Génesis 8,1--9,29
1 Y Dios se acordó de Noé y de todos los animales y las fieras salvajes que estaban con él en el arca. Entonces Dios hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas descendieron.
2 Entonces se cerraron los manantiales que brotaban del abismo, como también las compuertas del cielo, y la lluvia cesó de caer sobre la tierra.
3 Las aguas iban bajando sobre la tierra, con flujo y reflujo; empezaron a descender después de los ciento cincuenta días.
4 El día diecisiete del séptimo mes, el arca descansó sobre los montes de Ararat.
5 Y las aguas siguieron bajando hasta el mes décimo, hasta que el día primero de ese mes aparecieron las cumbres de los montes.
6 Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana que había hecho en el arca
7 y soltó al cuervo, el cual revoloteaba sobre las aguas, yendo y viniendo, hasta que se evaporaron las aguas de la tierra.
8 Entonces Noé soltó a la paloma, para ver si las aguas se habían retirado de la superficie de la tierra.
9 Pero la paloma no encontró dónde posarse, y volvió al arca, pues todavía las aguas cubrían toda la superficie de la tierra. Noé extendió su brazo, tomó a la paloma y la introdujo en el arca.
1 Líbrame de mis perseguidores.—Un grito que pide justicia sube del fondo del alma. Dios escucha.
2 Señor, Dios mío, en ti yo me refugio, líbrame de mis perseguidores, sálvame.
3 No sea que me atrapen como un león, y me arrastren sin que nadie me salve.
4 Señor Dios mío, si he actuado mal, si ha manchado mis manos la maldad,
5 si he devuelto mal por bien, o despojado sin razón a mi contrario,
6 que mi enemigo me persiga y me alcance, que me aplaste contra el suelo y esparza por el polvo mis entrañas.
7 Enójate, Señor, y ponte en pie, haz frente al furor de mis opresores.
7 Despiértate, oh Dios, y ordena el juicio.
8 Que la asamblea de las naciones te rodee, y presídela tú, desde lo alto.
9 Tú que juzgas a las naciones, proclama, Señor, mi rectitud y reconoce mi inocencia.
10 Pon fin a la maldad y a los malvados, y fortalece tú al justo, pues las mentes y los corazones tú sondeas, tú que eres un Dios justo.
11 Dios es el escudo que me cubre, él, que salva a los de recto corazón.
12 Dios es un juez justo, atento siempre para castigar.
12 Arrepiéntanse, o tengan cuidado:
13 El Señor tiene su espada afilada, su arco tenso y la flecha apuntando.
14 Tiene en su mano, siempre preparadas, armas mortíferas y flechas encendidas.
15 Miren al hombre preñado de malicia: Concibe la desgracia y da a luz el fracaso.
16 Cava una fosa y la hace profunda, pero en la trampa que ha hecho caerá.
17 Su maldad le recae en la cabeza y le rebota en la cara su violencia.
18 Yo alabaré al Señor por su justicia y cantaré al Nombre del Altísimo.
21 Ustedes han escuchado lo que se dijo a sus antepasados: «No matarás; el homicida tendrá que enfrentarse a un juicio.»
22 Pero yo les digo: Si uno se enoja con su hermano, es cosa que merece juicio. El que ha insultado a su hermano, merece ser llevado ante el Tribunal Supremo; si lo ha tratado de renegado de la fe, merece ser arrojado al fuego del infierno.
23 Por eso, si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24 deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda.
25 Trata de llegar a un acuerdo con tu adversario mientras van todavía de camino al juicio. ¿O prefieres que te entregue al juez, y el juez a los guardias, que te encerrarán en la cárcel?
26 En verdad te digo: no saldrás de allí hasta que hayas pagado hasta el último centavo.
27 Ustedes han oído que se dijo: «No cometerás adulterio.»
28 Pero yo les digo: Quien mira a una mujer con malos deseos, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
29 Por eso, si tu ojo derecho te está haciendo caer, sácatelo y tíralo lejos; porque más te conviene perder una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
30 Y si tu mano derecha te lleva al pecado, córtala y aléjala de ti; porque es mejor que pierdas una parte de tu cuerpo y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno.
31 También se dijo: «El que se divorcie de su mujer, debe darle un certificado de divorcio.»
32 Pero yo les digo: Si un hombre se divorcia de su mujer, fuera del caso de unión ilegítima, es como mandarla a cometer adulterio: el hombre que se case con la mujer divorciada, cometerá adulterio.
No jurar
33 Ustedes han oído lo que se dijo a sus antepasados: «No jurarás en falso, y cumplirás lo que has jurado al Señor.» 34 Pero yo les digo: ¡No juren! No juren por el cielo, porque es el trono de Dios;
35 ni por la tierra, que es la tarima de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del Gran Rey.
36 Tampoco jures por tu propia cabeza, pues no puedes hacer blanco o negro ni uno solo de tus cabellos.
37 Digan sí cuando es sí, y no cuando es no; cualquier otra cosa que se le añada, viene del demonio.
Amar a los enemigos
38 Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente.»
39 Pero yo les digo: No resistan al malvado. Antes bien, si alguien te golpea en la mejilla derecha, ofrécele también la otra.
40 Si alguien te hace un pleito por la camisa, entrégale también el manto.
41 Si alguien te obliga a llevarle la carga, llévasela el doble más lejos.
42 Da al que te pida, y al que espera de ti algo prestado, no le vuelvas la espalda.
43 Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.»
44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores,
45 para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos. Porque él hace brillar su sol sobre malos y buenos, y envía la lluvia sobre justos y pecadores.
46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen.
47 Y si saludan sólo a sus amigos, ¿qué tiene de especial? También los paganos se comportan así. 48 Por su parte, sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo.