DIA 145--2 Samuel 13--14 Salmo 137 Marcos 14,1-21




2 Samuel 13
Tragedias en la familia de David

1 Poco después aconteció esto: Absalón, hijo de David, tenía una hermana que era muy bella y que se llamaba Tamar; Amnón, otro hijo de David, se enamoró de ella. 2 Amnón se atormentaba de tal forma que hasta enfermó pensando en su media hermana Tamar; ésta era virgen y Amnón no veía cómo podría hacer algo con ella.
3 Amnón tenía un amigo que se llamaba Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, y era muy astuto. 4 Le dijo: «¿Qué te pasa, hijo de rey, que tan temprano te ves ya alicaído? ¿Quieres decírmelo?» Amnón le respondió: «Es que quiero a Tamar, la hermana de mi hermano Absalón». 5 Entonces Yonadab le dijo: «Anda a acostarte, pon cara de enfermo, y cuando vaya tu padre a verte, dile: Dale permiso a mi hermana Tamar para que venga a servirme la comida. Que prepare un guiso ante mi vista y me lo sirva de su mano». 6 Amnón se fue a acostar y se hizo el enfermo. El rey lo fue a ver y Amnón dijo al rey: «Dale permiso a mi hermana Tamar para que venga, prepare unos pastelillos en mi presencia y me los sirva de su mano».
7 David mandó a buscar a Tamar y le dijo: «Anda a la casa de tu hermano Amnón y prepárale alguna comida». 8 Tamar fue a casa de su hermano Amnón que estaba en cama, preparó la masa, la sobó y ante la vista de él moldeó unos pastelillos que puso a cocer. 9 Tomó después la sartén y la vació delante de él, pero él no quiso comer sino que dijo: «Que salgan todos afuera», y salieron todos. 10 Amnón dijo entonces a Tamar: «Trae la comida a la pieza para que la reciba de tus manos». Tamar tomó los pastelillos que había preparado y se los llevó a su hermano Amnón a su pieza. 11 Cuando ella se los presentó, la agarró y le dijo: «Hermana mía, ven a acostarte conmigo». 12 Pero ella le respondió: «No, hermano mío, no me tomes a la fuerza, pues no se actúa así en Israel. No cometas esta falta. 13 ¿A dónde iría yo con mi vergüenza? Y tú serías como un maldito en Israel. Habla mejor con el rey, que no se negará a darme a ti». 14 Pero él no quiso hacerle caso, la agarró a la fuerza y se acostó con ella.
15 Pero luego Amnón la detestó. Era un odio más grande aún que el amor que le tenía. Amnón le dijo: «¡Párate y ándate! 16 Ella respondió: «¡No, hermano mío, no me eches! Eso sería peor que lo que acabas de hacer». 17 Pero no quiso oírla, sino que llamó a un joven que estaba a su servicio y le dijo: «Echala fuera, lejos de mí, y cuando salga cierra la puerta con candado».
18 Ella llevaba una túnica con mangas, porque así se vestían las hijas del rey cuando todavía eran vírgenes. El sirviente la echó fuera y cuando salió cerró la puerta con candado.
19 Tamar se echó ceniza en la cabeza, rasgó su túnica con mangas y se puso una mano en la cabeza, luego partió lanzando gritos. 20 Su hermano Absalón le dijo: «¿Así que tu hermano Amnón se acostó contigo? Escúchame, hermana mía, no digas nada a nadie. ¿No es tu hermano? No tomes tan a pecho lo sucedido». Tamar se quedó desamparada en la casa de su hermano Absalón.
