DIA 83--Números 30--31 Salmo 84 Hechos 17,16-34



Números 30
1 Moisés habló a los hijos de Is rael conforme a todo lo que Yavé le había ordenado.
Leyes acerca de los votos
2 Moisés dijo a los jefes de las tribus de Israel: 3 «Esto es lo que ha ordenado Yavé: Si un hombre hace un voto a Yavé o se compromete con juramento, no faltará a su palabra, sino que cumplirá todo lo que ha prometido.
4 Pero está el caso de una mujer que hace un voto a Yavé o toma un compromiso en su juventud, cuando está en casa de su padre. 5 Si su padre, al enterarse de su voto o del compromiso que ha contraído, no le dice nada, serán válidos. 6 Pero si su padre, el mismo día en que se entera de cualquiera de sus votos o de los compromisos que ha contraído, lo desaprueba, no serán válidos. Yavé no se lo tomará en cuenta, pues su padre lo ha desaprobado.
7 Está también el caso de una mujer que se casa cuando todavía está ligada por un voto o por una promesa que ha hecho imprudentemente. 8 Si su marido, al enterarse, no le dice nada, los votos y compromisos que ha contraído serán válidos. 9 Pero si su marido, el mismo día en que se entera, desaprueba los votos o promesas que hizo y los anula, Yavé no se lo tomará en cuenta.
10 El voto de una mujer viuda o despedida y todos los compromisos contraídos por ella serán válidos.
11 Está también el caso de la mujer que ha hecho un voto estando en casa de su marido, o se ha comprometido con juramento. 12 Si su marido al enterarse no le dice nada, ni lo desaprueba, serán válidos. 13 Pero si su marido se lo anula el mismo día en que se entera, está desligada de su palabra o juramento, de su voto y de sus compromisos. Yavé no se lo tomará en cuenta, pues su marido lo ha desaprobado.
14 Cualquier voto o compromiso con el que la mujer se quiere mortificar, lo ratifica y anula el marido. 15 Si su marido no le dice nada hasta el día siguiente, es que confirma el voto o el compromiso de su esposa; lo confirma con no expresar su desaprobación en el momento en que ella se lo dio a conocer. 16 Y si, más tarde, quiere anularlo, cargará con la falta de su esposa.»
17 Estos son los mandatos que Yavé dio a Moisés referente a la esposa y su marido, y al padre con su hija que, siendo joven todavía, está en la casa de su padre.



