Génesis 28--29
1 Entonces Isaac llamó a su hijo Jacob, lo bendijo y le dio esta orden: «No te cases con ninguna mujer cananea. 2 Ponte en camino y vete a Padán-Aram, a la casa de Batuel, el padre de tu madre, y elige allí una mujer para ti de entre las hijas de Labán, hermano de tu madre. 3 Que el Dios de las Alturas te bendiga, te multiplique y de ti salgan muchas naciones. 4 Que Dios te conceda la bendición de Abraham, a ti y a tu descendencia, para que te hagas dueño de la tierra en que ahora vives, y que Dios dio a Abraham.» 5 Isaac despidió a Jacob, que se dirigió a Padán-Aram, a la casa de Labán, hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca.
6 Esaú vio que su padre había bendecido a Jacob y lo enviaba a Padán-Aram para que allí se buscara una mujer. Escuchó también que, después de haberlo bendecido, le había ordenado: «No te cases con ninguna mujer cananea», 7 y que Jacob, obedeciendo a su padre y a su madre, se había ido a Padán-Aram. 8 Comprendió, pues, que las mujeres cananeas no agradaban a su padre Isaac. 9 Se dirigió a Ismael y tomó por esposa, además de las que tenía, a Majalat, hija de Ismael, hijo de Abraham, y hermana de Nebayot.
Sueño de Jacob
10 Jacob dejó Bersebá y se dirigió hacia Jarán. 11 Al llegar a un cierto lugar, se dispuso a pasar allí la noche pues el sol se había ya puesto. Escogió una de las piedras del lugar, la usó de cabecera, y se acostó en ese lugar.
12 Mientras dormía, tuvo un sueño. Vio una escalera que estaba apoyada en la tierra, y que tocaba el cielo con la otra punta, y por ella subían y bajaban ángeles de Dios. 13 Yavé estaba allí a su lado, de pie, y le dijo: «Yo soy Yavé, el Dios de tu padre Abraham y de Isaac. Te daré a ti y a tus descendientes la tierra en que descansas. 14 Tus descendientes serán tan numerosos como el polvo de la tierra y te extenderás por oriente y occidente, por el norte y por el sur. A través de ti y de tus descendientes serán bendecidas todas las naciones de la tierra. 15 Yo estoy contigo; te protegeré a dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra, pues no te abandonaré hasta que no haya cumplido todo lo que te he dicho.»
16 Se despertó Jacob de su sueño y dijo: «Verdaderamente Yavé estaba en este lugar y yo no me di cuenta.» 17 Sintió miedo y dijo: «¡Cuán digno de todo respeto es este lugar! ¡Es nada menos que la Casa de Dios! ¡Esta es la puerta del Cielo!»
18 Se levantó Jacob muy temprano, tomó la piedra que había usado de cabecera, la puso de pie y derramó aceite sobre ella. 19 Y a ese lugar lo llamó Betel, pues anteriormente aquella ciudad era llamada Luz. 20 Entonces Jacob hizo una promesa: «Si Dios me acompaña y me protege durante este viaje que estoy haciendo, si me da pan para comer y ropa para vestirme, 21 y si logro volver sano y salvo a la casa de mi padre, Yavé será mi Dios. 22 Esta piedra que he puesto de pie como un pilar será Casa de Dios y, de todo lo que me des, yo te devolveré la décima parte.»
29-Jacob en casa de Labán
1 Jacob, siguiendo su viaje, llegó a la tierra de oriente. 2 En el camino vio un pozo, y cerca de él descansaban tres rebaños de ovejas, pues era en este pozo donde tomaban agua los rebaños. Una gran piedra cubría la boca del pozo. 3 Allí se juntaban todos los pastores, removían la piedra, sacaban agua para los rebaños y volvían a colocar la piedra sobre la boca del pozo. 4 Jacob dijo a los pastores: «Hermanos, ¿de dónde son ustedes?» Contestaron: «Somos de Jarán.» 5 Les preguntó Jacob: «¿Conocen a Labán, el hijo de Najor.» Contestaron: «Sí, lo conocemos.» 6 «¿Está bien?», preguntó aún. Contestaron: «Sí, muy bien. Mira, justamente allí viene su hija Raquel con las ovejas.»