21 Cuando el rey David se enteró del asunto, se enojó mucho pero no quiso llamarle la atención a su hijo Amnón, porque era su preferido por ser el mayor. 22 Absalón tampoco le dijo nada, ni buenas ni malas palabras, pero sentía odio por él debido a que había violado a su hermana Tamar.
23 Dos años después, Absalón iba a hacer la esquila en Baal-Jazor, al lado de Efraín. Absalón invitó a ella a todos los hijos del rey. 24 Absalón dijo al rey: «Ahora que tu servidor va a recibir a los esquiladores, venga el rey con toda su gente a mi casa». 25 Pero el rey respondió a Absalón: «No, hijo mío, no podemos ir todos, pues sería demasiado gasto para ti». Absalón siguió insistiendo ante el rey, quien no quiso ir y se contentó con bendecirlo. 26 Absalón le dijo entonces: «¡De acuerdo, pero al menos acepta que venga conmigo mi hermano Amnón». El rey le respondió: «¿Por qué tiene que ir contigo?» 27 Pero Absalón insistió tanto que el rey dio permiso para que fuera Amnón con los demás hijos del rey.
27 Absalón preparó un banquete real 28 y dio esta orden a sus muchachos: «Cuando Amnón esté borracho, les diré: ¡Denle a Amnón! E inmediatamente lo matarán. No teman nada, pues yo soy quien se lo ordena. ¡Animo, no se acobarden!» 29 Los servidores de Absalón hicieron con Amnón tal como Absalón se lo había ordenado. Al ver eso, todos los demás hijos del rey se levantaron, cada cual ensilló su mula y huyeron.
30 Todavía estaban en camino cuando llegó la noticia donde David: «Absalón mató a todos los hijos del rey y nadie escapó». 31 El rey se levantó, rasgó su ropa y se acostó en el suelo; todas las personas que estaban con él rasgaron también su vestimenta.
32 Yonadab, hijo de Simá, hermano de David, tomó entonces la palabra, diciendo: «Señor, no crea que murieron todos los hijos del rey; sólo murió Amnón, pues era una idea fija en la cabeza de Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. 33 No tome, mi señor, tan en serio la cosa, ni piense tampoco que murieron todos los hijos del rey. No, sólo murió Amnón, y Absalón seguramente salió huyendo».
34 El joven que estaba de vigía divisó un grupo importante que bajaba por el camino de Bajurim, y fue a informar al rey: «Vi unos hombres que bajan por el camino de Bajurim por la falda del cerro». 35 Yonadab dijo entonces al rey: «Ves que tu servidor no estaba equivocado». 36 Todavía estaba hablando cuando entraron los hijos del rey, lanzando exclamaciones y llorando. El rey se puso a llorar también junto con sus servidores.
37 Mientras tanto Absalón había huido y se había refugiado en casa de Talmai, hijo de Ammijud, rey de Guesur y allí estuvo tres años. 38 El rey hizo duelo largos días por su hijo, 39 después se consoló de la muerte de Amnón y se le pasó el enojo con Absalón.



