DIA 116-SANTA BIBLIA EN UN AÑO TEXTO Y AUDIO


116 - DÍAS.
LA SANTA BIBLIA EN UN AÑO
TEXTO Y AUDIO

El Antiguo Testamento
JUECES C. 19

Capítulo 19
El levita de Efraím y su concubina

1 En aquel tiempo, cuando no había rey en Israel, un levita que vivía como forastero en los confines de la montaña de Efraím, tomó por concubina a una mujer de Belén de Judá.
2 Pero su concubina le fue infiel y lo abandonó, yéndose a la casa de su padre en Belén de Judá, donde permaneció unos cuatro meses.
3 Entonces su marido fue detrás de ella, para hablarle al corazón y hacerla volver. El llevaba consigo un servidor y dos asnos. La joven lo hizo entrar en la casa de su padres, y este, al verlo, le salió al encuentro lleno de alegría.
4 Su suegro, el padre de la joven, lo retuvo en su casa, y el levita se quedó con el tres días: comieron, bebieron y pasaron la noche allí.
5 Al cuarto día, se levantaron de madrugada y el levita se dispuso a partir. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: «Repara tus fuerzas con un pedazo de pan, y luego partirán».
6 Entonces se sentaron a comer y beber los dos juntos. El padre de la joven le dijo: «Te invito a quedarte esta noche, para pasar un momento agradable».
7 El hombre se levantó para ponerse en camino, pero su suegro le insistió tanto, que él cambió de parecer y pasó la noche allí.
8 Al quinto día, se dispuso a partir de madrugada, pero su suegro le dijo: «Repara antes tus fuerzas». Y se entretuvieron, comiendo los dos juntos hasta muy avanzado el día.
9 Cuando el levita se levantó para partir con su concubina y su servidor, el padre de la joven le dijo: «Ya se está haciendo tarde. Quédate aquí esta noche y pasarás un momento agradable. Mañana de madrugada se pondrán en camino y regresarás a tu casa».
10 Pero el hombre no quiso quedarse, sino que se levantó y partió. Así llegó frente a Jebús –o sea, Jerusalén– llevando consigo los dos asnos cargados, además de su concubina y su servidor.

La llegada del levita a Guibeá
11 Cuando estaban cerca de Jebús, ya era muy tarde, y el servidor dijo a su señor: «Apartémonos del camino para entrar en esta ciudad jebusea y pasar la noche allí»
12 Pero su señor le respondió: «No nos apartemos para entrar en una ciudad extranjera, que no pertenece a los israelitas. Sigamos de largo hasta Guibeá».
13 Luego dijo a su servidor: «Vamos a acercarnos a uno de esos poblados ; pasaremos la noche en Guibeá o en Ramá».
14 Siguieron de largo, y a la puesta del sol estuvieron frente a Guibeá de Benjamín.
15 Entonces se apartaron del camino para ir a pasar la noche a Guibeá. Al llegar, el hombre se quedó en la plaza de la ciudad, pero nadie los invitó a su casa para pasar la noche.
16 Entonces llegó un anciano, que al atardecer volvía de trabajar en el campo. Era un hombre de la montaña de Efraím y residía en Guibeá como forastero, porque la gente del lugar era benjaminita.
17 El anciano alzó los ojos y vio al viajero que estaba en la plaza de la ciudad. «¿De dónde vienes y adónde vas?» le preguntó,
18 «Estamos de paso, le respondió él; venimos de Belén de Judá y vamos hasta los confines de la montaña de Efraím, porque yo soy de allí. Fui a Belén de Judá, y ahora estoy de regreso. Pero no hay nadie que me reciba en su casa,
19 aunque tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también pan y vino para mí, para mi mujer y para el servidor que me acompaña. No nos falta nada».
20 El anciano le dijo: «La paz esté contigo. Yo proveeré a todas tus necesidades. No pases la noche en la plaza».
21 Entonces lo llevó a su casa y dio de comer a los asnos. Y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.

