DIA 335--Ezequiel 35--37 Eclesiástico 34,14-26 Apocalipsis 3



Ezequiel 35
1 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 2 Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia la montaña de Seir y profetiza contra ella. 3 Tú le dirás: Así habla el Señor: ¡Aquí estoy contra ti, montaña de Seír! Yo extenderé mi mano contra ti y te convertiré en un desierto desolado. 4 Dejaré tus ciudades en ruinas y tú misma serás una desolación. Así sabrás que yo soy el Señor. 5 Porque has mantenido una antigua enemistad y has entregado a los israelitas al filo de la espada, en el día de su desastre, en el día de la expiación final; 6 por eso juro por mi vida –oráculo del Señor–: Te convertiré en sangre y la sangre te perseguirá. ¡Te has hecho reo de sangre y la sangre te perseguirá! 7 Yo haré de la montaña de Seír un desierto desolado, y extirparé de ella al que va y al que viene. 8 Llenaré sus montes de víctimas: las víctimas de las espada caerán en tus colinas, en tus valles y en todos los cauces de tus ríos. 9 Te convertiré en una desolación eterna y tus ciudades no volverán a ser habitadas. Así ustedes sabrán que yo soy el Señor. 10 Porque tú dices: «Las dos naciones y los dos territorios me pertenecen: los voy a tomar en posesión», siendo así que el Señor estaba allí, 11 por eso, juro por mi vida –oráculo del Señor– que voy a obrar con el mismo furor y con el mismo celo con que obraste tú, en tu odio contra ellos, y me daré a conocer a ti cuando te juzgue. 12 Entonces sabrás que yo, el Señor, he oído todas las blasfemias que pronunciaste contra las montañas de Israel, cuando dijiste: «¡Están devastadas; nos han sido entregadas como presa!». 13 Ustedes me han desafiado con su lengua y han multiplicado sus palabras contra mí, Pero yo he oído todo. 14 Así habla el Señor: Yo te convertiré en una desolación, para alegría de toda la tierra. 15 Así como tú te alegraste cuando quedó desolada la herencia de la casa de Israel, yo haré lo mismo contigo: ¡quedarás desolada, montaña de Seír, igual que todo Edom! Así se sabrá que yo soy el Señor.


Ezequiel 36
1 Y tú, hijo de hombre, profetiza sobre las montañas de Israel. Tú dirás: ¡Montañas de Israel, escuchen la palabra del Señor! 2 Así habla el Señor: Porque el enemigo ha dicho contra ustedes: «¡Ah, estas alturas antiguas han pasado a ser posesión nuestra!». 3 por eso, profetiza diciendo: Así habla el Señor: Sí, ustedes han sido devastadas y asediadas por todas partes, hasta convertirse en posesión del resto de las naciones, y han sido objeto de las habladurías y difamaciones de la gente. 4 Por eso, montañas de Israel, escuchen la palabra del Señor: Así habla el Señor a las montañas, a las colinas, a los cauces de los torrentes y a los valles, a las ruinas desiertas y a las ciudades abandonadas, que han sido saqueadas y escarnecidas por el resto de las naciones vecinas. 5 Por eso, así habla el Señor: Sí, en el ardor de mis celos, yo hablo contra el resto de las naciones contra todo Edom, que con el corazón desbordante de alegría y el alma llena de desprecio, se han atribuido la posesión de mi país, para destruirlo y saquearlo. 6 Por eso, profetiza sobre la tierra de Israel. Tú dirás a las montañas y a las colinas, a los cauces de los torrentes y a los valles: Así habla el Señor: Yo he hablado en mis celos y en mi furor, porque ustedes han soportado el oprobio de las naciones. 7 Por eso, así habla el Señor: Juro con la mano levantada que son las naciones vecinas las que cargarán con su propia ignominia. 8 Ustedes, en cambio, montañas de Israel, echarán ramas y producirán frutos para mi pueblo Israel, que ya está a punto de llegar. 9 ¡Sí, yo voy hacia ustedes, me vuelvo hacia ustedes! Serán cultivadas y sembradas, 10 y multiplicaré sobre ustedes a los hombres de todo el pueblo de Israel. Las ciudades serán habitadas y las ruinas reconstruidas. 