DIA 117 --Jueces 7--8 Salmo 118 Santiago 3



Jueces 7
1 Jerubaal (es decir Gedeón) se levantó de madrugada y se fue a acampar con todo el pueblo que lo acompañaba encima de En-Jarod. El campamento de Madián estaba al norte del de Gedeón, en la llanura, al pie del monte Moré.
2 Yavé dijo a Gedeón: «El pueblo que te acompaña es demasiado. Si entregara a Madián en tus manos, Israel podría vanagloriarse a costa mía. Diría: Yo mismo me he librado. 3 Vas pues a proclamar esto ante todo el pueblo: Cualquiera que tenga miedo o esté temblando, que se retire». Y Gedeón se lo planteó. Se retiraron veintidós mil hombres del pueblo y quedaron diez mil.
4 Yavé dijo a Gedeón: «Todavía el pueblo es demasiado numeroso. Haz que bajen al agua y allí haré la selección. Si te digo por alguien: Que vaya contigo; irá contigo. Pero si te digo por otro: Que no vaya contigo; no irá contigo». 5 Se dispuso pues que el pueblo bajara al agua, y Yavé dijo a Gedeón: «A los que laman el agua como lo hace el perro los separarás de los que se arrodillen para beber». 6 Los que lamieron el agua con su mano llevándosela a la boca, fueron trescientos, porque todo el resto del pueblo se arrodilló para beber.
7 Yavé dijo entonces a Gedeón: «Los salvaré y pondré a Madián en las manos de ustedes con esos trescientos hombres que lamieron el agua. Que todo el resto del pueblo se vuelva a su casa». 8 Se juntaron los víveres del pueblo y sus cuernos, después de lo cual Gedeón los despidió para su casa y se quedó con los trescientos hombres. El campamento de los madianitas estaba debajo de él, en la llanura.
9 Esa noche Yavé dijo a Gedeón: «Baja al campamento de los madianitas, nada tienes que temer de ellos. 10 Si te da miedo bajar allá, baja con tu sirviente Purá. 11 Escucharás lo que digan y eso te dará valor para ir a atacar su campamento». Bajó pues con su sirviente Purá hasta los primeros puestos de los madianitas. 12 Estos se habían instalado en toda la llanura junto con Amalec y todos los hijos de Oriente. Hormigueaban como las langostas y sus camellos eran tan numerosos como la arena de la orilla del mar.
13 Gedeón, pues, bajó al campamento. Un hombre estaba contando un sueño a su compañero: «Tuve un sueño: un pan de cebada saltaba por el campamento de Madián, hasta que llegó a la Tienda, chocó con ella y ésta se derrumbó». 14 Su compañero le respondió: «Eso no puede ser otra cosa que la espada de Gedeón, hijo de Joás, el israelita. Ciertamente Dios puso todo el campamento de Madián en sus manos».
15 Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, se postró. Regresó al campamento de Israel y dijo: «¡Levántense! Yavé ha puesto el campamento de Madián en nuestras manos».
16 Dividió a los trescientos hombres en tres grupos. A todos les pasó cuernos y cántaros vacíos con antorchas dentro. 17 Luego les dijo: «Fíjense bien y hagan lo mismo que yo. Apenas llegue cerca del campamento de los madianitas, harán como yo. 18 Cuando yo, junto con los que estén conmigo, toquemos el cuerno, ustedes también tocarán el cuerno alrededor de todo el campamento y gritarán: «¡Por Yavé y por Gedeón!»
19 Gedeón y los cien hombres que lo acompañaban llegaron cerca del campamento de Madián al filo de la medianoche, cuando se acababa de hacer el relevo de los centinelas. Tocaron el cuerno y rompieron los cántaros que llevaban en la mano. 20 Inmediatamente los tres grupos tocaron el cuerno y rompieron los cántaros. Tomaron las antorchas con la mano izquierda sin dejar de tocar el cuerno que sostenían en la mano derecha, y gritaban: «¡Espada para Yavé y Ge deón!» 21 Pero cada uno permaneció en su sitio alrededor del campamento.
21 En el campamento todos se pusieron a correr, a gritar y a huir. 22 Mientras seguían tocando el cuerno, Yavé hizo que en el campamento cada uno dirigiera su espada contra su hermano. Huyeron todos hasta Bet-ha-sita, para el lado de Sartán, y hasta la orilla de Abel Mejola frente a Tabat.
23 Los hombres de Israel que ha bían venido de Neftalí, de Aser y de todo Manasés, se reagruparon y persiguieron a los madianitas. 24 Ge deón mandó entonces mensajeros por toda la montaña de Efraín: «Bajen al encuentro de los madianitas, y antes que lleguen ocupen los vados hasta Bet-Bará a lo largo del Jordán». 25 Hi cieron prisioneros a los dos jefes de Madián, Oreb y Zeeb, mataron a Oreb en la Roca de Oreb y a Zeeb en el Lagar de Zeeb. De vuelta de la persecución a los madianitas, entregaron a Gedeón, al otro lado del Jordán, las cabezas de Oreb y de Zeeb.


