DIA 32 Génesis 49,28--50,26 Salmo 31 Mateo 18,1-20



Génesis 49,28
Muerte y funerales de Jacob
28 Estas son las tribus de Israel, doce en total, y esto fue lo que les dijo su padre cuando los bendijo, dando a cada uno la bendición que le correspondía. 29 Después les dio estas instrucciones: «Yo voy a reunirme con mi pueblo. Entiérrenme junto a mis padres, en la cueva que hay en el campo de Efrón el hitita, 30 o sea, en la cueva que está en el campo de Macpelá, frente a Mambré, en el país de Canaán, el campo que Abraham compró a Efrón el hitita como lugar de su propiedad para sepulturas. 31 Allí fue sepultado Abraham y su esposa Sara. Allí también fue sepultado Isaac y su esposa Rebeca, y allí sepulté yo a Lía. 32 Dicho campo y la cueva que hay en él fueron comprados a los hititas.»
33 Cuando Jacob hubo terminado de dar estas instrucciones a sus hijos, recogió sus pies en la cama y expiró, y fue a reunirse con sus antepasados.

Génesis 50,26
1 José se acercó a la cama de su padre, lo abrazó llorando y lo besó. 2 Mandó después a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre y ellos lo embalsamaron. 3 Emplearon en ello cuarenta días, ya que éste es el tiempo necesario para el embalsamamiento. Los egipcios lo lloraron durante setenta días.
4 Transcurrido el tiempo de duelo, José habló a los principales de la casa de Faraón de esta manera: «Si ustedes realmente me aprecian, les ruego hagan llegar a oídos de Faraón lo siguiente: 5 Antes de morir, mi padre me hizo prometerle bajo juramento que yo lo habría de sepultar en el sepulcro que él mismo se había preparado en el país de Canaán. Así pues, permíteme ahora subir a enterrar a mi padre, y luego volveré.» 6 Faraón le mandó a decir: «Sube y entierra a tu padre, tal como te hizo jurar.»
7 Subió José a sepultar a su padre y subieron también con él todos los oficiales de Faraón, los principales de su familia y todos los jefes de Egipto, 8 así como toda la familia de José, sus hermanos y la familia de su padre. Tan sólo dejaron en el país de Gosén a sus niños, sus rebaños y demás animales. 9 Lo acompañaban además carros y soldados a caballo, lo que hacía que fuese una caravana muy considerable.
10 Al llegar a Gorén-Atad, que está al otro lado del Jordán, celebraron unos funerales muy grandes y solemnes; estos funerales que José celebró por su padre duraron siete días. 11 Los cana neos que vivían allí, al ver los funerales que se hacían en Gorén-Atad, se dijeron: «Estos son unos funerales muy solemnes de los egipcios.» Por eso aquel lugar se llamó Abel-Misraim (o sea, duelo de los egipcios) y está al otro lado del Jordán.
12 Los hijos de Jacob cumplieron a su respecto todo lo que él les había ordenado. 13 Lo trasladaron al país de Canaán y lo sepultaron en la cueva que hay en el campo de Macpelá, frente a Mambré, campo que Abraham había comprado a Efrón el hitita, como su propiedad para sepulturas.
14 Después de sepultar a su padre, José volvió a Egipto con sus hermanos y con todos los que lo habían ido a acompañar en el funeral de su padre.
Ultimos años de José
15 Al ver que había muerto su padre, los hermanos de José se dijeron: «Tal vez José nos guarde aún rencor, y ahora nos devuelva todo el mal que le hicimos.» 16 Por eso le mandaron a decir: «Tu padre antes de morir nos encargó que te dijéramos: 17 «Por favor, perdona el crimen de tus hermanos y el pecado que cometieron cuando te trataron mal. Ahora debes perdonar su crimen a los servidores del Dios de tu padre.» José, al oír este mensaje, se puso a llorar. 18 Sus hermanos vinieron y se echaron a sus pies, diciendo: «Aquí nos tienes, somos tus esclavos.» 19 José les respondió: «No teman. ¿Acaso podría ponerme yo en lugar de Dios? 20 Ustedes quisieron hacerme daño, pero Dios quiso convertirlo en bien para que se realizara lo que hoy ven: conservar la vida de un pueblo numeroso. 21 Nada teman, pues. Yo los mantendré a ustedes y a sus hijos.» Luego los consoló, hablándoles con palabras cariñosas.
22 José permaneció en Egipto junto con toda la familia de su padre. Murió a la edad de ciento diez años. 23 Alcanzó a ver a los hijos de Efraím hasta la tercera generación. También los hijos de Maquir, hijo de Manasés, nacieron sobre las rodillas de José.
24 José dijo a sus hermanos: «Yo voy a morir, pero tengan la plena seguridad de que Dios los visitará y los hará subir de este país a la tierra que juró dar a Abraham, Isaac y Jacob.» 25 Y José hizo jurar a los hijos de Israel, pidiéndoles este favor: «Cuando Dios los visite, lleven mis huesos de aquí junto con ustedes.» 26 José murió en Egipto, a la edad de ciento diez años. Embalsamaron su cuerpo y lo colocaron en un ataúd en Egipto.



