La vida de Aarón puede ser estudiada desde puntos de vista diferentes:
según el Pentateuco, que es la fuente principal sobre el asunto, su vida se ve como un trabajo continuo dirigido por Moisés o bajo su supervisión---por consiguiente más confiable en la narración de los eventos contemporáneos--
o como una compilación de varios documentos de diversos orígenes y fechas, recopilados juntos en su forma presente en una época más tardía.
La primera concepción, apoyada por las decisiones de la Comisión Bíblica, es aceptada por la mayoría de los católicos; muchos críticos independientes adoptan el segundo punto de vista. Estudiaremos esta parte del tema bajo los dos aspectos, aunque más detenidamente como se encuentra en el primero.
Punto de Vista Católico Tradicional
Según 1 Crónicas 6,1-3, Aarón (el significado de su nombre es desconocido) era el bisnieto de Leví, y el primero de los tres hijos de Amram y Jochabed, siendo María la mayor y Moisés el menor. Por Ex.7,7 conocemos que Aarón tenía ochenta y tres años y Moisés ochenta antes del Éxodo. Puede admitirse, sin embargo, que esta genealogía es probablemente incompleta, y la edad dada quizás es incorrecta. No conocemos nada de la vida de Aarón antes de su llamada. La primera mención de su nombre aparece cuando Moisés, durante la visión en Monte Horeb, intenta rechazar la peligrosa misión que se le impone, alegando ser lento de lenguaje y carente de elocuencia. Yahveh responde a su objeción y le dice que Aarón el levita estaba dotado de elocuencia y sería su portavoz.
Aproximadamente al mismo tiempo Aarón es llamado también de lo alto; entonces va a reunirse con Moisés para que él le instruya sobre los designios de Dios. Congregan a los ancianos del pueblo, y Aarón, que realizó milagros para reforzar las palabras de su misión divina, les anunció la promesa feliz de su próxima liberación (Ex. 4). Transmitir el mensaje de Dios al Rey era una tarea más complicada. El Faraón reprendió duramente a Moisés y a Aarón, cuya intervención resultó ser desastrosa para los israelitas (Ex. 5).
Profeta Moisés
Profeta Moisés
Éstos últimos, abrumados por los duros trabajos a que fueron sometidos, murmuraban amargamente de sus líderes. Moisés se quejó a su vez ante Dios quien contestó confirmándole su misión y la de su hermano. Animado de nuevo por esta renovada promesa de la ayuda de Yahveh, Moisés y Aarón se presentaron ante el rey en Tanis (Sal. 78(77),12), donde obraron los prodigios conocidos como las diez plagas para tratar de vencer la obstinación del faraón. En éstas, según las Sagradas Escrituras, el protagonismo de Aarón fue de gran importancia. De las diez plagas, la primera y la sexta se produjeron a su orden; ambos, él y su hermano, eran citados ante el rey cada vez, y ambos recibieron igualmente de Dios las últimas instrucciones para la salida del pueblo, en tiempos posteriores se les atribuyó a ambos la liberación de Israel de la tierra de esclavitud; finalmente, ambos fueron repetidamente el blanco de las quejas y reproches de los impacientes e inconsistentes israelitas.
Ruta del Éxodo
Cuando los hebreos llegaron al desierto de Sin, cansados por su largo peregrinar, temerosos de la inminente escasez de comida, y quizás ya debilitados por las privaciones, comenzaron a echar de menos la abundancia de los días de su estancia en Egipto, y murmuraron contra Moisés y Aarón. Pero Dios envió inmediatamente a ambos líderes a aplacar sus murmuraciones con la promesa de una doble señal del cuidado y la Divina Providencia de Dios para con su pueblo. Las codornices vinieron esa misma tarde, y a la mañana siguiente el maná, el nuevo pan celestial con el que Dios alimentaría a su pueblo en el desierto, aparecía por primera vez alrededor del campamento. A Aarón se le ordenó guardar un gomor de maná y colocarlo en el tabernáculo en memoria de aquel hecho maravilloso. Ésta es la primera ocasión en la que oímos hablar de Aarón en referencia al tabernáculo y a las funciones sagradas (Ex. 16). En Refidim, la tercera parada después del desierto de Sin, Israel se encontró con los amalecitas y luchó contra ellos.
