DIA 353-Amós 1--4, Eclesiástico 44,12-23, Apocalipsis 21



Amós 1
1 Palabras de Amós, uno de los pastores de Técoa. Esto es lo que vio acerca de Israel en tiempos de Ozías, rey de Judá, y en tiempos de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel, dos años antes del terremoto. 2 El dijo: El Señor ruge desde Sión y desde Jerusalén hace oír su voz: los campos de pastoreo están desolados y se ha secado la cumbre del Carmelo. 3 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Damasco, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque trillaron a Galaad con trilladoras de hierro, 4 yo enviaré fuego contra la casa de Jazael, y él consumirá los palacios de Ben Hadad; 5 haré saltar el cerrojo de Damasco, extirparé de Bicat Aven a los habitantes y de Bet Eden al que empuña el cetro, y el pueblo de Aram será deportado a Quir –dice el Señor. 6 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Gaza, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque deportaron poblaciones enteras para entregarlas a Edom, 7 yo enviaré fuego contra los muros y de Gaza y él consumirá sus palacios; 8 extirparé de Asdod a los habitantes, y de Ascalón al que empuña el cetro; volveré mi mano contra Edom, y el resto de los filisteos perecerá, dice el Señor. 9 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Tiro, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque entregaron a Edom poblaciones enteras de cautivos, sin acordarse de una alianza entre hermanos, 10 yo enviaré fuego contra los muros de Tiro y él consumirá sus palacios. 11 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Edom, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque persiguió a su hermano con la espada y ahogó todo sentimiento de piedad; porque conserva su enojo para siempre y mantiene incesantemente su furor, 12 yo enviaré fuego contra Temán y él consumirá los palacios de Bosrá. 13 Así habla el Señor: Por tres crímenes de los amonitas, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque abrieron el vientre de las embarazadas de Galaad, a fin de ensanchar su propio territorio, 14 yo incendiaré los muros de Rabá y el fuego consumirá sus palacios, entre gritos de guerra, en un día de combate, entre la borrasca, en un día de tempestad; 15 y su rey irá al cautiverio, junto con todos sus oficiales, dice el Señor.


Amós 2
1 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Moab, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque él quemó los huesos del rey de Edom hasta calcinarlos, 2 yo enviaré fuego contra Moab y él consumirá los palacios de Queriot; Moab morirá en el tumulto, entre gritos de guerra, al sonido de la trompeta; 3 extirparé al juez de en medio de él, y con él, mataré a todos sus oficiales, dice el Señor. 4 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Judá, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque despreciaron la Ley del Señor y no observaron sus preceptos; porque los extraviaron sus falsos dioses, a los que habían seguido sus padres, 5 yo enviaré fuego contra Judá y él consumirá los palacios de Jerusalén. 6 Así habla el Señor: Por tres crímenes de Israel, y por cuatro, no revocaré mi sentencia. Porque ellos venden al justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; 7 pisotean sobre el polvo de la tierra la cabeza de los débiles y desvían el camino de los humildes; el hijo y el padre tienen relaciones con la misma joven, profanando así mi santo Nombre; 8 se tienden sobre ropas tomadas en prenda, al lado de cualquier altar, y beben en la Casa de su Dios el vino confiscado injustamente... 9 ¡Y pensar que yo destruí ante ellos al amorreo, cuya altura era igual a la de los cedros y que era fuerte como las encinas: arranqué su fruto por arriba y sus raíces por debajo! 10 Y a ustedes, los hice subir del país de Egipto y los conduje cuarenta años por el desierto, para que tomaran en posesión el país del amorreo. 11 Yo suscité profetas entre sus hijos y nazireos entre sus jóvenes; ¿no es así, israelitas? –oráculo del Señor–. 12 Pero ustedes hicieron beber vino a los nazireos y ordenaron a los profetas: «¡No profeticen!». 13 Por eso, yo los voy a aplastar, como aplasta un carro cargado de gavillas. 14 El hombre veloz no tendrá escapatoria, el fuerte no podrá valerse de su fuerza ni el valiente salvará su vida; 15 el arquero no resistirá, el de piernas ágiles no escapará, el jinete no salvará su vida, 16 y el más valeroso entre los valientes huirá desnudo aquel día –oráculo del Señor–.