11 Multiplicaré sobre ustedes a hombres y animales, y ellos serán numerosos y fecundos. Haré que ustedes vuelvan a poblarse como en los tiempos antiguos y las haré más prósperas que al comienzo. Así sabrán que yo soy el Señor. 12 Yo haré que los hombres de mi pueblo Israel caminen sobre ustedes, y ellos tomarán posesión de ti: tú serás una herencia para ellos y ya no los privarás de sus hijos. 13 Así habla el Señor: Porque te han dicho: «Tú devoras a los hombres y privas de sus hijos a tu nación», 14 por eso, ya no volverás a devorar a los hombres ni a privar de sus hijos a tu nación –oráculo del Señor–. 15 Nunca más te haré escuchar el ultraje de las naciones; ya no soportarás el oprobio de los pueblos ni privarás de sus hijos a tu nación –oráculo del Señor–. 16 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 17 Hijo de hombre, cuando el pueblo de Israel habitaba en su propio suelo, lo contaminó con su conducta y sus acciones: su conducta era ante mí como la impureza de una mujer en su menstruación. 18 Entonces derramé mi furor sobre ellos, por la sangre que habían derramado sobre el país y los ídolos con que lo habían contaminado. 19 Los dispersé entre las naciones y ellos se diseminaron por los países. Los juzgué según su conducta y sus acciones. 20 Y al llegar a las naciones adonde habían ido, profanaron mi santo Nombre, haciendo que se dijera de ellos: «Son el pueblo del Señor, pero han tenido que salir de su país». 21 Entonces yo tuve compasión de mi santo Nombre, que el pueblo de Israel profanaba entre las naciones adonde había ido. 22 Por eso, di al pueblo de Israel: Así habla el Señor: Yo no obro por consideración a ustedes, casa de Israel, sino por el honor de mis santo Nombre, que ustedes han profanado entre las naciones adonde han ido. 23 Yo santificaré mi gran Nombre, profanado entre las naciones, profanado por ustedes. Y las naciones sabrán que yo soy el Señor –oráculo del Señor– cuando manifieste mi santidad a la vista de ellas, por medio de ustedes. 24 Yo los tomaré de entre las naciones, los reuniré de entre todos los países y los llevaré a su propio suelo. 25 Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. 26 Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. 27 Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes. 28 Ustedes habitarán en la tierra que yo ha dado a sus padres. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios. 29 Los salvaré de todas sus impurezas. Llamaré al trigo y lo multiplicaré, y no enviaré más el hambre sobre ustedes. 30 Multiplicaré los frutos de los árboles y los productos de los campos, para que ya no tengan que soportar entre las naciones el oprobio del hambre. 31 Ustedes se acordarán de su mala conducta y de sus acciones perversas, y sentirán asco de ustedes mismos a causa de sus culpas y sus abominaciones. 32 Yo no obro por consideración a ustedes, sépanlo bien –oráculo del Señor–. Sientan vergüenza y confusión por su conducta, pueblo de Israel. 33 Así habla el Señor: El día en que los purifique de todas sus culpas, yo poblaré las ciudades y las ruinas serán reconstruidas. 34 La tierra devastada será cultivada, después de haber sido una desolación a la vista de todos los que pasaban. 35 Entonces dirán: «Esta tierra había sido devastada, pero ahora es como un jardín de Edén; las ciudades estaban en ruinas, devastadas y derruidas, y ahora son plazas fuertes habitadas». 36 Y las naciones que hayan quedado alrededor de ustedes sabrán que yo, el Señor, he reconstruido lo que estaba derruido y replantado lo que había sido devastado. Yo, el Señor, lo he dicho y lo haré. 37 Así habla el Señor: Yo me dejaré buscar por el pueblo de Israel, para concederles también esto: los multiplicaré como un rebaño humano, 38 Como un rebaño de ovejas consagradas; como el rebaño reunido en Jerusalén con motivo de sus fiestas. Así las ciudades en ruinas se llenarán de un rebaño humano, y sabrán que yo soy el Señor. 