Mientras los hombres escogidos por Moisés batallaban en la llanura, Aarón y Jur estaban con Moisés en la cima del monte, donde este último se había retirado a orar, y cuando "Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec. Se le cansaron las manos a Moisés, y entonces ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo, y él se sentó sobre ella; mientras Aarón y Jur le sostenían las manos, uno a un lado y otro al otro” hasta que Amalec se dio a la huída (Ex. 17). En el valle del Monte Sinaí los hebreos recibieron los Diez Mandamientos; entonces Aarón, junto con setenta de los ancianos de Israel, subieron a la montaña para ser favorecidos con una visión del Todopoderoso, "y vieron al Dios de Israel, y bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo cuando esta claro." Entonces Moisés habiendo confiado a Aarón y Jur la función de resolver las dificultades que podrían surgir, subió a la cima del monte.
Finalmente, su larga ausencia excitó en las mentes de los israelitas el miedo de que Moisés hubiese perecido. Se reunieron alrededor de Aarón y le pidieron que les hiciera un dios visible que marchara delante de ellos. Aarón dijo: "Tomad los pendientes de oro de las orejas de vuestras esposas, de vuestros hijos e hijas, y me los traéis." Cuando los hubo recogido, hizo con ellos un becerro de oro fundido ante el que construyó un altar, y se congregaron los hijos de Israel para honrar a su nuevo dios. ¿Cuál fue la intención de Aarón al preparar el becerro de oro? Ha sido un tema arduamente discutido si él y el pueblo realizaron un acto de idolatría formal, o más bien deseaban levantar una imagen visible de Yahveh su salvador; sin embargo, los textos parecen apoyar la última opinión(Cf. Ex. 32,4).
Sea como fuere, Moisés, por orden de Dios, bajó de la montaña en medio de la celebración, y a la vista de la aparente idolatría se llenó de una santa ira; rompió las Tablas de la Ley, agarró el ídolo, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, qué esparció en el agua. Entonces, dirigiéndose a su hermano como el verdadero autor y responsable del mal, le dijo: "¿Que te hizo este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?" (Ex. 32,21). A este reproche tan bien merecido, Aarón sólo dio una respuesta vergonzosa, y sin duda él habría sufrido el castigo por su crimen junto con los tres mil hombres (así con la mejor autoridad textual, aunque la Vulgata dice trescientos veinte mil) que fueron muertos por los levitas por orden de Moisés (Ex. 32,28), si este último no hubiese orado por él y disipado la ira de Dios (Deuteronomio 9,20).
A pesar del pecado, Dios no alteró la elección que había hecho de Aarón (Hebreos 5,4) para que fuese el primer sumo sacerdote de Israel. Cuando llegó el momento, Moisés lo consagró para sus sublimes funciones, según el ritual dado en Éxodo 29; del mismo modo fueron consagrados al servicio divino Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar, los hijos de Aarón. Luego veremos qué significaba el sumo sacerdocio y con cuáles ritos se confería. El mismo día de la consagración de Aarón, Dios indicó con un ejemplo terrible con qué perfección debían realizarse las funciones sagradas. En la ofrenda del incienso, Nadab y Abihú pusieron un fuego profano en sus incensarios y lo ofrecieron ante el Señor, después de lo cual salió una llama de la presencia de Yahveh que los abrasó hasta morir, y fueron retirados de delante del santuario vestidos con sus túnicas sacerdotales y echados fuera del campamento. Aarón, cuyo corazón estaba lleno de temor y afligido por esta escena terrible, también descuidó una ceremonia importante; pero su excusa satisfizo totalmente a Moisés y muy probablemente al propio Dios, pues no recibió ningún castigo por su olvido (Lev.10; Núm. 3,4; 26,61).
