DIA 134--1 Samuel 18-19 Salmo 125 Marcos 8,22-38


1 Samuel 18
David, Saúl y Jonatán
1 Cuando David terminó de hablar, el corazón de Jonatán sintió afecto por David, y desde ese día, Jonatán amó a David tanto como a sí mismo. 2 Ese día Saúl alojó a David en su casa y no dejó que volviera donde su padre. 3 Jonatán por su parte hizo un pacto con David porque lo amaba como a sí mismo. 4 Jonatán se quitó el manto que llevaba puesto y se lo dio a David junto con su traje, su espada, su casco y su cinturón. 5 En todas las expediciones a donde lo enviaba Saúl, David tenía pleno éxito y Saúl lo puso a la cabeza de todos sus hombres de guerra. Era querido por todo el pueblo y también por los servidores del rey.
6 Cuando volvieron, después que David hubo dado muerte al filisteo, las mujeres de todas las ciudades de Israel salieron al encuentro del rey Saúl, cantando y bailando, con tamboriles y arpas, canciones festivas. 7 El coro de las bailarinas entonaba este canto: «Saúl mató a mil, pero David mató a diez mil». 8 Eso le disgustó mucho a Saúl quien se enojó. Se dijo: «Le han dado diez mil a David y a mí sólo mil, no le falta más que la realeza». 9 Desde ese día, Saúl miró a David con malos ojos.
10 Al día siguiente, se apoderó de Saúl un mal espíritu de Dios, y estaba como loco en su casa. David le tocaba la cítara como todos los días, pero Saúl había tomado su lanza. 11 Le disparó la lanza pensando: «Voy a clavar a David en el muro». Pero David eludió el golpe las dos veces. 12 Saúl empezó a temer a David porque Yavé estaba con él mientras que se retiraba de Saúl.
13 Saúl alejó a David de su casa y lo hizo jefe de mil: éste iba y venía a la cabeza del pueblo. 14 David resultaba victorioso en todas sus expediciones, porque Yavé estaba con él. 15 Saúl vio el éxito de David y le temió. 16 Todo Israel y Judá amaban a David porque éste iba y venía al frente del pueblo. 17 Saúl dijo entonces a David: «Conoces a mi hija mayor Merob. Te la daré como esposa si demuestras ser valiente a mi servicio cuando dirijas las guerras de Yavé». Pues Saúl se decía: «Que no muera por mis manos sino por las de los filisteos». 18 David dijo a Saúl: «¿Quién soy yo? ¿Qué vale mi vida? ¿Qué es la familia de mi padre en Israel para que yo llegue a ser el yerno del rey?» 19 Pero cuando llegó el día en que debía dársele a David la hija de Saúl, ésta había sido dada como esposa a Adriel de Mejola.
20 Mical, la segunda hija de Saúl, amaba a David, y se lo dijeron a Saúl, quien se sintió feliz por eso. 21 Pues se dijo: «Se la daré, pero será para él una trampa. Así conseguiré que caiga en manos de los filisteos». Saúl llamó a David por segunda vez: «Ahora sí que serás mi yerno». 22 Saúl dio esta orden a sus servidores: «Conversen discretamente con David y díganle: El rey te quiere. Sabes que todos sus servidores te aman, acepta pues ser ahora el yerno del rey». 23 Los servidores de Saúl transmitieron estas palabras a David, y David les respondió: «Parece que para ustedes es muy sencillo llegar a ser yerno del rey. Pero ¿se han fijado en que yo soy un hombre sin dinero y humilde?» 24 Los servidores de Saúl se lo repitieron: «Esta es la respuesta de David».
25 Saúl les dijo: «Así hablarán a David: Para ese matrimonio el rey no quiere dinero sino únicamente cien prepucios de filisteos, para vengarse así de sus enemigos». De ese modo pensaba Saúl que David iba a caer en manos de los filisteos. 26 Los servidores transmitieron esas palabras a David a quien le pareció que sería bueno ser el yerno del rey. Aún no se cumplía el plazo, 27 cuando David salió de campaña con sus hombres. Mató a doscientos filisteos y se trajo sus prepucios, que mandó al rey para ser así su yerno. Entonces Saúl le dio como esposa a su hija Mical.
28 En esa oportunidad Saúl se dio cuenta de que Yavé estaba con David; Mical, por su parte, la hija de Saúl, quería a David. 29 Saúl temía a David cada vez más, su odio a David se había vuelto habitual. 30 Cada vez que los jefes de los filisteos salían de campaña, David tenía más éxito que los demás servidores de Saúl, y llegó a ser célebre.