Números 31
Guerra santa contra Madián

1 Yavé dijo a Moisés: 2 «Que los hijos de Israel tomen ahora desquite de los madianitas, y luego irás a reunirte con tu pueblo.»
3 Moisés, pues, dijo al pueblo: «Que se armen algunos de ustedes para la guerra. Que vayan a pelear contra Madián y sean los instrumentos de la venganza de Yavé contra él. 4 Enviarán a la guerra mil hombres de cada tribu de Israel.»
5 Reclutaron, pues, entre los israelitas, mil hombres por cada tribu, doce mil hombres armados para la guerra. 6 Moisés mandó al combate mil por cada tribu, y con ellos a Finjas, hijo del sacerdote Eleazar, que llevaba los objetos sagrados, y las trompetas para los toques. 7 Pelearon contra Madián, como Yavé había mandado a Moisés, y mataron a todos los varones. 8 Mataron también a los reyes de Madián: Eví, Requem, Sur, Jur y Rebá; eran los cinco reyes madianitas. Mataron también a espada a Balaam, hijo de Beor.
9 Los hijos de Israel trajeron cautivas a las mujeres de Madián y a sus niños y recogieron sus animales, sus rebaños y todas sus pertenencias. 10 Prendieron fuego a todos los pueblos en que vivían y a todos sus campamentos. 11 Habiendo reunido todo el botín y los despojos, hombres y bestias, 12 llevaron los cautivos y el botín ante Moisés, el sacerdote Eleazar y toda la comunidad de los hijos de Israel, en las estepas de Moab, que están cerca del Jordán, a la altura de Jericó.
Las leyes de la guerra santa
13 Moisés, el sacerdote Eleazar y todos los jefes de la comunidad salieron a su encuentro hasta fuera del campamento. 14 Moisés se enojó contra los jefes de las tropas, jefes de mil y jefes de cien que volvían del combate. 15 Moisés les dijo: «¿Así, pues, han dejado con vida a las mujeres? 16 Precisamente ellas fueron las que, siguiendo el consejo de Balaam, indujeron a los hijos de Israel a que desobedecieran a Yavé (en el asunto de Baal-Peor); y una plaga azotó a la comunidad de Yavé. 17 Maten, pues, a todos los niños hombres, y a toda mujer que haya tenido relaciones con un hombre. 18 Pero dejen con vida y tomen para ustedes todas las niñas que todavía no han tenido relaciones. 19 Todos los de ustedes que derramaron sangre o que tocaron a algún muerto, quedarán fuera del campamento durante siete días, y se purificarán el tercer y el séptimo día. Ustedes harán lo mismo con las cautivas. 20 Asimismo purificarán todos los vestidos, objetos de cuero, tejidos de pelo de cabra y objetos de madera.»
21 El sacerdote Eleazar dijo a los hombres que habían ido a la guerra: «Esta es la Ley que Yavé ordenó a Moisés: 22 el oro, la plata, el cobre, el hierro, el estaño y el plomo, todo lo que puede pasar por el fuego, lo purificarán con el fuego y el agua de purificación. 23 Y todo lo que no pueda pasar por el fuego lo pasarán por agua. 24 Después de lavar sus vestidos el día séptimo, quedarán puros y podrán volver al campamento.»
25 Yavé dijo a Moisés: 26 «Saca la cuenta, tú, el sacerdote Eleazar y los jefes de las familias de la comunidad, de lo que fue traído como botín, hombres y ganado. 27 Lo partirás en dos; la mitad, para los combatientes que fueron a la guerra, y la otra mitad, para toda la comunidad. 28 Reserva como ofrenda para Yavé, de la parte de los combatientes que fueron a la guerra, uno por cada quinientos, sean hombres, bueyes, burros y ovejas. 29 Lo tomarás de la mitad del botín que les corresponde y se lo darás al sacerdote Eleazar como contribución para Yavé. 30 Y, de la mitad del botín correspondiente a los hijos de Israel, separarás uno por cada cincuenta, sean hombres, bueyes, burros y ovejas, cualquier clase de animales, y se lo darás a los levitas que están encargados del ministerio de la Morada de Yavé.»
31 Moisés y el sacerdote Eleazar hicieron como Yavé había mandado a Moisés. 32 El botín, lo que quedaba de lo que la gente de guerra había saqueado, era de seiscientas setenta y cinco mil cabezas de ganado menor, 33 setenta y dos mil de vacuno 34 y sesenta y un mil burros. 35 En cuanto a las personas, las mujeres que todavía no habían tenido relaciones eran en total treinta y dos mil. 36 La mitad que correspondió a los que fueron al combate fue de trescientas treinta y siete mil quinientas cabezas de ganado menor, 37 siendo la parte de Yavé seiscientas sesenta y cinco cabezas; 38 además, treinta y seis mil cabezas de vacuno, siendo la parte de Yavé setenta y dos; además, 39 treinta mil quinientos burros, siendo la parte de Yavé sesenta y uno. 40 Personas: dieciséis mil, siendo la parte de Yavé treinta y dos.
41 Moisés dio al sacerdote Eleazar la ofrenda reservada para Yavé, como Yavé había ordenado a Moisés.
42 La otra mitad del botín, perteneciente a los hijos de Israel, 43 era de trescientas treinta y siete mil cabezas de ganado menor, 44 treinta y seis mil de vacuno, 45 treinta mil quinientas de burros 46 y dieciséis mil personas. 47 Moisés tomó de esta mitad perteneciente a los hijos de Israel a razón de uno por cincuenta hombres y animales y se los dio a los levitas que cuidan la Morada de Yavé, como Yavé había ordenado a Moisés.
48 Los jefes de las tropas de Israel que habían ido a la guerra, jefes de mil y de cien, se acercaron a Moisés 49 y le dijeron: «Hemos sacado la cuenta de los combatientes que teníamos a nuestras órdenes y no falta ni uno. 50 Por eso venimos a ofrecer a Yavé lo que cada uno de nosotros ha encontrado, en objetos de oro, brazaletes, cadenitas, anillos y collares para hacer expiación por nosotros delante de Yavé.» 51 Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron de ellos el oro y las joyas. 52 El total de oro que los jefes de millar y cien presentaron a Yavé fue de dieciséis mil setecientos cincuenta siclos.
53 Los combatientes habían saqueado cada uno por cuenta propia. 54 Entonces Moisés y el sacerdote Eleazar recibieron el oro de los jefes de millar y de cien y lo llevaron a la Tienda de las Citas para que quedara ante Yavé y para que él se acordara de los hijos de Israel.



