DIA 90--Deuteronomio 5,32--7,26 Salmo 90 Hechos 21,17-36



Deuteronomio 5,32
32 Ustedes guardarán y cumplirán lo que Yavé les tiene ordenado. No se desvíen ni a la derecha ni a la izquierda, 33 sino que sigan en todo el camino que Yavé les ha marcado; así vivirán y tendrán éxito, y sus días se prolongarán en la tierra que pasará a ser suya.



Deuteronomio 6, 1-25
Escucha, Israel: Yavé es el único
1 Estos son los preceptos, las normas y los mandamientos que Yavé, Dios de ustedes, me mandó, para que yo se los enseñe y ustedes los cumplan en la tierra que va a ser de ustedes. 2 Temerás a Yavé, tu Dios, y guardarás todos los días de tu vida sus mandamientos y sus normas que te enseño hoy. Que los guarden tus hijos y los hijos de tus hijos, para que vivan largos años.
3 Escucha, pues, Israel, y cuida de poner en práctica lo que ha de traerte felicidad y prosperidad en esta tierra que mana leche y miel, como lo prometió Yavé, Dios de tus padres.
4 Escucha, Israel: Yavé, nuestro Dios, es Yavé-único. 5 Y tú amarás a Yavé, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. 6 Graba en tu corazón los mandamientos que yo te entrego hoy, 7 repíteselos a tus hijos, habla de ellos tanto en casa como cuando estés de viaje, cuando te acuestes y cuando te levantes. 8 Grábalos en tu mano como una señal y póntelos en la frente como tu distintivo; 9 escríbelos en los postes de tu puerta y a la entrada de tus ciudades.
10 Y cuando Yavé te haya llevado a la tierra que juró darte —pues se lo dijo a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob—, con ciudades grandes y prósperas que tú no edificaste, 11 con casas abastecidas de todo lo que tú no llenaste, con pozos que tú no cavaste, viñas y olivares que tú no plantaste; cuando hayas comido y te hayas saciado, 12 no te olvides de Yavé que te sacó de Egipto, donde eras esclavo.
13 Temerás a Yavé, tu Dios; a él servirás, e invocarás su nombre si debes hacer algún juramento. 14 No vayas tras dioses extraños, tras los dioses de los pueblos que te ro dean, 15 porque Yavé, tu Dios, que está en medio de ti, es un Dios celoso. No sea que estalle el furor de Yavé tu Dios, y te haga desaparecer de la superficie de la tierra.
16 Ustedes no pondrán a prueba a Yavé, su Dios, como lo hicieron en Masá. 17 Más bien hagan empeño en guardar los preceptos, los mandamientos y las normas que les he mandado. 18 Haz lo que es recto y bueno a los ojos de Yavé, para que seas feliz y llegues a tomar posesión de la espléndida tierra que prometió con juramento a tus padres, 19 pues él destruirá delante de ti a todos tus enemigos.
20 Tal vez un día tu hijo te pregunte: “¿Qué son estos preceptos, mandamientos y normas que Yavé, nuestro Dios, les ha ordenado?” 21 Tú responderás a tu hijo: “Nosotros éramos esclavos de Faraón en Egipto, y Yavé nos hizo salir de Egipto con mano firme. 22 Y lo vimos hacer milagros grandes, y terribles prodigios contra Faraón y toda su gente, 23 y a nosotros nos sacó de allí para conducirnos a la tierra que prometió a nuestros padres.
24 Entonces fue cuando Yavé nos ordenó poner en práctica todos estos preceptos y temerle a él, nuestro Dios, pues por ese camino nos iría bien y él nos daría vida, como hoy es el caso. 25 El camino recto para nosotros consiste en guardar y practicar estos mandamientos como él lo ha ordenado.”




Deuteronomio 7, 1-26

1 Yavé, tu Dios, te introducirá en la tierra adonde vas y que pasará a ser tuya; arrojará delante de ti a muchos pueblos, al heteo y al guergaseo, al amorreo y al cananeo, al fereceo, al jeveo y al jebuseo, siete naciones mucho más numerosas y poderosas que tú. 2 Cuando las entregue en tus manos y tú las derrotes, los exterminarás según la ley del anatema. No harás alianza con ellas ni les tendrás compasión. 3 No te emparentarás con ellas, dando tus hijas a sus hijos, ni tomando sus hijas para tus hijos, 4 porque seducirían a tus hijos para que me abandonen y adoren a dioses extranjeros, con lo que la ira de Yavé se encendería contra ustedes y luego los eliminaría.
5 Por el contrario, esto es lo que deben hacer: derriben sus altares y hagan pedazos las imágenes, arrasen sus bosques sagrados y quemen sus ídolos.
Cómo premia Dios a sus fieles
6 Eres un pueblo consagrado a Yavé, tu Dios. Yavé te ha elegido de entre todos los pueblos que hay sobre la faz de la tierra, para que seas su propio pueblo. 7 Yavé se ha ligado a ti, y te ha elegido, no por ser el más numeroso de todos los pueblos (al contrario, eres el menos numeroso). 8 Más bien te ha elegido por el amor que te tiene y para cumplir el juramento hecho a tus padres. Por eso Yavé, con mano firme, te sacó de la esclavitud y del poder de Faraón, rey de Egipto.
9 Reconoce, pues, que Yavé, tu Dios, es “el” Dios. Es el Dios fiel, que guarda su Alianza y su misericordia hasta mil generaciones a los que lo aman y cumplen sus mandamientos, 10 pero castiga en su propia persona a quien lo odia, y lo sanciona sin demora.
11 Guarda, pues, los mandamientos, normas y ordenanzas que yo te mando hoy poner en práctica. 12 Si te fijas en estas normas, las guardas y las practicas, Yavé te mantendrá la alianza y la benevolencia que prometió a tus padres. 13 Te amará, te bendecirá y te multiplicará. Te concederá numerosos hijos y cosechas abundantes: trigo, vino y aceite; multiplicará las crías de tus vacas y de tus ovejas en la tierra que prometió a tus padres para ti.
14 Serás favorecido más que todos los pueblos; no habrá macho o hembra estéril entre tu gente ni en tu ganado, 15 Yavé alejará de ti toda enfermedad, no dejará caer sobre ti ninguna de las plagas de Egipto que tú conoces. En cambio, las hará caer sobre aquellos que te odien. 16 Así, pues, extermina todos los pueblos que Yavé, tu Dios, pondrá en tus manos. No tengas piedad de ellos, ni sirvas a sus dioses: éstos serían una trampa para ti.
17 Tal vez dirás en tu corazón: Estos pueblos son más numerosos que yo, ¿cómo los voy a desalojar? 18 Mas no temas, acuérdate de lo que hizo Yavé, tu Dios, con Faraón y con todos los egipcios; 19 de aquellas terribles pruebas que vieron tus ojos, y de los prodigios y señales, de la mano fuerte y de los grandes golpes con que te libertó Yavé, tu Dios. 20 Lo mismo hará con todos los pueblos a quienes temes. Incluso enviará Yavé avispas para destruir a los que hayan quedado y se hayan escondido para escapar de ti.
21 No les tengas miedo, porque Yavé, tu Dios, Dios grande y terrible, está en medio de ti. 22 El mismo irá achicando a tu vista estas naciones poco a poco y por partes, pues no te conviene acabar con ellas de una sola vez, no sea que se multipliquen contra ti las fieras salvajes. 23 Pero Yavé, tu Dios, los pondrá en tus manos y los llenará de espanto hasta que desaparezcan del todo. 24 Entregará sus reyes en tus manos para que borres sus nombres de debajo del cielo; nadie podrá resistir ante ti hasta que los hayas destruido.
25 Ustedes quemarán las imágenes de sus dioses y no codiciarán el oro ni la plata que los recubre. No lo tomes para ti, no sea que te quedes atrapado: debes saber que Yavé lo odia. Nada de esto entrará en tu casa, no sea que te vuelvas maldición, como ello es maldición. 26 Los tendrás por cosa abominable, porque, de hecho, son “anatema”, o sea, maldición.


Salmo 90
Nuestros días pasan como suspiros.
—Nuestra vida terrenal es corta y frágil ante Dios eterno, que no padece cambios. El es nuestro refugio y puede dar algún valor a nuestra existencia. Pidámosle que la llene con su sabiduría, que es amarlo, alabarlo y servirlo.

1 Señor, tú has sido para nosotros
1 un refugio a lo largo de los siglos.
2 Antes que nacieran las montañas
2 y aparecieran la tierra y el mundo,
2 tú ya eras Dios y lo eres para siempre,
3 tú que devuelves al polvo a los mortales,
3 y les dices:»¡Váyanse, hijos de Adán!».
4 Mil años para ti son como un día,
4 un ayer, un momento de la noche.
5 Tú los siembras, cada cual a su turno,
5 y al amanecer despunta la hierba;
6 en la mañana viene la flor y se abre
6 y en la tarde se marchita y se seca.
7 Por tu cólera somos consumidos,
7 tu furor nos deja anonadados.
8 Pusiste nuestras culpas frente a ti,
8 nuestros secretos bajo la luz de tu rostro.
9 Hizo correr tu cólera nuestros días,
9 y en un suspiro se fueron nuestros años.
10 El tiempo de nuestros años es de setenta,
10 y de ochenta si somos robustos.
10 La mayoría son de pena y decepción,
10 transcurren muy pronto y nos llevan volando.
11 ¿Quién conoce la fuerza de tu cólera
11 y quién ha sondeado el fondo de tu furor?
12 Enséñanos lo que valen nuestros días,
12 para que adquiramos un corazón sensato.
13 Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?...
13 Compadécete de tus servidores.
14 Cólmanos de tus favores por la mañana,
14 que tengamos siempre risa y alegría.
15 Haz que nuestra alegría dure lo que la prueba
15 y los años en que vimos la desdicha.
16 Muestra tu acción a tus servidores
16 y a sus hijos, tu esplendor.
17 Que la dulzura del Señor nos cubra
17 y que él confirme la obra de nuestras manos.