El crimen de los habitantes de Guibeá
22 Estaban pasando un momento agradable, cuando los hombres de la ciudad, gente pervertida, rodearon la casa y comenzaron a golpear la puerta, diciendo al anciano dueño de casa: «Trae afuera el hombre que entró en tu casa para que tengamos relaciones con él».
23 Pero el dueño de casa se presentó ante ellos y les dijo: «No, hermanos míos, no obren tan perversamente, porque ese hombre es mi huésped. ¡No cometan esa infamia!
24 Yo tengo a mi hija que es virgen: se la traeré afuera, para que ustedes abusen de ella y la traten como mejor les parezca. Pero no cometan semejante infamia con ese hombre».
25 Sin embargo, ellos no quisieron escucharlo. Entonces el levita tomó a su concubina y la llevó afuera. Los hombres se aprovecharon de ella y la maltrataron toda la noche hasta la madrugada, y al amanecer, la abandonaron.
26 La mujer llegó de madrugada y se cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su marido. Allí quedó hasta que fue el día.
27 Por la mañana, su marido se levantó, abrió la puerta de la casa y salió para continuar el camino. Al ver a la mujer, su concubina, que estaba tendida a la puerta de la casa, con la mano sobre el umbral,
28 le dijo: «Levántate, vamos». Pero no obtuvo respuesta. Entonces el hombre la cargó sobre su asno y emprendió el camino hacia su pueblo.
29 Cuando llegó a su casa, tomó el cuchillo y partió en doce pedazos el cuerpo de su concubina. Luego los envió a todo el territorio de Israel.
30 El levita había dado esta orden a sus emisarios: «Digan esto a todos los hombres de Israel: «¿Ha sucedido una cosa igual desde que los israelitas subieron del país de Egipto hasta el día de hoy? Reflexionen, deliberen y decidan». Y todos los que lo venían, exclamaban: ¡Nunca ha sucedido no se ha visto una cosa semejante, desde que los israelitas subieron de Egipto hasta el día de hoy!».
Copyright © Libreria Editrice Vaticana
******

El Antiguo Testamento
JUECES C. 20

Capítulo 20
La venganza de los israelitas

1 Entonces todos los israelitas salieron como un solo hombre, desde Dan hasta Berseba y hasta la región de Galaad, y la comunidad se reunió delante del Señor, en Mispá.
2 Los dignatarios de todo el pueblo y todas las tribus acudieron a la asamblea del pueblo de Dios: eran cuatrocientos mil hombres de a pie, armados de espada.
3 Los benjaminitas, por su parte, oyeron que los israelitas habían subido a Mispá. Los israelitas dijeron: «Cuéntennos cómo ha sucedido el crimen».
4 Entonces el levita, el marido de la mujer asesinada, tomó la palabra y dijo: «Yo y mi concubina llegamos a Guibeá de Benjamín para pasar la noche,
5 y los vecinos de Guibeá se levantaron contra mí: durante la noche rodearon la casa, intentaron matarme y abusaron de mi concubina hasta hacerla morir.
6 Yo tomé a mi concubina, la corté en pedazos y envié esos pedazos a todo el territorio de la herencia de Israel, porque se había cometido una depravación y una infamia en Israel.
7 Ahora les toca a ustedes, israelitas, tomar aquí mismo una determinación».
8 Todo el pueblo se levantó como un solo hombre y exclamó: «Ninguno de nosotros irá a su campamento; nadie volverá a su casa.
9 Y con Guibeá haremos lo siguiente: sortearemos a los que subirán a atacarla;
10 de entre todas las tribus de Israel, tomaremos a diez hombres de cada cien, a cien de cada mil, y a mil de cada diez mil. Ellos recogerán víveres para la tropa, es decir, para los que irán a dar su merecido a Guibeá de Benjamín por la infamia que ha cometido en Israel».
11 Así, todos los hombres de Israel quedaron unidos como un solo hombre contra aquella ciudad.
El empecinamiento de los benjaminitas
12 Las tribus de Israel enviaron emisarios a toda la tribu de Benjamín para decirle: «¿Qué explicación dan al crimen que se ha cometido entre ustedes?
13 Entreguen a esos hombres pervertidos de Guibeá, para que los matemos y hagamos desaparecer el mal de Israel. Pero los benjaminitas no quisieron escuchar la demanda de sus hermanos israelitas.

