SANTA MISA EN LA IMAGEN
21 - DÍAS LA SANTA BIBLIA
TEXTO Y AUDIO
El Antiguo Testamento
GENESIS C.41
Capítulo 41
Los sueños del Faraón
1 Dos años después, el Faraón tuvo un sueño: él estaba de pie junto al Nilo,
2 cuando de pronto subieron del río siete vacas hermosas y robustas, que se pusieron a pastar entre los juncos.
3 Detrás de ella subieron otras siete vacas feas y escuálidas, que se pararon al lado de las primeras;
4 y las vacas feas y escuálidas se comieron a las siete vacas hermosas y robustas. En seguida el Faraón se despertó.
5 Luego volvió a dormirse y tuvo otro sueño: siete espigas grandes y lozanas salían de un mismo tallo.
6 Pero inmediatamente después brotaron otras siete espigas, delgadas y quemadas por el viento del este;
7 y las espigas delgadas devoraron a las siete espigas grandes y cargadas de granos. Cuando se despertó, el Faraón se dio cuenta de que había estado soñando.
8 A la mañana siguiente, el Faraón se sintió muy preocupado y mandó llamar a todos los magos y sabios de Egipto, para contarles sus sueños. Pero nadie se los pudo interpretar.
9 Entonces el copero mayor se dirigió al Faraón y le dijo: «Ahora reconozco mi negligencia.
10 En cierta oportunidad, el Faraón se irritó contra sus servidores, y me puso bajo custodia, junto con el panadero mayor, en la casa del capitán de guardias.
11 El y yo tuvimos un sueño en el transcurso de una misma noche, cada sueño con su propio significado.
12 Con nosotros estaba un joven hebreo, un servidor del capitán de guardias; nosotros le contamos nuestros sueños, y él los interpretó, dando a cada uno su explicación.
13 Y todo sucedió como él lo había interpretado: yo fui restituido a mi cargo, mientras que el otro fue ahorcado».
La interpretación de los sueños del Faraón
14 El Faraón mandó llamar a José, que sin pérdida de tiempo fue sacado de la prisión. Este se afeitó, se cambió de ropa y compareció ante el Faraón.
15 El Faraón dijo a José: «He tenido un sueño que nadie puede interpretar. Pero me han informado que te basta oír un sueño para interpretarlo».
16 José respondió al Faraón: «No soy yo, sino Dios, el que dará al Faraón la respuesta conveniente».
17 Entonces el Faraón dijo a José: «Soñé que estaba parado a orilla del Nilo,
18 y de pronto subían del río siete vacas robustas y hermosas, que se pusieron a pastar entre los juncos.
19 Detrás de ellas subieron otras siete vacas, escuálidas, de aspecto horrible y esqueléticas, como nunca había visto en todo el territorio de Egipto.
20 Y las vacas escuálidas y feas devoraron a las otras siete vacas robustas.
21 Pero una vez que las comieron, nadie hubiera dicho que las tenían en su vientre, porque seguían tan horribles como antes. En seguida me desperté.
22 En el otro sueño, vi siete espigas hermosas y cargadas de granos, que brotaban de un mismo tallo.
23 Después de ellas brotaron otras siete espigas, marchitas, delgadas y quemadas por el viento del este,
24 que devoraron a las siete espigas hermosas. Yo he contado todo esto a los adivinos, pero ninguno me ha dado una explicación».
25 José dijo al Faraón: «El Faraón ha soñado una sola cosa, y así Dios le ha anunciado lo que está a punto de realizar.
26 Las siete vacas hermosas y las siete espigas lozanas representan siete años. Los dos sueños se tratan de lo mismo.
27 Y las siete vacas escuálidas y feas que subieron después de ellas son siete años, lo mismo que las siete espigas sin grano y quemadas por el viento del este. Estos serán siete años de hambre.
28 Es como lo acabo de decir al Faraón: Dios ha querido mostrarle lo que está a punto de realizar.
29 En los próximos siete años habrá en todo Egipto una gran abundancia.
30 Pero inmediatamente después, sobrevendrán siete años de hambre, durante los cuales en Egipto no quedará ni el recuerdo de aquella abundancia, porque el hambre asolará al país.