1 Samuel 19
1 Saúl dijo a su hijo Jonatán y a todos sus servidores que sería bueno matar a David; pero Jonatán, el hijo de Saúl, era muy amigo de David. 2 Le advirtió pues a David: «Saúl, mi padre, trata de matarte; manténte en guardia mañana temprano, ponte a resguardo y escóndete. 3 Yo saldré y me pondré al lado de mi padre en el campo donde tú estés; hablaré de ti a mi padre y veré lo que pasa. Te lo comunicaré en seguida».
4 Jonatán defendió a David ante su padre Saúl diciéndole: «No haga daño el rey a su servidor David, pues él no te ha hecho ningún daño y lo que ha hecho te ha servido mucho. 5 Arriesgó su vida para derribar al filisteo y Yavé dio allí una gran victoria a todo Israel. Cuando tú lo viste, te sentías bien contento. ¿Por qué pues pecarías manchándote con sangre inocente si mandas asesinar a David sin razón?» 6 Saúl escuchó a Jonatán y le juró: «Por la vida de Yavé que David no morirá». 7 Inmediatamente Jonatán llamó a David y le contó esa conversación; luego llevó a David donde Saúl, y se puso a su servicio como antes.
8 La guerra se reinició. David salió de campaña contra los filisteos y les infligió una gran derrota; salieron huyendo ante él. 9 Mientras Saúl estaba sentado en su casa con la lanza en la mano, se apoderó de él un mal espíritu de Yavé. David se puso a tocarle la cítara. 10 Saúl trató de clavar a David en el muro con su lanza, pero David esquivó el golpe de Saúl, y la lanza se enterró en el muro. David salió huyendo y escapó una vez más.
10 Esa misma noche, 11 Saúl mandó unos hombres para que cercaran la casa de David y lo asesinaran en la mañana. Pero Mical, la mujer de David, le dio este aviso: «Si no escapas esta misma noche, serás asesinado mañana». 12 Mical ayudó a David a bajar por la ventana; se alejó, salió huyendo y se puso a resguardo. 13 Mical acostó entonces en la cama uno de los ídolos que tenía en la casa, le puso en la cabeza una peluca de pelo de cabra y lo tapó con una manta.
14 A los hombres que Saúl había mandado para apresar a David les dijo: «Está enfermo». 15 Pero Saúl mandó de nuevo a sus hombres con el encargo de que vieran a David, diciéndoles: «Tráiganmelo en su cama, para que le dé muerte». 16 Entraron los mensajeros y encontraron al ídolo en la cama con la peluca de pelo de cabra en la cabeza. 17 Saúl dijo a Mical: «¿Por qué te has burlado de mí? Dejaste que mi enemigo se fuera, y escapó». Mical respondió a Saúl: «Es que él me dijo: Si no me dejas salir, te mato».
Saúl y los profetas
18 David se libró pues al huir y llegó a la casa de Samuel en Ramá; le contó a éste todo lo que le había hecho Saúl. Con Samuel se fue a vivir a las Celdas de los profetas. 19 Le avisaron a Saúl: «David está en las Celdas, cerca de Ramá». 20 Saúl mandó entonces unos hombres para que se apoderaran de David. Cuando se encontraron con un grupo de profetas que estaban profetizando, y Samuel los presidía, el espíritu de Dios se apoderó de los enviados de Saúl, quienes se pusieron a profetizar. 21 Se lo comunicaron a Saúl, quien mandó a otros mensajeros, los que también profetizaron. Por tercera vez Saúl mandó mensajeros y éstos también se pusieron a profetizar.
22 Salió él mismo entonces rumbo a Ramá y llegó a la gran cisterna que está en Secú. Allí preguntó: «¿Dónde están Samuel y David?» Le respondieron: «Están en las Celdas, cerca de Ramá». 23 Y mientras se dirigía a las Celdas cerca de Ramá, el espíritu de Dios se apoderó de él y continuó su camino profetizando hasta que entró a las Celdas, cerca de Ramá. 24 Además se quitó sus ropas y profetizó delante de Samuel hasta que se desmayó. Permaneció desnudo en el suelo todo el día y toda la noche. De ahí proviene el dicho: «¿Así que también Saúl está entre los profetas?»



Salmo 125
Confianza en el Señor.

—El peregrino podía admirar las murallas de Jerusalén, casi inaccesibles para los enemigos. Es una imagen de la protección de Dios.
1 Los que buscan apoyo en el Señor
1 se parecen al monte Sión:
1 inconmovible y estable para siempre.
2 Jerusalén, los montes la rodean,
2 así el Señor está en torno a su pueblo
2 desde ahora y para siempre.
3 Jamás el cetro impío se impondrá
3 sobre la parcela de los justos,
3 no sea que los justos
3 ensangrienten sus manos en el crimen.
4 Con los buenos, Señor, pórtate bien,
4 con los que tienen rectitud de corazón.
5 Mas a los que son dobles y traidores,
5 los eche el Señor con los malhechores.
6 ¡Tenga paz Israel!


Marcos 8,22-38
El ciego de Betsaida
22 Cuando llegaron a Betsaida, le trajeron un ciego y le pidieron que lo tocara. 23 Jesús tomó al ciego de la mano y lo llevó fuera del pueblo. Después le mojó los ojos con saliva, le impuso las manos y le preguntó: «¿Ves algo?» 24 El ciego, que empezaba a ver, dijo: «Veo como árboles, pero deben ser gente, porque se mueven.» 25 Jesús le puso nuevamente las manos en los ojos, y el hombre se encontró con buena vista; se recuperó plenamente y podía ver todo con claridad.
26 Jesús, pues, lo mandó a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
Pedro proclama su fe
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 28 Ellos contestaron: «Algunos dicen que eres Juan Bautista, otros que Elías o alguno de los profetas.»
29 Entonces Jesús les preguntó: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?» Pedro le contestó: «Tú eres el Me sías.» 30 Pero Jesús les dijo con fir meza que no conversaran sobre él.
31 Luego comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los notables, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley, que sería condenado a muerte y resucitaría a los tres días. 32 Jesús hablaba de esto con mucha seguridad.
32 Pedro, pues, lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo. 33 Pero Jesús, dándose la vuelta, vio muy cerca a sus discípulos. Entonces reprendió a Pedro y le dijo: «¡Apártate y ponte detrás de mí, Satanás! Tus ambiciones no son las de Dios, sino de los hombres.»
El que quiera seguirme, tome su cruz
:34 Luego Jesús llamó a sus discípulos y a toda la gente y les dijo: «El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, tome su cruz y me siga. 35 Pues el que quiera asegurar su vida la perderá, y el que sacrifique su vida (por mí y) por el Evangelio, la salvará.
36 ¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo? 37 ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?
38 Yo les aseguro: si alguno se avergüenza de mí y de mis palabras en medio de esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga con la Gloria de su Padre rodeado de sus santos ángeles.»