En el capítulo 16 de Levítico le vemos realizando los ritos del día de la expiación---del mismo modo le fueron transmitidos los preceptos acerca de los sacrificios y los sacrificadores, (Lev. 17; 21; 22). Unos meses después, cuando los hebreos acamparon en Jaserot, la segunda parada después del Monte Sinaí, Aarón cometió una nueva falta: él y María "murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa. Decían ¿Es que Yahveh no ha hablado más que con Moisés?" (Núm. 12). Del pasaje entero, sobre todo del hecho que sólo María fue castigada, se ha conjeturado que el pecado de Aarón posiblemente fue sólo la aprobación de los comentarios de su hermana; quizás también se imaginó que su elevación al sumo sacerdocio lo había librado de toda la dependencia de su hermano. Sea cual fuere el caso, ambos fueron convocados por Dios ante el tabernáculo para oír un severo reproche. María, además, fue cubierta de lepra; pero Aarón en nombre de ambos, se disculpó ante Moisés, quien a su vez pidió a Dios que sanase a María. Hasta cierto punto, Aarón había repudiado la dignidad de Moisés.
Igualmente las prerrogativas de Aarón habían despertado los celos de algunos de los hijos de Rubén, quienes excitaron incluso la envidia de los otros levitas. Los oponentes, cerca de doscientos cincuenta, hallaron un líder en Coré, un sobrino de Moisés y Aarón, en Datán, Abirón y On, de la tribu de Rubén (vea Coré, Datán y Abirón). El terrible castigo de los rebeldes y sus jefes, que al principio asombró al pueblo, pronto hizo surgir su cólera y avivó el espíritu de revuelta contra Moisés y Aarón, quienes se refugiaron en el tabernáculo. Tan pronto entraron en él “la [[gloria del Señor se apareció. Y el Señor le dijo a Moisés: Alejaos de esa comunidad porque voy a consumirlos” (Números 16,43-45). De hecho, un fuego ardiente hizo estragos en el pueblo y mató a muchos. De nuevo Aarón, por orden de Moisés, sostuvo su incensario en su mano, se paró entre los muertos y los vivos para orar por el pueblo, y la plaga cesó
La autoridad del sumo sacerdote, fuertemente confirmada ante el pueblo, probablemente permaneció indiscutida desde entonces. Sin embargo, Dios deseó dar un testimonio nuevo de su predilección. Le ordenó a Moisés tomar y poner en el tabernáculo las varas de los príncipes de las Doce Tribus, con el nombre de cada hombre escrito en su vara. La vara de la tribu de Leví debía de llevar el nombre de Aarón: “el hombre cuya rama retoñe será el que yo elijo," dijo el Señor. "Al día siguiente, cuando entró Moisés en la Tienda del Testimonio, vio que había retoñado la rama de Aarón… le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras.” Todos los israelitas al ver esto entendieron que la elección de Yahveh estaba en Aarón, cuya vara se colocó en el tabernáculo como testimonio eterno. La Biblia no da detalles sobre los próximos treinta y siete años de la vida de Aarón; su narrativa sólo se centra en los tres primeros y en los últimos años de la vida errante de los hebreos por el desierto, pero de los hechos antes descritos, podemos concluir que la vida del nuevo pontífice fue tranquila en el desempeño de sus funciones sacerdotales.
En el primer mes del trigésimo noveno año después del Éxodo, los hebreos acamparon en Cadés, donde María, la hermana de Aarón, murió y fue enterrada. El pueblo estaba sediento y comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón. Entonces Dios dijo a Moisés: “Toma la vara, y congreguen al pueblo tu y Aarón tu hermano. Hablad luego a la peña en su presencia, y ella dará sus aguas" (Núm. 20,8). Moisés obedeció y golpeó la piedra dos veces con la vara, para que de ella brotara agua en gran abundancia. Por el Sal. 106(105),33 entendemos que Moisés en estas circunstancias fue desconsiderado con sus palabras, quizás cuando dudó si él y Aarón podrían sacar agua de una peña. De todos modos Dios mostró su desagradado a los dos hermanos y declaró que ellos no entrarían con el pueblo en la Tierra Prometida.