Amós 3
1 Escuchen esta palabra que el Señor pronuncia contra ustedes, israelitas, contra toda la familia que yo hice subir del país de Egipto: 2 Sólo a ustedes los elegí entre todas las familias de la tierra; por eso les haré rendir cuenta de todas sus iniquidades. 3 ¿Van juntos dos hombres sin haberse puesto de acuerdo? 4 ¿Ruge el león en la selva sin tener una presa? ¿Alza la voz el cachorro desde su guarida sin haber cazado nada? 5 ¿Cae el pájaro a tierra sobre una trampa si no hay un cebo? ¿Salta la trampa del suelo sin haber atrapado nada? 6 ¿Suena la trompeta en una ciudad sin que el pueblo se alarme? ¿Sucede una desgracia en la ciudad sin que el Señor la provoque? 7 Porque el Señor no hace nada sin revelar su secreto a sus servidores los profetas. 8 El león ha rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará? 9 Hagan oír su voz en los palacios de Asiria y en los palacios de Egipto, y digan: Reúnanse en las montañas de Samaría, y vean cuántos desórdenes hay en medio de ella, cuántas opresiones en su interior. 10 No saben obrar con rectitud –oráculo del Señor– esos que amontonan violencia y devastación en sus palacios. 11 Por eso, así habla el Señor: El enemigo cercará el país, te despojará de tu poderío y tus palacios serán saqueados. 12 Así habla el Señor: Como el pastor arranca de las fauces del león dos patas o la punta de una oreja, así serán sentados en Samaría, en un rincón del diván, sobre un lecho confortable. 13 Escuchen y atestigüen contra la casa de Jacob –oráculo del Señor de los ejércitos–: 14 El día en que yo castigue a Israel por sus crímenes, castigaré los altares de Betel; los ángulos del altar serán demolidos y caerán por tierra. 15 Derribaré la casa de invierno junto con la casa de verano; desaparecerán las casas de marfil y las mansiones se derrumbarán –oráculo del Señor–.


Amós 4
1 Escuchen esta palabra, vacas de Basán, que están sobre las montañas de Samaría, ustedes, que oprimen a los débiles, maltratan a los indigentes y dicen a sus maridos: «¡Trae de beber!». 2 El Señor ha jurado por su santidad: Sí, llegarán días sobre ustedes en que las levantarán con garfios, y hasta a la última de ustedes, con arpones. 3 Saldrán por las brechas, una tras otra, y serán arrojadas hacia el Hermón –oráculo del Señor–. 4 ¡Vayan a Betel, y pequen, a Guilgal, y pequen más todavía! Ofrezcan sus sacrificios por la mañana, y al tercer día sus diezmos; 5 quemen masa fermentada en acción de gracias, proclamen públicamente sus ofrendas voluntarias, ya que es eso lo que les gusta, israelitas, –oráculo del Señor–. 6 Yo les hice pasar hambre en todas sus ciudades, y los privé de pan en todas sus poblaciones, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! –oráculo del Señor–. 7 Yo les negué la lluvia tres meses antes de la cosecha; hice llover sobre una ciudad y sobre la otra no; un campo recibía la lluvia y el campo donde no llovía, se secaba; 8 dos y tres ciudades se arrastraban hasta la otra ciudad, para beber agua, y no calmaban su sed; ¡pero ustedes no han vuelto a mí! –oráculo del Señor–. 9 Yo los castigué con la seguía y el pulgón, devasté sus huertas y sus viñas; la langosta devoró sus higueras y olivares, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! –oráculo del Señor–. 10 Yo desencadené la peste contra ustedes, como la peste de Egipto; maté con la espada a sus jóvenes, mientras sus caballos eran capturados; hice subir hasta sus narices el hedor de sus campamentos, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! –oráculo del Señor–. 11 Yo les envié una catástrofe como la de Sodoma y Gomorra, y ustedes fueron como un tizón salvado del incendio, ¡pero ustedes no han vuelto a mí! –oráculo del Señor–. 12 Por eso, mira cómo voy a tratarte, Israel; y ya que te voy a tratar así, prepárate a enfrentarte con tu Dios, Israel. 13 Porque el que forma las montañas y crea el viento, el que descubre al hombre cuál es sus designio, el que hace la aurora y las tinieblas, el que camina sobre las alturas de la tierra, se llama «Señor, Dios de los ejércitos».


