El libro de Judith narra la historia de cómo Dios ayudó al pueblo de Israel a no caer bajo la dominación de Nabucodonosor, rey de Asiria, un hombre avaricioso que quería ser reconocido no sólo como rey, sino como dios, y dios de todos los pueblos.
Para esto preparó a todos sus ejércitos y dispuso que los que no se rindiesen ante su poder, fueran exterminados.
Así fue, poco a poco, haciéndose con el control de muchos pueblos y tribus.
Pero Holofernes, que era el general de los ejércitos de Nabucodonosor, al llegar a la llanura de Esdrelón, en el territorio de Israel, supo que los israelitas, que habitaban en la ciudad de Betulia, no pensaban rendirse ante su rey.
Aquior, jefe de los ammonitas, le contó a Holofernes cómo a los israelitas, si eran fieles a su Dios, nadie podría vencerlos.
Esto le hizo montar en cólera, y en seguida comenzó a rodear la ciudad para un ataque.
Sin embargo, alguien que conocía aquellos montes, le aconsejó al general: «Es mejor que, en vez de intentar un ataque, rodeemos la ciudad para que no puedan salir de sus murallas, y que nos hagamos con el control de sus fuentes, para que con el tiempo no tengan agua para beber y la sed les obligue a rendirse».
Dentro de la ciudad, Ocías y otros jefes habían dispuesto no rendirse. Sin embargo, la sed hizo que las fuerzas de los israelitas fueran disminuyendo y los jóvenes, las mujeres y los niños comenzaron a desfallecer y quejarse a los ancianos.
El libro de Judith nos cuenta cómo esta mujer, al conocer el sufrimiento de Israel, decide ir a hablar con los jefes del pueblo para decirles que tiene un plan. Vuelve a su casa y allí, por primera vez en mucho tiempo, pues era viuda desde hacía tres años, se arregla bien, se pone sus mejores ropas y joyas y sale de la ciudad con su sierva en dirección a los ejércitos de Holofernes.
Los soldados se quedaron muy extrañados al ver a una mujer tan bella llegar sola con su esclava, pero ella les dijo: "Pertenezco a la tribu de los israelitas y vengo huyendo de ellos porque se han entregado a la muerte al querer evitar que su rey sea Nabucodonosor. Quiero hablar con Holofernes para indicarle cómo puede atacar mejor a mi tribu sin que muera ni uno de su ejército."
Todos alabaron la decisión de esta bella mujer y, más tarde, Holofernes al oírla no sólo la acogió a su cuidado sino que se quedó prendado de ella.
Así judith permaneció varios días con el ejército del enemigo, sin olvidarse de su pueblo ni de su Dios, al que rezaba todos los días.
Un día, Holofernes quiso cenar con ella. Judith aceptó y cenaron juntos. Pero Holofernes estaba tan alegre de tener a una mujer tan bella que bebió muchísimo vino, hasta estar tan borracho que no podías casi moverse. Este momento fue aprovechado por Judith para cortarle la cabeza, guardarla en una alforja y escapar del campamento.
Llegó a Betulia y allí colocaron la cabeza en lo alto de la muralla. Y los asirios huyeron a su país al ver que su general había muerto.
De este modo, el pueblo de Israel comprobó cómo el Señor nunca abandona a los que cumplen sus mandamientos.
Fuente: Alfa y Omega (Pequealfa)