DIA 115-- Jueces 3--4 Salmo 116 Santiago 1


Jueces 3
1 Estas fueron las naciones que Yavé dejó en paz para probar a Israel, es decir, a los israelitas que no habían conocido las guerras de Canaán. 2 Quería que la juventud de Israel aprendiera a pelear, pues aquéllos no habían conocido la guerra. 3 Así fue como quedaron los cinco príncipes de los filisteos, todos los cananeos y los sidonios, y también los je veos que viven en la montaña del Líbano, desde la montaña de Baal-Hermón hasta la Entrada de Hamat.
4 Yavé quiso pues poner a prueba a Israel y ver si obedecería sus mandamientos, los que Moisés había dado a sus padres. 5 Los israelitas vivieron en medio de los cananeos, de los hititas, de los amoreos, de los fereceos, de los jeveos y de los jebuseos. 6 Se casaron con sus hijas, dieron sus propias hijas a los hijos de aquellos, y sirvieron a sus dioses.
Otoniel, Ehud y Samgar
7 Los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé. Se olvidaron de Yavé su Dios y sirvieron a los Baales y a los Aserás. 8 Entonces estalló contra Israel la cólera de Yavé. Los dejó caer en las manos de Cusán-Riseataim, rey de Edom, y los israelitas estuvieron sometidos a Cusán-Riseataim por ocho años. 9 Los israelitas clamaron a Yavé y Yavé hizo que surgiera para ellos un salvador que los libró: fue Otoniel, hijo de Quenaz, hermano menor de Caleb. 10 El espíritu de Yavé se posó sobre él y se desempeñó como juez en Israel. Salió a guerrear y Yavé puso entre sus manos a Cusán-Riseataim, rey de Edom: derrotó a Cusán-Riseataim. 11 El país estuvo en paz durante cuarenta años; luego Otoniel, hijo de Quenaz, murió.
12 Una vez más los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé, y él volvió a Eglón rey de Moab mucho más fuerte que Israel, sencillamente porque hacían lo que desagrada a Yavé. 13 Los moabitas se aliaron con los amonitas y con los amalecitas para luchar contra Israel, y se apoderaron de la Ciudad de las Palmeras. 14 Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años.
15 Los israelitas clamaron entonces a Yavé, y Yavé hizo que les surgiera un salvador, Ehud, hijo de Guera, un hombre de Benjamín que era zurdo. Los israelitas le encargaron que llevara el tributo a Eglón, rey de Moab.
16 Ehud se hizo un puñal de doble filo, y de hoja corta, que se puso bajo su ropa pegado a su muslo derecho. 17 Luego fue a ofrecer el tributo a Eglón, rey de Moab, (Eglón era un hombre muy gordo). 18 De regreso, cuando estaban en los Idolos de Guilgal, Ehud ordenó que se fuera a la gente que había venido con él para presentar el tributo.
19 El hizo el camino de vuelta y dijo: «¡Oh rey! Tengo para ti un mensaje secreto». El rey respondió: «¡Silencio!» Y todos los que estaban a su alrededor se retiraron. 20 Entonces Ehud se acercó a él, mientras estaba sentado en la pieza alta, tomando el fresco en sus departamentos privados. Ehud dijo: «Es un mensaje de Dios que tengo para ti». Entonces el rey se levantó de su silla. 21 Ehud extendió su mano izquierda, agarró el puñal que tenía sobre su muslo derecho y se lo hundió en el vientre. 22 El puño entró junto con la hoja y la grasa se cerró por encima de la hoja, pues no se la sacó del vientre, y salieron los excrementos. 23 Ehud escapó por detrás, cerró tras él las puertas de la pieza superior y le echó el cerrojo.
24 Después que salió, llegaron los sirvientes, y al ver con cerrojo la puerta de la pieza superior, se dijeron: «Sin duda que está haciendo sus necesidades en sus departamentos privados». 25 Esperaron tanto que tuvieron vergüenza, pero las puertas de la pieza superior no se abrían. Entonces tomaron la llave y abrieron: ¡su patrón yacía por tierra, muerto!
26 Mientras ellos aguardaban, Ehud se había puesto a resguardo. Pasó por los Idolos y se puso a salvo en Ha-Seira. 27 Apenas llegó, tocó el cuerno en la montaña de Efraín y los israelitas bajaron de la montaña siguiéndole. 28 Les dijo: «Síganme porque Yavé ha puesto a sus enemigos, los moabitas, en nuestras manos». Todos bajaron tras él, cortaron los vados del Jordán en dirección a Moab y no dejaron escapar a ningún hombre. 29 En aquella ocasión derrotaron a diez mil hombres de Moab, todos robustos y entrenados: no escapó ni uno solo. 30 Aquel día Moab quedó sometido a Israel y el país quedó en paz por ochenta años.
31 Después de él surgió Samgar, hijo de Anat. Venció a seiscientos hombres de los filisteos con una picana de bueyes; él también fue un libertador de Israel.