Hechos 21,17-36
Pablo es recibido por la Iglesia de Jerusalén

17 Al llegar a Jerusalén, los hermanos nos recibieron con alegría. 18 Al día siguiente acompañamos a Pablo a casa de Santiago, donde se habían reunido todos los presbíteros. 19 Pablo los saludó y fue contando detalladamente todas las cosas que Dios había realizado entre los paganos por su ministerio. 20 To dos, por supuesto, dieron gloria a Dios por lo que escuchaban, pero luego le dijeron: «Bien sabes, hermano, cuántas decenas de millares de judíos han abrazado la fe en Judea, y todos ellos son celosos partidarios de la Ley. 21 Por otra parte, han oído decir que enseñas a todos los judíos del mundo pagano que se aparten de Moisés, que no circunciden a sus hijos ni vivan según las tradiciones judías. 22 De todos modos se van a enterar de que has llegado, y entonces ¿qué hacer?
23 Reuniremos la asamblea, y harás lo que te vamos a decir. Hay entre nosotros cuatro hombres que han hecho un voto 24 y tú los vas a apadrinar. Te purificarás con ellos y pagarás los gastos cuando se hagan cortar el pelo. Así verán todos que es falso lo que han oído decir de ti y que, por el contrario, tú también cumples la Ley.
25 En cuanto a los creyentes de origen no judío, ya les hemos enviado instrucciones, pidiéndoles que se abstengan de carne sacrificada a los ídolos, de la sangre y de la carne de animales sin sangrar y de las relaciones sexuales prohibidas.»
26 Pablo, pues, apadrinó a aquellos hombres. Al día siguiente se purificó con ellos y entró en el Templo para notificar qué día concluiría su tiempo de purificación y se ofrecería el sacrificio por cada uno de ellos.
Pablo es arrestado en el Templo
27 Estaban para cumplirse los siete días, cuando unos judíos de Asia vieron a Pablo en el Templo y empezaron a alborotar a la gente. Agarraron a Pablo 28 y gritaron: «¡Israelitas, ayúdennos! Este es el hombre que por todas partes predica a todos en contra de nuestro pueblo, de la Ley y de este Lugar Santo. Y ahora incluso ha introducido a unos griegos dentro del Templo, profanando este Lugar Santo.»
29 Decían esto porque poco antes habían visto a Pablo en la ciudad acompañado de Trófimo, natural de Efeso, y pensaron que Pablo lo había llevado al Templo.
30 La ciudad entera se alborotó. Concurrió la gente de todas partes, y tomando a Pablo, lo arrastraron hacia la salida del Templo, cerrando inmediatamente las puertas. 31 Querían matarlo, pero llegó al comandante del batallón la noticia de que toda Jerusalén estaba alborotada. 32 En seguida tomó consigo algunos oficiales y soldados y bajaron corriendo hacia la multitud. Al ver al comandante y a los soldados, dejaron de golpear a Pablo.
33 El comandante se acercó, hizo arrestar a Pablo y ordenó que lo ataran con dos cadenas. Después preguntó quién era y qué había hecho. 34 Pero entre la gente unos gritaban una cosa y otros otra. Al ver el comandante que no podía sacar nada en claro a causa del alboroto, dio orden de que llevaran a Pablo a la fortaleza. 35 Al llegar a las escalinatas, los soldados tuvieron que levantarlo y llevarlo a hombros a causa de la violencia de la multitud, 36 pues un montón de gente lo seguía gritando: «¡Mátalo!»
37 Cuando estaban ya para meterlo dentro de la fortaleza, Pablo dijo al comandante: «¿Me permites decirte una palabra?» Le contestó: «¡Pero tú hablas griego! 38 ¿No eres, entonces, el egipcio que últimamente se rebeló y llevó al desierto a cuatro mil terroristas?» 39 Pablo respondió: «Yo soy judío, ciudadano de Tarso, ciudad muy conocida de Cilicia. Permíteme, por favor, hablar al pueblo.»
40 El comandante se lo permitió. Entonces Pablo, de pie en la escalinata, hizo un gesto con la mano y se produjo un gran silencio. Después empezó a hablar al pueblo en lengua hebrea.