DIA 127-- 1 Samuel 3--5 Salmo 119,145-160 Marcos 5,1-20


1 Samuel 3
Dios llama a Samuel

1 El joven Samuel servía a Yavé bajo la mirada de Helí. En ese tiempo la palabra de Yavé era muy rara y las visiones poco frecuentes.
2 Ese día estaba Helí acostado en su cama; sus ojos estaban tan débiles que ya no veía. 3 Todavía no se había apagado la lámpara de Dios y Samuel estaba acostado en el santuario de Yavé, allí donde estaba el arca de Dios. 4 Yavé lo llamó: «¡Samuel! ¡Samuel!» Respondió: «Aquí estoy». 5 Corrió donde Helí y le dijo: «Aquí estoy ya que me llamaste». Helí le respondió: «Yo no te he llamado, vuelve a acostarte». Y Samuel se fue a acostar. 6 Yavé lo llamó de nuevo: «¡Samuel! ¡Samuel!» Se levantó y se presentó ante Helí: «Aquí estoy, le dijo, puesto que tú me llamaste». Helí le respondió: «Yo no te he llamado, hijo mío, vuelve a acostarte».
7 Samuel no conocía todavía a Yavé: la palabra de Yavé no le había sido todavía revelada. 8 Cuando Yavé llamó a Samuel por tercera vez, se levantó y fue a ver a Helí: «Aquí estoy, le dijo, ya que me llamaste». Helí comprendió entonces que era Yavé quien llamaba al muchacho, 9 y dijo a Samuel: «Anda a acostarte; si te llaman, responde: «Habla, Yavé, que tu servidor escucha». Y Samuel volvió a acostarse.
10 Yavé entró, se detuvo y llamó igual que las veces anteriores: «¡Samuel! ¡Samuel!» Samuel respondió: «Habla, que tu servidor escucha». 11 Yavé dijo entonces a Samuel: «Voy a realizar en Israel una cosa tan tremenda que le zumbarán los oídos a quien lo oiga. 12 Haré que caiga sobre Helí la condena que he pronunciado contra su casa, desde principio a fin. 13 Le dirás que condeno su casa para siempre porque sabía que sus hijos maldecían a Dios y no los corrigió. 14 Por eso, se lo juro a su casa, que ningún sacrificio, ninguna ofrenda podrá borrar el pecado cometido por la familia de Helí».
15 Samuel se acostó de nuevo hasta la mañana, luego abrió las puertas del santuario de Yavé. Samuel tenía miedo de contarle a Helí la visión, 16 pero Helí lo llamó y le dijo: «Samuel, hijo mío». «Aquí estoy», le respondió. 17 Helí le preguntó: «¿Cuál fue la palabra que se te dijo? No me ocultes nada. Te maldiga Dios y te remaldiga si me ocultas una sola palabra de lo que te dijo». 18 Entonces Samuel se lo contó todo sin ocultarle nada. Helí dijo: «Es Yavé, que haga como mejor le parezca».
19 Samuel había crecido; Yavé estaba con él y sus palabras nunca dejaban de cumplirse. 20 De esta manera todo Israel, desde Dan hasta Bersabé, supo que Samuel era verdaderamente un profeta de Yavé. 21 Yavé continuó manifestándose en Silo; allí se revelaba a Samuel mientras Helí seguía envejeciendo y sus hijos hundiéndose en su mala conducta.



1 Samuel 4
La derrota: captura del Arca

1 En esos días los filisteos se reunieron para atacar a Israel y los Israelitas salieron a su encuentro para enfrentarlos. Acamparon cerca de Eben-Ha-Ezer, mientras que los filisteos acampaban en Afec. 2 Los filisteos se dispusieron para la batalla frente a los israelitas y el combate fue violento. Israel fue vencido por los filisteos, quienes dieron muerte a más o menos cuatro mil en el campo de batalla. 3 Cuando el pueblo regresó al campamento, los ancianos de Israel se preguntaron: «¿Por qué Yavé nos aplastó hoy ante los filisteos? ¡Vamos a Silo y traigamos el arca de Dios! Que esté aquí con nosotros y que nos salve de nuestros enemigos». 4 El pueblo mandó entonces a buscar a Silo el arca de Yavé de los ejércitos, que se sienta sobre los querubines. Los dos hijos de Helí, Jofni y Finjas, la acompañaban.
5 Cuando el arca de Yavé entró en el campamento, todo Israel se puso a gritar haciendo temblar el suelo. 6 Al oír esos gritos, los filisteos se dijeron: «¿Qué significará esa inmensa aclamación en el campamento de los hebreos?» Cuando supieron que el arca de Yavé había llegado al campamento, 7 los filis teos tuvieron miedo: «Dios ha llegado a su campamento, dijeron, ay de nosotros, porque hasta ahora nunca había ocurrido esto. 8 Ay de nosotros, ¿quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos? ¿No fueron ellos los que castigaron a los egipcios con toda clase de plagas en los tiempos del desierto? 9 ¡Animo, filisteos! Luchemos como hombres, no vayamos a someternos a esos hebreos como ellos se han sometido a nosotros hasta ahora; ¡sea mos valientes y luchemos!»
10 Así los filisteos presentaron batalla; los israelitas fueron derrotados: cada cual huyó para su casa. Hubo una gran masacre y treinta mil combatientes cayeron de entre las filas de Israel. 11 El arca de Dios cayó en manos enemigas y los dos hijos de Helí, Jofni y Finjas, murieron.
12 Un hombre de Benjamín escapó y llegó ese mismo día a Silo, con sus ropas destrozadas y la cabeza cubierta de polvo. 13 Al llegar, Helí estaba sentado en su sillón muy cerca del camino, porque su corazón temblaba por el arca de Dios. Este hombre, pues, trajo la noticia al pueblo y surgió una gran lamentación. 14 Cuando Helí la oyó, preguntó: «¿A qué se debe esa lamentación?» El hombre corrió donde Helí para informarlo. 15 Helí tenía entonces noventa y ocho años, tenía la mirada fija, pero ya no veía. 16 El mensajero dijo a Helí: «Vengo del campo de batalla, hoy mismo huí de las líneas». Helí le preguntó: «¿Qué pasó, hijo mío?» 17 El mensajero respondió: «Israel huyó ante los filisteos..., fue una terrible derrota para el pueblo. Tus dos hijos murieron también y el arca de Dios fue capturada». 18 En cuanto mencionó el arca de Dios, Helí cayó de espaldas de su silla, atravesándose en la puerta. Se rompió la nuca y murió, porque el anciano era pesado. Había juzgado a Israel durante cuarenta años.
19 Su nuera, la mujer de Finjas, estaba embarazada y a punto de dar a luz. Al saber la captura del arca de Dios, la muerte de su suegro y de su marido, le vinieron los dolores, se puso en cuclillas y dio a luz. 20 Las mujeres que la asistían, al verla que estaba a punto de morir, le dijeron: «¡Animo! ¡Animo! ¡Has dado a luz un niño! Pero ella no respondió ni puso atención. 21 Puso al niño el nombre de Icabod (¿Dónde está la Gloria?) porque dijo: “La Gloria ha sido arrancada de Israel”. Pensaba tanto en el Arca como en su suegro y en su marido. 22 Al decir: “La Gloria”, se refería al arca de Dios».