En el caso de Aarón, esta palabra divina tuvo su cumplimiento cuatro meses después. Cuando los hebreos llegaron al Monte Hor, en las fronteras de Edom, Dios le anunció a Moisés que el último día de su hermano había llegado, y le ordenó que lo llevara a la montaña. A la vista de todo el pueblo, Moisés subió con Aarón y con el hijo de éste, Eleazar. Entonces Moisés despojó a Aarón de todas sus vestiduras sacerdotales y se las puso a Eleazar, y Aarón murió. Moisés y Eleazar bajaron del monte y toda la multitud hizo un duelo de treinta días por Aarón. Los musulmanes honran en Djebel Nabi-Haroun un monumento al que llaman la tumba de Aarón; sin embargo, la autenticidad de este sepulcro no es totalmente cierta.
De su matrimonio con Isabel, la hermana de Najsón, le nacieron cuatro hijos a Aarón. Los dos primeros, Nadab y Abihú, murieron sin dejar posteridad, pero la descendencia de los otros dos, Eleazar e Itamar, fue muy numerosa. Ninguno de ellos, sin embargo, honró la sangre de Aarón tanto como San Juan el Bautista que, además de ser el precursor del Mesías, fue proclamado por la Palabra hecha Carne "el más grande de los nacidos de mujer" (Mateo 11,11).
Ruta del Éxodo
Cuando los hebreos llegaron al desierto de Sin, cansados por su largo peregrinar, temerosos de la inminente escasez de comida, y quizás ya debilitados por las privaciones, comenzaron a echar de menos la abundancia de los días de su estancia en Egipto, y murmuraron contra Moisés y Aarón. Pero Dios envió inmediatamente a ambos líderes a aplacar sus murmuraciones con la promesa de una doble señal del cuidado y la Divina Providencia de Dios para con su pueblo. Las codornices vinieron esa misma tarde, y a la mañana siguiente el maná, el nuevo pan celestial con el que Dios alimentaría a su pueblo en el desierto, aparecía por primera vez alrededor del campamento. A Aarón se le ordenó guardar un gomor de maná y colocarlo en el tabernáculo en memoria de aquel hecho maravilloso. Ésta es la primera ocasión en la que oímos hablar de Aarón en referencia al tabernáculo y a las funciones sagradas (Ex. 16). En Refidim, la tercera parada después del desierto de Sin, Israel se encontró con los amalecitas y luchó contra ellos.
Mientras los hombres escogidos por Moisés batallaban en la llanura, Aarón y Jur estaban con Moisés en la cima del monte, donde este último se había retirado a orar, y cuando "Moisés tenía alzadas las manos, prevalecía Israel; pero cuando las bajaba, prevalecía Amalec. Se le cansaron las manos a Moisés, y entonces ellos tomaron una piedra y se la pusieron debajo, y él se sentó sobre ella; mientras Aarón y Jur le sostenían las manos, uno a un lado y otro al otro” hasta que Amalec se dio a la huída (Ex. 17). En el valle del Monte Sinaí los hebreos recibieron los Diez Mandamientos; entonces Aarón, junto con setenta de los ancianos de Israel, subieron a la montaña para ser favorecidos con una visión del Todopoderoso, "y vieron al Dios de Israel, y bajo sus pies había como un pavimento de zafiro, tan puro como el mismo cielo cuando esta claro." Entonces Moisés habiendo confiado a Aarón y Jur la función de resolver las dificultades que podrían surgir, subió a la cima del monte.
