254 - DÍAS LA SANTA BIBLIA
TEXTO Y AUDIO
El Antiguo Testamento
ISAIAS C. 1
Capítulo 1
Título
1 Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén, en tiempos de Ozías, de Jotam, de Ajaz y de Ezequías, reyes de Judá.
La infidelidad de Israel
2 ¡Escuchen, cielos! ¡Presta oído, tierra! porque habla el Señor: Yo crié hijos y los hice crecer, pero ellos se rebelaron contra mí.
3 El buey conoce a su amo y el asno, el pesebre de su dueño; ¡pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento!
Invectiva contra Judá
4 ¡Ay, nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, raza de malhechores, hijos pervertidos! ¡Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han vuelto atrás!
5 ¿Dónde pueden ser golpeados todavía, ustedes, que persisten en la rebelión? Toda la cabeza está enferma y todo el corazón dolorido;
6 de la planta de los pies a la cabeza, no hay nada intacto: ¡heridas, contusiones, llagas vivas, que no han sido curadas ni vendadas, ni aliviadas con aceite!
7 Su país es una desolación, sus ciudades, presa del fuego; su suelo, delante de ustedes, lo devoran extranjeros; ¡hay tanta desolación como en el desastre de Sodoma!
8 La hija de Sión ha quedado como una choza en un viñedo, como una cabaña en una plantación de pepinos, como una ciudad sitiada.
9 ¡Si el Señor de los ejército no nos hubiera dejado algunos sobrevivientes, seríamos como Sodoma, nos pareceríamos a Gomorra!
Inutilidad del culto sin la práctica de la justicia
10 ¡Escuchen la palabra del Señor, jefes de Sodoma! ¡Presten atención a la instrucción de nuestro Dios pueblo de Gomorra!
11 ¿Qué me importa la multitud de sus sacrificios? –dice el Señor– Estoy harto de holocaustos de cameros y de la grasa de animales cebados; no quiero más sangre de toros, corderos y chivos.
12 Cuando ustedes vienen a ver mi rostro, ¿quién les ha pedido que pisen mis atrios?
13 No me sigan trayendo vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea... ¡no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!
14 Sus lunas nuevas y solemnidades las detesto con toda mi alma; se han vuelto para mí una carga que estoy cansado de soportar.
15 Cuando extienden sus manos. yo cierro los ojos; por más que multipliquen las plegarias, yo no escucho: ¡las manos de ustedes están llenas de sangre!
16 ¡Lávense, purifíquense, aparten de mi vista la maldad de sus acciones! ¡Cesen de hacer el mal,
17 aprendan a hacer el bien! ¡Busquen el derecho, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan a la viuda!
18 Vengan, y discutamos –dice el Señor– Aunque sus pecado sean como la escarlata, se volverán blancos como la nieve; aunque sean rojos como la púrpura, serán como la lana.
19 Si están dispuestos a escuchar, comerán los bienes del país;
20 pero si rehúsan hacerlo y se rebelan, serán devorados por la espada, porque ha hablado la boca del Señor.
Infidelidad y purificación de Israel
21 ¡Cómo se ha prostituido la ciudad fiel! Estaba llena de equidad, la justicia moraba en ella, ¡y ahora no hay más que asesinos!
22 Tu plata se ha vuelto escoria, se ha aguado tu mejor vino.
23 Tus príncipes son rebeldes y cómplices de ladrones; todos aman el soborno y corren detrás de los regalos; no hacen justicia al huérfano ni llega hasta ellos la causa de la viuda.
24 Por eso –oráculo del Señor de los ejércitos, el Fuerte de Israel–; ¡Ay! ¡Me desquitaré de mis adversarios y me vengaré de mis enemigos!
25 Volveré mi mano contra ti, depuraré tu escoria con potasa y eliminaré todos tus desechos.
26 Haré a tus jueves como eran antes y a tus consejeros, como el principio. Después de esto, te llamarán «Ciudad de la Justicia», «Ciudad Fiel».
27 Sión será rescatada por el derecho y los que se conviertan, por la justicia.
28 Los rebeldes y pecadores serán destrozados juntamente y desaparecerán los que abandonan al Señor.
29 Ustedes se avergonzarán de las encinas que tanto amaban. se sonrojarán de los jardines que eligieron;
30 porque serán como una encina de hojas secas, como un jardín sin agua.
31 El hombre fuerte se convertirá en estopa y su obra será la chispa: arderán los dos juntos y no habrá quien extinga el fuego.
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El Antiguo Testamento
ISAIAS C. 2
Capítulo 2
Sión, centro del Reino universal del Señor
1 Palabra que Isaías, hijo de Amós, recibió en una visión, acerca de Judá y de Jerusalén:
2 Sucederá al fin de los tiempo. que la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas y se elevará por encima de las colinas. Todas las naciones afluirán hacia ella
3 y acudirán pueblos numerosos, que dirán; ¡Vengan, subamos a la montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! El nos instruirá en sus caminos y caminaremos por sus sendas». Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la palabra del Señor.
4 El será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la espada una nación contra otra ni se adiestrarán más para la guerra.
5 ¡Ven, casa de Jacob, y caminemos a la luz del Señor!
La llegada del Día del Señor
6 Sí, tú has desechado a tu pueblo a la casa de Jacob. porque están llenos de adivinos de Oriente, de astrólogos, como los filisteos, y estrechan la mano de los extranjeros.
7 Su país está lleno de plata y oro y sus tesoros no tienen fin. Su país está lleno de caballos y sus carros de guerra no tienen fin.
8 Su país está lleno de ídolos; ellos se postran ante la obra de sus manos, ante lo que fabricaron sus propios dedos.
9 El hombre será doblegado y el mortal, humillado –tú no podrías perdonarlos –
10 ¡Entra en la roca y escóndete en el polvo, lejos del Terror del Señor y del esplendor de su majestad!
11 La mirada altanera del hombre será humillada, la arrogancia humana será abatida. y sólo el Señor será exaltado en aquel día.
12 Porque habrá un día para el Señor de los ejércitos contra todo lo arrogante y altanero, contra todo lo alto y encumbrado,
13 contra todos los cedros del Líbano, altaneros y elevados, contra todas las encinas de Basán
14 contra todas las montañas altivas, contra todas las colinas encumbradas,
15 contra todas las altas torres, contra todo muro fortificado,
16 contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos suntuosos.
17 El orgullo del hombre será humillado, la arrogancia humana será abatida, y sólo el Señor será exaltado en aquel día,
18 y hasta el último de los ídolos desaparecerá.
19 ¡Entren en las cavernas de las rocas y en las cuevas del suelo. lejos del Terror del Señor y del esplendor de su majestad, cuando él se levante para llenar la tierra de espanto!
20 Aquel día, el hombre arrojará a los topos y a los murciélagos los ídolos de plata y los ídolos de oro que se había fabricado para adorarlos,
21 y se meterá en las hendiduras de las rocas y en las grietas de los peñascos, lejos del Terror del Señor y del esplendor de su majestad, cuando él se levante para llenar la tierra de espanto.
22 ¡Dejen entonces al hombre que sólo tiene aliento en sus narices! ¿En qué se lo puede estimar?
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El Nuevo Testamento
SEGUNDA CARTA A
LOS CORINTIOS C. 1
SEGUNDA CARTA A LOS CORINTIOS
Capítulo 1
1 Pablo, Apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, y el hermano Timoteo, saludan a la Iglesia de Dios que reside en Corinto, junto con todos los santos que viven en la provincia de Acaya.
2 Llegue a ustedes la gracia y la paz que proceden de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo.
3 Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo,
4 que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones, para que nosotros podamos dar a los que sufren el mismo consuelo que recibimos de Dios.
5 Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo, también por medio de Cristo abunda nuestro consuelo.
6 Si sufrimos, es para consuelo y salvación de ustedes; si somos consolados, también es para consuelo de ustedes, y esto les permite soportar con constancia los mismos sufrimientos que nosotros padecemos.
7 Por eso, tenemos una esperanza bien fundada con respecto a ustedes, sabiendo que si comparten nuestras tribulaciones, también compartirán nuestro consuelo.
8 Queremos, hermanos, que ustedes conozcan la tribulación que debimos sufrir en la provincia de Asia: la carga fue tan grande que no podíamos sobrellevarla, al extremo de pensar que estábamos a punto de perder la vida.
9 Soportamos en nuestra propia carne una sentencia de muerte, y así aprendimos a no poner nuestra confianza en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.
10 El nos libró y nos librará de ese peligro mortal. Sí, esperamos que también nos librará en el futuro.
11 Ustedes también nos ayudarán con su oración, y de esa manera, siendo muchos los que interceden por nosotros, también serán muchos los que darán gracias por el beneficio recibido.
12 Este es para nosotros un motivo de orgullo: el testimonio que nos da nuestra conciencia de que siempre, y particularmente en relación con ustedes, nos hemos comportado con la santidad y la sinceridad que proceden de Dios, movidos, no por una sabiduría puramente humana, sino por la gracia de Dios.
13 En efecto, nuestras cartas no son ambiguas: no hay en ellas más de lo que ustedes pueden leer y entender. Y espero que comprenderán plenamente
14 –como ya lo han comprendido en parte– que en el Día de nuestro Señor Jesús, podrán sentirse orgullosos de nosotros, como nosotros de ustedes.
15 Convencido de esto, me propuse visitarlos primero a ustedes, para darles una nueva alegría,
16 y de allí pasar a Macedonia. Después, a mi regreso de Macedonia, ustedes me ayudarían a proseguir mi viaje a Judea.
17 Al proponerme esto, ¿obré precipitadamente?, ¿o bien mis proyectos estaban fundados en motivos puramente humanos, de manera que yo digo al mismo tiempo «sí» y «no»?
18 Les aseguro, por la fidelidad de Dios, que nuestro lenguaje con ustedes no es hoy «sí», y mañana «no».
19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, el que nosotros hemos anunciado entre ustedes –tanto Silvano y Timoteo, como yo mismo– no fue «sí» y «no», sino solamente «sí».
20 En efecto, todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en Jesús, de manera que por él decimos «Amén» a Dios, para gloria suya.
21 Y es Dios el que nos reconforta en Cristo, a nosotros y a ustedes; el que nos ha ungido,
22 el que también nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestros corazones las primicias del Espíritu.
23 Pongo a Dios por testigo, y lo juro por mi propia vida, que si no volví a Corinto fue por consideración hacia ustedes.
24 Porque no pretendemos imponer nuestro dominio sobre la fe de ustedes, ya que ustedes permanecen firmes en la fe: lo que queremos es aumentarles el gozo.
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