1 Samuel 5
1 Los filisteos que habían capturado el arca de Dios la llevaron de Eben-Ha-Ezer a Asdod. 2 Tomaron el arca de Dios y la pusieron en el templo de Dagón al lado de la estatua de Dagón. 3 A la mañana siguiente, cuando se levantaron los habitantes de Asdod, muy temprano, Dagón estaba en el suelo: estaba caído con su cara delante del arca de Yavé. Lo levantaron y lo pusieron de nuevo en su lugar. 4 A la mañana siguiente, cuando se levantaron, Dagón estaba de nuevo en el suelo delante del arca de Yavé. El tronco estaba en su lugar, pero le faltaban la cabeza y las dos manos que estaban tiradas en el umbral; 5 es por eso que los sacerdotes de Dagón y todos los que entran en el templo de Dagón en Asdod, aún hoy, no pisan el umbral de Dagón.
6 La mano de Yavé se dejó caer sobre los habitantes de Asdod, los atormentó y les envió tumores tanto a Asdod como a sus alrededores. 7 Al ver lo que les pasaba, dijeron: «Que el arca del Dios de Israel no quede más con nosotros : vean cómo ha tenido pesada la mano con nosotros y con nuestro dios Dagón». 8 Mandaron pues una citación a todos los príncipes de los filisteos y los reunieron en su ciudad. Les dijeron: «¿Qué haremos con el arca del Dios de Israel?» Los demás respondieron: «El arca del Dios de Israel irá a Gat». Llevaron allá el arca del Dios de Israel.
9 Pero, apenas llegaron con ella, el peso de la mano de Dios se hizo sentir en la ciudad: se produjo un gran pánico. Castigó a los habitantes, desde el más chico al más grande, haciéndoles salir tumores. 10 Enviaron entonces el arca de Dios a Ecrón; pero cuando el arca de Dios llegó a Ecrón, los habitantes de la ciudad se pusieron a gritar: «¡Nos han traído el arca del Dios de Israel para que perezcamos nosotros y nuestro pueblo!» 11 Se reunieron todos los príncipes de los filisteos: «Devolvamos el arca del Dios de Israel, dijeron, que vuelva al lugar de donde vino. Porque si no, vamos a morir nosotros y nuestro pueblo». Se había producido en toda la ciudad un pánico terrible pues la mano de Dios se había vuelto muy pesada. 12 Los que no morían se llenaban de tumores, y desde la ciudad subía al cielo una gran lamentación.



Salmo 119,145-160
145 Te invoco, Señor, con todo el corazón, respóndeme, pues quiero observar tus preceptos.
146 Yo a ti clamo, sálvame, pues quiero guardar tus testimonios.
147 Me adelanto a la aurora para clamarte, espero en tus palabras.
148 Mis ojos se adelantaron a las horas y volví a meditar tu palabra.
149 Por tu amor, Señor, oye mi voz, hazme vivir según tus juicios.
150 Mis perseguidores se adhieren al crimen, pero se alejan de tu Ley.
151 Tú estás cerca, Señor, y todos tus mandamientos son verdad.
152 Lo que hace tiempo sé de tus testimonios, es que los fundaste para siempre.
153 Mira mi miseria y líbrame, pues no me he olvidado de tu Ley.
154 Defiende mi causa y líbrame, que me vivifique tu palabra.
155 La salvación está lejos de los impíos, pues no se interesan en tus preceptos.
156 Frecuentes son, Señor, tus misericordias, hazme vivir según tus juicios.
157 Mis perseguidores y mis enemigos son sin cuento, pero no me aparté de tus testimonios.
158 Vi a los traidores y me dieron asco, pues no respetan tu palabra.
159 Mira cuánto amo tus ordenanzas, Señor, hazme vivir según tu gracia.
160 El principio de tu palabra es la verdad, tus juicios son justos para siempre.




Marcos 5,1-20
El endemoniado de Gerasa

1 Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. 2 Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo.
3 El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. 4 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo. 5 Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras.
6 Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. 7 Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.» 8 Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.» 9 Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.» 10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región.
11 Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro. 12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió. 13 Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago. 14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido.
15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron. 16 Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos, 17 y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras.
18 Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.» 20 El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados.