DIA 16-Génesis 22--23 Salmo 16 Mateo 10,1-23



Génesis 22--23
El sacrificio de Isaac

1 Tiempo después, Dios quiso probar a Abraham y lo llamó: «Abraham.» Respondió él: «Aquí estoy.» 2 Y Dios le dijo: «Toma a tu hijo, al único que tienes y al que amas, Isaac, y vete a la región de Moriah. Allí me lo ofrecerás en holocausto, en un cerro que yo te indicaré.»
3 Se levantó Abraham de madrugada, ensilló su burro, llamó a dos criados para que lo acompañaran, y tomó consigo a su hijo Isaac. Partió leña para el sacrificio y se puso en marcha hacia el lugar que Dios le había indicado. 4 Al tercer día levantó los ojos y divisó desde lejos el lugar. 5 Entonces dijo a los criados: «Quédense aquí con el burro. Yo y el niño iremos hasta allá a adorar, y luego volveremos donde ustedes.»
6 Abraham tomó la leña para el sacrificio y la cargó sobre su hijo Isaac. Tomó luego en su mano el brasero y el cuchillo y en seguida partieron los dos. 7 Entonces Isaac dijo a Abraham: «Padre mío.» Le respondió: «¿Qué hay, hijito?» Prosiguió Isaac: «Llevamos el fuego y la leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?» 8 Abraham le respondió: «Dios mismo proveerá el cordero, hijo mío.» Y continuaron juntos el camino.
9 Al llegar al lugar que Dios le había indicado, Abraham levantó un altar y puso la leña sobre él. Luego ató a su hijo Isaac y lo colocó sobre la leña. 10 Extendió después su mano y tomó el cuchillo para degollar a su hijo, 11 pero el Angel de Dios lo llamó desde el cielo y le dijo: «Abraham, Abraham.» Contestó él: «Aquí estoy.» 12 «No toques al niño, ni le hagas nada, pues ahora veo que temes a Dios, ya que no me has negado a tu hijo, el único que tienes.»
13 Abraham miró a su alrededor, y vio cerca de él a un carnero que tenía los cuernos enredados en un zarzal. Fue a buscarlo y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. 14 Abraham llamó a aquel lugar «Yavé provee». Y todavía hoy la gente dice: «En ese monte Yavé provee.»
15 Volvió a llamar el Angel de Dios a Abraham desde el cielo, 16 y le dijo: «Juro por mí mismo —palabra de Yavé— que, ya que has hecho esto y no me has negado a tu hijo, el único que tienes, 17 te colmaré de bendiciones y multiplicaré tanto tus descendientes, que serán tan numerosos como las estrellas del cielo o como la arena que hay a orillas del mar. Tus descendientes se impondrán a sus enemigos. 18 Y porque has obedecido a mi voz, todos los pueblos de la tierra serán bendecidos a través de tu descendencia.»
19 Abraham regresó a donde estaban sus criados, y juntos emprendieron la marcha hacia Bersebá, donde Abraham fijó su residencia.
20 Algún tiempo después, llegaron noticias a Abraham de que también Melcá le había dado hijos a Najor, su hermano: 21 Us, el primogénito, Buz su hermano, Camuel, que fue padre de Aram, 22 Cased, Azau, Feldas, Jedlaf y Batuel, 23 (que fue el padre de Rebeca.) Estos fueron los ocho hijos que Melcá dio a Najor, el hermano de Abraham. 24 Najor tenía una concubina, llamada Reuma, que también dio a luz a Tebaj, Gajam, Tajas y Maaca.

La tumba de Abraham y Sara

1 Sara murió a la edad de ciento veintisiete años 2 en la ciudad de Kiriat-Arbe —o sea, Hebrón—, en el país de Canaán. Abraham hizo duelo por ella y la lloró.
3 Dejando el lugar donde estaba el cuerpo, Abraham dijo a los hititas: 4 «Yo no soy más que un forastero en medio de ustedes. Denme una tierra en medio de ustedes, para que sea mía y pueda enterrar a mi difunta.» 5 Los hititas le respondieron: 6 «Escúchanos, señor: entre nosotros tú eres un príncipe de Dios. Sepulta a tu difunta en la mejor de nuestras sepulturas, pues ninguno de nosotros te negará una tumba para tu difunta.»
7 Se levantó Abraham, e inclinándose ante los hititas, 8 les dijo: «Si están de acuerdo en que yo entierre a mi difunta, escúchenme e intercedan por mí ante Efrón, hijo de Seor, 9 para que me ceda la cueva de Macpelá, que es suya y está al borde de su finca. Que me la dé por su precio justo, y que sea en adelante propiedad mía en medio de ustedes.»
10 Entonces Efrón, que estaba sentado entre los hititas presentes, le respondió de manera que todos lo oyeran: 11 «No, señor mío, escúchame: yo te regalo el campo y también la cueva que hay en él. En presencia de los hijos de mi pueblo te la doy. Sepulta allí a tu difunta.»
12 Abraham se inclinó de nuevo profundamente ante los hititas, y se dirigió a Efrón, de modo que los propietarios presentes lo oyeran, y le dijo: 13 «A ver si nos entendemos: yo te pago el precio de la finca. Acéptamelo y enterraré en ella a mi difunta.» 14 Contestó Efrón a Abraham: «Señor mío, escúchame: 15 cuatrocientas monedas de plata por un terreno, ¿no sería lo justo para ambos? Pues bien, sepulta a tu difunta.» 16 Abraham estuvo de acuerdo y pesó para Efrón, en presencia de los hititas, la plata que habían acordado: cuatrocientas piezas de plata, en monedas de mercader.
17 Fue así como la finca de Efrón, que está en Macpelá, frente a Mambré, con la cueva que hay en ella y con todos los árboles que estaban dentro de sus linderos 18 pasaron a ser propiedad de Abraham, a la vista de todos los hititas registrados en esta ciudad.
19 Después Abraham sepultó a Sara, su mujer, en la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mambré, en Canaán. 20 De este modo el campo, con la cueva que en él se encuentra, fueron vendidos a Abraham por los hititas, para que sirviera de sepultura.



Salmo 16

El Señor es mi parte de herencia.—Dios es mi parte de herencia; le escogí como mi único Señor y me regocijaré en él por toda la eternidad.
2 Guárdame, oh Dios, pues me refugio en ti. Yo le he dicho: «Tú eres mi Señor, no hay dicha para mí fuera de ti.
3 Los dioses del país son sólo mugre, ¡malditos sean los que los escogen 4 y que corren tras ellos! Tan sólo penas cosecharán. No les ofreceré libaciones de sangre ni llevaré sus nombres a mis labios.
5 El Señor es la herencia que me toca y mi buena suerte: ¡guárdame mi parte! 6 El cordel repartidor me dejó lo mejor, ¡magnífica yo encuentro mi parcela!
7 Yo bendigo al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye mi conciencia. 8 Ante mí tengo siempre al Señor, porque está a mi derecha jamás vacilaré.
9 Por eso está alegre mi corazón, mis sentidos rebosan de júbilo y aún mi carne descansa segura: 10 pues tú no darás mi alma a la muerte, ni dejarás que se pudra tu amigo.
11 Me enseñarás la senda de la vida, gozos y plenitud en tu presencia, delicias para siempre a tu derecha.