Finalmente, su larga ausencia excitó en las mentes de los israelitas el miedo de que Moisés hubiese perecido. Se reunieron alrededor de Aarón y le pidieron que les hiciera un dios visible que marchara delante de ellos. Aarón dijo: "Tomad los pendientes de oro de las orejas de vuestras esposas, de vuestros hijos e hijas, y me los traéis." Cuando los hubo recogido, hizo con ellos un becerro de oro fundido ante el que construyó un altar, y se congregaron los hijos de Israel para honrar a su nuevo dios. ¿Cuál fue la intención de Aarón al preparar el becerro de oro? Ha sido un tema arduamente discutido si él y el pueblo realizaron un acto de idolatría formal, o más bien deseaban levantar una imagen visible de Yahveh su salvador; sin embargo, los textos parecen apoyar la última opinión(Cf. Ex. 32,4).
Sea como fuere, Moisés, por orden de Dios, bajó de la montaña en medio de la celebración, y a la vista de la aparente idolatría se llenó de una santa ira; rompió las Tablas de la Ley, agarró el ídolo, lo quemó y lo molió hasta reducirlo a polvo, qué esparció en el agua. Entonces, dirigiéndose a su hermano como el verdadero autor y responsable del mal, le dijo: "¿Que te hizo este pueblo para que hayas traído sobre él tan gran pecado?" (Ex. 32,21). A este reproche tan bien merecido, Aarón sólo dio una respuesta vergonzosa, y sin duda él habría sufrido el castigo por su crimen junto con los tres mil hombres (así con la mejor autoridad textual, aunque la Vulgata dice trescientos veinte mil) que fueron muertos por los levitas por orden de Moisés (Ex. 32,28), si este último no hubiese orado por él y disipado la ira de Dios (Deuteronomio 9,20).
A pesar del pecado, Dios no alteró la elección que había hecho de Aarón (Hebreos 5,4) para que fuese el primer sumo sacerdote de Israel. Cuando llegó el momento, Moisés lo consagró para sus sublimes funciones, según el ritual dado en Éxodo 29; del mismo modo fueron consagrados al servicio divino Nadab, Abihú, Eleazar e Itamar, los hijos de Aarón. Luego veremos qué significaba el sumo sacerdocio y con cuáles ritos se confería. El mismo día de la consagración de Aarón, Dios indicó con un ejemplo terrible con qué perfección debían realizarse las funciones sagradas. En la ofrenda del incienso, Nadab y Abihú pusieron un fuego profano en sus incensarios y lo ofrecieron ante el Señor, después de lo cual salió una llama de la presencia de Yahveh que los abrasó hasta morir, y fueron retirados de delante del santuario vestidos con sus túnicas sacerdotales y echados fuera del campamento. Aarón, cuyo corazón estaba lleno de temor y afligido por esta escena terrible, también descuidó una ceremonia importante; pero su excusa satisfizo totalmente a Moisés y muy probablemente al propio Dios, pues no recibió ningún castigo por su olvido (Lev.10; Núm. 3,4; 26,61).
En el capítulo 16 de Levítico le vemos realizando los ritos del día de la expiación---del mismo modo le fueron transmitidos los preceptos acerca de los sacrificios y los sacrificadores, (Lev. 17; 21; 22). Unos meses después, cuando los hebreos acamparon en Jaserot, la segunda parada después del Monte Sinaí, Aarón cometió una nueva falta: él y María "murmuraron contra Moisés por causa de la mujer kusita que había tomado por esposa. Decían ¿Es que Yahveh no ha hablado más que con Moisés?" (Núm. 12). Del pasaje entero, sobre todo del hecho que sólo María fue castigada, se ha conjeturado que el pecado de Aarón posiblemente fue sólo la aprobación de los comentarios de su hermana; quizás también se imaginó que su elevación al sumo sacerdocio lo había librado de toda la dependencia de su hermano. Sea cual fuere el caso, ambos fueron convocados por Dios ante el tabernáculo para oír un severo reproche. María, además, fue cubierta de lepra; pero Aarón en nombre de ambos, se disculpó ante Moisés, quien a su vez pidió a Dios que sanase a María. Hasta cierto punto, Aarón había repudiado la dignidad de Moisés.