Jueces 4
Débora y Barac

1 De nuevo, después de la muerte de Ehud, los israelitas hicieron lo que es malo a los ojos de Yavé, 2 y Yavé los puso bajo las manos de Yabín, rey de Canaán, que reinaba en Hasor. Sísera era el jefe de su ejército y vivía en Haroset-ha-Goyim. 3 Los israelitas clamaron a Yavé, porque Yabín tenía novecientos carros de hierro y oprimía duramente a los israelitas hacía veinte años.
4 En aquel tiempo, la profetisa Débora, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel. 5 Se sentaba bajo la Palmera de Débora, entre Rama y Betel, en la montaña de Efraín, y los israelitas subían donde ella para obtener justicia. 6 Mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, de Cadés en Neftalí. Le mandó a decir: «Esta es la orden de Yavé, el Dios de Israel: Dirígete al monte Tabor y recluta a diez mil hombres entre los hijos de Neftalí y los hijos de Zabulón. 7 Yo atraeré hacia ti en el torrente de Quisón a Sísera, jefe del ejército de Yabín, junto con sus carros y todos sus hombres, y lo pondré en tus manos».
8 Barac le respondió: «Si vienes conmigo iré, pero si no vienes no iré». 9 Ella le dijo: «Muy bien, iré contigo, pero estás empezando mal, y la gloria de esta expedición no será para ti; Yavé pondrá a Sísera en manos de una mujer». Se levantó pues Débora y Barac partió con ella rumbo a Cadés. 10 En Cadés Barac reunió a Zabulón y a Neftalí, y lo siguieron diez mil hombres. Débora iba con él.
12 Le avisaron a Sísera que Barac, hijo de Abinoam, se había dirigido al monte Tabor. 13 Sísera reunió entonces a todos sus carros de hierro que llegaban a novecientos, como también a sus tropas, y vinieron de Haroset-ha-Goyim hasta el torrente de Quisón. 14 Débora dijo entonces a Barac: «Ha llegado el momento, hoy mismo Yavé pondrá a Sísera en tus manos. ¿No marcha Yavé delante de ti?»
14 Barac bajó del monte Tabor seguido de sus diez mil hombres, 15 y Yavé hizo que derrotara a Sísera, a todos sus carros y todo su ejército; el mismo Sísera se bajó de su carro y huyó a pie. 16 Barac salió en persecución de los carros y del ejército hasta Haroset-ha-Goyim, y todo el ejército de Sísera cayó bajo el filo de la espada; nadie escapó.
17 Sísera había huido a pie hasta la tienda de Yael, mujer de Jeber el quenita, porque reinaba la paz entre Yabin, rey de Hasor, y Jeber el quenita. 11 Este Jeber acampaba cerca de la Encina de Saananim, al lado de Cadés, después de separarse de los otros quenitas descendientes de Jobab, cuñado de Moisés.
18 Yael salió al encuentro de Sísera y le dijo: «¡Ven para acá, señor. Ven para acá, no tengas miedo!» Fue donde ella, entró en su tienda y ella lo tapó con una manta. 19 El le dijo: «Dame un poco de agua para beber porque tengo sed». Ella tomó un tiesto con leche y le dio de beber, luego lo volvió a tapar. 20 El le dijo: «Quédate a la entrada de la tienda, y si alguien te pregunta si hay aquí alguna persona, respóndele que nadie».
21 Pero Yael, mujer de Jeber, tomó una de las estacas de la tienda junto con un martillo, y acercándose suavemente por detrás de él le enterró la estaca en la sien con tal fuerza que se clavó en la tierra. El dormía profundamente porque estaba muy cansado, y así fue como murió. 22 Cuando llegó Barac persiguiendo a Sísera, Yael salió a su encuentro y le dijo: «Entra que te voy a mostrar al hombre que buscas». Entró y vio a Sísera muerto, tendido en el suelo con la estaca en la sien.
23 Ese día Dios humilló a Yabín, rey de Canaán, ante los israelitas. 24 La mano de los israelitas se volvió cada vez más pesada para Yabín, rey de Canaán, hasta que lograron deshacerse de él.



Salmo 116
Tú me has librado de la muerte.