Ezequiel 37
1 La mano del Señor se posó sobre mí, y el Señor me sacó afuera por medio de su espíritu y me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. 2 Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos tendidos en el valle eran muy numerosos y estaban resecos. 3 El Señor me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?». Yo respondí: «Tú lo sabes, Señor». 4 El me dijo: «Profetiza sobre estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. 5 Así habla el Señor a estos huesos: Yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, y vivirán. 6 Pondré nervios en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que yo soy el Señor». 7 Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras profetizaba, se produjo un temblor, y los huesos se juntaron unos con otros. 8 Al mirar, vi que los huesos se cubrían de nervios, que brotaba la carne y se recubrían de piel, pero no había espíritu en ellos. 9 Entonces el Señor me dijo: «Convoca proféticamente al espíritu, profetiza, hijo de hombre, Tú dirás al espíritu: Así habla el Señor: Ven, espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan». 10 Yo profeticé como él me lo había ordenado, y el espíritu penetró en ellos. Así revivieron y se incorporaron sobre sus pies. Era un ejército inmenso. 11 Luego el Señor me dijo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos dicen: «Se han secado nuestros huesos y se ha desvanecido nuestro esperanza. ¡Estamos perdidos!». 12 Por eso, profetiza diciéndoles: Así habla el Señor: Yo voy a abrir las tumbas de ustedes, los haré salir de ellas, y los haré volver, pueblo mío, a la tierra de Israel. 13 Y cuando abra sus tumbas y los haga salir de ellas, ustedes, mi pueblo, sabrán que yo soy el Señor. 14 Yo pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán; los estableceré de nuevo en su propio suelo, y así sabrán que yo, el Señor, lo he dicho y lo haré –oráculo del Señor–. 15 La palabra del Señor me llegó en estos términos: 16 Hijo de hombre, toma un trozo de madera y escribe sobre él: «Judá y los israelitas que le están unidos». Toma después otro trozo y escribe: «José, madera de Efraím, y toda la casa de Israel unida a él». 17 Júntalos luego uno con el otro, de manera que formen una sola pieza de madera y sean una sola cosa en tu mano. 18 Y cuando la gente de tu pueblo te pregunte: ¿No vas a explicarnos qué quieres decir con esto?», 19 Tú les responderás: Así habla el Señor: Yo voy a tomar la madera de José, que está en la mano de Efraím, y a las tribus de Israel unidas a él, y les añadiré la madera de Judá. Así haré de todos ellos un solo trozo de madera, y serán una sola cosa en mi mano. 20 Los trozos de madera sobre los que hayas escrito deberán estar en tu mano, bien a la vista de ellos. 21 Entonces les dirás: Así habla el Señor: Yo voy a tomar a los israelitas de entre las naciones adonde habían ido; los reuniré de todas partes y los llevaré a su propio suelo. 22 Haré de ellos una sola nación en la tierra, en las montañas de Israel, y todos tendrán un solo rey: ya no formarán dos naciones ni estarán más divididos en dos reinos. 23 Ya no volverán a contaminarse con sus ídolos, con sus abominaciones y con todas sus rebeldías. Los salvaré de sus pecados de apostasía y los purificaré: ellos serán mi Pueblo y yo seré su Dios. 24 Mi servidor David reinará sobre ellos y todos ellos tendrán un solo pastor. Observarán mis leyes, cumplirán mis preceptos y los pondrán en práctica. 25 Habitarán en la tierra que di a mi servidor Jacob, donde habitaron sus padres. Allí habitarán para siempre, ellos, sus hijos y sus nietos; y mi servidor David será su príncipe eternamente. 26 Estableceré para ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los instalaré, los multiplicaré y pondré mi Santuario en medio de ellos para siempre. 27 Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. 28 Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel.