Mateo 10,1-23
Los doce apóstoles

1 Jesús llamó a sus doce discípulos y les dio poder sobre los espíritus impuros para expulsarlos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.2 Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago, hijo de Zebedeo, y su hermano Juan; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el recaudador de impuestos; Santiago, el hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón, el cananeo y Judas Iscariote, el que lo traicionaría.
Jesús envía a los primeros misioneros
:B:5 A estos Doce Jesús los envió a misionar, con las instrucciones siguientes: «No vayan a tierras de paganos ni entren en pueblos de samaritanos. 6 Diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.
7 A lo largo del camino proclamen: ¡El Reino de los Cielos está ahora cerca!
8 Sanen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos y echen los demonios. Ustedes lo recibieron sin pagar, denlo sin cobrar.
9 No lleven oro, plata o monedas en el cinturón. 10 Nada de provisiones para el viaje, o vestidos de repuesto; no lleven bastón ni sandalias, porque el que trabaja se merece el alimento.
11 En todo pueblo o aldea en que entren, busquen alguna persona que valga, y quédense en su casa hasta que se vayan.
12 Al entrar en la casa, deséenle la paz. 13 Si esta familia la merece, recibirá vuestra paz; y si no la merece, la bendición volverá a ustedes. 14 Y si en algún lugar no los reciben ni escuchan sus palabras, salgan de esa familia o de esa ciudad, sacudiendo el polvo de los pies. 15 Yo les aseguro que esa ciudad, en el día del juicio, será tratada con mayor rigor que Sodoma y Gomorra.
16 Miren que los envío como ovejas en medio de lobos: sean, pues, precavidos como la serpiente, pero sencillos como la paloma.

Los testigos de Jesús serán perseguidos
17 ¡Cuídense de los hombres! A ustedes los arrastrarán ante sus consejos, y los azotarán en sus sinagogas. 18 Ustedes incluso serán llevados ante gobernantes y reyes por causa mía, y tendrán que dar testimonio ante ellos y los pueblos paganos.
19 Cuando sean arrestados, no se preocupen por lo que van a decir, ni cómo han de hablar. Llegado ese momento, se les comunicará lo que tengan que decir. 20 Pues no serán ustedes los que hablarán, sino el Espíritu de su Padre el que hablará en ustedes.
21 Un hermano denunciará a su hermano para que lo maten, y el padre a su hijo, y los hijos se sublevarán contra sus padres y los matarán. 22 Ustedes serán odiados por todos por causa mía, pero el que se mantenga firme hasta el fin se salvará.
23 Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra. En verdad les digo: no terminarán de recorrer todas las ciudades de Israel antes de que venga el Hijo del Hombre.
24 El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de su patrón. 25 Ya es mucho si el discípulo llega a ser como su maestro y el sirviente como su patrón. Si al dueño de casa lo han llamado demonio, ¡qué no dirán de los demás de la familia!
26 Pero no les tengan miedo. Nada hay oculto que no llegue a ser descubierto, ni nada secreto que no llegue a saberse. 27 Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo ustedes a la luz, y lo que les digo en privado, proclámenlo desde las azo teas.
28 No teman a los que sólo pueden matar el cuerpo, pero no el alma; teman más bien al que puede destruir alma y cuerpo en el infierno. 29 ¿Acaso un par de pajaritos no se venden por unos centavos? Pero ni uno de ellos cae en tierra sin que lo permita vuestro Padre. 30 En cuanto a ustedes, hasta sus cabellos están todos contados. 31 ¿No valen ustedes más que muchos pajaritos? Por lo tanto no tengan miedo.
32 Al que se ponga de mi parte ante los hombres, yo me pondré de su parte ante mi Padre de los Cielos. 33 Y al que me niegue ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre que está en los Cielos.
34 No piensen que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada. 35 Pues he venido a enfrentar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. 36 Cada cual verá a sus familiares volverse enemigos.
37 El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. 38 El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no es digno de mí. 39 El que antepone a todo su propia vida, la perderá, y el que sacrifique su vida por mi causa, la hallará.
40 El que los recibe a ustedes, a mí me recibe, y el que me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado. El que recibe a un profeta porque es profeta, recibirá recompensa digna de un profeta. 41 El que recibe a un hombre justo por ser justo, recibirá la recompensa que corresponde a un justo. 42 Asimismo, el que dé un vaso de agua fresca a uno de estos pequeños, porque es discípulo, no quedará sin recompensa: soy yo quien se lo digo.»