Salmo 84
Quiero ver al Dios viviente.

—Las alegrías de la peregrinación y de la subida al Templo.
2 ¡Qué amables son tus moradas, Señor Sabaot!
3 Mi alma suspira y hasta languidece
3 por los atrios del Señor;
3 mi corazón y mi carne
3 gritan de alegría al Dios que vive.
4 Hasta el pajarillo encuentra casa,
4 y la alondra un nido, donde dejar sus polluelos:
4 cerca de tus altares, Señor Sabaot,
4 ¡oh mi Rey y mi Dios!
5 Felices los que habitan en tu casa,
5 se quedarán allí para alabarte.
6 Dichosos los hombres cuya fuerza eres tú
6 y que gustan de subir hasta ti.
7 Al pasar por el valle de los Sauces,
7 beben allí de la fuente
7 ya bendecida por las primeras lluvias;
8 pasan por las murallas una a una,
8 hasta presentarse a Dios en Sión.
9 ¡Oh Señor, Dios Sabaot, escucha mi plegaria,
9 oye con atención, Dios de Jacob!
10 Mira, oh Dios, nuestro escudo,
10 contempla la cara de tu ungido.
11 Vale por mil un día en tus atrios,
11 y prefiero quedarme en el umbral,
11 delante de la casa de mi Dios
11 antes que compartir la casa del malvado.
12 El Señor es un baluarte y un escudo,
12 el Señor dará la gracia y la gloria
12 a los que marchan rectamente:
12 ninguna bendición les negará.
13 ¡Oh Señor Sabaot,
13 feliz el que confía en ti!



Hechos 17,16-34
Dificultades en Tesalónica

1 Pablo y Silas atravesaron Anfípolis y Apolonia, y llegaron a Tesalónica, donde los ju díos tenían una sinagoga. 2 Pablo, según su costumbre, fue a visitarlos y por tres sábados discutió con ellos, basándose en las Escrituras. 3 Las interpretaba y les demostraba que el Mesías debía padecer y resucitar de entre los muertos. Y les decía: «Este Mesías es precisamente el Jesús que yo les anuncio.»
4 Hubo algunos que se convencieron y formaron un grupo en torno a Pablo y Silas. Lo mismo hicieron un buen número de griegos, de los «que temen a Dios», y no pocas mujeres de la alta sociedad.
5 Los judíos no se quedaron pasivos: reunieron a unos cuantos vagos y maleantes, armaron un motín y alborotaron la ciudad. Hicieron una demostración frente a la casa de Jasón, pues querían a Pablo y Silas para llevarlos ante la asamblea del pueblo. 6 Pero al no encontrarlos allí, arrastraron a Jasón y a otros creyentes ante los magistrados de la ciudad, gritando: «Esos hombres que han revolucionado todo el mundo han llegado también hasta aquí 7 y Jasón los ha hospedado en su casa. Todos ellos objetan los decretos del César, pues afirman que hay otro rey, Jesús.»
8 Lograron impresionar al pueblo y a los magistrados que los oían, 9 los cuales exigieron una fianza a Jasón y a los demás hermanos antes de dejarlos en libertad. 10 Aquella misma noche los hermanos enviaron a Pablo y Silas a la ciudad de Berea.
10 Al llegar se dirigieron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran mejores que los de Tesalónica, y recibieron el mensaje con mucha disponibilidad. Diariamente examinaban las Escrituras para comprobar si las cosas eran así. 12 Un buen número de ellos abrazó la fe y, de entre los griegos, algunas mujeres distinguidas y también bastantes hombres.
13 Pero cuando los judíos de Tesalónica se enteraron de que Pablo estaba predicando la Palabra de Dios en Berea, fueron también allí para agitar al pueblo y crear disturbios. 14 Inmediatamente los hermanos hicieron salir a Pablo hacia la costa, mientras Silas y Timoteo se quedaban en Berea. 15 Los que acompañaban a Pablo lo llevaron a Atenas, y después regresaron a Berea con instrucciones para Timoteo y Silas de que fueran a reunirse con él lo antes posible.
Pablo en Atenas
16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu hervía viendo la ciudad plagada de ídolos. 17 Empezó a tener contactos en la sinagoga con judíos y con griegos que temían a Dios, hablando también con los que diariamente se encontraban en las plazas de la ciudad.
18 Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos preguntaban: «¿Qué querrá decir este charlatán?», mientras otros comentaban: «Parece ser un predicador de dioses extranjeros.» Porque le oían hablar de «Jesús» y de «la resurrección».
19 Lo tomaron, lo llevaron con ellos a la sala del Areópago y le preguntaron: «¿Podemos saber cuál es esa nueva doctrina que enseñas? 20 Nos zumban los oídos con esas cosas tan raras que nos cuentas, y nos gustaría saber de qué se trata.» 21 Se sabe que para todos los atenienses y los extranjeros que viven allí no hay mejor pasatiempo que contar o escuchar las últimas novedades.
22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago, y les dijo: «Ciudadanos de Atenas, veo que son personas sumamente religiosas. 23 Mientras recorría la ciudad contemplando sus monumentos sagrados, he encontrado un altar con esta inscripción: «Al Dios desconocido.» Pues bien, lo que ustedes adoran sin conocer, es lo que yo vengo a anunciarles.
24 El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él no vive en santuarios fabricados por humanos, pues es Señor del Cielo y de la tierra, 25 y tampoco necesita ser servido por manos humanas, pues ¿qué le hace falta al que da a todos la vida, el aliento y todo lo demás?
26 Habiendo sacado de un solo tronco toda la raza humana, quiso que se estableciera sobre toda la faz de la tierra, y fijó para cada pueblo cierto lugar y cierto momento de la historia. 27 Habían de buscar por sí mismos a Dios, aunque fuera a tientas: tal vez lo encontrarían. 28 En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: «Somos también del linaje de Dios.» 29 Si de verdad somos del linaje de Dios, no debemos pensar que la divinidad se parezca a las creaciones del arte y de la fantasía humanas, ya sean de oro, plata o piedra.
30 Ahora precisamente Dios quiere superar esos tiempos de ignorancia, y pide a todos los hombres de todo el mundo un cambio total. 31 Tiene ya fijado un día en que juzgará a todo el mundo con justicia, valiéndose de un hombre que ha designado, y al que todos pueden creer, pues él lo ha resucitado de entre los muertos.»
32 Cuando oyeron hablar de resurrección de los muertos, unos empezaron a burlarse de Pablo, y otros le decían: «Sobre esto te escucharemos en otra ocasión.» 33 Así fue como Pablo salió de entre ellos. 34 Algunos hombres, sin embargo, se unieron a él y abrazaron la fe, entre ellos Dionisio, miembro del Areópago, una mujer llamada Dámaris y algunos otros.