DIA 263-SANTA BIBLIA EN UN AÑO TEXTO Y AUDIO


EN LA IMAGEN SANTA MISA DE HOY VIERNES
263 - DÍAS LA SANTA BIBLIA
TEXTO Y AUDIO



El Antiguo Testamento
ISAIAS C.23
  
Capítulo 23
Oráculo sobre Tiro y Sidón
1 Oráculo sobre Tiro. ¡Giman, naves de Tarsis, porque su puerto ha sido devastado! Cuando llegaban de Quitím, recibieron el anuncio.
2 ¡Enmudezcan, habitantes de la costa, comerciantes de Sidón, cuyos emisarios atraviesan el mar.
3 por las aguas profundas! El grano de Sijor, las cosechas del Nilo, le aportaban ganancias: ¡ella era el emporio de las naciones!
4 Avergüénzate, Sidón, fortaleza del mar, porque el mar habla así: «No he sufrido los dolores del parto. ni he dado a luz; no he criado muchachos ni hice crecer muchachas.
5 Cuando se enteren en Egipto, temblarán por las noticias de Tiro.
6 Emigren a Tarsis, giman, habitantes de la costa.
7 ¿Es esta la ciudad alegre, la de orígenes remotos, cuyos pasos la llevaron a colonias lejanas?
8 ¿Quién ha concebido esto contra Tiro, la que repartía coronas, cuyos comerciantes eran príncipes y sus mercaderes, grandes de la tierra?
9 Lo ha concebido el Señor de los ejércitos para envilecer la soberbia de todo esplendor, para humillar a los grandes de la tierra.
10 Cultiva tu tierra, hija de Tarsis, como a lo largo del Nilo: ¡el puerto no existe más!
11 El ha extendido su mano sobre el mar, ha echo temblar los reinos; el Señor ha ordenado a Canaán que destruya sus fortalezas.
12 El ha dicho: «¡No te regocijarás nunca más, virgen violada, hija de Sidón!» Levántate y emigra a Quitím. aunque tampoco allí tendrás descanso.
13 Mira el país de los caldeos, ese pueblo que ya no existe; Asiria lo destinó a las fieras del desierto; levantaron sus torres de asalto, demolieron sus palacios. lo redujeron a escombros.
14 ¡Giman, naves de Tarsis, porque su fortaleza ha sido devastada!
15 Aquel día será olvidada durante setenta años, que es la duración de la vida de un rey. Al cabo de setenta años, a Tiro le sucederá como en la canción de la prostituta:
16 «¡Toma la cítara, recorre la ciudad, prostituta olvidada! Toca bien, canta mucho, para que se acuerden de ti».
17 Al cabo de setenta años, el Señor visitará a Tiro, Ella volverá a su antiguo comercio, y se prostituirá con todos los reinos de la tierra, sobre la superficie del suelo.
18 Pero sus ganancias y sus salarios serán consagrados al Señor. No serán acumulados ni atesorados: serán para los que habitan delante del Señor, a fin de que coman hasta saciarse y se atavíen espléndidamente.