Jueces 8
Segunda campaña de Gedeón

1 Los hombres de Efraín dijeron a Gedeón: «¿Qué nos hiciste? ¡Ni siquiera nos convocaste cuando saliste a pelear con los madianitas!» Y estaban muy enojados con él. 2 Pero Gedeón les respondió: «Toda la vendimia de Abiezer no vale lo que Efraín rebuscó detrás de él. 3 ¿No puso Yavé en las manos de ustedes a los jefes de Madián Oreb y Zeeb? Lo que hice es nada en comparación con eso». Cuando les hubo hablado así, se apaciguó su cólera.
4 Cuando llegaron al Jordán, Gedeón lo atravesó con los trescientos hombres que lo acompañaban, pero estaban agotados por la persecución. 5 Por eso dijeron a la gente de Sucot: «Den, por favor, raciones de pan a la tropa que me acompaña porque mi gente está rendida. Estamos persiguiendo a Zebaj y a Salmuna, los reyes de Madián». 6 Pero los ancianos de Sucot le respondieron: «¿Ya les has atado las manos a Zebaj y a Salmuna? ¿Cómo quieres que demos pan a tus hombres?» 7 Gedeón les respondió: «¡Muy bien! Apenas Yavé ponga en mis manos a Zebaj y a Salmuna, les arrancaré a ustedes la piel con las espinas y cardos del desierto».
8 De allí partió para Penuel y dirigió las mismas palabras a la gente de Penuel. Estos respondieron tal como lo habían hecho los de Sucot. 9 Les replicó a la gente de Penuel: «Cuando vuelva como vencedor, derribaré esa torre».
10 Zebaj y Salmuna estaban en Carcor con un ejército de alrededor de quince mil hombres (eran los sobrevivientes del gran ejército de los hijos de Oriente, pues ya habían caído ciento veinte mil). 11 Gedeón subió por el camino de los Nómades, al este de Nobaj y de Yogboha, y arrasó con ese ejército que se sentía seguro. 12 Zebaj y Salmuna huyeron, pero los persiguió, y apresó a los dos reyes de Madián, Zebaj y Salmuna, en tanto que su ejército era completamente derrotado.
13 Después de la batalla, Gedeón, hijo de Joás, regresó por la subida de Jarés. 14 Allí detuvo a un joven de Sucot y lo interrogó. Este le dio por escrito los nombres de los jefes de Sucot y de los ancianos; en total llegaban a setenta y siete. 15 Gedeón fue a ver a la gente de Sucot y les dijo: «Aquí están Zebaj y Salmuna por cuya causa ustedes se rieron de mí. Ustedes dijeron: «Cuando Zebaj y Salmuna caigan en tus manos, daremos pan a tus hombres fatigados». 16 Entonces juntó a los ancianos de la ciudad, y mandó buscar espinas y cardos del desierto, con los que desgarró a la gente de Sucot.
