DIA 89--Deuteronomio 4,25--5,31 Salmo 89,19-53 Hechos 21,1-16



Deuteronomio 4,25-49
25 Cuando tengas hijos y nietos y hayan envejecido en el país, no vayan a corromperse teniendo ídolos y haciendo lo que desagrada a Yavé. 26 Pues si lo irritan, desaparecerán de la tierra que va a ser de ustedes, al pasar el Jordán; el cielo y la tierra son testigos de mis advertencias: ustedes serán reducidos a nada.
27 Yavé los dispersará entre los pueblos y sólo quedará de ustedes un pequeño número, repartidos entre las naciones a las que Yavé los llevará. 28 Allí tendrán que servir a dioses fabricados, que no son más que madera y piedra, que ni ven, ni oyen, ni comen, ni sienten. 29 Allí buscarás a Yavé, tu Dios, y lo encontrarás si lo buscas con todo tu corazón y toda tu alma.
30 Cuando estas desgracias te hayan venido encima, volverás por fin a Yavé en medio de tu angustia y harás caso a sus palabras. 31 Pues Yavé, tu Dios, es un Dios misericordioso, que no te rechaza ni te destruye del todo, ni olvida la Alianza que juró a tus padres.
Has sido elegido por Dios
32 Pregunta a los tiempos pasados. Investiga desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra. Pregunta desde un extremo a otro del mundo: ¿Hubo jamás una cosa tan extraordinaria como ésta? ¿Se ha oído cosa semejante? 33 ¿Ha quedado con vida algún pueblo después de haber oído como tú a Dios vivo hablando en medio del fuego?
34 ¿Acaso algún dios ha intentado tomarse un pueblo y sacarlo de en medio de otro pueblo a fuerza de pruebas y de señales, de milagros y de combates, actuando con mano firme y dando grandes golpes, realizando esas cosas grandes que Yavé hizo por ustedes en Egipto y que tú viste con tus propios ojos?
35 Y porque lo has visto, ahora sabes que Yavé es Dios y que no hay otro fuera de él. 36 Desde el cielo te hizo oír su voz, para que lo temas, y sobre la tierra viste su gran fuego: desde en medio del fuego oíste sus palabras, 37 y quedaste con vida. Porque amaba a tus padres, eligió a su descendencia después de ellos; él mismo vino a sacarte de Egipto con mucho poder. 38 Expulsó delante de ti pueblos más numerosos y más fuertes que tú, y te hizo entrar en su tierra: hoy te la dio en herencia.
39 Por tanto, reconoce ahora y trata de convencerte de que Yavé es el único Dios del cielo y de la tierra, y que no hay otro. 40 Guarda sus leyes y sus mandamientos que yo te ordeno hoy, y te irá bien a ti y a tus hijos después de ti. Así vivirás largos años en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.»
Segundo “discurso de Moisés”
41 Moisés designó tres ciudades al otro lado del Jordán, hacia el oriente, 42 para que allí se refugiara el que involuntariamente diera muerte a su prójimo, siempre que no hubiese sido antes su enemigo. Con refugiarse en una de esas ciudades estaría a salvo.
43 Estas fueron las ciudades: Basar, en la meseta del desierto, para la tribu de Rubén; Ramot, en Galaad, para la tribu de Gad, y Golán, en Basán, para la tribu de Manasés.
44 Esta es la Ley que Moisés dio a los hijos de Israel. 45 Estos son los preceptos, decretos y leyes que Moisés dictó a los hijos de Israel a su salida de Egipto, 46 al otro lado del Jordán, en el valle fronterizo a Bet-Peor, en el país de Sijón, rey de los amorreos. A este Sijón, que vivía en Jesbón, Moisés y los hijos de Israel lo habían derrotado a su salida de Egipto 47 y se habían apoderado de su país, así como del de Og, rey de Basán. Los territorios de estos reyes amorreos estaban al oriente del Jordán. 48 Se extendían desde Aroer, situada en la orilla del torrente Arnón, hasta el monte Sirión, llamado también Hermón, 49 y abarcaban toda la llanura al oriente del Jordán hasta el Mar Muerto, al pie del monte Pisga.