2 Samuel 14
1 Joab, hijo de Seruya, se dio cuenta de que el rey estaba preocupado por Absalón, 2 y mandó buscar a Tecoa, una mujer astuta: «Oyeme bien, le dijo, vas a ponerte ropa de luto; no te perfumarás y te comportarás como una mujer que está de luto mucho tiempo por un difunto. 3 Irás donde el rey y le contarás toda la historia que te voy a decir».
4 La mujer de Tecoa fue donde el rey, se postró con el rostro en tierra y se puso a gritar: «¡Ayúdame, oh rey!» 5 El rey le preguntó: «¿Qué tienes?» Respondió: «¡Ay! Soy viuda, mi marido murió. 6 Tu sirvienta tenía dos hijos. Ellos se pelearon en el campo, no había allí nadie para separarlos, y uno mató al otro. 7 Ahora toda la familia se lanzó en mi contra. Me dicen: Entréganos al que dio muerte a su hermano para que lo matemos y así pague por la vida de su hermano. ¡Pero me van a quitar al heredero! Van a apagar la brasita que me queda todavía, me dejarán en la tierra sin marido, sin nombre, sin descendencia».
8 El rey dijo a la mujer: «Regresa a tu casa y yo mismo intervendré en tu asunto». 9 La mujer de Tecoa dijo al rey: «¡Oh rey mi señor, que este problema me afecte sólo a mí y a mi familia, pero que el rey y su trono no tengan por qué preocuparse!» 10 El rey replicó: «Tráeme al que te amenazó y te prometo que no volverá más a hacerte el mal». 11 Ella le dijo: «Que me prometa el rey en nombre de Yavé su Dios que el vengador de la sangre no aumentará mi pena ni hará que perezca mi hijo». El le dijo: «¡Por Yavé que vive, no caerá en tierra un solo cabello de tu hijo!»
12 La mujer añadió: «Permítale el señor rey a su sirvienta decir todavía una palabra». 13 Le dijo: «Habla». La mujer respondió: «Al pronunciar ese juramento el rey se condena a sí mismo pues lesiona al pueblo de Dios cuando no permite que regrese el que desterró. 14 Todos estamos condenados a morir: no se recupera el agua que se derrama en el suelo; Dios no hace que vuelvan los muertos. Que el rey, pues, busque los medios para que regrese el que fue exiliado. 15 Por eso vine a contarle al rey toda esa historia de personas que me atemorizaban. Me dije: Hablaré al rey, a lo mejor hará lo que le pide su sirvienta. 16 A lo mejor el rey me atiende y quiere librarme del que quiere cercenarnos a mí y a mi hijo de la herencia de Dios. 17 Y me dije: «Ojalá el señor rey pudiera decir tan sólo una palabra pacificante, porque el rey es como un ángel de Dios, que comprende el bien y el mal. Que Yavé tu Dios esté contigo».
18 El rey respondió a la mujer: «No me ocultes nada y respóndeme esta pregunta». La mujer le dijo: «Hable el rey mi señor». 19 El rey le dijo: «¿Detrás de todo este asunto no está acaso Joab?» La mujer le respondió: «Tan cierto como que tú vives, oh rey, que uno no puede desviarse ni a derecha ni a izquierda de todo lo que dice el rey mi señor. Sí, fue tu servidor Joab quien me encargó esto. El fue quien puso todas esas palabras en mi boca. 20 Tu servidor Joab disfrazó la situación pendiente con esta historia, pero la sabiduría del rey mi señor es como la sabiduría de un ángel de Dios, pues sabe todo lo que pasa en la tierra».
21 Entonces el rey dijo a Joab: «¿Así que tú inventaste este cuento? Trae de vuelta al joven Absalón». 22 Joab se postró con el rostro en tierra y bendijo al rey, diciendo: «Ahora que el rey resolvió el problema de su servidor, tengo la prueba de que de veras me aprecia». 23 Joab partió para Guesur y trajo a Absalón a Jerusalén. 24 Sin embargo el rey dijo: «Que se vaya a su casa y que no se presente ante mí». Absalón se retiró pues a su casa y no se presentó ante el rey.
25 Nadie era más buen mozo que Absalón en todo el territorio de Israel. Todos cantaban sus alabanzas: de pies a cabeza no había en él ningún defecto. 26 Absalón se cortaba el cabello cuando ya le pesaba mucho, y cuando se lo cortaba, lo pesaba. Pues bien, pesaba doscientos siclos según el peso del rey (un kilo y medio). 27 Tuvo tres hijos y una hija a la que llamó Tamar: ésta era muy hermosa. 28 Absalón estuvo dos años en Jerusalén sin presentarse ante el rey. 29 Transcurrido ese tiempo mandó buscar a Joab para enviarlo donde el rey, pero Joab no quiso ir. Lo mandó buscar por segunda vez, pero tampoco quiso ir. 30 Entonces dijo a sus sirvientes: «¿Ven ustedes el campo de Joab que está al lado del mío, en el que se sembró cebada? Pues bien, vayan y préndanle fuego». Los sirvientes de Absalón prendieron fuego al campo. Inmediatamente fueron los sirvientes de Joab a buscarlo con la ropa hecha tiras y le dijeron: «Los sirvientes de Absalón prendieron fuego a todo el campo».
31 Joab se paró y fue a la casa de Absalón, y le dijo: «¿Por qué tus sirvientes prendieron fuego a mi campo?» 32 Absalón respondió a Joab: «Te mandé a buscar con este recado: Ven que quiero mandarte donde el rey. Le preguntarás por qué ordenó que volviera de Guesur. Me hubiera valido más quedarme allá abajo. Ahora quiero presentarme al rey; si cometí un crimen, que me condene a muerte».
33 Joab fue a contar todo eso al rey, quien mandó llamar a Absalón. Este llegó a la casa del rey, se postró con el rostro en tierra, y el rey lo abrazó.