Igualmente las prerrogativas de Aarón habían despertado los celos de algunos de los hijos de Rubén, quienes excitaron incluso la envidia de los otros levitas. Los oponentes, cerca de doscientos cincuenta, hallaron un líder en Coré, un sobrino de Moisés y Aarón, en Datán, Abirón y On, de la tribu de Rubén (vea Coré, Datán y Abirón). El terrible castigo de los rebeldes y sus jefes, que al principio asombró al pueblo, pronto hizo surgir su cólera y avivó el espíritu de revuelta contra Moisés y Aarón, quienes se refugiaron en el tabernáculo. Tan pronto entraron en él “la [[gloria del Señor se apareció. Y el Señor le dijo a Moisés: Alejaos de esa comunidad porque voy a consumirlos” (Números 16,43-45). De hecho, un fuego ardiente hizo estragos en el pueblo y mató a muchos. De nuevo Aarón, por orden de Moisés, sostuvo su incensario en su mano, se paró entre los muertos y los vivos para orar por el pueblo, y la plaga cesó
La autoridad del sumo sacerdote, fuertemente confirmada ante el pueblo, probablemente permaneció indiscutida desde entonces. Sin embargo, Dios deseó dar un testimonio nuevo de su predilección. Le ordenó a Moisés tomar y poner en el tabernáculo las varas de los príncipes de las Doce Tribus, con el nombre de cada hombre escrito en su vara. La vara de la tribu de Leví debía de llevar el nombre de Aarón: “el hombre cuya rama retoñe será el que yo elijo," dijo el Señor. "Al día siguiente, cuando entró Moisés en la Tienda del Testimonio, vio que había retoñado la rama de Aarón… le habían brotado yemas, había florecido y había producido almendras.” Todos los israelitas al ver esto entendieron que la elección de Yahveh estaba en Aarón, cuya vara se colocó en el tabernáculo como testimonio eterno. La Biblia no da detalles sobre los próximos treinta y siete años de la vida de Aarón; su narrativa sólo se centra en los tres primeros y en los últimos años de la vida errante de los hebreos por el desierto, pero de los hechos antes descritos, podemos concluir que la vida del nuevo pontífice fue tranquila en el desempeño de sus funciones sacerdotales.
En el primer mes del trigésimo noveno año después del Éxodo, los hebreos acamparon en Cadés, donde María, la hermana de Aarón, murió y fue enterrada. El pueblo estaba sediento y comenzaron a murmurar contra Moisés y Aarón. Entonces Dios dijo a Moisés: “Toma la vara, y congreguen al pueblo tu y Aarón tu hermano. Hablad luego a la peña en su presencia, y ella dará sus aguas" (Núm. 20,8). Moisés obedeció y golpeó la piedra dos veces con la vara, para que de ella brotara agua en gran abundancia. Por el Sal. 106(105),33 entendemos que Moisés en estas circunstancias fue desconsiderado con sus palabras, quizás cuando dudó si él y Aarón podrían sacar agua de una peña. De todos modos Dios mostró su desagradado a los dos hermanos y declaró que ellos no entrarían con el pueblo en la Tierra Prometida.
En el caso de Aarón, esta palabra divina tuvo su cumplimiento cuatro meses después. Cuando los hebreos llegaron al Monte Hor, en las fronteras de Edom, Dios le anunció a Moisés que el último día de su hermano había llegado, y le ordenó que lo llevara a la montaña. A la vista de todo el pueblo, Moisés subió con Aarón y con el hijo de éste, Eleazar. Entonces Moisés despojó a Aarón de todas sus vestiduras sacerdotales y se las puso a Eleazar, y Aarón murió. Moisés y Eleazar bajaron del monte y toda la multitud hizo un duelo de treinta días por Aarón. Los musulmanes honran en Djebel Nabi-Haroun un monumento al que llaman la tumba de Aarón; sin embargo, la autenticidad de este sepulcro no es totalmente cierta.