Deuteronomio 5,1.31
Otra formulación del Decálogo

1 Moisés convocó a todo Israel y le dijo: “Escucha, Israel, las normas y los mandamientos que te enseño en este día; ustedes los aprenderán y cuidarán de ponerlos en práctica. 2 Nuestra es la alianza que nos dio Yavé, nuestro Dios, en el Horeb. 3 Pues su alianza, no la tiene pactada con nuestros padres, sino más bien con nosotros que hoy estamos aquí todos vivos. 4 Yavé nos habló cara a cara en el monte, desde en medio del fuego. 5 Entonces yo estaba entre Yavé y ustedes y los tuve informados, pues aquel fuego los mantenía a distancia, y ustedes no subieron al monte. Estas fueron sus palabras:
6 “Yo soy Yavé, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. 7 No tendrás otro dios delante de mí.
8 No te harás ídolos, no te harás figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo o aquí debajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. 9 Ante ellas no te hincarás ni les rendirás culto; porque yo, Yavé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian. 10 Pero mantengo mi favor por mil generaciones a los que me aman y guardan mis mandamientos.
11 No harás mal uso del nombre de Yavé, tu Dios, porque Yavé no dejará sin castigo a quien se aproveche de su nombre.
12 Cuida de santificar el día sábado, como Yavé, tu Dios, te lo manda. 13 Seis días tienes para trabajar y hacer tus quehaceres. 14 Pero el día séptimo es el Descanso en honor de Yavé, tu Dios. No harás ningún trabajo, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu servidor, ni tu sirvienta, ni tu buey, ni tu burro u otro de tus animales. Tampoco trabajará el extranjero que está en tu país. Tu servidor y tu sirvienta descansarán así como tú, 15 pues no olvides que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, de la que Yavé, tu Dios, te sacó actuando con mano firme y dando grandes golpes; por eso Yavé, tu Dios, te manda guardar el día sábado.
16 Honra a tu padre y a tu madre, como Yavé, Dios tuyo, te lo tiene mandado, y tus días se prolongarán por mucho tiempo y te irá bien en la tierra que Yavé, tu Dios, te da.
17 No matarás.
18 No cometerás adulterio.
19 No robarás.
20 No darás falso testimonio contra tu prójimo.
21 No desearás la mujer de tu prójimo. No codiciarás la casa de tu prójimo, ni su campo, ni su servidor, ni su sirvienta, ni su buey, ni su burro, ni cosa alguna suya.”
22 Estas son las palabras que dijo Yavé a toda la asamblea que estaba en el monte, desde en medio del fuego y la espesa nube. Dichas palabras resonaron con estruendo y no se les añadió nada. Y luego Yavé las escribió en dos tablas de piedra que me entregó.
23 Cuando oyeron aquella voz en medio de las tinieblas, mientras que el monte ardía, se acercaron a mí todos los jefes de sus tribus y los ancianos. 24 Y dijeron: “Yavé, Dios nuestro, acaba de mostrarnos su gloria y su grandeza y hemos oído su voz en medio del fuego. Hoy hemos visto a Dios hablando al hombre sin que éste muriera; 25 pero nosotros vamos a morir si nos quedamos escuchando la voz de Yavé, nuestro Dios, pues nos va a consumir este fuego terrible 26 ¿Qué hombre quedará con vida después de escuchar la voz de Dios vivo hablando de en medio del fuego, como lo hace ahora con nosotros? 27 Mejor acércate tú para oír todo lo que diga Yavé, nuestro Dios, y luego tú nos las dices para que las pongamos en práctica.”
28 Yavé oyó estas palabras mientras ustedes me hablaban, y me dijo: “He oído lo que dice este pueblo; en todo han hablado bien. 29 ¡Ojalá que siempre tengan el mismo espíritu, me teman y guarden todos mis preceptos!, pues entonces les iría bien a ellos y a sus hijos eternamente.
30 Ahora les vas a decir que vuelvan a sus tiendas de campaña. 31 Pero tú te quedarás conmigo, para que yo te diga todos los mandamientos, preceptos y leyes que habrás de enseñarles y así los pongan en práctica en la tierra que yo quiero que sea suya.”