Salmo 137
Jerusalén, no te olvidaré.—

1 Al borde de los canales de Babilonia
1 nos sentábamos y llorábamos
2 al acordarnos de Sión;
2 en los sauces que por allí se encuentran
2 habíamos colgado nuestras arpas.
3 Allí los que nos habían deportado
3 nos pedían palabras de una canción,
3 y nuestros raptores un canto de alegría:
3 «¡Cántennos un canto de Sión!»
4 ¿Cómo íbamos a cantar un canto del Señor
4 en un suelo extranjero?
5 ¡Si me olvido de ti, Jerusalén,
5 que mi derecha se olvide de mí!
6 Que mi lengua se me pegue al paladar
6 si de ti no me acuerdo,
6 si no considero a Jerusalén
6 como mi máxima alegría.
7 No te olvides, Señor, de los hijos de Edom
7 que, el día en que cayó Jerusalén,
7 decían: «¡Arrásenla,
7 arrásenla hasta los mismos cimientos!»
8 Hija de Babilonia, que serás destruida,
8 dichoso el que te hiciere
8 los males que a nosotros nos hiciste.
9 ¡Dichoso aquel que agarre a tus pequeños
9 y los estrelle contra las rocas!



Marcos 14,1-21
Conspiración contra Jesús

1 Faltaban dos días para la Fiesta de Pascua y de los Panes Azimos. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley buscaban la manera de detener a Jesús con astucia para darle muerte, 2 pero decían: «No durante la fiesta, para que no se alborote el pueblo.»
Una mujer unge a Jesús
3 Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso. Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un frasco precioso como de már mol, lleno de un perfume muy caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. 4 Entonces algunos se indignaron y decían entre sí: «¿Cómo pudo derrochar es te perfume? 5 Se podría haber ven dido en más de trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres.» Y estaban enojados contra ella.
6 Pero Jesús dijo: «Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan? Lo que ha hecho conmigo es una obra buena. 7 Siempre tienen a los pobres con ustedes y en cualquier momento podrán ayudarlos, pero a mí no me tendrán siempre. 8 Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de antemano ha ungido mi cuerpo para la sepultura. 9 En verdad les digo: dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto y será su gloria.»
10 Entonces Judas Iscariote, uno de los Doce, fue donde los jefes de los sacerdotes para entregarles a Jesús. 11 Se felicitaron por el asunto y prometieron darle dinero. Y Judas comenzó a buscar el momento opor tuno para entregarlo.
La Ultima Cena de Jesús
12 El primer día de la fiesta en que se comen los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el Cordero Pascual, sus discípulos le dijeron: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la Cena de la Pascua?»
13 Entonces Jesús mandó a dos de sus discípulos y les dijo: «Vayan a la ciudad, y les saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo 14 hasta la casa en que entre y digan al dueño: El Maestro dice: ¿Dónde está mi pieza, en que podré comer la Pascua con mis discípulos? 15 El les mostrará en el piso superior una pieza grande, amueblada y ya lista. Preparen todo para nosotros.» 16 Los discípulos se fueron, entraron en la ciudad, encontraron las cosas tal como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
17 Al atardecer llegó Jesús con los Doce. 18 Y mientras estaban a la mesa comiendo, les dijo: «Les aseguro que uno de ustedes me va a entregar, uno que comparte mi pan.» 19 Ellos se entristecieron mucho al oírle, y empezaron a preguntarle uno a uno: «¿Seré yo?» 20 El les respondió: «Es uno de los Doce, uno que moja su pan en el plato conmigo. 21 El Hijo del Hombre se va, conforme dijeron de él las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! Sería mucho mejor para él no haber nacido.»