Eclesiástico 44,12-23
1 Elogiemos a los hombres ilustres, a los antepasados de nuestra raza. 2 El Señor los colmó de gloria, manifestó su grandeza desde tiempos remotos. 3 Algunos ejercieron la autoridad real y se hicieron famosos por sus proezas; otros fueron consejeros por su inteligencia, transmitieron oráculos proféticos, 4 guiaron al pueblo con sus consejos, con sus inteligencia para instruirlo y con las sabias palabras de su enseñanza; 5 otros compusieron cantos melodiosos y escribieron relatos poéticos; 6 otros fueron hombres ricos, llenos de poder, que vivían en paz en sus moradas. 7 Todos ellos fueron honrados por sus contemporáneos y constituyeron el orgullo de su época. 8 Algunos de ellos dejaron un nombre y se los menciona todavía con elogios. 9 Pero hay otros que cayeron en el olvido y desaparecieron como si no hubieran existido; pasaron como si no hubieran nacido, igual que sus hijos después de ellos. 10 No sucede así con aquellos, los hombres de bien, cuyas obras de justicia no han sido olvidadas. 11 Con su descendencia se perpetúa la rica herencia que procede de ellos. 12 Su descendencia fue fiel a las alianzas y también sus nietos, gracias a ellos. 13 Su descendencia permanecerá para siempre, y su gloria no se extinguirá. 14 Sus cuerpos fueron sepultados en paz, y su nombre sobrevive a través de las generaciones. 15 Los pueblos proclaman su sabiduría, y la asamblea anuncia su alabanza. 16 Henoc agradó al Señor y fue trasladado, él es modelo de conversión para las generaciones futuras. 17 Noé fue hallado perfectamente justo, en el tiempo de la ira sirvió de renovación: gracias a él, quedó un resto en la tierra, cuando se desencadenó el diluvio. 18 Alianzas eternas fueron selladas con él, para que nunca más un diluvio destruyera a los vivientes. 19 Abraham es padre insigne de una multitud de naciones, y no hubo nadie que lo igualara en su gloria. 20 El observó la Ley del Altísimo y entró en alianza con él; puso en sus carne la señal de esta alianza y en la prueba fue hallado fiel. 21 Por eso, Dios le aseguró con un juramento que las naciones serían bendecidas en sus descendencia, que lo multiplicaría como el polvo de la tierra, que exaltaría a sus descendientes como las estrellas, y les daría en herencia el país, desde un mar hasta el otro y desde el Río hasta los confines de la tierra. 22 A Isaac, le hizo la misma promesa, a causa de su padre Abraham. 23 La bendición de todos los hombres y la alianza las hizo descansar sobre la cabeza de Jacob; lo confirmó en las bendiciones recibidas y le dio la tierra en herencia; dividió el país en partes y las distribuyó entre las doce tribus.


Apocalipsis 21
1 Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. 2 Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios, embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo. 3 Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios estará con ellos. 4 El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó». 5 Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas». Y agregó: «Escribe que estas palabras son verdaderas y dignas de crédito. 6 ¡Ya está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. 7 El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. 8 Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte». 9 Luego se acercó uno de los siete Angeles que tenían las siete copas llenas de las siete últimas plagas, y me dijo: «Ven que te mostraré a la novia, a la esposa del Cordero». 10 Me llevó en espíritu a una montaña de enorme altura, y me mostró la Ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios. 11 La gloria de Dios estaba en ella y resplandecía como la más preciosa de las perlas, como una piedra de jaspe cristalino. 12 Estaba rodeada por una muralla de gran altura que tenía doce puertas: sobre ellas había doce ángeles y estaban escritos los nombres de las doce tribus de Israel. 13 Tres puertas miraban al este, otras tres al norte, tres al sur, y tres al oeste. 14 La muralla de la Ciudad se asentaba sobre doce cimientos, y cada uno de ellos tenía el nombre de uno de los doce Apóstoles del Cordero. 15 El que me estaba hablando tenía una vara de oro para medir la Ciudad, sus puertos y su muralla. 16 La Ciudad era cuadrangular: tenía la misma medida de largo que de ancho. Con la vara midió la Ciudad: tenía dos mil doscientos kilómetros de largo, de ancho y de alto. 17 Luego midió la muralla: tenía setenta y dos metros, según la medida humana que utilizaba el Angel. 18 La muralla había sido construida con jaspe, y la Ciudad con oro puro, semejante al cristal purificado. 19 Los cimientos de la muralla estaban adornados con toda clase de piedras preciosas: el primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro, el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda, 20 el quinto de ónix, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista. 21 Las doce puertas eran doce perlas y cada puerta estaba hecha con una perla enteriza. La plaza de la Ciudad era de oro puro, transparente como el cristal. 22 No vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios todopoderoso y el Cordero. 23 Y la Ciudad no necesita la luz del sol ni de la luna, ya que la gloria de Dios la ilumina, y su lámpara es el Cordero. 24 Las naciones caminarán a su luz y los reyes de la tierra le ofrecerán sus tesoros. 25 Sus puertas no se cerrarán durante el día y no existirá la noche en ella. 26 Se le entregará la riqueza y el esplendor de las naciones. 27 Nada impuro podrá entrar en ella, ni tampoco entrarán los que haya practicado la abominación y el engaño. Unicamente podrán entrar los que estén inscritos en el Libro de la Vida del Cordero.