17 Gedeón derribó la torre de Penuel y masacró a los habitantes de la ciudad. 18 Luego dijo a Zebaj y Salmuna: «¿Cómo eran esos hombres a los que ustedes mataron en el Tabor?» Respondieron: «Se parecían a ti, cada uno tenía el aspecto de un hijo de rey». 19 Gedeón respondió: «¡Eran mis hermanos, los hijos de mi madre! Tan cierto como que Yavé vive que si ustedes los hubieran dejado con vida, yo no los mataría». 20 Entonces ordenó a Jeter, su hijo mayor: «¡Anda y mátalos!» Pero el joven no sacó su espada porque tenía miedo, pues era muy joven. 21 Entonces Zebaj y Salmuna le dijeron: «¡Ven tu mismo y mátanos! A ver si eres hombre y te atreves». Gedeón mató a Zebaj y Salmuna y tomó los adornos en forma de media luna que tenían sus camellos en el cogote.
Esta fue la trampa en que cayó Gedeón
22 Los israelitas dijeron a Gedeón: «Ya que nos libraste de la mano de los madianitas, tú serás nuestro rey, y después de ti, tu hijo y tu nieto». 23 Gedeón les respondió: «Ni yo ni mi hijo reinaremos sobre ustedes: Yavé será su rey». 24 Gedeón añadió: «Lo único que les pido es que cada uno de ustedes me dé un anillo de su botín (los vencidos eran Ismaelitas y tenían anillos de oro)».
25 Le dijeron: «Por supuesto que te lo daremos». Extendieron un manto en el suelo y cada uno echó allí un anillo de su botín. 26 El peso de los anillos de oro fue de mil setecientos siclos, sin contar los prendedores, los aros y los trajes de púrpura que llevaban los reyes de Madián; y sin contar tampoco los collares que pendían del cogote de sus camellos. 27 Con todo eso Gedeón se hizo un efod que puso en su ciudad en Ofra. Todos los israelitas iban allí a venderse; eso fue una trampa para Gedeón y su familia.
28 En cuanto a los madianitas, quedaron en adelante sometidos a los israelitas y no volvieron a levantar cabeza. El país estuvo en paz cuarenta años, el tiempo que vivió Gedeón. 29 Jerubaal, hijo de Joás, regresó a su casa y residió en ella.
30 Gedeón tuvo setenta hijos, todos engendrados por él pues tuvo muchas mujeres. 31 En Siquem tenía una concubina que también le dio un hijo, al que llamó Abimelec. 32 Gedeón, hijo de Joás, murió en una feliz ancianidad. Lo enterraron en la tumba de su padre Joás, en Ofra, en el territorio de Abiezer.
33 Después de la muerte de Gedeón, los israelitas volvieron a prostituirse siguiendo a los Baales: se dieron como dios a Baal-Berit. 34 Así fue como los israelitas se olvidaron de Yavé su Dios, el que los había librado de todos sus enemigos vecinos. 35 Ya no reconocieron más a la familia de Jerubaal-Gedeón todo lo bueno que había hecho por Israel.