—«Andaré en presencia del Señor en la tierra de los vivientes». Con todos los que Dios salvó de la muerte, con Jesús nuestro Salvador, expresamos nuestra gratitud.
18 ¡Aleluya!
1 Amo al Señor porque escucha
1 el clamor de mi plegaria;
2 Inclinó hacia mí su oído
2 el día en que lo llamé.
3 Me envolvían los lazos de la muerte,
3 estaba preso en las redes fatales,
3 me ahogaban la angustia y el pesar,
4 pero invoqué el nombre del Señor:
4 «¡Ay, Señor, salva mi vida!»
5 El Señor es muy bueno y justo,
5 nuestro Dios es compasivo;
6 El Señor cuida de los pequeños,
6 estaba débil y me salvó.
7 Alma mía, vuelve a tu descanso,
7 que el Señor cuida de ti.
8 Ha librado mi alma de la muerte,
8 de lágrimas mis ojos
8 y mis pies de dar un paso en falso.
9 Caminaré en presencia del Señor
9 en la tierra de los vivos.
10 Tenía fe, aun cuando me decía:
10 «Realmente yo soy un desdichado».
11 Pensaba en medio de mi confusión:
11 «¡Todo hombre decepciona!»
12 ¿Cómo le devolveré al Señor
12 todo el bien que me ha hecho?
13 Alzaré la copa por una salvación
13 e invocaré el nombre del Señor;
14 cumpliré mis promesas al Señor
14 en presencia de todo su pueblo.
15 Tiene un precio a los ojos del Señor
15 la muerte de sus fieles:
16 «¡Mira, Señor, que soy tu servidor,
16 tu servidor y el hijo de tu esclava:
16 tú has roto mis cadenas!»
17 Te ofreceré el sacrificio de acción de gracias
17 e invocaré el nombre del Señor.
18 Cumpliré mis promesas al Señor
18 en presencia de todo su pueblo,
19 en los atrios de la casa del Señor,
19 en medio de ti, Jerusalén.


Santiago 1
1 Santiago, servidor de Dios y de Cristo Jesús el Señor, saluda a las doce tribus dispersas en medio de las naciones.
Paciencia en las pruebas
2 Hermanos, considérense afortunados cuando les toca soportar toda clase de pruebas. 3 Esta puesta a prueba de la fe desarrolla la capacidad de soportar, 4 y la capacidad de soportar debe llegar a ser perfecta, si queremos ser perfectos, completos, sin que nos falte nada.
5 Si alguno de ustedes ve que le falta sabiduría, que se la pida a Dios, pues da con agrado a todos sin hacerse rogar. El se la dará. 6 Pero hay que pedir con fe, sin vacilar, porque el que vacila se parece a las olas del mar que están a merced del viento. 7 Esa gente no puede esperar nada del Señor, 8 son personas divididas y toda su existencia será inestable.
9 El hermano de condición humilde debe alegrarse cuando su situación mejora, 10 y el rico, cuando se ve rebajado, porque pasará como la flor del campo. 11 Se levanta el sol y empieza el calor, seca la hierba y marchita la flor, y pierde toda su gracia. Así también el rico verá decaer sus proyectos.
12 Feliz el hombre que soporta pacientemente la prueba, porque, después de probado, recibirá la corona de vida que el Señor prometió a los que lo aman.
13 Que nadie diga en el momento de la prueba: «Dios me manda la prueba.» Porque Dios está a salvo de todo mal y tampoco manda pruebas a ninguno. 14 Cada uno es tentado por su propio deseo, que lo arrastra y lo seduce; 15 el deseo concibe y da a luz al pecado; el pecado crece y, al final, engendra la muerte.
16 Hermanos muy queridos, no se equivoquen: 17 son las cosas buenas y los dones perfectos los que proceden de lo alto y descienden del Padre que es luz; allí no retornan las noches ni pasan las sombras. 18 Muy libremente nos dio vida y nos hizo hijos suyos mediante la palabra de la verdad, para que fuéramos la flor de su creación.
19 Hermanos muy queridos, sean prontos para escuchar, pero lentos para hablar y enojarse, 20 pues la ira del hombre no realiza la justicia de Dios. 21 Por eso, rechacen la impureza y los excesos del mal y reciban con sencillez la palabra sembrada en ustedes, que tiene poder para salvarlos.
22 Pongan por obra lo que dice la Palabra y no se conformen con oírla, pues se engañarían a sí mismos. 23 El que escucha la palabra y no la practica es como aquel hombre que se miraba en el espejo, 24 pero apenas se miraba, se iba y se olvidaba de cómo era. 25 Todo lo contrario el que fija su atención en la ley perfecta de la libertad y persevera en ella, no como oyente olvidadizo, sino como activo cumplidor; éste será dichoso al practicarla.
26 Si alguno se cree muy religioso, pero no refrena su lengua, se engaña a sí mismo y su religión no vale. 27 La religión verdadera y perfecta ante Dios, nuestro Padre, consiste en esto: ayudar a los huérfanos y a las viudas en sus necesidades y no contaminarse con la corrupción de este mundo.