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 El Antiguo Testamento
  ISAIAS C. 24
Capítulo 24
La conmoción universal
1 Miren, el Señor arrasa la tierra y la deja desierta, trastorna su faz y dispersa a sus habitantes.
2 Correrán la misma suerte tanto el pueblo como el sacerdote, el esclavo como su señor, la esclava como su señora, el comprador como el vendedor, el que pide prestado como el que presta, el acreedor como el deudor.
3 La tierra es arrasada, sí, arrasada, saqueada por completo, porque el Señor ha pronunciado esta palabra.
4 La tierra está de duelo, desfallece, el mundo se marchita, desfallecen las alturas junto con la tierra.
5 La tierra está profanada bajo los pies de los que la habitan, porque ellos violaron las leyes, transgredieron los preceptos, rompieron la alianza eterna.
6 Por eso la Maldición devora la tierra y sus habitantes soportan la pena; por eso se consumen los habitantes de la tierra y no quedan más que unos pocos.
La ciudad desolada
7 El vino nuevo está de duelo, la viña desfallece, gimen los que estaban alegres.
8 Cesó la alegría de los tamboriles, se acabó el tumulto de los que se divierten, cesó la alegría de las cítaras.
9 Ya no se bebe vino entre canciones, el licor es amargo para el que lo bebe.
10 Se ha derrumbado la ciudad del caos, está cerrada la entrada de todas las casas.
11 Se pide vino a gritos por las calles, se ha apagado toda alegría, ha sido desterrada la alegría del país.
12 No queda más que desolación en la ciudad, la puerta ha sido rota a pedazos.
La salvación de un resto
13 Sí, en medio de la tierra, entre las naciones, sucederá lo que pasa con el olivo, cuando se bajan a golpes las aceitunas, o cuando todavía quedan unos racimos, una vez acababa la vendimia.
14 Ellos elevan la voz, gritan de alegría, aclaman desde el poniente la majestad del Señor.
15 Por eso en el oriente se glorifica al Señor, y en las costas del mar, el nombre del Señor, Dios de Israel.
16 Desde el confín de la tierra oímos cantar: «¡Gloria al Justo!».
El juicio y la victoria del Señor
    Pero yo dijo: «¡Desfallezco, desfallezco! ¡Ay de mí!». Los traidores traicionan, los traidores perpetran traiciones.
17 ¡Terror, fosa y red, contra ti, habitante de la tierra!
18 El que huya del grito del terror, caerá en la fosa; el que suba del fondo de la fosa quedará atrapado en la red. Porque están abiertas las compuertas de lo alto y tiemblan los cimientos de la tierra.
19 ¡La tierra se quiebra, se resquebraja, la tierra se parte, se parte en pedazos, se mueve, se conmueve la tierra!
20 La tierra se tambalea como un borracho y se sacude como una cabaña. Tanto le pesa su pecado que cae y no se alzará nunca más.
21 Aquel día, el Señor pedirá cuenta al ejército de lo alto, en la altura, y a los reyes de la tierra, sobre la tierra.
22 Ellos serán reunidos, reunidos en un calabozo, recluidos en una prisión, y después de muchos días tendrán que dar cuenta.
23 La luna se sonrojará y el sol se avergonzará, porque reinará el Señor de los ejércitos sobre el monte Sión y en Jerusalén, ante sus ancianos resplandecerá la Gloria.


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 El Nuevo Testamento
 SEGUNDA CARTA A
 LOS CORINTIOS C. 10
  
Capítulo 10
1 Yo mismo los exhorto por la mansedumbre y la benevolencia de Cristo; yo, Pablo, que soy tan apocado cuando estoy delante de ustedes, y tan audaz cuando estoy lejos.
2 Les ruego que cuando esté entre ustedes no me vea obligado a ejercer esa severidad que pienso emplear resueltamente contra aquellos que suponen que nuestra conducta se inspira en motivos carnales.
3 Porque, aunque vivimos en la carne, no combatimos con medios carnales.
4 No, las armas de nuestro combate no son carnales, pero, por la fuerza de Dios, son suficientemente poderosas para derribar fortalezas. Por eso destruimos los sofismas
5 y toda clase de altanería que se levanta contra el conocimiento de Dios, y sometemos toda inteligencia humana para que obedezca a Cristo.
6 Y estamos dispuestos a castigar cualquier desobediencia, una vez que ustedes lleguen a obedecer perfectamente.
7 Acepten las cosas como son. El que hace alarde de ser de Cristo, reconozca que también lo somos nosotros,
8 y aunque yo me gloriara más de la cuenta en la autoridad que me dio el Señor, no me avergüenzo, porque es para edificación y no para destrucción de ustedes.
9 Les digo esto para que no piensen que pretendo atemorizarlos con mis cartas.
10 Porque algunos dicen: «Sus cartas son enérgicas y severas; en cambio, su presencia resulta insignificante y su palabra despreciable».
11 A los que dicen eso, les respondo: Lo que somos en nuestras cartas, cuando estamos ausentes, también lo seremos con nuestros actos, cuando estemos presentes.
12 En realidad, no pretendemos ponernos a la altura de algunos que se elogian a sí mismos, ni compararnos con ellos. El hecho de que se midan con su propia medida y se comparen consigo mismos, demuestra que proceden neciamente.
13 Nosotros, por nuestra parte, no nos gloriamos más allá de lo debido, sino que usamos la medida que Dios mismo nos ha fijado al hacernos llegar hasta ustedes.
14 En efecto, no nos excedemos en nuestro derecho: nos excederíamos, si no hubiéramos ido; pero nosotros fuimos para anunciarles la Buena Noticia de Cristo.
15 Nosotros no nos gloriamos más allá de lo que corresponde, aprovechándonos de los trabajos ajenos. Al contrario, abrigamos la esperanza de que, al crecer la fe de ustedes, se amplíe nuestro campo de acción, siempre de acuerdo con nuestra norma de conducta.
16 Así podremos llevar la Buena Noticia a regiones más alejadas todavía, sin entrar en campo ajeno ni gloriarnos en el trabajo de otros.
17 El que se gloría, que se gloríe en el Señor.
18 Porque el que vale no es el que se recomienda a sí mismo, sino aquel a quien Dios recomienda.


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