Salmo 118
No moriré, ¡viviré!.

—«La piedra que los constructores rechazaron llegó a ser la piedra angular.» Jesús se aplicó a sí mismo lo de la piedra rechazada (Mt 21,42; 1 Pedro 2,4). Y cuando entra en el Templo, los niños cantan: «Bendito sea el que viene en nombre del Señor.»
1 Den gracias al Señor, pues él es bueno,
1 pues su bondad perdura para siempre.
2 Que lo diga Israel:
2 ¡su bondad es para siempre!
3 Que lo diga la casa de Aarón:
3 ¡su bondad es para siempre!
4 Que lo digan los que temen al Señor:
4 ¡su bondad es para siempre!
5 Al Señor, en mi angustia, yo clamé,
5 y me respondió sacándome de apuros.
6 Si el Señor está conmigo, no temo,
6 ¿qué podrá hacerme el hombre?
7 Cuento al Señor entre los que me ayudan,
7 y veré a mis enemigos a mis pies.
8 Más vale refugiarse en el Señor
8 que confiar en los poderosos.
10 Todos los paganos me rodeaban,
10 pero en el nombre del Señor los humillé.
11 Me rodeaban, me tenían cercado,
11 pero en el nombre del Señor los humillé.
12 Me rodeaban como avispas,
12 cayeron como zarza que se quema,
12 pues en nombre del Señor los humillé.
13 Me empujaron con fuerza para botarme,
13 pero acudió el Señor a socorrerme.
14 El Señor es mi fuerza, el motivo de mi canto,
14 ha sido para mí la salvación.
15 Clamores de alegría y de triunfo
15 resuenan en las tiendas de los justos:
15 «¡La diestra del Señor hizo proezas,
16 la diestra del Señor lo ha enaltecido,
16 la diestra del Señor hizo proezas!»
17 No, no moriré sino que viviré
17 y contaré las obras del Señor.
18 El Señor me corrigió mucho,
18 pero no me entregó a la muerte.
19 «¡Abranme las puertas de justicia
19 para entrar a dar gracias al Señor!»
20 «Esta es la puerta que lleva al Señor,
20 por ella entran los justos».
21 ¡Te agradezco que me hayas escuchado,
21 tú has sido para mí la salvación!
22 La piedra rechazada por los maestros
22 pasó a ser la piedra principal;
23 ésta fue la obra del Señor,
23 no podían creerlo nuestros ojos.
24 ¡Este es el día que ha hecho el Señor,
24 gocemos y alegrémonos en él!
25 ¡Danos, oh Señor, la salvación,
25 danos, oh Señor, la victoria!
26 «¡Bendito sea el que viene
26 en el nombre del Señor!
26 Desde la casa del Señor los bendecimos:
27 el Señor es Dios, él nos ilumina».
27 Formen la procesión con ramos en la mano
27 hasta los cuernos del altar.
28 Tú eres mi Dios, te doy gracias;
28 ¡Dios mío, te digo que eres grande!
29 Den gracias al Señor, pues él es bueno,
29 pues su bondad perdura para siempre.




Santiago 3
Pecados de la lengua

1 Hermanos, no se hagan todos maestros; ya saben que como maestros seremos juzgados con más severidad, 2 y todos tenemos nuestras fallas.
2 El que no peca en palabras es un hombre perfecto de verdad, pues es capaz de dominar toda su persona. 3 Poniendo un freno en la boca del caballo podemos dominarlo, y sometemos así todo su cuerpo. 4 Lo mismo ocurre con los barcos: con un pequeño timón el piloto los maneja como quiere, por grandes que sean, aun bajo fuertes vientos.
5 Así también la lengua es algo pequeño, pero puede mucho; vean cómo una llama devora bosques. 6 La lengua es un fuego, y es un mundo de maldad; rige nuestro organismo y mancha a toda la persona: el fuego del infierno se mete en ella y lo transmite a toda nuestra vida. 7 Animales salvajes y pájaros, reptiles y animales marinos de toda clase han sido y de hecho son dominados por la raza humana. 8 Pero nadie ha sido capaz de dominar la lengua. Es un azote que no se puede detener, un derrame de veneno mortal. 9 Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. 10 De la misma boca salen la bendición y la maldición.
11 Hermanos, esto no puede ser así. ¿Es que puede brotar de la misma fuente agua dulce y agua amarga? 12 La higuera no puede producir aceitunas ni la vid higos, y lo salobre no dará agua dulce.
La verdadera sabiduría
13 ¿Así que eres sabio y entendido? Si tu sabiduría es modesta, veremos sus frutos en tu conducta noble. 14 Pero si te vuelve amargo, celoso, peleador, no te fíes de ella, que eso sería mentira. 15 Esa clase de sabiduría no viene de arriba sino de la tierra, de tu propio genio y del demonio. 16 Y donde hay envidia y ambición habrá también inestabilidad y muchas cosas malas.
17 En cambio la sabiduría que viene de arriba es, ante todo, recta y pacífica, capaz de comprender a los demás y de aceptarlos; está llena de indulgencia y produce buenas obras, 18 no es parcial ni hipócrita. Los que trabajan por la paz siembran en la paz y cosechan frutos en todo lo bueno.