7 Jacob les dijo: «Veo que el sol está todavía alto y que aún no es hora para guardar el ganado, ¿por qué no dan agua a sus ovejas y las llevan a pastar.» 8 Los pastores respondieron: «No podemos hacer eso hasta que no se junten todos los rebaños y se haya sacado la piedra de la boca del pozo. Entonces damos de beber a las ovejas.»
9 Todavía estaba Jacob hablando con ellos, cuando llegó Raquel con las ovejas de su padre, pues era pastora. 10 Apenas Jacob vio a Raquel, hija de Labán, hermano de su madre, se acercó al pozo, movió la piedra de la boca del pozo y dio agua a las ovejas de Labán. 11 Jacob besó a Raquel y estalló en fuerte llanto.
12 Jacob hizo saber a Raquel que era hermano de su padre e hijo de Rebeca, y ella fue corriendo a decírselo a su padre. 13 Apenas supo Labán que Jacob era el hijo de su hermana, corrió a su encuentro, lo abrazó, lo besó, y lo llevó a su casa. 14 Jacob contó a Labán todo lo ocurrido, y Labán le dijo: «En verdad tú eres carne y hueso míos.» Y Jacob se quedó allí con él durante un mes.
Doble casamiento de Jacob
15 Entonces Labán le dijo: «¿Acaso porque eres hermano mío vas a trabajar para mí de balde? Dime cuál va a ser tu salario.»
16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor Raquel. 17 Lía no tenía brillo en sus ojos, mientras Raquel tenía buena presencia y era linda. 18 Jacob se había enamorado de Raquel, así que le contestó: «Te serviré siete años por Raquel, tu hija menor.» 19 Labán dijo: «Mejor te la doy a ti y no a cualquier otro hombre. Quédate, pues, conmigo.»
20 Jacob trabajó siete años por Raquel, pero la amaba tanto, que los años le parecieron días. 21 Entonces Jacob dijo a Labán: «Dame a mi esposa, pues se ha cumplido el plazo y ahora quiero vivir con ella.» 22 Labán invitó a todos los del lugar y dio un banquete, 23 y por la tarde, tomó a su hija Lía y se la llevó a Jacob, que se acostó con ella.
24 Labán dió a Lía su propia esclava Zilpá, para que fuera sirvienta de ella.
25 Al amanecer, ¿Cómo? ¡Lía! Jacob dijo a Labán: «¿Qué me has hecho? ¿No te he servido por Raquel? 26 ¿Por qué me has engañado?» Labán le respondió: «No se acostumbra por aquí dar la menor antes que la mayor. 27 Deja que se termine la semana de bodas, y te daré también a mi hija menor, pero tendrás que prestarme servicios por otros siete años más.» 28 Jacob lo aceptó, y al terminar la semana de bodas con Lía, Labán le entregó a su hija Raquel.
29 Labán le dio a Raquel a su esclava Bilá como sierva.
30 Jacob se unió también a Raquel, y amó a Raquel más que a Lía. Y se quedó con Labán al que prestó servicios siete años más.
Hijos de Jacob
31 Al ver Yavé que Lía no era querida, le concedió ser fecunda, mientras que Raquel era estéril. 32 Lía quedó embarazada y dio a luz un hijo, al que llamó Rubén, porque decía: «En verdad Yavé ha visto mi aflicción; ahora mi esposo me amará.» 33 De nuevo quedó embarazada, y dio a luz un hijo; entonces dijo: «Yavé ha oído que yo era despreciada y me ha dado todavía otro hijo.» Por eso le puso por nombre Simeón. 34 Volvió a concebir y tuvo otro hijo; y esta vez dijo: «Ahora sí que me querrá mi marido, pues le he dado ya tres hijos.» Por eso lo llamó Leví. 35 Concibió todavía otra vez y dio a luz un hijo. Y exclamó: «Esta vez alabaré a Yavé.» Por eso le puso por nombre Judá, y ya dejó de tener hijos.
51 El Señor, sol de justicia.
— Vislumbramos algo de la gloria de Dios en el esplendor del cielo. También lo sentimos presente al meditar sus mandatos, que son luz y alegría para el alma.
2 Los cielos cuentan la gloria del Señor,
2 proclama el firmamento
2 la obra de sus manos.
3 Un día al siguiente le pasa el mensaje
3 y una noche a la otra se lo hace saber.
4 No hay discursos ni palabras
4 ni voces que se escuchen,
5 mas por todo el orbe se capta su ritmo,
5 y el mensaje llega hasta el fin del mundo.
6 Al sol le fijó una tienda en lontananza,
6 de allí sale muy alegre,
6 como un esposo que deja su alcoba,
6 como atleta a correr su carrera.
7 Sale de un extremo de los cielos
7 y en su vuelta, que alcanza al otro extremo,
7 no hay nada que se escape a su calor.
8 La ley del Señor es perfecta,
8 es remedio para el alma,
8 toda declaración del Señor es cierta
8 y da al sencillo la sabiduría.
9 Las ordenanzas del Señor son rectas
9 y para el corazón son alegría.
9 Los mandamientos del Señor son claros
9 y son luz para los ojos.
10 El temor del Señor es un diamante,
10 que dura para siempre;
10 los juicios del Señor son verdad,
10 y todos por igual se verifican.
11 Son más preciosos que el oro,
11 valen más que montones de oro fino;
11 más que la miel es su dulzura,
11 más que las gotas del panal.
12 También son luz para tu siervo,
12 guardarlos es para mí una riqueza.
13 Pero, ¿quién repara en sus deslices?
13 Límpiame de los que se me escapan.
14 Guarda a tu siervo también de la soberbia,
14 que nunca me domine.
14 Así seré perfecto
14 y limpio de pecados graves.
15 ¡Ojalá te gusten las palabras de mi boca,
15 esta meditación a solas ante ti,
15 oh Señor, mi Roca y Redentor!
Mateo 12,1-21
Jesús, Señor del sábado
1 En cierta ocasión pasaba Jesús por unos campos de trigo, y era un día sábado. Sus discípulos, que tenían hambre, comenzaron a desgranar espigas y a comerse el grano. 2 Al advertirlo unos fariseos, dijeron a Jesús: «Tus discípulos están haciendo lo que está prohibido hacer en día sábado.»
3 Jesús les contestó: «¿No han leído lo que hizo David un día que tenía hambre, él y su gente? 4 Pues entró en la casa de Dios y comieron los panes presentados, que les estaban prohibidos tanto a él como a sus compañeros, pues están reservados a los sacerdotes. 5 ¿No han leído en la Ley que los sacerdotes en el Templo no observan el descanso, y no hay culpa en eso?
6 Yo se lo digo: ustedes tienen aquí algo más que el Templo. 7 Y si ustedes entendieran estas palabras: Quiero misericordia, no sacrificios, ustedes no condenarían a quienes están sin culpa.
8 Además, el Hijo del Hombre es Señor del sábado.»
9 Saliendo de aquel lugar, Jesús entró en una sinagoga de los judíos. 10 Se encontraba allí un hombre que tenía una mano paralizada. Le preguntaron a Jesús, con intención de acusarlo después: «¿Está permitido hacer curaciones en día sábado?»
11 Jesús les dijo: «Si alguno de ustedes tiene una sola oveja y se le cae a un barranco en día sábado, ¿no irá a sacarla? 12 ¡Pues un ser humano vale mucho más que una oveja! Por lo tanto, está permitido hacer el bien en día sábado.» 13 Dijo entonces al enfermo: «Extiende tu mano.» La extendió y le quedó tan sana como la otra.
14 Al salir, los fariseos planearon la manera de acabar con él. 15 Jesús lo supo y se alejó de allí, pero muchas personas lo siguieron, y él sanó a cuantos estaban enfermos. 16 Pero les pedía insistentemente que no hablaran de él.
17 Así debían cumplirse las palabras del profeta Isaías:
18 Viene mi siervo, mi elegido, el Amado, en quien me he complacido. Pondré mi Espíritu sobre él, para que anuncie mis juicios a las naciones. 19 No discutirá, ni gritará, ni se oirá su voz en las plazas. 20 No quebrará la caña resquebrajada ni apagará la mecha que todavía humea, hasta que haga triunfar la justicia. 21 Las naciones pondrán su esperanza en su Nombre.