Los preparativos para el combate
14 Los benjaminitas de todas las ciudades se reunieron en Guibeá para salir a combatir contra los israelitas.
15 Aquel mismo día se hizo el recuento de los benjaminitas provenientes de las diversas ciudades, y resultaron en total veinticinco mil hombres armados de espada, sin contar a los habitantes de Guibeá.
16 De toda esa tropa, setecientos hombres eran guerreros adiestrados, ambidextros, y capaces de arrojar la piedra de su honda contra un cabello, sin errar el tiro.
17 La gente de Israel también hizo un recuento: descontando a Benjamín, eran cuatrocientos mil hombres armados de espada, todos guerreros.
18 En seguida subieron a Betel y consultaron a Dios para preguntarle: «¿Quién de nosotros será el primero en subir a luchar contra los benjaminitas?». Y el Señor respondió: «Judá será el primero».
Victoria inicial de los benjaminitas
19 Los israelitas avanzaron de madrugada para acampar frente a Guibeá
20 y salir a luchar contra Benjamín. Los hombres de Israel se dispusieron en orden de batalla frente a la ciudad,
21 pero los benjaminitas salieron de Guibeá y dejaron tendidos por tierra aquel día a veintidós mil hombres de Israel.
22 Entonces los israelitas subieron a lamentarse delante del Señor hasta la tarde. Luego consultaron al Señor, diciendo: «¿Tenemos que entablar un nuevo combate con los hijos de nuestro hermano Benjamín?». Y el Señor respondió: «Suban a atacarlo».
23 De esta manera, la tropa israelita recobró el valor y volvió a disponer sus filas para el combate en el mismo lugar que el primer día.
24 Los israelitas se acercaron por segunda vez a los benjaminitas,
25 pero también aquel segundo día Benjamín les salió al encuentro desde Guibeá, y dejó tendidos por tierra a dieciocho mil israelitas, todos ellos armados de espada.
26 Entonces los israelitas subieron a Betel con todo el pueblo y allí se lamentaron, sentados delante del Señor: ayunaron todo el día hasta la tarde y ofrecieron al Señor holocaustos y sacrificios de comunión.
27 Después consultaron al Señor, porque en aquel tiempo el Arca de la Alianza de Dios se encontraba allí,
28 y Pinjás, hijo de Eleazar, hijo de Aarón, estaba al servicio de ella. «¿Tenemos que salir otra vez a luchar contra los hijos de nuestro hermano Benjamín, o debemos desistir?», preguntaron al Señor. Y el Señor respondió: «Suban, porque mañana los entregaré en manos de ustedes».

La derrota de Benjamín
29 Israel tendió una emboscada alrededor de Guibeá.
30 Al tercer día, los israelitas avanzaron contra Benjamín, y dispusieron sus filas contra Guibeá, como las otras veces.
31 los benjaminitas les salieron al encuentro, dejándose arrastrar lejos de la ciudad, y comenzaron como las otras veces a matar gente por los senderos que suben, uno a Betel y el otro a Gabaón. Así mataron a unos treinta hombres de Israel, sobre el campo raso.
32 Entonces los benjaminitas pensaron: «Ya los tenemos derrotados como la primera vez». Pero los israelitas habían dicho: «Vamos a simular que huimos, para atraerlos hasta los caminos, lejos de la ciudad».
33 Todos los hombres de Israel se levantaron de sus puestos y tomaron posiciones en Baal Tamar. Los israelitas que estaban emboscados, atacaron desde sus posiciones al oeste de Gueba.
34 Diez mil guerreros adiestrados de todo Israel llegaron frente a Guibeá. El combate se hizo muy encarnizado, sin que los benjaminitas advirtieran el desastre que se les venía encima.
35 El Señor hizo que Benjamín cayera derrotado delante de Israel, y aquel día los israelitas mataron a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, todos ellos armados de espada
36b Los hombres de Israel habían cedido terreno a Benjamín, porque contaban con el apoyo de los que estaban emboscados contra Guibeá.
37 Estos, por su parte, se desplegaron rápidamente y atacaron a Guibeá, pasando a todos sus habitantes al filo de la espada.
38 La gente de Israel se había puesto de acuerdo con los que estaban emboscados, para que estos levantaran una humareda desde la ciudad,
39 y entonces ellos presentarían batalla. Cuando Benjamín comenzó a matar a algunos israelitas, unos treinta hombres en total, pensó: «Ya los tenemos completamente derrotados, como en el primer combate».
40 Pero la columna de humo empezó a levantarse desde la ciudad, y Benjamín, al mirar atrás, vio que la ciudad entera subía en llamas hacia el cielo.
41 Entonces los hombres de Israel presentaron batalla, y los benjaminitas temblaron al ver el desastre que se les venía encima.
42 Los benjaminitas retrocedieron ante los hombres de Israel en dirección al desierto, pero se vieron acosados por los combatientes, y los que venían de la ciudad atacaron tomándolos entre dos frentes.
43 Así encerraron a Benjamín, lo persiguieron sin darle tregua y siguieron derrotándolo hasta llegar a Gueba por el oriente.
44 Cayeron dieciocho mil guerreros de Benjamín.
36a Los benjaminitas vieron que habían sido derrotados,
45 y los sobrevivientes volvieron la espalda y huyeron al desierto, hacia la Roca de Rimón. Los israelitas capturaron por los caminos a cinco mil hombres y, mientras perseguían a Benjamín hasta Gueba, mataron a otros dos mil.
46 Aquel día cayeron en total veinticinco mil benjaminitas, todos ellos guerreros armados de espada.
47 Seiscientos hombres, en cambio, pudieron escapar al desierto, hasta la Roca de Rimón, y allí estuvieron durante cuatro meses.
48 Los israelitas se volvieron contra los benjaminitas y pasaron al filo de la espada a los varones de las ciudades, al ganado y a todo lo que encontraron, y también incendiaron a su paso a todas las ciudades.


