Malaquías vivió en un tiempo en el que los judíos no le rendían culto a Dios como debía ser y le ofrecían lo más pobre y peor que tenían. Malaquías, el profeta, habla en nombre de Dios cuando les reprende
mostrándoles lo mucho que Dios los ama y lo necesario que era honrar a su Padre del Cielo: «Palabra de Yavé a Israel, por medio de Malaquías: El hijo honra a su padre y el siervo teme a su señor. Pues si yo soy Padre, ¿dónde está mi honra? Si yo soy Señor, ¿dónde está mi temor? –dice Yavé de los ejércitos a vosotros, sacerdotes, que despreciáis su nombre–. Decís: “¿En qué menospreciamos tu nombre?” Ofrecéis en mi altar pan inmundo y decís: “¿En qué le hemos hecho inmundo?” En decir: “La mesa de Yavé es despreciable”. Y ofrecer en sacrificio lo ciego, ¿no es malo?; y ofrecer lo cojo o lo enfermo, ¿no es malo?».
También anuncia que llegará un ángel precursor, un mensajero que preparará el camino delante de Yavé. Y explica a los israelitas que cuando llegue el día de Yavé para los que han temido su nombre y han cumplido los mandamientos "se alzará un sol de justicia que traerá en sus alas la salud y saldréis y brincaréis como terneros que salen del establo".
Fuente: Alfa y Omega (Pequealfa)