DIA 348 --Oseas 1--4 Eclesiástico 42,1-14 Apocalipsis 16

 


Oseas 1
1 Palabra del Señor que fue dirigida a Oseas, hijo de Beerí, en tiempos de Ozías, de Jotam, de Ajaz y de Ezequías, reyes de Judá, y en tiempos de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel. 2 Comienzo de lo que habló el Señor por medio de Oseas. El Señor le dijo: «Ve, toma por esposa a una mujer entregada a la prostitución, y engendra hijos de prostitución, porque el país no hace más que prostituirse, apartándose del Señor». 3 El fue y tomó por esposa a Gómer, hija de Diblaim; ella concibió y le dio un hijo. 4 Entonces el Señor dijo a Oseas: «Llámalo Izreel, porque dentro de poco tiempo pediré cuenta a la casa de Jehú por la sangre derramada en Izreel, y pondré fin al reinado de la casa de Israel. 5 Aquel día, yo quebraré el arco de Israel en el valle de Izreel». 6 Ella concibió otra vez y dio a luz una hija. El Señor dijo a Oseas: «Llámala «No compadecida», porque ya no volveré a compadecerme de la casa de Israel, sino que les retiraré mi compasión. 7 Pero me compadeceré de la casa de Judá, y los salvaré por medio del arco, ni de la espada, ni de las armas de guerra, ni tampoco por medio de caballos y jinetes». 8 Después que dejó de amamantar a «No compadecida», Gómer concibió y dio a luz un hijo. 9 Entonces el Señor dijo: «Llámalo «No es mi pueblo», porque ustedes no son mi pueblo, ni yo seré para ustedes "El que es"».



Oseas 2
1 El número de los israelitas será como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y en lugar de decirles: «Ustedes no son mi pueblo», les dirán: «Hijos del Dios viviente». 2 Entonces los hijos de Judá se reunirán con los hijos de Israel: designarán para sí un jefe único y desbordarán del país, porque será grande el día de Izreel. 3 Digan a sus hermanos: «Mi pueblo» y a sus hermanas: «compadecida». 4 ¡Acusen a su madre, acúsenla! Porque ella no es mi mujer ni yo soy su marido. Que aparte de su rostro sus prostituciones, y sus adulterios de entre sus senos. 5 Si no, la desnudaré por completo y la dejaré como el día en que nació; haré de ella un desierto, la convertiré en tierra árida y la haré morir de sed. 6 Y no tendré compasión de sus hijos, porque son hijos de prostitución. 7 Sí, su madre se prostituyó, la que los concibió se cubrió de vergüenza, porque dijo: «Iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas». 8 Por eso voy a obstruir su camino con espinas, la cercaré con un muro, y no encontrará sus senderos. 9 Irá detrás de sus amantes y no los alcanzará, los buscará y no los encontrará. Entonces dirá: Volveré con mi primer marido, porque antes me iba mejor que ahora». 10 Ella no reconoció que era yo el que le daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y el oro que ellos emplearon para Baal. 11 Por eso retiraré mi trigo a su tiempo y mi vino en su estación; arrancaré mi lana y mi lino, con los que cubría su desnudez. 12 Ahora descubriré su deshonra a la vista de todos sus amantes, y nadie la librará de mi mano. 13 Haré cesar toda su alegría, sus fiestas, sus novilunios, sus sábados y todas sus solemnidades. 14 Devastaré su viña y su higuera, de las que ella decía: «Este es el salario que me dieron mis amantes». Las convertiré en una selva y las devorarán los animales del campo. 15 Le pediré cuenta por los días de los Baales, a los que ella quemaba incienso, cuando se adornaba con su anillo y su collar e iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí –oráculo del Señor–. 16 Por eso, yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré de su corazón. 17 Desde allí, le daré sus viñedos y haré del valle de Acor una puerta de esperanza. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día en que subía del país de Egipto. 18 Aquel día –oráculo del Señor– tú me llamarás: «Mi esposo» y ya no me llamarás: «Mi Baal». 19 Le apartaré de la boca los nombres de los Baales, y nunca más serán mencionados por su nombre. 20 Yo estableceré para ellos, en aquel día una alianza con los animales del campo, con las aves del cielo y los reptiles de la tierra; extirparé del país el arco, la espada y la guerra, y haré que descansen seguros. 21 Yo te desposaré para siempre, te desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; 22 te desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. 23 Aquel día yo responderé –oráculo del Señor– responderé a los cielos y ellos responderán a la tierra; 24 y la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite fresco, y ellos responderán a Izreel. 25 Yo la sembraré para mí en el país; tendré compasión de «No compadecida» y diré a «No es mi pueblo»: «¡Tú eres Mi Pueblo!» y él dirá: «¡Dios mío!».



Oseas 3
1 El Señor me dijo: «Ve una vez más, y ama a una mujer amada por otro y adúltera, como ama el Señor a los israelitas, mientras ellos se vuelven a otros dioses y aman las tortas de uvas». 2 Yo la compré por quince siclos de plata, y por una carga y media de cebada. 3 Entonces le dije: «Durante mucho tiempo, estarás conmigo; no te prostituirás ni te entregarás a otro hombre. Y yo haré lo mismo contigo». 4 Porque durante mucho tiempo, los israelitas estarán sin rey y sin jefe, sin sacrificio y sin piedra conmemorativa, sin efod y sin ídolos familiares. 5 Después los israelitas volverán y buscarán al Señor, su Dios, y a David, su rey; y acudirán con temor al Señor y a sus bienes, en los días futuros.



Oseas 4
1 Escuchen la palabra del Señor, israelitas, porque el Señor tiene un pleito con los habitantes del país; ya no hay fidelidad, ni amor, ni conocimiento de Dios en el país. 2 Sólo perjurio y engaño, asesinato y robo, adulterio y extorsión, y los crímenes sangrientos se suceden uno tras otro. 3 Por eso, el país está de duelo y languidecen todos sus habitantes; hasta los animales del campo y los pájaros del cielo, y aún los peces del mar, desaparecerán. 4 ¡No, que nadie acuse ni haga reproches! ¡Mi pleito es contigo, sacerdote! 5 Tú tropezarás en pleno día; también el profeta tropezará en la noche junto contigo, y yo haré perecer a tu madre. 6 Mi pueblo perece por falta de conocimiento. Porque tú has rechazado el conocimiento, yo te rechazaré de mi sacerdocio; porque has olvidado la instrucción de tu Dios, también yo me olvidaré de tus hijos. 7 Todos, sin excepción, pecaron contra mí, cambiaron su Gloria por la Ignominia. 8 Se alimentan con el pecado de mi pueblo y están ávidos de su iniquidad. 9 Pero al sacerdote le sucederá lo mismo que al pueblo: yo le pediré cuenta de su conducta y le retribuiré sus malas acciones. 10 Comerán, pero no se saciarán, se prostituirán, pero no aumentarán, porque han abandonado al Señor, para entregarse a la prostitución. 11 El vino y el mosto hacen perder la razón. 12 Mi pueblo consulta a su pedazo de madera y su vara lo adoctrina, porque un espíritu de prostitución lo extravía y se han prostituido lejos de su Dios. 13 Sacrifican en las cumbres de las montañas y queman incienso sobre las colinas, bajo la encina, el álamo y el terebinto, porque su sombre es agradable. Por eso se prostituyen las hijas de ustedes y sus nueras cometen adulterio. 14 Pero yo no pediré cuenta a sus hijas por su prostitución ni a sus nueras por su adulterio, porque ellos mismos se van aparte con prostitutas y ofrecen sacrificios con las consagradas a la prostitución. ¡Así, un pueblo que no entiende va la ruina! 15 ¡Si tú te prostituyes, Israel, que al menos Judá no se haga culpable! ¡No vayan a Guilgal, no suban a Bet Aven, ni juren por la vida del Señor! 16 Sí, Israel se ha vuelto obstinado como una vaca empacada. ¿Puede ahora el Señor apacentarlos como a corderos en campo abierto? 17 Israel está apegado a los ídolos: ¡déjalo! 18 Cuando terminan de embriagarse se entregan a la prostitución; sus jefes aman la Ignominia. 19 El viento los envolverá con sus alas y se avergonzarán de sus sacrificios



Eclesiástico 42,1-14
1 Pero no te avergüences de lo siguiente y no peques por temor a los que pensarán de ti: 2 no te avergüences de la Ley del Altísimo y de la Alianza, ni de la sentencia que hace justicia al impío; 3 de hacer las cuentas con los compañeros de vieja, ni compartir una herencia con otros; 4 de usar pesas y medidas exactas, ni de obtener ganancias grandes o pequeñas; 5 de lograr beneficios en el comercio, de corregir frecuentemente a tus hijos, ni de hacer sangrar las espaldas de un mal servidor. 6 Conviene poner bajo sello a una mujer infiel, y donde hay muchas manos tener las cosas bajo llave. 7 Cuenta y pesa bien lo que depositas, y lo que das y recibes, que esté todo por escrito. 8 No te avergüences de corregir el insensato y al necio, ni al anciano decrépito que rivaliza con los jóvenes. Así demostrarás que estás verdaderamente instruido y serás estimado por todo el mundo. 9 Una hija es para su padre causa secreta de insomnio, y la preocupación por ella le quita el sueño: cuando es joven, se le puede pasar la edad, y si está casada, puede ser aborrecida. 10 Mientras es virgen, puede ser violada y quedar embarazada en la casa paterna. Si tiene marido, puede ser infiel, si ya convive, puede ser estéril. 11 Si tu hija es atrevida, vigílala bien, no sea que te convierta en la burla de tus enemigos, en la habladuría de la ciudad y el comentario de la gente, y te cubra de vergüenza a los ojos de todos. 12 No fijes tus ojos en la belleza de nadie ni trates con familiaridad a las mujeres. 13 Porque de la ropa sale la polilla y de la mujer, una malicia de mujer. 14 Más vale malicia de hombre que bondad de mujer: una mujer avergüenza hasta la ignominia.



Apocalipsis 16
1 Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Angeles: «Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios». 2 El primer Angel fue y derramó su copa sobre la tierra, provocando una llaga maligna y dolorosa en todos los hombres que llevaban la marca de la Bestia y adoraban su imagen. 3 El segundo derramó su copa sobre el mar: éste se convirtió en sangre, como si se hubiera cometido un crimen, y perecieron todos los seres vivientes que había en el mar. 4 El tercero derramó su copa sobre los ríos y sobre los manantiales, y estos se convirtieron en sangre. 5 Y oí al Angel de las aguas que decía: «Tú, el que es y el que era, el Santo, obras con justicia al castigarlos así: 6 se merecían que les dieras de beber la misma sangre de los santos y de los profetas que ellos han derramado». 7 Y escuché al altar, que decía: «Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos». 8 El cuarto Angel derramó su copa sobre el sol y se le permitió quemar a los hombres con fuego: 9 los hombres fueron abrasados por un calor ardiente, pero en lugar de arrepentirse y dar gloria a Dios, blasfemaron contra su Nombre, que tiene poder sobre estas plagas. 10 El quinto derramó su copa sobre el trono de la Bestia, y su reino quedó sumergido en tinieblas. Los hombres se mordían la lengua de dolor, 11 pero en lugar de arrepentirse de sus obras, blasfemaron contra el Dios del cielo, a causa de sus dolores y de sus llagas. 12 El sexto derramó su copa sobre el gran río Eufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente. 13 Después vi que salían de la boca del Dragón, de la Bestia y del falso profeta tres espíritus impuros, semejantes a ranas. 14 Son los espíritus demoníacos que realizan prodigios y van a buscar a los reyes del mundo entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de Dios, el Todopoderoso. 15 ¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Feliz el que vigila y conserva su ropa para no tener que andar desnudo, mostrando su vergüenza. 16 Y esos espíritus reunirán a los reyes en un lugar, que en hebreo se llama Armagedón. 17 El séptimo Angel derramó su copa en el aire, y desde el Templo resonó una voz potente que venía del trono y decía: «Ya está». 18 Y hubo relámpagos, voces, truenos y un violento terremoto como nunca había sucedido desde que los hombres viven sobre la tierra. 19 La gran Ciudad se partió en tres y las ciudades paganas se derrumbaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio de beber la copa donde fermenta el vino de su ira. 20 Todas las islas desaparecieron y no se vieron más las montañas. 21 Cayeron del cielo sobre los hombres piedras de granizo que pesaban unos cuarenta kilos, y ellos blasfemaron contra Dios por esa terrible plaga.