31 Entonces nadie sabrá lo que es la abundancia, a causa del hambre, que será muy intensa.
32 El hecho de que el Faraón haya tenido dos veces el mismo sueño, significa que este asunto ya está resuelto de parte de Dios y que él lo va a ejecutar de inmediato.
33 Por eso, es necesario que el Faraón busque un hombre prudente y sabio, y lo ponga al frente de todo Egipto.
34 Además, el Faraón deberá establecer inspectores en todo el país y exigir a los egipcios la quinta parte de las cosechas durante los siete años de abundancia.
35 Ellos reunirán los víveres que se cosechen en estos próximos siete años de prosperidad, y almacenarán el grano bajo la supervisión del Faraón, para tenerlo guardado en las ciudades.
36 Así el país tendrá una reserva de alimentos para los siete años de hambre que vendrán sobre Egipto, y no morirá de inanición.
La designación de José como promer ministro
37 La respuesta agradó al Faraón y a todos sus servidores.
38 Por eso el Faraón les dijo a estos: «¿Podemos encontrar otro hombre que tenga en igual medida el espíritu de Dios?».
39 Y dirigiéndose a José, le expresó: «Ya que Dios te ha hecho conocer todas estas cosas, no hay nadie que sea tan prudente y sabio como tú.
40 Por eso tú estarás al frente de mi palacio, y todo mi pueblo tendrá que acatar tus órdenes. Sólo por el trono real seré superior a ti».
41 Y el Faraón siguió diciendo a José: «Ahora mismo te pongo al frente de todo el territorio de Egipto».
42 En seguida se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir con ropa de lino fino y le colgó al cuello una cadena de oro.
43 Luego lo hizo subir a la mejor carroza después de la suya, e iban gritando delante de él: «¡Atención!» Así le dio autoridad sobre todo Egipto.
44 El Faraón dijo a José: «Yo soy el Faraón, pero nadie podrá mover una mano o un pie en todo el territorio de Egipto si tú no lo apruebas».
45 Luego impuso a José el nombre de Safnat Panéaj, y le dio por esposa a Asnat, la hija de Potifera, sacerdote de la ciudad de On. Y José fue a recorrer el país de Egipto.
46 Cuando se puso al servicio del Faraón, rey de Egipto, José tenía treinta años. José se alejó de la presencia del Faraón e hizo un recorrido por todo el territorio de Egipto.
47 Durante los siete años de abundancia, la tierra produjo copiosamente,
48 y él reunió todos los víveres recogidos en esos siete años y los almacenó en las ciudades, depositando en cada una de las cosechas de los campos vecinos.
49 De esa manera, José acumuló una enorme cantidad de cereales, tanto como la arena del mar, hasta tal punto que dejó de llevar un control, porque superaba toda medida.
Los hijos de José
50 Antes que comenzaran los años de hambre, José tuvo dos hijos, que le dio Asnat, la hija de Potifera, el sacerdote de On.
51 Al primero lo llamó Manasés, porque dijo: «Dios me ha hecho olvidar por completo mis penas y mi casa paterna».
52 Y al segundo le puso el nombre de Efraím, diciendo: «Dios me ha hecho fecundo en la tierra de mi aflicción».
53 Entonces terminaron los años en que Egipto gozó de abundancia,
54 y comenzaron los siete años de hambre, como José lo había anticipado. En todos los países se sufría hambre, pero en Egipto había alimentos.
55 Cuando también los egipcios y el pueblo sintieron hambre, y el pueblo pidió a gritos al Faraón que le diera de comer, este respondió: «Vayan a ver a José y hagan lo que él les diga».
56 Como el hambre se había extendido por todo el país, José abrió los graneros y distribuyó raciones a los egipcios, ya que el hambre se hacía cada vez más intensa.
57 Y de todas partes iban a Egipto a comprar cereales a José, porque el hambre asolaba toda la tierra.
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El Antiguo Testamento
GENESIS C.42
Capítulo 42
El primer viaje de los hermanos de José a Egipto
1 Cuando Jacob se enteró de que en Egipto vendían cereales, preguntó a sus hijos: «¿Por qué se quedan ahí, mirándose unos a otros?».