De su matrimonio con Isabel, la hermana de Najsón, le nacieron cuatro hijos a Aarón. Los dos primeros, Nadab y Abihú, murieron sin dejar posteridad, pero la descendencia de los otros dos, Eleazar e Itamar, fue muy numerosa. Ninguno de ellos, sin embargo, honró la sangre de Aarón tanto como San Juan el Bautista que, además de ser el precursor del Mesías, fue proclamado por la Palabra hecha Carne "el más grande de los nacidos de mujer" (Mateo 11,11).
Punto de vista independiente
La historia de Aarón toma un aspecto completamente diferente cuando se distinguen y datan las varias fuentes del Pentateuco del modo comúnmente adoptado por los críticos independientes. Como regla puede decirse que originalmente la historia más antigua de los judíos (J) no menciona a Aarón---si su nombre aparece aquí y allí en aquellas partes atribuidas a esa fuente, se debe probablemente a una adición posterior hecha por un redactor tardío. Hay dos documentos, básicos, que hablan de Aarón. En las antiguas tradiciones proféticas que circulan entre los efrainitas (E)
Aarón figuraba como un hermano y ayudante de Moisés. Se mueve a la sombra de éste, en una posición secundaria, como, por ejemplo, durante la batalla contra Amalec; con Jur, sostuvo las manos de su hermano hasta que el enemigo fue absolutamente derrotado. En algunos pasajes, parece que a Aarón se le confió la autoridad suprema, en la ausencia del gran líder, como cuando este último subió al Monte Sinaí; pero su gestión se demostró débil, puesto que cedió tan desgraciadamente ante las tendencias idólatras del pueblo. Según el documento en cuestión, Aarón no es ni el pontífice ni el ministro de oración. Es Moisés quien eleva su voz a Dios en el Tabernáculo (Ex. 33,7-10), y podríamos concluir del mismo texto (v. 11) que Josué, y no Aarón, es quien hace la ofrenda en la Tienda del Encuentro; del mismo modo, es Josué, y no Aarón, quien sube con Moisés al Monte Sinaí para recibir las Tablas de piedra de la Ley (Ex. 24,13).
En las narrativas sacerdotales (P) Aarón, al contrario, ocupa el lugar más prominente; conocemos, de hecho, además de la genealogía y edad de Aarón, casi todos los detalles anteriormente narrados, todos ellos en modo honroso para el hermano de Moisés, por ejemplo, el papel que desempeñó Aarón en las plagas, su rol en algunos hechos memorables de la vida en el desierto, como la caída del maná, el golpe a la piedra del agua, la confirmación de las prerrogativas de su sacerdocio contra las pretensiones de Coré y los otros, y, finalmente, el relato algo misterioso de su muerte, como se relata en Núm. 20. De este análisis de las fuentes de su historia la gran personalidad de Aarón sale indudablemente empequeñecida, principalmente debido a la reputación del escritor de la narrativa sacerdotal; los críticos le adjudican prejuicios de casta y un deseo manifiesto de exaltar cualquier cosa que tenga referencia con el orden y funciones sacerdotales, que demasiado a menudo le llevaron a exageraciones, con las que la historia apenas puede contar, e incluso a falsificaciones.
Sacerdocio
Cualquiera que sea el punto de vista adoptado respecto al valor histórico de todas las tradiciones sobre la vida de Aarón, los estudiosos, ya sean católicos o críticos independientes, admiten que en el sumo sacerdocio de Aarón el autor sagrado intentaba describir un modelo, es decir el prototipo, por así decirlo, del sumo sacerdote judío. Dios, en el Monte Sinaí, al instituir el culto, también instituyó un orden sacerdotal. Según las costumbres patriarcales, el hijo primogénito en cada familia realizaba las funciones relativas al culto divino. Se podría haber esperado, por consiguiente, que Dios escogiera a la familia de Rubén para el servicio del nuevo altar. Según la descripción bíblica, fue Aarón, sin embargo, quién fue objeto de la elección de Yahveh; los celos que esto provocó luego ya se han descrito anteriormente.
Al principio la función de los aaronitas era simplemente cuidar de la lámpara que debía arder permanentemente ante el velo del tabernáculo (Éxodo 27,21), a lo cual siguió luego una llamada más formal (Ex. 28,1). Aarón y sus hijos, distinguidos de la gente común por sus funciones sagradas, recibieron vestiduras sagradas adecuadas para su oficio. Cuando llegó el momento, cuando el tabernáculo, y todos sus accesorios y todo lo requerido para el culto de Yahveh estuvo listo, Moisés, sacerdote y mediador (Gál. 8,19) ofreció los diferentes sacrificios y realizó las diferentes ceremonias de la consagración de los nuevos sacerdotes, según las instrucciones divinas (Ex. 29), y repitió estos ritos durante siete días, durante los que Aarón y sus hijos estaban completamente separados del resto del pueblo (Lv.8,33).
Cuando, al octavo día, el sumo sacerdote ya había iniciado su función al sacrificar las víctimas, bendijo al pueblo, muy probablemente según la formula descrita en Núm. 6,24-26, y, con Moisés, entró en el tabernáculo para tomar posesión de él. "Y cuando salieron, bendijeron al pueblo y la gloria de Yahveh se dejó ver de todo el pueblo. Salió fuego de la presencia de Yahveh que consumió el holocausto, y las partes grasas puestas sobre el altar. Todo el pueblo al verlo prorrumpió en gritos de júbilo y cayeron rostro en tierra" (Levítico 9,23-24). Así se instituyó el sacerdocio de Aarón inaugurado y solemnemente ratificado por Dios.
Según señala claramente Wellhausen, la posición de Aarón en la Ley respecto al resto del orden sacerdotal no es meramente superior, sino exclusiva. Sus hijos y los levitas actúan bajo su superintendencia (Números 3,4); solamente él es el sacerdote totalmente calificado; él solo lleva el Urim y Tummim y el efod (Ex. 29,5–6); solo a él se le permite entrar al Santo de los Santos para ofrecer incienso (Lv. 23,27) una vez al año en el gran Día de la Expiación. En virtud de su dignidad espiritual como la cabeza del sacerdocio él es igualmente el juez supremo y cabeza de la teocracia (Núm. 27,21 - Deut. 17).
Él solo es el mediador responsable entre toda la nación y Dios, para esta causa él lleva los nombres de las doce tribus escritos en su pecho y hombros; sus pecados involucran a todo el pueblo en la culpa, y se repara por ellos como si fuesen de todo el pueblo; mientras que, cuando se comparan las ofrendas del pecado de los príncipes con las del sacerdote, aparecen como meras personas privadas (Lv. 4,3.13.22; 9,7; 16,6). Su muerte marca una época; es cuando muere el sumo sacerdote, y no el Rey, que el asesino fugitivo obtiene su indulto (Nm. 35,28). En su investidura recibe el crisma como un rey y es llamado sacerdote ungido, es adornado con una diadema y tiara como si fuese un rey (Ex. 28), y como un rey, también, lleva la púrpura, excepto cuando entra al Santo de los Santos (Lv. 16,4).
Aarón, primer sumo sacerdote de la Antigua Alianza, es naturalmente una figura de Jesucristo, primer y único sacerdote soberano de la nueva dispensación. El escritor de la Epístola a los Hebreos fue el primero en resaltar los rasgos de este paralelo, indicando especialmente dos puntos de comparación. Primero, la llamada de ambos, sumos sacerdotes: "Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del sumo sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.” (Heb. 5,4-5). En segundo lugar, la eficacia y duración de ambos sacerdocios. Desde este punto de vista el sacerdocio de Aarón es inferior al de Jesucristo. Si de hecho, el anterior hubiera sido capaz de perfeccionar a los hombres y comunicarles la justicia que agrada a Dios, otro habría sido inútil. Dada su ineficacia, requirió uno nuevo, y el sacerdocio de Jesús ha tomado para siempre el lugar del de Aarón (Heb. 7,11-12).
Fuente: Souvay, Charles. "Aaron." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907.
Traducido por Félix Carbo Alonso. L H M.