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Salmo 89,19-53
19 Nuestro escudo está en la mano del Señor nuestro rey, en manos del Santo de Israel.
20 En una visión tú hablaste en otro tiempo refiriéndote a tu amigo, tú dijiste: «He prestado mi apoyo a un valiente, lo he sacado del pueblo y exaltado.
21 Encontré a David mi servidor, y lo ungí con óleo santo, 22 lo sostendrá mi mano y mi brazo lo fortalecerá.
23 El enemigo no podrá sorprenderlo ni podrá el malvado oprimirlo.
24 Aplastaré delante de él a sus agresores, les pegaré a los que lo odian.
25 Mi fidelidad y mi amor lo acompañarán, mi Nombre le asegurará la victoria.
26 Extenderé su mano sobre el mar, y sobre los ríos su derecha.
27 El me podrá invocar: «¡Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca donde me refugio!»
28 Haré de él mi primogénito, el más famoso de los reyes de la tierra.
29 Para siempre mi amor le mantendré, y seré fiel a mi alianza con él.
30 Estableceré su descendencia para siempre, y haré que su trono dure como los cielos.
31 Si sus hijos abandonan mi ley y no andan según mis decisiones, 32 si profanan mis preceptos y no guardan mis mandamientos, 33 castigaré a varillazos su pecado y con golpes su falta; 34 pero mi amor no se lo quitaré ni renegaré de mi fidelidad.
35 No romperé mi alianza ni cambiaré lo que salió de mis labios.
36 Lo juré una vez por mi santidad: ¡Yo no le mentiría a David!
37 Su descendencia durará para siempre, su trono como el sol se mantendrá ante mí.
38 Está allí para siempre como la luna, ese testigo fiel más allá de las nubes».
39 Pero tú lo rechazaste y repudiaste, te enojaste con tu ungido.
40 Renegaste de la alianza con tu siervo y arrojaste por tierra su corona.
41 Hiciste huecos en todos sus cercos, arruinaste sus fortificaciones.
42 Los que pasan por el camino la saquean, y sus vecinos le faltan el respeto.
43 Levantaste la diestra de sus adversarios y alegraste a sus enemigos.
44 Sus armas se volvieron atrás, y no lo sostuviste en el combate.
45 Hiciste caer el cetro de su mano y por tierra su trono derribaste.
46 Acortaste los días de su juventud, y lo cubriste de vergüenza.
47 ¿Hasta cuándo, Señor, vas a ocultarte?
47 ¿Arderá siempre como fuego tu enojo?
48 Recuerda, Señor, lo que es nuestra existencia, y para qué nada hiciste a los humanos.
49 ¿Quién vivirá y no verá la muerte? ¿Quién salvará su vida de las garras del abismo?
50 ¿Dónde están, Señor, tus favores de antes, tus juramentos a David, tu fidelidad?
51 Recuerda, Señor, las afrentas a tus siervos, (llevo en mi seno todos esos ultrajes). 52 ¡Cuántos insultos de tus enemigos, Señor, cómo insultan las huellas de tu ungido!
53 ¡Bendito sea el Señor eternamente, Amén, amén!


Hechos 21,1-16
La vuelta a Jerusalén

1 Cuando llegó la hora de partir, nos separamos a la fuerza de ellos y nuestro barco salió rumbo a Cos. Al día siguiente llegamos a Rodas, y de allí, a Pátara, 2 donde encontramos otro barco que estaba para salir hacia Fenicia. Subimos a bordo y partimos. 3 Divisamos la isla de Chipre y, dejándola a la izquierda, navegamos rumbo a Siria. Atracamos en Tiro, pues el barco debía dejar su carga en aquel puerto. 4 Aquí encontramos a los discípulos y nos detuvimos siete días.
4 Advertían a Pablo con mensajes proféticos que no subiera a Jerusalén; 5 pero a pesar de ello, cuando llegó la fecha en que debíamos marchar, partimos. Nos acompañaron todos con sus mujeres y niños hasta fuera de la ciudad, y llegados a la playa, nos arrodillamos y oramos. 6 Después de los abrazos subimos a la nave, mientras ellos volvían a sus casas.
7 De Tiro fuimos a Tolemaida, terminando así nuestra travesía. Saludamos a los hermanos y nos quedamos un día con ellos. 8 Al día siguiente nos dirigimos a Cesarea. Entramos en casa de Felipe, el evan gelista, que era uno de los siete, y nos hospedamos allí; 9 tenía cuatro hijas que se habían quedado vírgenes y tenían el don de profecía.
10 Llevábamos allí algunos días, cuando nos salió al encuentro un profeta de Judea, llamado Agabo. 11 Se acercó a nosotros, tomó el cinturón de Pablo, se ató con él de pies y manos y dijo: «Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos al dueño de este cinturón y lo entregarán en manos de los extranjeros.»
12 Al oír esto, nosotros y los de Cesarea rogamos a Pablo que no subiera a Jerusalén. 13 Pero él nos contestó: «¿Por qué me destrozan el corazón con sus lágrimas? Yo estoy dispuesto no sólo a ser encarcelado, sino también a morir en Jerusalén por el Nombre del Señor Jesús.» 14 Como no logramos convencerlo, dejamos de insistir y dijimos: «Hágase la voluntad del Señor.»
15 Pasados aquellos días, terminamos los preparativos del viaje y su bimos a Jerusalén. 16 Algunos discípulos de Cesarea que nos acompañaban nos llevaron a casa de un chipriota, llamado Nasón, discípulo desde los primeros tiempos, donde nos íbamos a hospedar.
Pablo es recibido por la Iglesia de Jerusalén