Salmo 31
Señor, busco refugio en ti.—
2 A ti, Señor, me acojo, no quede yo nunca defraudado: ¡tú que eres justo, ponme a salvo!
3 Inclina tu oído hacia mí, date prisa en liberarme.
3 Sé para mí una roca de refugio, el recinto amurallado que me salve.
4 Porque tú eres mi roca y mi fortaleza; por tu nombre me guías y diriges.
5 Sácame de la red que me han tendido, porque eres tú mi refugio.
6 En tus manos encomiendo mi espíritu, y tú, Señor, Dios fiel, me librarás.
7 Aborreces a los que adoran ídolos vanos, pero yo confío en el Señor.
8 Gozaré y me alegraré de tu bondad porque has mirado mi aflicción y comprendido la angustia de mi alma; 9 no me dejaste en manos del enemigo, me has hecho caminar a campo abierto.
10 Ten piedad de mí, Señor, pues estoy angustiado; mis ojos languidecen de tristeza.
11 Mi vida se consume en la aflicción y mis años entre gemidos; mi fuerza desfallece entre tanto dolor y mis huesos se deshacen.
12 Mi enemigo se alegra, mis vecinos se horrorizan, y se espantan de mí mis conocidos: si me ven en la calle, se alejan de mí.
13 Se olvidaron de mí, como de un muerto, soy como un objeto inservible.
14 Oigo los cuchicheos de la gente, y se asoma el terror por todas partes. Se unieron todos en mi contra, tramaron arrebatarme la vida.
15 Pero yo, Señor, confío en ti, yo dije: Tú eres mi Dios.
16 Mi porvenir está en tus manos, líbrame de los enemigos que me persiguen.
17 Que sobre tu servidor brille tu rostro, sálvame por tu amor.
18 A ti clamé, Señor, no sea confundido; confundidos sean los im píos, lánzalos a la mansión del silencio.
19 Enmudece los labios embusteros, que hablan insolencias contra el justo con orgullo y desprecio.
20 Qué bondad tan grande, Señor, es la que reservas para los que te temen. Se la brindas a los que en ti esperan, a la vista de los hijos de los hombres.
21 En secreto, junto a ti los escondes, lejos de las intrigas de los hombres; los mantienes ocultos en tu carpa, y los guardas de las querellas.
22 Bendito sea el Señor, su gracia hizo maravillas para mí: Mi corazón es como una ciudad fuerte.
23 Yo decía en mi desconcierto: «Me ha arrojado de su presencia». Pero tú oías la voz de mi plegaria cuando clamaba a ti.
24 Amen al Señor todos sus fieles, pues él guarda a los que le son leales, pero les devolverá el doble a los soberbios.
25 Fortalezcan su corazón, sean valientes, todos los que esperan en el Señor.


Mateo 18,1-20
Cuarta etapa (18,1—23,35) La Ley nueva de la Iglesia
– La ley fundamental de la comunidad de los discÍpulos: el respeto a los pequeños, la bÚsqueda de los descarriados, el perdÓn entre hermanos.
– JesÚs parte hacia Judea para enfrentar a las autoridades del judaÍsmo. Las condiciones para entrar al Reino.
– Mientras que los Doce son designados como jueces de las doce tribus de Israel (19,28), se dice a los sacerdotes y a los fariseos: Se les quitarÁ el Reino.
– Denuncia el pecado de los jefes de la instituciÓn religiosa. JesÚs anuncia que Jerusalén serÁ abandonada por Dios (Jer 12,7).

¿Quién es el más grande? Los escándalos
1 En aquel momento los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: «¿Quién es el más grande en el Reino de los Cielos?»
2 Jesús llamó a un niñito, lo colocó en medio de los discípulos 3 y declaró: «En verdad les digo: si no cambian y no llegan a ser como niños, nunca entrarán en el Reino de los Cielos. 4 El que se haga pequeño como este niño, ése será el más grande en el Reino de los Cielos. 5 Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
6 Al que haga caer a uno de estos pequeños que creen en mí, mejor le sería que le amarraran al cuello una gran piedra de moler y que lo hundieran en lo más profundo del mar.
7 ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Tiene que haber escándalos, pero, ¡ay del que causa el escándalo!
8 Si tu mano o tu pie te está haciendo caer, córtatelo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar en la vida sin una mano o sin un pie que ser echado al fuego eterno con las dos manos y los dos pies. 9 Y si tu ojo te está haciendo caer, arráncalo y tíralo lejos. Pues es mejor para ti entrar tuerto en la vida que ser arrojado con los dos ojos al fuego del infierno.
10 Cuídense, no desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues yo se lo digo: sus ángeles en el Cielo contemplan sin cesar la cara de mi Padre del Cielo. ( 11 )
12 ¿Qué pasará, según ustedes, si un hombre tiene cien ovejas y una de ellas se extravía? ¿No dejará las noventa y nueve en los cerros para ir a buscar la extraviada? 13 Y si logra encontrarla, yo les digo que ésta le dará más alegría que las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 Pasa lo mismo donde el Padre de ustedes, el Padre del Cielo: allá no quieren que se pierda ni tan sólo uno de estos pequeñitos.
Cómo conviven los hermanos en la fe
15 Si tu hermano ha pecado, vete a hablar con él a solas para reprochárselo. Si te escucha, has ganado a tu hermano. 16 Si no te escucha, toma contigo una o dos personas más, de modo que el caso se decida por la palabra de dos o tres testigos. 17 Si se niega a escucharlos, informa a la asamblea. Si tampoco escucha a la iglesia, considéralo como un pagano o un publicano.
18 Yo les digo: «Todo lo que aten en la tierra, lo mantendrá atado el Cielo, y todo lo que desaten en la tierra, lo mantendrá desatado el Cielo.
19 Asimismo yo les digo: si en la tierra dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir alguna cosa, mi Padre Celestial se lo concederá. 20 Pues donde están dos o tres reunidos en mi Nombre, allí estoy yo, en medio de ellos.»