Eclesiástico 34,14-26
14 El que teme al Señor no se intimida por nada, y no se acobarda, porque él es su esperanza. 15 ¡Feliz el alma del que teme al Señor! ¿En quién se sostiene y cuál es su apoyo? 16 Los ojos del Señor miran a aquellos que lo aman: él es escudo poderoso y apoyo seguro, refugio contra el viento abrasador y el ardor del mediodías, salvaguardia contra el tropiezo y auxilio contra la caída. 17 El levanta el ánimo e ilumina los ojos, da salud, vida y bendición. 18 Ofrecer en sacrificio el fruto de la injusticia es presentar una ofrenda defectuosa, y los dones de los impíos no son aceptados. 19 El Altísimo no acepta las ofrendas de los impíos, y no es por el número de víctimas que perdona los pecados. 20 Como inmolar a un hijo ante los ojos de su padre, es presentar una víctima con bienes quitados a los pobres. 21 Un mendrugo de pan es la vida de los indigentes: el que los priva de él es un sanguinario. 22 Mata a su prójimo el que lo priva del sustento, derrama sangre el que retiene el salario del jornalero. 23 Si uno edifica y otro destruye, ¿qué ganan con eso sino fatigas? 24 Si uno suplica y otro maldice, ¿qué voz escuchará el Dueño de todo? 25 El que vuelve a toca a un muerte después de haberse lavado, ¿qué ha ganado con purificarse? 26 Así es el hombre que ayuda por sus pecados y luego vuelve a cometerlos ¿quién escuchará su plegaria y qué ha ganado con humillarse?



Apocalipsis 3
1 Escribe al Angel de la Iglesia de Sardes: «El que posee los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas, afirma: «Conozco tus obras: aparentemente vives, pero en realidad estás muerto. 2 Permanece alerta y reanima lo que todavía puedes rescatar de la muerte, porque veo que tu conducta no es perfecta delante de mi Dios. 3 Recuerda cómo has recibido y escuchado la Palabra: consérvala fielmente y arrepiéntete. Porque si no vigilas, llegaré como un ladrón, y no sabrás a qué hora te sorprenderé. 4 Sin embargo, tienes todavía en Sardes algunas personas que no han manchado su ropa: ellas me acompañarán vestidas de blanco, porque lo han merecido. 5 El vencedor recibirá una vestidura blanca, nunca borraré su nombre del Libro de la Vida y confesaré su nombre delante de mi Padre y de sus Angeles». 6 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias. 7 Escribe al Angel de la Iglesia de Filadelfia: «El Santo, el que dice la Verdad, el que posee la llave de David, el que abre y nadie puede cerrar, el que cierra y nadie puede abrir, afirma: 8 «Yo conozco tus obras; he abierto delante de ti una puerta que nadie puede cerrar, porque a pesar de tu debilidad, has cumplido mi Palabra sin renegar de mi Nombre. 9 Obligaré a los de la sinagoga de Satanás –que mienten, porque se llaman judíos y no lo son– a que se postren delante de ti y reconozcan que yo te he amado. 10 Ya que has cumplido mi consigna de ser constante, yo también te preservaré en la hora de la tribulación, que ha de venir sobre el mundo entero para poner a prueba a todos los habitantes de la tierra. 11 Yo volveré pronto: conserva firmemente lo que ya posees, para que nadie pueda arrebatarte la corona. 12 Haré que el vencedor sea una columna en el Templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí. Y sobre él escribiré el nombre de mi Dios, y el nombre de la Ciudad de mi Dios –la nueva Jerusalén que desciende del cielo y viene de Dios– y también mi nombre nuevo». 13 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias». 14 Escribe al Angel de la Iglesia de Laodicea: «El que es Amén, el Testigo fiel y verídico, el Principio de las obras de Dios, afirma: 15 «Conozco tus obras: no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! 16 Por eso, porque eres tibio, te vomitaré de mi boca. 17 Tú andas diciendo: Soy rico, estoy lleno de bienes y no me falta nada. Y no sabes que eres desdichado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo. 18 Por eso, te aconsejo: cómprame oro purificado en el fuego para enriquecerte, vestidos blancos para revestirte y cubrir tu vergonzosa desnudez, y un colirio para ungir tus ojos y recobrar la vista. 19 Yo corrijo y comprendo a los que amo. ¡Reanima tu fervor y arrepiéntete! 20 Yo estoy junto a la puerta y llamo: si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos. 21 Al vencedor lo haré sentar conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono». 22 El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias».