DIA 192- SANTA BIBLIA EN UN AÑO TEXTO Y AUDIO



192 - DÍAS. LA SANTA BIBLIA
TEXTO Y AUDIO

El Antiguo Testamento
SEGUNDO LIBRO DE LAS CRONICAS C. 15

Capítulo 15

1 Azarías, hijo de Oded, sobre el que había descendido el espíritu de Dios,

2 salió al encuentro de Asá y le dijo: «¡Escúchenme, Asá y todo Judá y Benjamín! El Señor está con ustedes cuando ustedes están con él. Si lo buscan, él se dejará encontrar por ustedes; si lo abandonan, él los abandonará.

3 Durante mucho tiempo Israel estuvo sin verdadero Dios, sin sacerdote que lo instruyera y sin ley.

4 Pero en su angustia, ellos se volvieron hacia el Señor, el Dios de Israel; lo buscaron, y el Señor se dejó encontrar por ellos.

5 En aquellos tiempos no había paz para nadie, sino grandes tribulaciones sobre todos los habitantes del país.

6 La gente y las ciudades se destruían unas contra otras, porque Dios las perturbaba con toda clase de calamidades.

7 Pero ustedes, ¡manténganse firmes y no desfallezcan! Porque sus obras serán recompensadas».

8 Al oír estas palabras y la profecía que había pronunciado Azarías, hijo de Oded, Asá se decidió a eliminar los ídolos abominables de todo el territorio de Judá y Benjamín, y también de las ciudades que había conquistado en la montaña de Efraím. Además, restauró el altar del Señor que estaba delante del Vestíbulo del Templo.

9 Luego reunió a todo Judá y Benjamín, y a los hombres de Efraím, de Manasés y de Simeón que residían con ellos, porque mucha gente de Israel se había pasado de Asá, al ver que el Señor, su Dios, estaba con él.

10 Ellos se reunieron en Jerusalén el tercer mes del año quince del reinado de Asá.

11 Aquel día sacrificaron al Señor setecientos bueyes y siete mil ovejas del botín que habían traído,

12 e hicieron un pacto, comprometiéndose a buscar al Señor, el Dios de sus padres, con todo su corazón y con toda su alma:

13 a todo el que no buscara al Señor, el Dios de Israel, se lo había morir, fuera grande o pequeño, hombre o mujer.

14 Así lo juraron al Señor en alta voz. con gritos de júbilo y al son de trompetas y cuernos.

15 Todo Judá se alegró a causa del juramento, porque lo había prestado de todo corazón y había buscado sinceramente al Señor. Por eso el Señor se dejó encontrar por ellos y les dio paz por todas partes.

16 El rey Asá despojó incluso del rango de Reina Madre a su abuela Maacá, por haber dedicado un horrendo fetiche a la diosa Aserá. Asá eliminó ese fetiche, lo redujo a polvo y lo quemó en el torrente Cedrón.

17 Sin embargo, no desaparecieron de Israel los lugares altos, aunque el corazón de Asá perteneció íntegramente al Señor durante toda su vida.

18 El hizo llevar a la Casa del Señor las ofrendas consagradas por su padre y las que él mismo había consagrado: plata, oro y otros utensilios.

19 Y no hubo guerra hasta el año treinta y cinco del reinado de Asá.



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El Antiguo Testamento
SEGUNDO LIBRO DE LAS CRONICAS C. 16

Capítulo 16

1 El año trigésimo sexto del reinado de Asá, Basá, rey de Israel, subió contra Judá y fortificó Ramá, para cortarle las comunicaciones a Asá, rey de Judá.

2 Entonces Asá recogió plata y oro de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey, y se los envió a Ben Hadad, rey de Aram, que residía en Damasco, con el siguiente mensaje:

3 «Hay una alianza entre tú y yo, como la hubo entre mi padre y el tuyo. Aquí te envío plata y oro. Rompe tu alianza con Basá, rey de Israel, para que él se retire de mi territorio».

4 Ben Hadad le hizo caso y envió a los jefes de su ejército contra las ciudades de Israel. Ellos atacaron a Ión, Dan, Abel Maim y todos los depósitos de las ciudades de Neftalí.

5 Cuando se enteró Basá, suspendió la fortificación de Ramá e interrumpió los trabajos.

6 El rey Asá movilizó entonces a todo Judá, y se llevaron las piedras y la madera con que Basá estaba fortificando Ramá. Con ellas, Asá fortificó Gueba y Mispá.

7 En aquel tiempo, el vidente Jananí se presentó ante Asá, rey de Judá, y le dijo: «Por haberte apoyado en el rey de Aram en vez de apoyarte en el Señor, tu Dios, el ejército del rey de Aram se te ha escapado de las manos.

8 ¿Acaso los cusitas y los libios no formaban un ejército numeroso, con una enorme cantidad de carros de guerra y caballería? Y sin embargo, por haberte apoyado en el Señor, él los entregó en tus manos.

9 Porque los ojos del Señor recorren toda la tierra para sostener a aquellos cuyo corazón está con él íntegramente. En esto te has comportado como un necio. Por eso, de ahora en adelante vivirás en guerra».

10 Asá se irritó contra el vidente y lo hizo poner en la cárcel, porque se había enfurecido con él a causa de esto. Por aquel mismo tiempo, Asá oprimió también a una parte del pueblo.

11 En cuanto a los hechos de Asá, desde el principio hasta el fin, están escritos en el Libro de los reyes de Judá y de Israel.

12 En el trigésimo noveno año de su reinado, Asá se enfermó gravemente de los pies. Pero ni siquiera en su enfermedad recurrió al Señor, sino a los médicos.

13 Asá murió en el cuadragésimo primer año de su reinado, y se fue a descansar con sus padres.

14 Lo sepultaron en la tumba que se había hecho cavar en la Ciudad de David. Lo depositaron sobre un lecho lleno de ungüentos y de diversos perfumes cuidadosamente preparados, y se encendió en su honor una enorme hoguera.

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El Antiguo Testamento
SEGUNDO LIBRO DE LOS MACABEOS C. 11

Capítulo 11
1 Muy poco tiempo después, Lisias, tutor y familiar del rey, que estaba al frente de los asuntos de Estado,

2 reunió unos ochenta mil hombres y toda la caballería, y marchó contra los judíos. Tenía la intención de convertir la ciudad en un lugar de residencia para los griegos,

3 de hacer del Santuario una fuente de recursos, como los otros santuarios de los paganos, y de poner en venta cada año el cargo de Sumo Sacerdote.

4 El no tenía en cuenta para nada el poder de Dios, porque estaba engreído con sus regimientos de infantería, sus millares de jinetes y sus ochenta elefantes.

5 Una vez que penetró en Judea, se acercó a Betsur, una plaza fuerte que distaba unos veintiocho kilómetros de Jerusalén, y la sitió.

6 Cuando los partidarios del Macabeo supieron que Lisias había sitiado la fortaleza, comenzaron a suplicar al Señor con gemidos y lágrimas, unidos a la multitud, pidiéndole que enviara un ángel protector para salvar a Israel.

7 El propio Macabeo, que fue el primero en empuñar las armas, exhortó a los demás a afrontar el peligro junto a él, a fin de salvar a sus hermanos. Todos se lanzaron al combate con gran entusiasmo

8 y, cuando todavía estaban cerca de Jerusalén, apareció al frente de ellos un jinete con vestiduras blancas y esgrimiendo armas de oro.

9 Todos bendijeron unánimemente al Dios misericordioso, y se enardecieron de tal manera, que estaban dispuestos a acometer, no sólo contra los hombres, sino también contra las bestias más feroces y aun contra murallas de hierro.

10 Así avanzaron en orden de batalla, protegidos por su aliado celestial, porque el Señor se había compadecido de ellos.

11 Y lanzándose como leones contra los enemigos, derribaron a once mil soldados y a mil seiscientos jinetes, y a todos los demás los obligaron a huir.

12 La mayoría de estos escaparon heridos y sin armas, y el mismo Lisias se salvó huyendo vergonzosamente.

13 Como Lisias no era ningún insensato, reflexionó sobre la derrota que acababa de sufrir, y reconoció que los hebreos eran invencibles porque el Dios poderoso combatía con ellos.

14 Entonces les envió una embajada para proponerles una reconciliación en condiciones razonables, prometiéndoles que induciría al rey a hacerse amigo de ellos.

15 El Macabeo, no teniendo otra preocupación que el bien público, accedió a todas las propuestas de Lisias; y el rey concedió todo lo que el Macabeo había pedido por escrito a Lisias en favor de los judíos.

16 La carta escrita por Lisias a los judíos decía lo siguiente: «Lisias saluda a la comunidad de los judíos.

17 Juan y Absalón, los legados de ustedes, al entregarme por escrito sus peticiones, me han pedido una respuesta favorable respecto de lo allí consignado.

18 Ya he comunicado al rey todo lo que era necesario notificarle, y él ha otorgado todo lo que le pareció admisible.

19 Por lo tanto, si mantienen su buena disposición respecto del Estado, yo procuraré favorecerlos en adelante.

20 En cuanto a las cuestiones de detalle, he dado instrucciones a sus enviados y a los míos, para que las discutan con ustedes.

21 ¡Qué les vaya bien! Año ciento cuarenta y ocho, el veinticuatro del mes de Dióscoro».

22 La carta del rey estaba concebida en estos términos: «El rey Antíoco saluda a su hermano Lisias.

23 Habiendo pasado nuestro padre a la compañía de los dioses, deseamos que los súbditos de nuestro reino puedan dedicarse sin temor al cuidado de sus propios intereses.

24 Y como hemos sabido que los judíos no quieren adoptar las costumbres helénicas prometidas por nuestro padre, sino que prefieren seguir sus propias costumbres y piden que se les permita vivir conforme a sus leyes,

25 deseosos de que también esta nación esté tranquila, decretamos que su Santuario sea restituido a su primitivo estado y que ellos se gobiernen de acuerdo con las costumbres de sus antepasados.

26 Por lo tanto, harás un buen servicio enviándoles una embajada de paz, a fin de que, conociendo nuestra decisión, puedan vivir confiados y se dediquen de buen ánimo a sus propias ocupaciones».

27 Esta es la carta del rey al pueblo: «El rey Antíoco saluda al Consejo de los ancianos y a todos los judíos.

28 Es nuestro deseo que se encuentren bien. También nosotros gozamos de perfecta salud.

29 Menelao nos ha hecho saber el deseo que ustedes tienen de volver a sus propios hogares.

30 A todos los que se pongan en camino antes del treinta del mes de Xántico, se les asegura la impunidad.

31 Los judíos podrán gobernarse según sus leyes, como lo hacían antes, especialmente en lo que se refiere a los alimentos, y ninguno de ellos será molestado para nada a causa de las faltas cometidas por ignorancia.

32 Les envió además a Menelao para que les infunda confianza.

33 ¡Qué les vaya bien! Año ciento cuarenta y ocho, el quince del mes de Xántico.

34 También los romanos enviaron a los judíos la siguiente carta: «Quinto Memio y Tito Manio, legados de los romanos, saludan al pueblo de los judíos.

35 Damos nuestro consentimiento a todo lo que les ha concedido Lisias, familiar del rey.

36 Pero en lo que respecta a lo que él consideró que debía someter al juicio del rey, envíennos urgentemente a alguien con instrucciones detalladas sobre el particular, para que las expongamos como les conviene a ustedes, ya que vamos a ir a Antioquía.

37 Mándennos a algunos lo antes posible, a fin de que también nosotros conozcamos el punto de vista de ustedes.

38 ¡Salud! Año ciento cuarenta y ocho, el quince del mes de Xántico.




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