Copyright © Libreria Editrice Vaticana

*****

El Nuevo Testamento
HECHOS
DE LOS APÓSTOLES C. 28




Capítulo 28
1 Cuando estuvimos a salvo, nos enteramos de que la misma se llamaba Malta. 2 Sus habitantes nos demostraron una cordialidad nada común y nos recibieron a todos alrededor de un gran fuego que habían encendido a causa de la lluvia y del frío.
3 Pablo recogió unas ramas secas y las echó al fuego. El calor hizo salir una serpiente que se enroscó en su mano.
4 Cuando los habitantes del lugar vieron el reptil enroscado en su mano, comenzaron a decir entre sí: «Este hombre es seguramente un asesino: se ha salvado del mar, y ahora la justicia divina no le permite sobrevivir».
5 Pero él tiró la serpiente al fuego y no sufrió ningún mal.
6 Ellos esperaban que se hinchara o cayera muerto. Después de un largo rato, viendo que no le pasaba nada, cambiaron de opinión y decían: «Es un dios».
7 Había en los alrededores una propiedad perteneciente al principal de la isla, llamado Publio. Este nos recibió y nos brindó cordial hospitalidad durante tres días.
8 El padre de Publio estaba en cama con fiebre y disentería. Pablo fue a verlo, oró, le impuso las manos y lo curó.
9 A raíz de esto, se presentaron los otros enfermos de la isla y fueron curados.
10 Nos colmaron luego de toda clase de atenciones y cuando nos embarcamos, nos proveyeron de lo necesario.
11 Al cabo de tres meses nos embarcamos en un navío que había permanecido en la isla durante el invierno; era un barco alejandrino que tenía la insignia de Cástor y Pólux.
12 Hicimos escala en Siracusa, donde permanecimos tres días.
13 De allí, bordeando la costa llegamos a Regio. Al día siguiente, se levantó un viento del sur, y en dos días llegamos a Pozzuoli,
14 donde encontramos a unos hermanos que nos invitaron a permanecer una semana con ellos. Luego llegamos a Roma.
15 Los hermanos de esta ciudad, informamos de nuestra llegada, nos salieron al encuentro y nos alcanzaron a la altura del «Foro de Apio» y en las «Tres Tabernas». Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y se sintió reconfortado.
16 Cuando llegamos a Roma, recibió autorización para alojarse en una casa particular con un soldado que lo custodiara.
17 Tres días después convocó a los judíos principales, y cuando se reunieron les dijo: «Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, fui arrestado en Jerusalén y puesto en manos de los romanos.
18 Después de interrogarme, quisieron dejarme en libertad, porque no encontraban en mí nada que mereciera la muerte;
19 pero ante la oposición de los judíos, me vi obligado a apelar al Emperador, sin querer por esto acusar en nada a mi pueblo.
20 Por eso he querido verlos y hablarles, ya que a causa de la esperanza de Israel llevo estas cadenas».
21 Ellos le respondieron: «Nosotros no hemos recibido de Judea ninguna carta referente a ti, y ninguno de los hermanos que vinieron nos han contado nada que te sea desfavorable.
22 Pero ahora quisiéramos oírte exponer lo que piensas, porque sabemos que esta secta encuentra oposición en todas partes».
23 Entonces fijaron un día para encontrarse con él, y fueron a verlo en mayor número al lugar donde se alojaba. Pablo les habló durante todo el día sobre el Reino de Dios, dándoles toda clase de testimonio y tratando de persuadirlos para que creyeran en Jesucristo, a partir de la Ley de Moisés y de los Profetas.
24 Unos se convencían con sus palabras, pero otros se resistían a creer,
25 y mientras ellos se retiraban sin haberse puesto de acuerdo, Pablo dijo esta sola frase: «Son muy ciertas las palabras que el Espíritu Santo dijo a los padres de ustedes, por medio del profeta Isaías:
26 "Ve a decir a este pueblo: Por más que oigan no comprenderán, por más que vean, no conocerán,
27 Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, se taparon los oídos y cerraron los ojos, por temor de que sus ojos vean, que sus oídos oigan, que su corazón comprenda, que se conviertan, y que yo los cure".
28 Sepan entonces que esa salvación de Dios va a ser anunciada a los paganos. Ellos sí que la escucharán».
29 [Al oír estas palabras los judíos se retiraron discutiendo acaloradamente.]
30 Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios, recibiendo a todos los que querían verlo,
31 proclamando el Reino de Dios, y enseñando con toda libertad y sin encontrar ningún obstáculo, lo concerniente al Señor Jesucristo.


Copyright © Libreria Editrice Vaticana


******