2 Luego añadió: «He oído que en Egipto venden cereales. Vayan allí y compren algo para nosotros. Así podremos sobrevivir y no moriremos».
3 Entonces, diez de los hermanos de José bajaron a Egipto para abastecerse de cereales;
4 pero Jacob no dejó que Benjamín, el hermano de José fuera con ellos, por temor a que le sucediera una desgracia.
5 Así llegaron los hijos de Israel en medio de otra gente que también iba a procurarse víveres, porque en Canaán se pasaba hambre.
El primer encuentro de José con sus hermanos
6 José tenía plenos poderes sobre el país y distribuía raciones a toda la población. Sus hermanos se presentaron ante él y se postraron con el rostro en tierra.
7 Al verlos, él los reconoció en seguida, pero los trató como si fueran extraños y les habló duramente. «¿De dónde vienen?», les preguntó. Ellos respondieron: «Venimos de Canaán para abastecernos de víveres».
8 Y al reconocer a sus hermanos, sin que ellos lo reconocieran a él,
9 José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos. Entonces les dijo: «Ustedes son espías, y han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
10 «No, señor», le respondieron. «Es verdad que tus servidores han venido a comprar víveres.
11 Todos nosotros somos hijos de un mismo padre, y además, personas honradas. No somos espías».
12 Pero él insistió: «No, ustedes han venido a observar las zonas desguarnecidas del país».
13 Ellos continuaron diciendo: «Nosotros, tus servidores, somos doce hermanos, hijos de un hombre que reside en Canaán. El menor está ahora con nuestro padre, y otro ya no vive».
14 Pero él volvió a insistir: «Ya les he dicho que ustedes son espías.
15 Por eso van a ser sometidos a una prueba: juro por el Faraón que ustedes no quedarán en libertad, mientras no venga aquí su hermano menor.
16 Envíen a uno de ustedes a buscar a su hermano, los demás quedarán prisioneros. Así será puesto a prueba lo que ustedes han afirmado, para comprobar si dicen la verdad. De lo contrario, no habrá ninguna duda de que ustedes son espías».
17 E inmediatamente, los puso bajo custodia durante tres días.
18 Al tercer día, José les dijo: «Si quieren salvar la vida, hagan lo que les digo, porque yo soy un hombre temeroso de Dios.
19 Para probar que ustedes son sinceros, uno de sus hermanos quedará como rehén en la prisión donde están bajo custodia, mientras el resto llevará los víveres, para aliviar el hambre de sus familias.
20 Después me traerán a su hermano menor. Así se pondrá de manifiesto que ustedes han dicho la verdad y no morirán». Ellos estuvieron de acuerdo.
21 Pero en seguida comenzaron a decirse unos a otros: «¡Verdaderamente estamos expiando lo que hicimos contra nuestro hermano! Porque nosotros vimos su angustia cuando nos pedía que tuviéramos compasión, y no quisimos escucharlo. Por eso nos sucede esta desgracia».
22 Rubén les respondió: «¿Acaso no les advertí que no cometieran ese delito contra el muchacho? Pero ustedes no quisieron hacer caso, y ahora se nos pide cuenta de su sangre».
23 Ellos ignoraban que José los entendía, porque antes habían hablado por medio de un intérprete.
24 José se alejó de ellos para llorar; y cuando estuvo en condiciones de hablarles nuevamente, separó a Simeón y ordenó que lo ataran a la vista de todos.
25 Después José mandó que les llenaran las bolsas con trigo y que repusieran el dinero en la bolsa de cada uno. También ordenó que les entregaran provisiones para el camino. Así se hizo.
26 Ellos cargaron sus asnos con los víveres y partieron.
La vuelta de los hermanos de José a Canaán
27 Cuando acamparon para pasar la noche, uno de los abrió la bolsa para dar de comer a su asno, y encontró el dinero junto a la abertura de la bolsa.
28 Entonces dijo a sus hermanos: «Me han devuelto el dinero. Está aquí, en mi bolsa». Ellos se quedaron pasmados y, temblando, se preguntaban unos a otros: «¿Por qué Dios nos habrá hecho esto?».
29 Al llegar a Canaán, relataron a su padre Jacob la aventura que habían tenido.
30 «El hombre que gobierna aquel país, le dijeron, nos habló duramente y nos acusó de haber entrado allí como espías.
31 Nosotros le aseguramos que éramos personas honradas y no espías.
32 También le dijimos que éramos doce hermanos, pero que uno ya no vivía, y que nuestro hermano menor estaba en ese momento en Canaán, al lado de nuestro padre.
33 El hombre que gobierna el país nos respondió: «Para demostrarme que ustedes son sinceros, dejen conmigo a uno de sus hermanos, mientras los demás llevan algo para aliviar el hambre de sus familias.
34 Luego tráiganme a su hermano menor, y así sabré que ustedes no son espías sino personas honradas. Entonces les devolveré a su hermano y podrán recorrer libremente el país».
35 Cuando vaciaron las bolsas, cada uno encontró su dinero y, al verlo, ellos y su padre se llenaron de temor.
36 Entonces Jacob les dijo: «Ustedes me van a dejar sin hijos. Primero, perdí a José, después, a Simeón; y ahora quieren quitarme a Benjamín. ¡A mí tenían que pasarme todas estas cosas!».
37 Pero Rubén le respondió: «Podrás matar a mis dos hijos si no te lo traigo de vuelta. Déjalo bajo mi cuidado, y yo te lo devolveré sano y salvo».
38 Jacob insistió: «Mi hijo no irá con ustedes, porque su hermano ya murió y ahora queda él solo. Si le sucede una desgracia durante el viaje que van a realizar, ustedes me harán bajar a la tumba lleno de aflicción».
El Nuevo Testamento
MATEO C.20
Capítulo 20
1 Porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña.
2 Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña.
3 Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza,
4 les dijo: "Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo".
5 Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
6 Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: "¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?".
7 Ellos les respondieron: "Nadie nos ha contratado". Entonces les dijo: "Vayan también ustedes a mi viña".
8 Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: "Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros".
9 Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario.
10 Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario.
11 Y al recibirlo, protestaban contra el propietario,
12 diciendo: "Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada".
13 El propietario respondió a uno de ellos: "Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario?
14 Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
15 ¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?".
16 Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
17 Cuando Jesús se dispuso a subir a Jerusalén, llevó consigo sólo a los Doce, y en el camino les dijo:
18 «Ahora subimos a Jerusalén, donde el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Ellos lo condenarán a muerte
19 y lo entregarán a los paganos para que sea maltratado, azotado y crucificado, pero al tercer día resucitará».
20 Entonces la madre de los hijos de Zebedeo se acercó a Jesús, junto con sus hijos, y se postró ante él para pedirle algo.
21 «¿Qué quieres?», le preguntó Jesús. Ella le dijo: «Manda que mis dos hijos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
22 «No saben lo que piden», respondió Jesús. «¿Pueden beber el cáliz que yo beberé?». «Podemos», le respondieron.
23 «Está bien, les dijo Jesús, ustedes beberán mi cáliz. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes se los ha destinado mi Padre».
24 Al oír esto, los otros diez se indignaron contra los dos hermanos.
25 Pero Jesús los llamó y les dijo: «Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad.
26 Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes;
27 y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo:
28 como el Hijo del hombre, que no vino para ser vendido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud».
29 Cuando salieron de Jericó, mucha gente siguió a Jesús.
30 Había dos ciegos sentados al borde del camino y, al enterarse de que pasaba Jesús, comenzaron a gritar: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!».
31 La multitud los reprendía para que se callaran, pero ellos gritaban más: «¡Señor, Hijo de David, ten piedad de nosotros!».
32 Jesús se detuvo, los llamó y les preguntó: «¿Qué quieren que haga por ustedes?».
33 Ellos le respondieron: «Señor, que se abran nuestros ojos».
34 Jesús se compadeció de ellos y tocó sus ojos. Inmediatamente, recobraron la vista y lo siguieron.
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