, unas mayores y otras menores, 14 ni habrá en tu casa una medida grande y otra menor. 15 Tendrás un peso justo y exacto, e igualmente una medida justa y exacta, para que se prolonguen tus días en la tierra que Yavé, tu Dios, te da. 16 Porque Yavé aborrece al que hace tales cosas y a toda injusticia.
17 Acuérdate de lo que hizo Amalec con ustedes cuando estaban en camino, al salir de Egipto. 18 Vino a tu encuentro en el camino y atacó por la espalda a todos los que iban agotados en la retaguardia, cuando tú estabas cansado y extenuado; no tuvo temor a Dios. 19 Por eso, cuando Yavé, tu Dios, después de someter a todos tus enemigos alrededor, te dé descanso en la tierra que él te da, borrarás el recuerdo de Amalec de debajo de los cielos. No lo olvides.




Deuteronomio 26
El israelita proclama su fe

1 Cuando llegues a la tierra que Yavé, tu Dios, te da en herencia, cuando haya pasado a ser tuya y habites en ella, 2 tomarás los primeros productos de la tierra que Yavé, tu Dios, te da, los pondrás en un canasto y los llevarás al lugar elegido por Yavé, tu Dios, para morada de su Nombre.
3 Te presentarás al sacerdote que esté en funciones en aquellos días y le dirás: “En este día yo reconozco que Yavé, mi Dios, me hizo entrar a la tierra que prometió a nuestros padres que nos daría.” 4 Y el sacerdote tomará de tus manos el canasto y lo depositará ante el altar de Yavé, tu Dios.
5 Entonces tú dirás estas palabras ante Yavé: 6 “Mi padre era un arameo errante, que bajó a Egipto y fue a refugiarse allí, siendo pocos aún; pero en ese país se hizo una nación grande y poderosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre.
7 Llamamos pues a Yavé, Dios de nuestros padres, y Yavé nos escuchó, vio nuestra humillación, nuestros duros trabajos y nuestra opresión. 8 Yavé nos sacó de Egipto con mano firme, demostrando su poder con señales y milagros que sembraron el terror. 9 Y nos trajo aquí para darnos esta tierra que mana leche y miel. 10 Y ahora vengo a ofrecer los primeros productos de la tierra que tú, Yavé, me has dado.”
10 Los depositarás ante Yavé, te postrarás y adorarás a Yavé, tu Dios. 11 Después comerás y celebrarás una fiesta, tú y tu familia, con todos los bienes que Yavé te ha dado. También comerán y estarán de fiesta contigo, tanto el levita como el forastero que viven junto a ti.
12 El tercer año, año del diezmo, cuando hayas acabado de separar el diezmo de todas tus cosechas y se lo hayas dado al levita, al forastero, a la viuda y al huérfano, para que lo coman en tu misma ciudad hasta saciarse, 13 dirás en presencia de Yavé:
13 “He sacado de mi casa lo que pertenece a Yavé: se lo he dado al levita, al forastero, al huérfano y a la viuda, según los mandamientos que me has dado. No he traspasado ninguno de ellos ni los he olvidado. 14 De lo que quedaba no he comido nada durante mi duelo, nada hay impuro en él, nada he ofrecido a los ídolos, sino que he obedecido la voz de Yavé, mi Dios, y he obrado en todo como me lo habías mandado. 15 Desde tu Santuario, desde lo alto de los cielos, mira a tu pueblo Israel y bendícelo, así como a la tierra que nos has dado según lo tenías dicho a nuestros padres, esta tierra que mana leche y miel.”
16 Has de saber que ese mismo día Yavé, tu Dios, te manda cumplir sus normas y sus mandamientos. Tú los guardarás y los pondrás en práctica con todo tu corazón y toda tu alma. 17 Pues acabas de decir a Yavé que él será tu Dios y tú seguirás sus caminos, observarás sus normas, sus mandamientos y sus leyes y escucharás su voz. 18 Yavé, a su vez, te manda decir hoy que serás el pueblo que le pertenece, como él te lo tiene dicho, y tú guardarás todos sus mandamientos. 19 El, por su parte, te dará honor, renombre y gloria y te pondrá por encima de todas las naciones que hizo, mientras tú pasas a ser un pueblo consagrado a Yavé, tu Dios, como él te ha dicho.»




Salmo 99
Santo es el Señor.—

1 El Señor reina, tiemblan los pueblos; monta en querubines, la tierra se estremece.
2 En Sión el Señor es muy grande, exaltado por encima de todos los pueblos.
3 Que celebran tu nombre grande y terrible: «¡El es Santo!»
4 Rey poderoso, amante de la justicia, tú has establecido la rectitud, tú ejerces en Jacob el derecho y la sentencia justa.
5 Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante la tarima de sus pies: ¡El es Santo!
6 Moisés y Aarón eran sus sacerdotes, Samuel también invocaba su nombre: invocaban al Señor y él les respondía.
7 De la columna de nube les hablaba, guardaban sus órdenes, las leyes que les dio.
8 Oh Señor, nuestro Dios, tú les respondías, tú eras para ellos un Dios tolerante, pero no les dejabas pasar nada.
9 Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante su santo monte: ¡Santo es el Señor nuestro Dios!




Hechos 27,1-26
De viaje hacia Roma
1 Cuando se decidió que nos debíamos embarcar rumbo a Italia, Pablo y otros prisioneros fueron entregados a un tal Julio, capitán del batallón Augusto. 2 Subimos a bordo de un barco de Adrumeto que se dirigía a las costas de Asia y zarpamos; nos acompañaba Aristarco, un macedonio de la ciudad de Tesalónica. 3 Llegamos a Sidón al día siguiente. Julio se mostró muy humano con Pablo y le permitió visitar a sus amigos y que pudieran atenderle. 4 Partiendo de allí nos desviamos hacia Chipre, pues los vientos eran contrarios. 5 Atravesamos los mares de Cilicia y Panfilia y llegamos a Mira de Licia. 6 Allí el capitán encontró un barco de Alejandría que se dirigía a Italia, y nos hizo subir a bordo.
7 Durante varios días navegamos lentamente, y con muchas dificultades llegamos frente a Cnido. Como el viento no nos dejaba entrar en ese puerto, navegamos al abrigo de Creta, dando vista al cabo Salmón. 8 Lo costeamos con dificultad y llegamos a un lugar llamado Puertos Buenos, cerca de la ciudad de Lasea.
9 El tiempo transcurría; ya había pasado la fiesta del Ayuno y la navegación empezaba a ser peligrosa. 10 Entonces Pablo les dijo: «Amigos, yo veo que la travesía es muy arriesgada, y vamos a perder no sólo la carga y la nave, sino también nuestras vidas.» 11 Pero el oficial romano confiaba más en el piloto y en el patrón del barco que en las palabras de Pablo. 12 Como además este puerto era poco apropiado para pasar el invierno, la mayoría acordó partir, esperando alcanzar, con un poco de suerte, el puerto de Fénix, que está abierto hacia el suroeste y el noroeste, y donde pensaban pasar el invierno.
Tempestad y naufragio
13 Comenzó entonces a soplar un ligero viento del sur, y pensaron que lograrían su objetivo. Levaron anclas y costearon la isla de Creta. 14 Pero poco después la isla fue barrida por un viento huracanado que llaman Euroaquilón. 15 El barco fue arrastrado y no se logró hacer frente al viento, de manera que nos quedamos a la deriva.
16 Mientras pasábamos al abrigo de una pequeña isla llamada Cauda, logramos con mucho esfuerzo recuperar el bote salvavidas. 17 Una vez subido a bordo, hubo que asegurar el casco ciñéndolo por debajo con cables. Ante el peligro de encallar en las arenas de Sirte, soltaron el ancla flotante y nos dejamos arrastrar.
18 El temporal era tan violento que al día siguiente tuvieron que arrojar al agua parte del cargamento. 19 Al tercer día los marineros arrojaron al mar con sus propias manos también el aparejo del barco. 20 Como la tempestad seguía con la misma violencia, los días pasaban y no se veían ni el sol ni las estrellas: estábamos perdiendo ya toda esperanza.
21 Como hacía días que no co míamos, Pablo se puso en medio y les dijo: «Amigos, ustedes tenían que haberme escuchado y no salir de Creta, pues nos habríamos ahorrado este peligro y esta pérdida. 22 Pero ahora los invito a que recobren el ánimo; sepan que se va a perder el barco, pero no habrá pérdida de vidas. 23 Anoche estuvo a mi lado un ángel del Dios a quien pertenezco y a quien sirvo, 24 y me dijo: «Pablo, no tengas miedo: comparecerás ante el César, y Dios te concede la vida de todos los que navegan contigo.» 25 Animo, pues, amigos míos: yo confío en Dios y todo sucederá tal como me ha dicho. 26 Acabaremos en alguna isla.»